Visión de los vencidos Juan J. Paz y Miño C. Desde la década de 1960 en Quito, capital del Ecuador, se organiza una serie de actos para conmemorar al 6 de diciembre de 1534, como día de la fundación de la ciudad. Pese a los equívocos históricos, ya que Quito se fundó el 28 de […]
Visión de los vencidos
Juan J. Paz y Miño C.
Desde la década de 1960 en Quito, capital del Ecuador, se organiza una serie de actos para conmemorar al 6 de diciembre de 1534, como día de la fundación de la ciudad. Pese a los equívocos históricos, ya que Quito se fundó el 28 de agosto como Villa y, además, por Diego de Almagro y no por Sebastián de Benalcázar, como normalmente se cree, en cada año las alcaldías encabezan esta «fiesta», a la que todos se esfuerzan por hacerla muy «popular».
Una situación parecida ocurre en numerosas ciudades de América Latina. En la geografía de la región hay plazas, calles y monumentos que llevan el nombre de los primeros españoles; de tal manera que ello también alienta las fiestas fundacionales con énfasis en el origen hispano.
Pero antes de la conquista española existieron pueblos ya asentados en los lugares donde se erigieron las ciudades españolas. Quito tiene un profundo ancestro desde los primeros cazadores-recolectores y llegó a ser la segunda capital del imperio Inca. La conquista y la fundación de ciudades fueron procesos de subordinación, sometimiento, destrucción cultural y muerte de miles de indígenas. Es el lado sangriento de la historia. Pero, de otro lado, esos mismos procesos dieron origen al Quito actual, con trazo, iglesias, conventos y múltiples edificaciones que le dan su peculiar identidad. Quito fue la primera ciudad (junto a Cracovia) proclamada por la Unesco como Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1978; y, por su singular historia, también ha llegado a ser una verdadera antena política del Ecuador. De hecho los símbolos del poder están en Quito: palacio de gobierno (Carondelet), palacio legislativo, corte suprema y catedral…
La resistencia indígena a la conquista acompañó a la incursión de los conquistadores. En una comprensión distinta a la tradicional, el historiador mexicano Miguel León Portilla publicó en 1959 su afamada obra Visión de los vencidos. Relaciones indígenas de la conquista, en la que reprodujo textos inéditos de los códices indígenas que sobrevivieron a la quema. Su principal conclusión fue que la cultura, la forma de ver el mundo que tuvieron los aztecas, contribuyó decisivamente a su derrota.
En 1971 apareció otro libro: Los vencidos. Los indios del Perú frente a la conquista española (1530-1570), del historiador francés Nathan Wachtel, quien incursionó en el camino inaugurado hace décadas por Portilla. Su libro resaltó, ante todo, los valiosos contenidos de una obra recién descubierta en 1908: la Nueva Corónica y Buen Gobierno del descendiente inca Guamán Poma de Ayala, rica en información etno-histórica y destacada por sus 400 ilustraciones. Para Wachtel también quedó en claro que la cultura de los antiguos incas resultó un limitante fundamental para la resistencia a la conquista española.
Ninguna de las obras citadas trató de desvalorizar las culturas indígenas en Centroamérica o en Sudamérica. Se trata de aportes investigativos que dieron una dimensión poco conocida y poco trabajada en la historiografía, lo cual enriqueció la comprensión de los orígenes del hecho colonial.
Fuente: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/columnistas/1/vision-de-los-vencidos
Quito: fiesta y mutilación
Carol Murillo Ruiz
Cada año, al llegar diciembre, vuelve al discurso y las prácticas cotidianas de los quiteños la necesidad de la fiesta de fundación y las rutinas para celebrarla. Así mismo, vuelven las loas a lo hispano y vuelven las críticas a todo ese imaginario postcolonial que atraviesa el festejo que las elites montaron para dividir a la ciudad entre lo rico y lo pobre, lo bello y lo feo, lo moderno y lo antiguo. El Centro Histórico -o casco colonial- es quizá lo único que sobrevive, no sin fisuras conceptuales, entre las fijaciones históricas de aquello que siempre es admirable, estéticamente distinto y prueba de la nobleza que un día habitó el espíritu de una ciudad andina. Quito genera una enorme escala de interpretaciones culturales sobre su pasado y, además, sobre los perfiles sociales que cada vez luchan por imponerse en la opinión pública local. Es sintomático que justo este año, antes de llegar a diciembre, los vientos de las antiguas fiestas quiteñas con corridas de toros y los gustos blanqueados de sectores dados al agasajo españolizante, aupados por el rudimentario universo cultural del alcalde Mauricio Rodas, resuciten el ritual de la lidia -sin muerte del animal- en medio de la congoja por haber perdido el referente central de unas fiestas ajenas, y, que, por añadidura, esconden el sustrato indígena de un lugar que fue territorio y símbolo de resistencia durante la conquista y la colonia.
Que la actual Alcaldía apoye el retorno de un atavismo cultural es apenas una muestra de lo que sucede cuando una ciudad es representada, en el relativo poder político que da un Municipio, por las ideas de señorío y clase de parcelas que preservan la herencia social de un viejo sistema y sus valores. Pero va más allá: todo eso no se contrapone a que esos mismos grupos acojan una modernización urbana poco planificada e irrespetuosa de la naturaleza y de los espacios verdes que tanto le han costado mantener a los habitantes de Quito. ¿Un ejemplo? El Municipio y los técnicos, es de suponer, escogieron como una de las paradas del nuevo Metro la esquina más arbolada del Parque La Carolina (Av. Eloy Alfaro y República). Allí tumbaron docenas de árboles y dañaron la reserva de aire que los vecinos disfrutaban a pesar del intenso tráfico de vehículos que por esas vías circula cada día. ¡Rompieron el parque!, un espacio natural y hermoso; porque al parecer no hallaron otro lugar cercano (¿les dio miedo la expropiación?) ¡Y prefirieron mutilar La Carolina!
Por el mismo rumbo de abuso urbano va la «Solución Vial Guayasamín», otra obra que olvida a las personas y prioriza los automotores. Por contraste, para hacer esos puentes, sí consideraron la expropiación, y hay más de 80 familias que luchan por impedir el atropello pero nadie las escucha.
¡Así se festeja a Quito! Mutilando la naturaleza (Parque La Carolina) e invadiendo a una comunidad (Barrio Bolaños). Pero el ruido de las chivas, de los conciertos en el mismo parque, de las orquestas en la Tribuna del Sur y las bandas en cada plaza, no deja ver ni oír que la fiesta que revive la tauromaquia es la misma que hunde a la ciudad en la arbitrariedad y el desprecio por la gente de a pie.