«La intoxicación mediática sobre Euskal Herria es el ariete utilizado por España en esta guerra. Los medios de información se encargan, previamente, de crear el clímax necesario que de origen a la posterior represión, distorsionando después la realidad de los hechos y, ya pasada la masacre, la justifican o silencian. Ésa ha sido y es […]
«La intoxicación mediática sobre Euskal Herria es el ariete utilizado por España en esta guerra. Los medios de información se encargan, previamente, de crear el clímax necesario que de origen a la posterior represión, distorsionando después la realidad de los hechos y, ya pasada la masacre, la justifican o silencian. Ésa ha sido y es la pauta habitual en la que se mueven la mayor parte de los mass media españoles que, en su desmadre intoxicador, incluso han arrastrado en su caída a medios de otros Estados que han reproducido miméticamente las coordenadas informativas marcadas por sus colegas hispanos».
Pepe Rei1
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PRESENTACION
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PRIMERAS EXPERIENCIAS HISTORICAS
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PROPIEDAD INTELECTUAL BURGUESA
4. INDUSTRIA POLÍTICO-MEDIATICA Y ESTADO
5. PRENSA, CONTRAINSURGENCIA Y MIEDO
6. CONTRAINSURGENCIA, PUEBLO Y CARCEL
7. GUERRA DE BAJA INTENSIDAD Y PRENSA
8. FRACASO DESDE EL PLAN ZEN HASTA AHORA
1.- PRESENTACION:
He empezado mi intervención en esta charla-debate leyendo una cita de mi amigo Pepe Rei por dos razones básicas: una porque fue un adelantado en la denuncia de la prensa en cuanto instrumento al servicio de la dominación española, y otra porque, además de lo anterior, su vida entera, y la de otras muchas personas revolucionarias vivas o muertas, encarceladas, en libertad, escapadas y refugiadas o, como es el caso de Pepe, en difíciles condiciones de salud por razones que nunca llegaremos a desentrañar, debe ser recordada en estos momentos en los que parece que bordeamos el abismo. Estoy seguro de que si la mente de Pepe funcionase ahora al ritmo al que nos tenía acostumbrado, hoy, ahora mismo, él estaría sentado en mi lugar, participando en este debate.
Las ideas que voy a defender en público son muy simples y directas: la industria político-mediática que padecemos en Euskal Herria es un instrumento del poder capitalista, español y patriarcal, un instrumento que interviene activamente en la política de contrainsurgencia que elabora y (re)construye cada determinado tiempo el Estado español. Que sea un instrumento más del sistema global de poder no quiere decir que, obligatoriamente, la totalidad de las personas que trabajan en esa industria sean plena y lúcidamente conscientes del papel que realizan, lo asuman y justifiquen en todas partes y lo defiendan en todas partes. Al contrario. Una de las bazas de la ideología burguesa y en especial uno de los efectos del fetichismo de la mercancía, es que las personas invierten y confunden las causas por los efectos, y viceversa, de manera que siendo opresoras y explotadoras, además de apolíticas, creen que sufren explotación y opresión. Muchos trabajadores de la industria político-mediática sostienen que en absoluto son políticos, sino al contrario, se imaginan ser víctimas de la política, que ésta funciona sin su concurso. En cierta forma y superficialmente visto, esta creencia tiene algo de razón en ciertos casos, pero la realidad es, como siempre, más compleja y más dura que la ficción, que las versiones interesadas que ofrece la propia industria político-mediática, como iremos viendo.
La industria político-mediática que actúa en Euskal Herria se caracteriza, como mínimo, por tres constantes: ser extranjera, es decir, actuar y pensar con criterios que se basan en la sojuzgación del pueblos vasco; minimizar, mantener en el guetto y en la precariedad a la cultura vasca y a su lengua, y frenar sistemáticamente toda reflexión colectiva sobre la historia y el presente de Euskal Herria, por tanto sobre su futuro, como nación diferenciada. Además de estas características, también es machista y, por supuesto, capitalista en el sentido duro y extremo de la palabra, es decir, neoliberal y conservadora. La poca prensa a disposición de la fracción autonomista de la burguesía vasca, del PNV en suma, como son DEIA y el complejo EITB, también tiene estas características aunque un poco suavizadas por la necesidad de distanciarse del burdo y zafio nacionalismo imperialista español.
