Millones de personas están mirando estos días el mundial de fútbol. Éste puede significar cosas diferentes para la gente. Algunas personas lo verán como una oportunidad para ver deporte por la televisión y disfrutar de algunas de las habilidades de los jugadores, que sin duda tienen. Otros los mirarán tan sólo para olvidarse momentáneamente de […]
Millones de personas están mirando estos días el mundial de fútbol. Éste puede significar cosas diferentes para la gente. Algunas personas lo verán como una oportunidad para ver deporte por la televisión y disfrutar de algunas de las habilidades de los jugadores, que sin duda tienen. Otros los mirarán tan sólo para olvidarse momentáneamente de su rutina diría de trabajar ocho horas o más. Pero lo que es común es la proliferación de banderas y camisetas, en este caso españolas, por las calles de cas todas las ciudades.
Y es que en este tiempo de crisis más que nunca, las clases dirigentes de todos los estados se frotan las manos ante acontecimientos de este tipo que provocan los sentimientos chovinistas y «patrios» de la gente trabajadora -y por qué no decirlo de izquierdas- que en otro momento o por otra causa, sería impensable.
Algunos argumentarán que no hay ninguna conexión entre dar apoyo a la selección española y la política nacionalista española. Pero la realidad es que las competiciones deportivas a nivel de selecciones o países siempre han sido relacionadas con el sentimiento nacionalista y patriótico. Las competiciones de este tipo empezaron a surgir en un momento de alta rivalidad entre los estados. Desde entonces han sido una continuación de la defensa de la «nacionalidad» y los intereses económicos ligados a los estados y al capital.
Las clases dirigentes crearon las competiciones de deportes a nivel internacional a finales del siglo XIX, principios del XX, básicamente con este objetivo. Querían que compitiera entre sí gente de diferentes estados para dar una falsa sensación de unidad nacional y de sentirse superior si eras el ganador. La idea principal era la de hacernos olvidar la clase social como principal división en nuestra sociedad.
Los primeros Juegos Olímpicos modernos fueron en 1896. En 1908 las clases dirigentes impusieron los equipos nacionales a los Juegos delante de lo que se veía a venir: el estallido de la Primera Guerra Mundial. La FIFA, actual organizadora de la Copa del Mundo se creó a 1904. Fue en 1930 cuando impulsó la creación de esta competición entre selecciones «nacionales» como un método para dar una falsa sensación de pertenencia y unidad «nacional» a la mayoría de la población de un mismo estado. Todo eso ante el aumento de la lucha de clases a nivel internacional en los años 30.
Así, el patriotismo que se esconde detrás de la euforia por la selección española lo único que hace es jugar a favor de la clase dirigente. Los medios de comunicación y la clase política aprovechan el momento para esconder las desigualdades de clase debajo la alfombra y hacer ver que, más allá de la cuestión de clase, todos estamos con «la roja» y que lo que nos une es el «ser españoles», olvidando lo que cobramos cada mes, si es que lo hacemos.
La clase dirigente del Estado español, en los momentos de crisis que vivimos, se está amarrando al éxito de la selección española como a un tronco en medio del océano, creando un sentimiento de unidad nacional que esconde las desigualdades sociales. La portada del periódico de derechas La Razón, después de la clasificación de la selección española para la final del mundial, resumia esta idea de unidad nacional: «España vence unida».
No es casualidad que en la única cosa que se han puesto de acuerdo PSOE y PP últimamente haya sido en dar apoyo a la selección española. Tampoco lo es que Zapatero presentara la reforma laboral justo el mismo día que la selección española debutaba en el mundial o que el Tribunal Constitucional hiciera pública la sentencia que recortaba el Estatut un día antes que la selección española jugara su partido de octavos de final. Después de la victoria contra Alemana en las semifinales se mezclaban gritos de apoyo a la selección con los de «la crisis ahora que se la coman los alemanes».
Para mucha parte de la clase trabajadora éste sentimiento de pertenencia a algo que te une a la gente puede ser reconfortante, sobre todo si lo que vive constantemente en su vida es atomización, individualismo y competencia con el resto de personas. Pero la clase dirigente tiene muy claro que antes de cualquier «unidad nacional» lo que va primero es la cuestión de clase. En este caso de su clase.
