Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
–Karl Marx (Introducción a «Una contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel»)
Con todo el debido respeto a gatos y perros, no espero que alguna vez lleguen a comprender las leyes que gobiernan la moción planetaria. ¿Prueba esto la existencia de Dios? ¡Claro que no! ¡Qué pregunta tan estúpida! Sin embargo, si uno reemplaza gatos y perros por seres humanos y el problema de moción planetaria por la pregunta del origen de la vida, o del universo, o por qué una cantidad de constantes físicas asumen ciertos valores precisos, entonces la respuesta «sí» resume todo el contenido del así llamado movimiento del Diseño Inteligente.
¿Por qué dedicar todo un libro a ese argumento, como lo hacen John Bellamy Foster, Brett Clark y Richard York en su reciente «Critique of Intelligent Design» (Monthly Review, 2008)? Bueno, un motivo es que el razonamiento es por desgracia extremadamente popular, especialmente en EE.UU. Además, el libro no trata sólo de eso, sino estudia de modo brillante la eterna lucha entre el materialismo y el espiritualismo o idealismo, examinando las obras de Epicuro, Lucrecio, Hume, Feuerbach, Marx, Darwin, Freud, Lewontin y Gould y sus adversarios. El materialismo puede ser definido como el intento de explicar el mundo en términos de sí mismo, una idea que vuelve a los griegos. Por cierto, para evitar tautologías, hay que saber lo que se quiere decir con «sí mismo.» Para gente religiosa, Dios forma parte del mundo y por lo tanto explicar el mundo en términos de Dios es parte de la explicación del mundo en términos de sí mismo.
En este punto es donde entran en juego la ciencia moderna y el empirismo británico (que puede ser caracterizado como la filosofía de trabajo de la mayoría de los científicos). La ciencia explica el mundo visible, digamos la estructura de la materia, recurriendo a lo invisible, las propiedades de los átomos. Por lo tanto ¿por qué no va a postular la ciencia un Diseño Inteligente para explicar el origen del Universo o sus propiedades inexplicadas? La diferencia es que no utilizamos solamente la palabra «átomo» en nuestras explicaciones, sino sus numerosas propiedades cuantitativas y comprobables. Por otra parte, el Diseño del movimiento DI es sólo una palabra – nadie ha propuesto alguna vez que posea alguna propiedad dada, ni cómo, si semejantes propiedades fueran propuestas, que uno pudiera comprobarlas. El Diseño postulado tiene simplemente cualesquiera propiedades eran requeridas para hacer el mundo como es y no de otro modo. ¿Pero entonces por qué no fue el DI suficientemente inteligente para crear un mundo sin defectos congénitos, tsunamis o imperialismo de EE.UU.? Lo único que los defensores del DI fueron capaces de establecer es que hay ciertas cosas que no sabemos – y con eso, claro está, todos los científicos están de acuerdo.
Gracias a la especificidad y la comprobabilidad de sus explicaciones, la ciencia moderna ha introducido un nuevo factor en el debate del espiritualismo/materialismo que estaba ausente entre los filósofos materialistas clásicos. Estos últimos eran hombres sensatos pero, por la falta de experimentos, su física era caprichosa y abierta a la objeción de que no era en nada más verosímil que las historias religiosas. Desde entonces, la ciencia moderna volvió las tornas concluyentemente a favor del materialismo.
Más concretamente, este Diseño postulado no tiene nada que ver con los Dioses de las religiones tradicionales. Los teólogos tratan constantemente de presentar semejantes «argumentos» como el DI a favor de una deidad, como si apoyaran sus sistemas favoritos de creencias. Pero esos sistemas de creencias se basan todos en algún tipo de revelaciones y escrituras «sagradas». Incluso si los argumentos del DI fueran válidos, no nos dirían nada sobre revelaciones en particular. El Dios del DI es un Dios de filósofos, como aquel cuya existencia San Tomás de Aquino o Descartes pensaron haber probado. Pero el Dios de las religiones tradicionales en totalmente diferente. Es un ser que define el bien y el mal, responde a nuestras plegarias, y nos castiga en la vida después de la muerte. Esos sistemas de creencias son aún más radicalmente minados por la ciencia moderna que el DI. Por cierto, cada vez que se consideran los hechos de un modo no dogmático, los libros sagrados resultan ser esencialmente erróneos. No sólo respecto a la evolución, sino sobre casi todo. No existe evidencia independiente de la historia que nos cuentan los Evangelios, la Biblia es mitológica, e incluso el pueblo judío es, como dice Shlomo Sand: «una invención.»