Sin embargo, una cosa que llama la atención a todos los observadores imparciales sobre la realidad vasca es el fuerte contraste entre la masividad cuantitativa de la industria de la manipulación mediática, y sus relativamente escasos resultados prácticos a la hora de reducir la fuerza social de pensamiento y acción colectiva de la izquierda independentista y socialista. Este contraste notorio, llamativo a todas luces, entre el aparente dominio abrumador de la prensa española, capitalista y patriarcal y su relativa fuerza cualitativa en los problemas decisivos, es decir, en acabar con las reivindicaciones nacionales, sociales, culturales, etc., de nuestro pueblo, sólo tiene una explicación: que, como sucede en otros muchos casos de fuertes autoorganizaciones populares horizontales y críticas, la eficacia de la manipulación mediática se ve muy reducida debido a la fuerza de la argumentación consciente y racional de las intervenciones sociales. Más adelante volveremos al problema de los límites de las técnicas de la manipulación y de la persuasión, problema debatido hasta la saciedad y que nos remite, en última instancia, a la fuerza de las identidades colectivas sólidamente arraigadas en un «yo-básico»2 consciente de sí. No es casualidad que una de las recomendaciones del fracasado Plan ZEN del PSOE consistiera en «Tratar de romper la solidaridad comunitaria en el seno de la sociedad civil por todos los medios disponibles: comunicación, presión social…», Plan al que volveremos al final de la conferencia.
Romper la solidaridad comunitaria del pueblo vasco es romper su identidad, destruir su base de autoconciencia. La misma frase citada refleja la concepción estratégica del PSOE, su cultura política y su esquema teórico: por un lado, acabar con la solidaridad comunitaria vasca que, por otro lado, está dentro de la «sociedad civil», es decir, en la terminología socialdemócrata de comienzos de los ’80 del siglo XX, una sociedad no escindida por explotaciones, opresiones y dominaciones internas sino, al contrario, cohesionada por la política comunicacional habermasiana. No hace falta decir que esta «teoría» no ha aguantado el contraataque capitalista mundial denominado neoliberalismo. Por último, emplear todos los recursos necesarios para, desde dentro de la «sociedad civil» romper la identidad vasca. Esto es lo esencial de la doctrina de contrainsurgencia diseñada por el PSOE, que forma parte, como se analizará, de la guerra de baja intensidad, y que ha sido aceptada por el PP y por todas las instituciones «democráticas».
Hace ahora más de 10 años que escribí un amplio texto titulado «Control social, control mediático y represión», a disposición en Internet. Decía entonces que la escritura cuneiforme, jeroglíficos e ideogramas, realizada por burócratas mesopotámicos, egipcios y chinos estaba supeditada a los intereses del poder, y que se habían descubierto tablillas de hace alrededor de 5000 años en las que se comunicaba la huida de esclavos. Decía también que las murallas de muchas ciudades del Creciente Fértil, Egipto Antiguo y primeras dinastías chinas estaban llenas de textos que ensalzaban las hazañas de señores, reyes, emperadores y dioses, que muy frecuentemente eran inventadas. En -720 el mandarín Fuh-Tsien dijo que la repetición es la base del conocimiento, aunque sea falso. Sabemos que Platón justifica en su obra La República, que el Estado mienta al pueblo para mantener el orden social, poniendo como ejemplo la mentira que dice el médico al enfermo, ocultándole la gravedad de su enfermedad, pero Platón añade que nadie más que el Estado tiene derecho a mentir. Seguía diciendo que El texto hindú «Los Nueve Desconocidos», del -273, dice que el control del pensamiento de las masas es el conocimiento más peligroso, pues permite gobernar el mundo entero. Catón el Viejo basaba la efectividad de su oratoria en la repetición machacona de una frase sencilla. En -65, Quinto Julio Cicerón escribió el «Pequeño manual para una campaña electoral». César Augusto se dotó del primer ‘staff’ de propaganda con Horacio, Ovidio, Mecenas, Virgilio… Por no extendernos en la repetición de aquél texto, terminaré recordando cómo en el -63 Tulio Tirón3 creó la primera «escritura rápida» oficialmente reconocida con el nombre de «notas tironianas», para aumentar la economía del tiempo en la escritura, agilizando así la solución de los crecientes problemas administrativos del expansionismo romano.
