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Continúa la polémica generada por Arcadi Espada

Generación «gratis total»

Fuentes: Rebelión

Quisiera sumarme a los comentarios suscitados por el artículo de Arcadi Espada acerca del celebérrimo canon. Me detendré en lo que me interesa: en esa «digitación juvenil vigente, esa suerte de pickpockets de 20, de 30, de 40, y ¡hasta de 60! años, jóvenes todos, que aspiran a jubilarse (y van a conseguirlo: ¡vaya si […]

Quisiera sumarme a los comentarios suscitados por el artículo de Arcadi Espada acerca del celebérrimo canon. Me detendré en lo que me interesa: en esa «digitación juvenil vigente, esa suerte de pickpockets de 20, de 30, de 40, y ¡hasta de 60! años, jóvenes todos, que aspiran a jubilarse (y van a conseguirlo: ¡vaya si van a conseguirlo!) sin haber tenido que pagar nada por nada. La generación del gratis total, que entiende la vida como un grifo que se abre y mana, sin más plan, y para la que el principal rasgo de la sociedad virtual es el de la desaparición del proceso, es decir, del sudor y del dolor, sustituido por la mágica emulsión del objeto».

Diré que me siento directamente interpelado, aunque no del modo en que el amigo Arcadi quisiera creer. Me siento interpelado, en primer lugar, no solo por la declaración de un individuo concreto (más interesante sería ver cuáles son las condiciones que producen esta clase de individuos, o que en todo caso los ubican en la tarima informativa), sino ya por el propio canon, que es lo preocupante. Me siento desagradablemente interpelado por los sucesivos «cánones» que sólo sirven para reducir nuestra capacidad adquisitiva -dicho llanamente: nuestra riqueza. Más aún por cuanto no solo se nos roba vilmente, sino que además se nos culpabiliza a todos los consumidores.

Pero en todo caso, busco este espacio para pronunciarme en tanto miembro de la susodicha generación, que por abreviar, y tal como se puede leer entre líneas en el texto de mr. Espada, llamaremos en adelante «(de)generación».

Diré, hay que decirlo, que si somos la (de)generación del gratis total o si, por decirlo llanamente (porque aquí de gratis nada), somos una panda de chorizos y maleantes, ello ha de ser en buena medida porque también somos baratos. Hablo en términos de fuerza de trabajo.

Cuán productivos son los chavales que, por vivir con sus padres, no teniendo familia que mantener son dóciles empleados -deberían aprender, en lo sucesivo, los de Delphi: no es nada productivo contratar obreros sindicados que con su trabajo se juegan todo su sustento, que tienen por tanto alicientes para contestar su poder.

Cuán productivos son mis compañeros estudiantes, que incluso trabajan para ¡poder estudiar! -es decir, para poder trabajar en otra cosa porque estudiar es un trabajo, muy caro por cierto.

Y miren si pagamos, que hemos logrado devaluar la cualificación universitaria, que hemos logrado que se reclame licenciados para cualquier empleo basura. Pero por fortuna los máster son caros, que si no, a saber cómo iban a destacarse los retoños de la clase dominante (ah no, perdon, es que los chavales son muy listos; cosas de la genética, al parecer).
Hay sin embargo una fuerza nada despreciable en nuestra (de)generación.

Es probable que el futuro sea el de la abolición del libro impreso, del disco o la película «físicos».

Es probable que el futuro sea del libre intercambio, vía Internet por ejemplo, de nuestro trabajo -en principio, cultural: lo otro ya veremos.

Bien mirado, este es el único modo de certificar la honradez del autor -de certificar que no escribe solo por vender, que es capaz de renunciar a todo beneficio pecuniario (directo al menos) con tal de hacer más accesible su obra.
Y tal vez, se produzca así una doble cultura: la «cultura papel», la cultura del Premio Planeta y demás, frente a la «cultura proletaria» (por usar un viejo símil), ofrecida al libre intercambio.

Llegará el momento en que renunciaremos a todo beneficio por nuestros productos culturales (aunque hoy mismo, pregunto: ¿quién tiene esos beneficios?). Pero eso sí, a cambio abandonaremos el libro o el disco porque sencillamente no podremos pagarlos. No creo que lloremos demasiado por ellos. De todas formas, los discos y los libros suelen estar considerablemente sobrecargados, para justificar los precios.

El futuro, le guste o no al señor Espada, ha de ser (no puede ser otro) que el de nuestra (de)generación. El futuro es del gratis total. Del trueque y el intercambio cultural, porque sencillamente no tenemos nada que ganar ni que perder. Mi generación, ni publica libros, ni ve un solo €uro de un artículo publicado en revista. ¿Tiene sentido acaso la mediación del texto impreso?

El futuro debería ser del gratis total. O como también antes se decía,

DE CADA CUAL SEGÚN SU CAPACIDAD A CADA CUAL SEGÚN SU NECESIDAD.

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David Bravo Bueno (24-03-2007)