Dadas las circunstancias, quedan dos caminos abiertos para el creyente. El de Sarah Palin, aferrándose literalmente al sistema de creencia, a pesar de todas las pruebas en contra. Esa escuela de cristianos entra en conflicto directo con la ciencia. O se puede elegir la ruta metafórica, seguida por la mayoría de los cristianos liberales y europeos (incluyendo a veces hasta al Papa) – que declara que, cada vez que las Escrituras entran en conflicto con la ciencia, tienen que ser «interpretadas» de modo no-literal. Eso conduce a una derrota total de la creencia religiosa, porque, si uno no puede tomar en serio las partes de las Escrituras que pueden ser comprobadas con hechos, ¿por qué prestar atención alguna a las partes que no pueden ser comprobadas (sobre todo respecto al Cielo y al Infierno y al propio Dios)? El conjunto del Cristianismo liberal es el resultado de un doble rasero: seguid las Escrituras siempre que sean «metafísicas» o éticas y no puedan ser comprobadas independientemente, y descartadlas cuando sea posible. Ya que Dios no es suficientemente bueno como para decirnos lo que quiere decir realmente en sus «revelaciones», qué partes hay que tomar en serio y cuáles no, sólo nos queda la arbitrariedad total.
Los que se llaman agnósticos se confunden a menudo ante estas dos nociones de Dios. Lo que los hace ser agnósticos es el dios del filósofo no, digamos, los Dioses de Homero. Respecto a estos últimos, son ateos, tal como todos los que son religiosos son ateos respecto a todos los demás dioses, excepto los propios.
También es una lástima que algunos izquierdistas laicos, como Stephen Jay Gould, apoyen el cristianismo liberal con su idea del «magisterio no-coincidente» [NOMA, por sus siglas en inglés]: la ciencia encara hechos, la religión, valores. Pero si uno elimina realmente todos los enunciados de hechos de la religión, incluyendo los que tienen que ver con la existencia de Dios o del Cielo y el Infierno, ¿por qué iba uno a interesarse por lo que la religión dice sobre los valores? (Por eso el argumento NOMA agrega a la confusión del lado laico, pero es pocas veces aceptado por el lado religioso).
Hay que cumplimentar a John Bellamy Foster, Brett Clark y Richard York por escribir un libro semejante aunque tienen una perspectiva izquierdista, porque la izquierda, especialmente en EE.UU., pero ahora también en Europa, a menudo ha rehuido toda crítica de la religión, sea porque sería demasiado impopular o por los aspectos supuestamente progresistas de la religión. Es fácil quejarse de que la crítica de la religión sea hecha actualmente por liberales relativamente apolíticos como Dawkins o Dennett o por neoconservadores como Hitchens, pero si la izquierda abandona una tal crítica, ¿a qué quejarse si otros la hacen?
La izquierda no debiera apuntar a algún tipo de ateísmo oficial, por cierto, pero debiera exigir que la religión sea algo privado, en particular que sea mantenida por entero fuera de la vida pública, sobre todo del discurso político. Por cierto, incluso si se asume que algún dios exista, no tenemos manera de saber lo que piensa que uno debiera hacer respecto al calentamiento global o la crisis financiera.
Esta forma de laicismo está lejos de ser lograda en EE.UU. Existió en Francia antes de Sarkozy, el más «estadounidense» de los presidentes franceses, que habla de Dios siempre que puede. Si el más laico de los países occidentales, Francia, llega a ser víctima de la «americanización», es decir de la «religionización» del discurso político, el laicismo moderno está muerto.