Voy a seguir desarrollando la lógica de este texto, mejorada y ampliada tras una década de experiencias tremendas, que ha llevado a la situación actual. Una situación caracterizada por el hecho comprobado de la militancia anti independentista y anti socialista de la industria político-mediática española.
2.- PRIMERAS EXPERIENCIAS HISTORICAS
Tulio Tirón no hacía otra cosa que esforzarse en mejorar un sistema de escritura capaz de seguir la velocidad creciente del desarrollo del saber-mercancía. En si época, Roma ya había acumulado suficientes riquezas, dominaba amplios espacios, explotaba a muchos pueblos y, sobre todo, había desarrollado una producción mercantil tan ramificada que exigía imperiosamente un recorte sustancial del tiempo de escritura. De la misma forma en que los griegos habían aprendido que en la guerra era fundamental el control del tiempo, reducir la duración de las campañas, los romanos de finales de la República comprendieron que el valor económico de la reducción del tiempo de escritura. Ambas, la guerra y la escritura nos remiten al tiempo en la economía, es decir, nos llevan al saber-mercancía, incluso antes de la fecha histórica –siglo IX– en la que C. M. Cipolla abre si imprescindible estudio al respecto4. Pero ¿qué es el saber-mercancía? La investigadora R. Silva lo ha definido así porque es el saber humano que surge con y desde el origen de la mercancía con todo lo que ella supone, conlleva y exige: «La primera vez que alguien escribió un signo sobre una tablilla de barro, en Uruk, Mesopotamia, cuatro mil años antes de Cristo, fue para recordar cuántos bueyes se llevaban de un lugar a otro, imaginamos que para venderlos. Algunas de esas tablillas, que se encontraban en el Museo de Bagdad, y que quizás ahora ya no se encuentren, son parejas de galletas de barro en una de las cuales se encuentra el dibujo de un buey, y en la otra un signo extraño, lo que podría ser un número. Estas tablillas, agrupadas en conjuntos para ser trasladadas junto con los bueyes, serían en buena cuenta el primer libro de la historia. Por lo tanto, en el inicio de la escritura, se encontraban las relaciones comerciales: la necesidad de dar cuenta de los bueyes como mercancías»5. Lógicamente, un saber-mercancía sólo puede ser poseído y desarrollado por quienes controlan la producción de esa mercancía, su circulación y venta, y por quienes se apropian de los beneficios obtenidos al final de ese proceso entero. El saber-mercancía exige una escritura precisa, una escritura sólo accesible a los hijos de las castas ricas6 desde su mismo origen histórico.
Nos interesa reseñar que fue al muy poco de este inicio histórico, cuando aparecieron determinadas constantes que se mantendrían en lo esencial hasta el presente. Veámoslas. Alrededor del -3.500 se inventó el torno en la misma zona y mientras no tuvo mucha utilidad económica fue usado por las mujeres, pero los hombres se lo apropiaron cuando el torno permitió aumentar la producción de mercancías con las subsiguientes ganancias para los hombres7. Rita P. Wright ha investigado este proceso opresivo y excluyente en la aparición de las divisiones de género, clase y etnicidad u opresión nacional en nuestra expresión, estudiando la evolución de algo tan material y a la vez de estatus simbólico de poder como la posesión de los telares y la producción textil: «Las imágenes de hombres y mujeres que nos transmiten las fuentes escritas y las representaciones del período inicial de Mesopotamia sugieren una gran disparidad de riqueza y estatus dentro de la sociedad; disparidad que atravesaba las divisiones de género, clase y etnicidad»8. La impecable investigación de G. Lerner ha demostrado las directas relaciones entre el patriarcado y el surgimiento de la esclavitud gracias a las enseñanzas adquiridas por las castas masculinas en la explotación de la mujer9. Recordemos que en el Manifiesto Comunista, Marx sostiene que la mujer ha sido reducida a un «instrumento de producción».
