La FIFA se negó a cambiar la fecha del encuentro entre Chile y Colombia por las eliminatorias, dispuesto para el mismo día del aniversario del golpe militar de Pinochet. En 1973, la misma entidad se empeñó en programar un partido eliminatorio, también en Santiago, a dos meses de ese mismo golpe.
Hace unas semanas la FIFA negó la solicitud de la Federación de Fútbol de Chile de cambiar la fecha del partido ante Colombia, previsto para este martes 11 de septiembre, por las eliminatorias al Mundial. En la fecha se conmemora en el país austral el aniversario del golpe militar de Augusto Pinochet contra el gobierno de Salvador Allende, y suele haber fuertes protestas.
La FIFA desestimó la solicitud argumentando mantener la «equidad deportiva» y la imposibilidad de afectar el calendario internacional previamente estipulado. La máxima autoridad del deporte más popular del mundo ignoró las implicaciones de la fecha, como también lo hizo en ese 1973 que se recuerda.
Para Chile, el 11 de septiembre es más que una simple fecha en el calendario. Ese día se le causaron a la nación austral muchas heridas aún sin cicatrizar. En 1973 se produjo el sangriento golpe de Estado que acabó con la primera experiencia de un gobierno socialista instaurado por victoria electoral, el de la Unidad Popular de Allende. Y abrió paso al régimen militar de Pinochet, que dejó miles de ejecutados, desaparecidos y exiliados, así como también hizo de Chile un modelo de Estado neoliberal y autoritario que luego se reprodujo en otros países de la región.
Pero el 11 de septiembre de 1973 no sólo cambió de tajo la política chilena. También se afectó el calendario futbolístico internacional. Chile debía jugar el «repechaje» al Mundial de Alemania ’74, nada menos que ante la Unión Soviética.
El partido de ida se jugó el 26 de septiembre, a sólo dos semanas del golpe en Chile, en el Estadio Lenin de Moscú, donde se decretó un frío cero a cero. Todo se debía definir en la revancha, programada en Santiago el 21 de noviembre.
Pero en Santiago, en los días posteriores al golpe, el Estadio Nacional se empezó a usar como campo de concentración a donde eran llevados por los militares cientos de detenidos. Además, la Unión Soviética rompió relaciones diplomáticas con Chile, tras conocer el desarrollo de los acontecimientos en aquel septiembre.
Según registró el periodista Pablo Aro Geraldes en un reportaje sobre el episodio, una comisión de la FIFA, acompañada de directivos de la Federación de Fútbol de Chile, visitó el escenario, recorrió la cancha y dictaminó que el estadio era apto para jugar. La comitiva estuvo integrada por el brasileño Abilio D’Almeida, vicepresidente, y el suizo Helmuth Kaeser, secretario general. Arribó a Chile el 24 de octubre y se quedó 48 horas en Santiago.
Pese al visto bueno de la FIFA, los soviéticos se negaron a viajar a Santiago, en repudio a la dictadura. «Hablamos con el plantel y decidimos no jugar la revancha. No quisimos hacerlo porque estaba Pinochet en el gobierno. Para nosotros era peligroso viajar a Chile y le llevamos nuestra preocupación a la federación de fútbol», dijo el jugador Oleg Blokhin, estrella del fútbol soviético condecorado con el balón de oro en 1975.
Algunos críticos señalaron que la Unión Soviética no tenía nada que reprochar porque en su territorio también había campos de concentración, conocidos como «Gulag», como denunció el escritor Aleksandr Solzhenitsyn, premio Nobel de literatura en 1970.
La URSS pidió jugar el encuentro fuera de territorio chileno, solicitud negada de tajo. Así que decidieron abstenerse de jugar. La Federación de Fútbol de la Unión Soviética emitió un comunicado donde explicaban que no jugarían allí donde miles detenidos de la dictadura habían sido torturados y asesinados.
«Los deportistas soviéticos no pueden en este momento jugar en el estadio de Santiago, salpicado con la sangre de los patriotas chilenos», dijo el documento. «La Unión Soviética hace una resuelta protesta y declara que en las actuales condiciones, cuando la FIFA, obrando contra los dictados del sentido común, permite que los reaccionarios chilenos le lleven de la mano, tiene que negarse a participar en el partido de eliminación en suelo chileno y responsabiliza a la administración de la FIFA por el hecho», agregó el comunicado, difundido por la agencia UPI.
Ante la situación, y en una de las decisiones más vergonzosas de la historia del fútbol, se programó el partido sin el rival. Los chilenos salieron a la cancha y anotaron un gol ante un arco vacío. Y la FIFA aprobó en definitiva la participación chilena en el Mundial, donde a la postre no ganó ningún partido.
Cuatro décadas después, los dirigentes del fútbol mundial se empeñaron en programar un partido el 11 de septiembre, a pesar del trasfondo de la fecha. La federación chilena mantuvo a Santiago como sede, aunque por lo menos cambió el escenario: se jugará en el Estado Monumental de Colo-Colo. Y su rival ya no será la Unión Soviética, sino Colombia, tal vez su mejor aliado de la región y que por su afinidad política no pondría ningún inconveniente.