Respecto a los aspectos progresistas de la religión, es verdad que hay sacerdotes agradables, creyentes inofensivos y unos pocos teólogos de la liberación. Pero, ¿qué pasa con el cuadro global? ¿No exceden en número a esa gente más o menos progresista los Sarah Palins de este mundo (incluyendo, claro está, sus versiones católicas, hindúes, musulmanas, o judías)? Para ellos es muy difícil mantener la religión afuera de la política, porque la religión les es tan importante. Después de todo, si uno cree que Dios define lo que es bueno y lo que es malo y que te castiga después de la muerte por lo que has hecho, ¿a santo de qué lo vas a excluir de los asuntos de la ciudad? Es verdad que los cristianos liberales tienden más a aceptar un laicismo auténtico, es decir a mantener la religión afuera de la política, pero no hay que olvida que el cristianismo no existió en, digamos, el Siglo XIX. Es enteramente el resultado de la forma como segmentos de la Iglesia reaccionaron a los avances de la ciencia y del materialismo en los Siglo XIX y XX. De modo que, es difícil ver cómo, sin alguna crítica científica de la religión, hubiésemos llegado a tener aunque sea la forma mitigada de laicismo que existe actualmente en EE.UU.
Algunas veces la gente defiende la religión sobre la base de que nos ayuda a actuar de una manera moral o incluso progresista. Los cristianos progresistas os dirán que Jesús les ayuda a tomar una «opción preferencial por los pobres.» Pero la lógica de ese argumento es muy extraña. Supongamos que alguien propugnase la reforma agraria para ayudar a los pobres. Si es cristiano, tendrá que mostrar que Dios existe, que Jesús es Su hijo, que los Evangelios reflejan adecuadamente Sus palabras y, finalmente, que una interpretación adecuada de esas palabras llevan a apoyar una reforma agraria. Nada en los Evangelios os dice cómo distribuir la tierra, si compensar o no a sus dueños, que superficie debe ser afectada, etc. Todos esos aspectos tienen que ser
solucionados sin ayuda de Dios. Y, después de todo, ni siquiera los economistas neoliberales afirman que están contra los pobres – de hecho, usualmente afirman que su política ayudará a los pobres más que la de cualquier otro. Por lo tanto, todos los problemas de peso tienen que ser solucionados sin ayuda de la religión y esta última solo suministra «motivación». Pero me parece que el desvío a través de Dios y Jesús es tan largo e indemostrable que, si los que afirman que encuentran allí sus motivaciones no las tenían en todo caso, no las adquirirían tomando ese desvío.
A menudo se señala que los ataques contra Sarah Palin tienen un carácter desagradable de clase. Es verdad, pero el asunto más grave es: ¿Por qué deben ser tan religiosas las «masas? En Europa, no lo son (aparte de inmigrantes recientes). Y el motivo es probablemente que, en Europa, especialmente en Francia, pero a diferencia de EE.UU., ha habido, dentro de los movimientos republicano, socialista y comunista, una batalla centenaria contra la propia religión y contra su intrusión en la política. El problema de la izquierda estadounidense es que, si nadie hace nada por combatir las ideas religiosas, entonces, dentro de un siglo, toda izquierda concebible tendrá que aguantar a decenas de millones de cristianos «fundamentalistas» que votarán «con su fe» contra toda política racional o progresista e incluso contra sus propios intereses económicos. Es verdad que es una lucha impopular – pero así lo fue en Francia en el Siglo XVIII. También es verdad que los efectos sólo se harán sentir a largo plazo – pero si nadie comienza alguna vez a hacer algo, nada cambiará. El impacto catastrófico de los fundamentalistas cristianos (sin ellos, el mundo probablemente no habría tenido que sufrir ni a Reagan ni a Bush) es en gran parte resultado de la indiferencia pasada de los progresistas estadounidenses hacia la religión.
La razón profunda por la cual los progresistas debieran oponerse a la religión es que es irracional y arbitraria. Un mundo mejor es necesariamente un mundo más racional, un mundo en el que la gente busque soluciones para problemas humanos basándose en los hechos del mundo y con la ayuda de la razón. «Crítica del Diseño Inteligente» nos ofrece una introducción disfrutable y esclarecedora a los fundamentos filosóficos de una actitud semejante.
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Jean Bricmont enseña física en Bélgica y es miembro del Tribunal de Bruselas. Su nuevo libro: «Humanitarian Imperialism,» es publicado por Monthly Review Press. Para contactos: [email protected].
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Shlomo Sand: «When and How was the Jewish People Invented?,» Tel Aviv, Resling, 2008 (en hebrero) -también como: «Comment le peuple juif fut inventé – De la Bible au sionisme,» Paris, Fayard, 2008