Las recientes elecciones españolas y el referéndum del Reino Unido donde triunfó el brexit comparten algo: fueron votaciones capitalizadas principalmente por expresiones conservadoras, aún cuando también llegaran a dañar a otros liderazgos de ese mismo espacio político (Cameron y Rivera, respectivamente). ¿Qué elementos nos pueden ayudar a comprender mejor ambas elecciones? ¿Hay un nuevo «giro […]
Las recientes elecciones españolas y el referéndum del Reino Unido donde triunfó el brexit comparten algo: fueron votaciones capitalizadas principalmente por expresiones conservadoras, aún cuando también llegaran a dañar a otros liderazgos de ese mismo espacio político (Cameron y Rivera, respectivamente). ¿Qué elementos nos pueden ayudar a comprender mejor ambas elecciones? ¿Hay un nuevo «giro a la derecha» en una UE donde no proliferan los gobiernos progresistas?
El exalcalde de Londres Boris Johnson y el presidente en funciones Mariano Rajoy son los inequívocos ganadores de ambas contiendas. El primero, desde una extravagancia cercana a la del pirotécnico Donald Trump, encabezó la campaña por abandonar la UE aún cuando todas las encuestas hablaban de otras tendencias. Se la jugó frente a una decisión que parecía lejana. Fue audaz. Y ahora, tras conocerse que Cameron se va de Downing Street en octubre próximo, es uno de los firmes candidatos a sucederlo. Rajoy, por su parte, esperó luego de la debacle del pasado 20 de diciembre, donde ya comenzaban a pedir su cabeza en el propio PP. Su sello fue la cautela, la parsimonia: dejar correr el tiempo. Los dos, con tácticas diferentes, triunfaron en una Europa donde los grandes medios debaten la migración y al terrorismo como temas análogos, construyendo -adrede- una verdadera «campaña del miedo».
El meteórico ascenso que Podemos y diversas fuerzas de la izquierda española habían logrado en diciembre pasado, cuando conquistaron seis millones de votos, tuvo un freno considerable (¿o retroceso?) en las urnas. Los morados -y su confluencia con IU- perdieron uno de cada cinco electores: un millón cien mil españoles que no concurrieron a las urnas. La derecha retuvo el voto duro y le arrebató a su expresión light (Rivera, de Ciudadanos) una parte considerable de sufragios (unos 400.000 votos). Así, el PP se aprovechó del abstencionismo ajeno, aumentó su hándicap e incluso triunfó en lugares como Valencia, donde hay decenas de juicios abiertos contra exdirigentes de la formación azul. «Nueva ley de la física: A más corrupción en Valencia más votos para el Partido Popular» titulaba jocosamente -y también con cierto asombro- el diario progresista Público al conocerse los resultados valencianos.
La trampa de Podemos fue hacer caso a unas encuestas que fallaron con contundencia, una vez más: todos los boca de urna conocidos, incluso publicados por la propia TVE, hablaban del sorpasso, poniendo al PSOE en tercer lugar. Por eso el búnker del Teatro Goya -donde esperaban Iglesias, Errejón y Garzón- pasó del éxtasis a la resignación en apenas horas. A medida que se comenzaban a cargar los resultados, Podemos pedía «prudencia» ante los medios de comunicación allí presentes. Luego reconocían, en la voz del propio Pablo Iglesias, que no estaban satisfechos con las cifras. «Los resultados no nos sorprendieron sólo a nosotros, sino a todo el mundo» dijo el Secretario General sobre la medianoche. Ese es un dato concreto, irrefutable: el mismo Rajoy pareció asombrado durante su alocución en la sede central del PP, en la calle Génova de Madrid, en un discurso plagado de trastabilleos y autorreferencias en torno a su partido.
Primera conclusión: la repentina votación en relación al brexit pareció consolidar la base electoral de la derecha española, que fue con firmeza a las urnas, intentando «pasar página» a los escándalos de corrupción. En aquella decisión, fríamente planificada, y en un abstencionismo que deberá ser estudiado por los dirigente de Unidos Podemos, residen dos elementos centrales para comprender el dictamen de las urnas, que objetivamente ha fortalecido al bipartidismo por primera vez desde 2011. Por ello el PSOE, aún haciendo por tercera vez consecutiva su peor elección histórica, «salvó la ropa» frente a Podemos, que igualmente mantiene el 21 % de los sufragios a nivel nacional apenas dos años después de su nacimiento.
Segunda conclusión: las crisis -políticas, económicas o sociales- pueden provocar diversas reacciones electorales. Europa, que durante todo el año en curso debatió la migración y el terrorismo como un todo, se encuentra enfocada en solidificar las construcciones políticas-electorales que le ofrezcan «orden» en dichas discusiones. Atrás parece haber quedado el escenario abierto en 2014 en Grecia, con un Syriza que entonces se ponía a la cabeza de un conjunto de fuerzas que intentaban modificar el statu quo desde la izquierda. La defección de Syriza en 2015, inducida por Bruselas, abrió paso a este escenario, donde la resolución de la crisis de la UE parece venir por derecha en casi todos los escenarios. La izquierda europea deberá reaccionar a tiempo para evitar que el costo de la crisis en curso lo sigan pagando millones de europeos con políticas cada vez más amplificadas de exclusión social.
Juan Manuel Karg. Politólogo UBA / Analista internacional. CABA – Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina
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