En Irak el mundo asiste a una de las más brutales carnicerías imperialistas de la historia sin levantar un solo dedo. Los deportes continúan, los espectáculos continúan, las vacaciones continúan, el aburrimiento decadente del sistema continúa. ¿Dónde están los pacifistas, los disertadores de derechos humanos, las organizaciones filantrópicas que reinvindican el humanismo en los foros […]
En Irak el mundo asiste a una de las más brutales carnicerías imperialistas de la historia sin levantar un solo dedo. Los deportes continúan, los espectáculos continúan, las vacaciones continúan, el aburrimiento decadente del sistema continúa. ¿Dónde están los pacifistas, los disertadores de derechos humanos, las organizaciones filantrópicas que reinvindican el humanismo en los foros internacionales? ¿Cómo es eso de ser alternativo, cristiano, de izquierda, progresista, chavista, castrista, y seguir con la rutina mientras los yanquis hacen tiro al pichón con miles de seres humanos en Irak?
Durante siete días de exterminio militar las tropas de Bush asesinaron e hirieron a miles de iraquíes chiítas. Fue una operación alevosa, una masacre militar calculada, una ejecución, a la luz del día y con el mínimo de bajas estadounidenses, y sin que nadie, ningún gobierno, ninguna organización, presentaran una denuncia internacional contra la la administración criminal de Washington. Durante 17 meses de ocupación militar los yanquis asesinaron a decenas de miles de iraquíes, entre ellos mujeres, niños y ancianos, y los que hoy condenan las torturas en Irak, los que se conmueven con las fotografías trucadas de The Washington Post, o se ponen rojos de ira con los lapsus discursivos de Bush, casi ni se dieron por enterados. En la mayoría de los medios alternativos, Irak es sólo una noticia más, una referencia burocrática a una matanza lejana, en un país también lejano.
Estamos con el espectáculo electoral de Venezuela, con las apelaciones bíblicas de Chávez contra el Imperio, con los discursos encendidos de Fidel contra Bush, estamos con los foros y los derechos humanos, pero nadie se horroriza, nadie protesta, nadie quema muñecos o embajadas, cuando aparecen los muertos reales de Bush.
La muerte, los genocidios imperialistas en masa como el de Irak, se han convertido en un statu quo aceptado, una especie de melancolía filosófica que se apaga cuando comienza la hora del entretenimiento, o de las elecciones, o de las campañas electorales organizadas para legitimar los saqueos del Imperio.
La muerte en masa de seres humanos se ha convertido en un espectáculo indiferente, un mero ejercicio burocrático, un temor anestesiado que nos recuerda que todavía existe un más allá.
Ave César Bush, los que van a morir en el cementerio de Nayaf te saludan.