Cuando sus beneficios se ven reducidos o amenazados lo primero que hacen, como hemos visto este último año, es pedir a los y las trabajadoras que hagan sacrificios y se aprieten los cinturones para salir «unidos de la crisis». Estos sacrificios ahora mismo se traducen en recortes sociales.
Intereses de clase
A diferencia de otros estados donde quizás la cuestión nacional no tiene una importancia tan grande, en el Estado español, a la cuestión de clase se le suma la opresión que sufren las diferentes naciones sin estado que la conforman. La selección española en este caso -además estando formada por varios jugadores catalanes y vascos- sirve para justificar de nuevo el discurso de la unidad de España, donde el problema de la opresión nacional es algo inventado y que no existe. Y claro, eso, según algunos, lo demuestra la selección española y sus triunfos.
Cualquier persona que se considere de izquierdas y ya no digamos revolucionaria, ante esta situación, tiene que defender, ya no sólo el derecho a la autodeterminación, sino también el derecho de las naciones sin estado ha tener selecciones propias frente a la imposición del Estado español. Como decía Marx, un pueblo nunca será libre mientras oprima otro. Y el Estado español es una prisión de pueblos. Por lo tanto no podemos poner en el mismo saco al nacionalismo español y al nacionalismo catalán, vasco o gallego. Lenin tenía muy claro que se tenía que distinguir entre la nación oprimida y la nación opresora. Y eso es algo a tener muy en cuenta cuando mucha gente de izquierdas -y hasta algunos anticapitalistas- apoyan a la selección española, ya sea por costumbre o porque juegan bien al fútbol. La clase trabajadora del Estado español no tiene ningún interés objetivo en la unidad de España y defender lo contrario es reforzar las ideas de la clase dirigente, recortes sociales incluidos.
Dicho esto hay que tener claro que lo que divide a la sociedad no es la nacionalidad sino la clase social. Y el nacionalismo puede llevar muchas veces a reforzar el hecho de ser de un país y no de otro, con las divisiones que eso comporta. En muchos casos puede dar confianza a los racistas a atacar inmigrantes o como estamos viendo últimamente a atacar a la comunidad musulmana.
Hay que tener claro que una trabajadora del Metro de Madrid tiene más intereses en común con una trabajadora de TMB de Barcelona o con una profesora de escuela sudafricana, que no con uno rico que haya nacido en su mismo país. La lucha de clases es una lucha internacional y la batalla se da a escala internacional.
A pesar de eso mucha parte de la clase trabajadora y personas de izquierda en el Estado español tratan de ver la parte progresista. La idea se basa en el hecho de que la bandera española actual ha dejado de ser propiedad de la derecha y los fascistas y que ahora es de todos y todas. Pero pensar eso es caer en un error muy grave. Una bandera como la española impuesta por un régimen fascista y un Estado como el español que niega el derecho a la autodeterminación no puede tener nada progresista. Y todo eso está simbolizado por la bandera.
Por otra parte, tampoco podemos decir que todos los trabajadores y trabajadoras que apoyan a la selección española sean de derechas o fascistas. Eso sería un grave error que nos podría confundir de enemigo. Muchos de ellos aunque apoyen a la selección y salgan a celebrar la victoria con banderas españolas -aunque grupos de ultraderecha aprovechen el momento para salir a la calle- pueden ser anti racistas, estar contra los recortes y muchos de ellos seguro que irán a la huelga el próximo 29 de septiembre. Pero al mismo tiempo hay que ser conscientes de que eso es muy peligroso, ya que este nacionalismo puede llevar a los trabajadores a crear divisiones artificiales con miembros de su propia clase y a encontrar cosas en común con miembros de la clase dominante.
La división entre naciones no hace nada más que esconder las diferencias reales de clase social que hay en nuestra sociedad y que en muchos casos hace que la clase trabajadora caiga en divisiones que la debilitan como tal. Vencer estas divisiones, a pesar de los esfuerzos de la clase dirigente, es una tarea fundamental para la izquierda anticapitalista en todo el Estado español.
Será necesaria una larga lucha contra aquéllos que dicen estar en el mismo equipo que nosotros, pero que cuando se trata de defender sus intereses, no dudan ni un momento en cambiarse de camiseta y marcarnos un gol por toda la escuadra como el de la reforma laboral.
* Manel Ros es militante de En lluita / En lucha http://www.enlucha.org/?q=