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Genocidio

Fuentes: Rebelión

Lo frecuente, en nuestro modo de pensar y escribir, es que una especial parte de la realidad nos impacte tanto que motive a expresarnos respecto de ella, que encontremos un núcleo conceptual al que erijamos como título, y luego desde esa síntesis desarrollemos el discurso. Así, ahora emerge la palabra y concepto de genocidio. El […]

Lo frecuente, en nuestro modo de pensar y escribir, es que una especial parte de la realidad nos impacte tanto que motive a expresarnos respecto de ella, que encontremos un núcleo conceptual al que erijamos como título, y luego desde esa síntesis desarrollemos el discurso. Así, ahora emerge la palabra y concepto de genocidio. El caso de Ucrania, y el relato suramericano de mujeres que fueron secuestradas, presas y violadas por las dictaduras «occidentales» y anticomunistas ejecutadas por civiles y militares, nos mueven a agudizar la visión, la comprensión y la dureza con sus mentores y operadores. 

En un acto de expresivo y concreto repudio el periodista y escritor Osvaldo Bayer ha venido llamando a visitar el monumento al general Julio Argentino Roca, en la Ciudad de Buenos Aires, y escupirlo. Roca fue en el siglo XIX el ejecutor del alevoso y premeditado genocidio de los pueblos aborígenes del cono sur americano pergeñado por la clase dominante para perfeccionar el capitalismo. En Argentina, menos mal, hay hermanos sobrevivientes, entre otros, de los pueblos tobas, mapuches, guaraníes, diaguitas, atacamas y quechuas. En nuestro vecino Bolivia honrosamente se ha constituido una república plurinacional. En Chile aún se persigue a los mapuches y en Uruguay, la nación en la que los herederos «ilustrados» de la clase fundacional pretenden todavía sostener la «Suiza de América», son muy escasos los sobrevivientes no mixturados de aquellos charrúas que inspiraron a José Artigas, el «padre de la patria» expulsado por democrático.

Menos mal. Menos mal que en tantos pueblos del mundo el sentir y el pensar más o menos morocho, trigueño, mixturado y no prostituido se mantienen atentos.

Go home señores y alcahuetes imperiales, retírense a sus predios y encomiéndense al dios que suponen les señaló un destino manifiesto. En sus predios, los propios, no en otros, por favor, esperen serenos el irremediable ocaso. No les haremos daño en esa espera. A los esbirros colaboracionistas les llegará la justicia, no lo duden.

En Argentina se presenta un libro que expone la manera como durante la dictadura de 1976 a 1982 centenares de mujeres sobrevivientes -de los miles de secuestradas, detenidas clandestinamente, robados sus hijos paridos en cautiverio y asesinadas-, fueron abusadas sexualmente por sus captores. Dos periodistas que vivieron aquellas torturas, Miriam Lewin y Olga Wornat, son sus autoras. Lewin publica en el diario Página/12 un extracto de su introducción a ese texto (http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-245499-2014-05-05.html).

Hoy, los pueblos de la histórica Odesa y del este ucraniano, sufren, luchan y lloran la arremetida del imperio decadente. Se defienden con uñas y dientes ante los fusiles, bazukas y palos del genocida fascista despertado, como también en Israel y otros países, por los dueños del negocio industrial-militar. Empujan estos a una Guerra Mundial porque creen que en la partida vencerán sobre la muerte de los demás. Craso error, interpretación pobre y analfabeta de la historia. Matan sí, pero no sobrevivirán… Hay que pararlos, están desbocados, son torpes, sumamente crueles y nos empujan a la destrucción total.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.