Pepe Rodríguez sostiene que: «En Mesopotamia, las primeras noticias de la existencia de trabajadores forzados proceden del dinástico antiguo (c. 2850-2340 a.C.) y, en realidad, se refieren a esclavas destinadas a trabajar en la pujante industria textil de la época. El signo sumerio para indicar «esclava» representa a una «mujer de la montaña», lo que indica que desde finales del III milenio a.C. se hacían incursiones militares en las zonas montañosas para capturar mujeres para los talleres de hilado y confección textil controlados por los templos -junto a esta actividad militar brutal se generalizó también la costumbre de violar a las cautivas, punto de partida del que posteriormente surgirían la prostitución comercial y los harenes (en tanto que manifestación de estatus de los poderosos)–. En Egipto la situación no es diferente y, tal como ya citamos, el sustantivo mr(y)t, que denominaba «prisionero de guerra» y «sirvientes del templo», también significaba «la rueca de la tejedora», el instrumento que empleaban las esclavas al servicio de los templos. En la Grecia Antigua, tal como atestiguó Héctor de Troya en la Ilíada, el destino de las prisioneras era acabar como tejedoras en un templo»10.
Siguiendo esta lógica, por su parte Norma Ferro dice que: «al ser productoras en lugar de compañeras, pasan a ser núcleo de producción. Son una propiedad constante, Se las puede asociar a los medios de producción de las empresas. En sentido económico se las puede utilizar como mercancía, pero en sentido ideológico no. Son un bien de consumo temporal, como lo es una mercancía, son, pues, una propiedad productiva». Esto hace que sean robadas por los colectivos que necesitan esas fuerzas productivas y protegidas por los colectivos propietarios. Con el tiempo, una minoría de hombres acaparan la propiedad de la mayoría de las mujeres: «En Persia los únicos hombres que podían entrar en el harén eran los eunucos, de esta manera el tirano se aseguraba la paternidad de la descendencia»11. Estudio recientes constatan que cuanto más aumenta la diferencia económica y estratificación social dentro de un colectivo, más se concentra en los hombres ricos y poderosos la propiedad de mujeres12.
Según Mosterín, los indoeuropeos que invadieron la India no tenían la capacidad cultural y productiva de los nativos del país que ocuparon, de Harappa, pero sí tenían una superioridad militar en armas y herramientas, tampoco conocían el dinero ni había entre ellos comerciantes profesionales porque su economía era de trueque y la vaca era la unidad de valor, lo que ahora denominamos «moneda». Más precisamente: «La riqueza de la tribu se medía por el número de sus vacas. Esto conducía a constantes reyertas entre las tribus arias, que se acusaban mutuamente de robarse las vacas o que se disputaban los pastos y los terrenos. Pero a pesar de estas escaramuzas intertribales, todas las tribus arias eran solidarias en su lucha contra los dasas (los indígenas y supervivientes de Harappa) de piel oscura, de labios gruesos y nariz achatada. Ya entonces dasi (femenino de dasa) pasó a significar ‘esclava’ y más tarde, en sánscrito clásico, dasa pararía a significar ‘esclavo’, en general»13. Vemos aquí perfectamente la interacción sinérgica de todos los componentes de la totalidad social concreta operativa en una sociedad, de modo que la propiedad, la opresión de sexo-género y la opresión etno-nacional determinan la evolución del lenguaje y de la cultura, consiguientemente también de los medios sociales de su propagación y reforzamiento.
Leamos las siguientes palabras de J. Attali que refuerzan lo anterior: «La apropiación de mujeres, como cualquier otra forma de posesión, no siempre se realiza respetando un ritual, sino que se hace a menudo por la guerra y por la fuerza. Así, al fines del IV milenio a. de J. C., cuando los proto-indio-arios, expulsados por la invasión de los mongoles nómadas, se organizan en pueblos poderosos que tienen algo que defender, y éstos se dotan con carros de combate y con escudos, tal vez los primeros. Casi por todas partes, las jefaturas guerreras afirman la superioridad de los hombres y se apoderan de las mujeres de otros clanes que se convierten en cosas, en bienes muebles, en objetos de tráfico y de acumulación. Por eso, en sánscrito, la palabra vivâha, que significa «matrimonio», deriva de vivah, que significa «raptar»»14. En las luchas habidas en la India, el brahmanismo terminó siendo el sistema político-religioso que mejor defendía los intereses del bando triunfante que, para mantenerse en el poder, practicó una implacable violencia olvidada o silenciada por la historiografía amorfa15 o reducida a «la tendencia más ortodoxa del hinduismo»16. Sin embargo, como demuestra Acharya S: «El brahmanismo introdujo el racismo de que la piel más clara era mejor que la más oscura, de forma que las castas se determinaron por el color. Además, las mujeres eran tratadas horrendamente, y es obvio que el patriarcado fervientemente sexista se originó en el brahmanismo». De piel clara eran los pueblos invasores y los invadidos, los reducidos a castas explotadas, eran de piel oscura. Esta investigadora afirma también que: «El brahmanismo fanático fue tan ruin como el catolicismo durante la inquisición, y los inquisidores católicos tomaron su jerarquía y métodos de tortura de los brahmanes»17.
Sohn Rethel ha demostrado que en toda sociedad comercial y mercantil el pensamiento está sujeto al dictado de la falsa conciencia necesaria y del fetichismo como efecto de la abstracción-mercancía, dictado que se impuso en la Grecia clásica, y que ha determinado la evolución posterior del pensamiento allí donde se ha desarrollado la mercancía: «el hombre, en un sentido social, no está en un error, está engañado»18. El saber-mercancía no es erróneo del todo, está engañado porque capta parcial y distorsionadamente la realidad, y, como mercancía, tiene desde su origen un valor de cambio y un valor de uso para producir más beneficios, es, por tanto, económicamente rentable. Aristóteles cuenta cómo Thales de Mileto (-639 ó 624 y -547/6) aumentaba su fortuna aprovechándose de la ignorancia de los demás19. Ya para ésta época, la cultura tradicional griega había desarrollado un complejo y efectivo sistema en lo relacionado a explicar y a convencer a otros pueblos de la bondad de sus geoestrategia expansiva, que si bien llegaría a logros impresionantes con Pericles, ya existía con anterioridad en lo esencial. Dicho sistema adelantaba tácticas de manipulación propagandística asumidas en la actualidad al integrar en un mismo grupo a los heraldos, encargados de hablar claro y de forma precisa y directa, y a los enviados, encargados de persuadir y convencer de manera sutil, buscando imitar a Ulises el astuto, de cuya boca las palabras caían «como copos de nieve en invierno»20, es decir, imperceptiblemente.
Muy distante de allí pero muy cerca en cuanto a evolución socioeconómica, política y cultural, en la China de los siglos -VI al -V apareció la obra de Sun Tzu en la que encontramos lecciones vitales sobre las tácticas de manipulación, las doctrinas de guerra psicológica y espionaje, etc., basadas precisamente en el uso de la corrupción económica, de los intereses materiales y crematísticos, en la búsqueda de colaboracionistas que se venden al invasor para mantener y/o aumentar sus privilegios sociales: «Por medio de los agentes dobles se pueden reclutar y emplear los agentes indígenas y los agentes internos. Chang Yu: «La razón es que un agente doble conoce a aquellos de sus compatriotas que son ambiciosos y a los funcionarios que desempeñan sus cargos con negligencia. Y estas son las personas que podemos atraer a nuestro servicio»»21. Podemos hacer un ejercicio muy simple consistente en leer a la vez a Sun Tzu, a Tucídides y a Maquiavelo, y compararlos en lo común que les une con la política española con respecto a las burguesías de los pueblos que oprime, para cerciorarnos de la existencia de una base común por debajo de las diferencias superficiales.
Incluso podemos añadir a esta corta lista a Julio César: «…llamando ante sí los principales de cada nación, metiendo a unos miedo con darles a entender que sabía todas sus tramas, y amonestando a otros, tuyo a raya gran parte de la Galia»22. Sabemos que estas y otras muchas versiones de los hechos dadas por el propio César ocultan una realidad mucho más salvaje e inhumana, genocida, como reconoció Napoleón, entre otros muchos, según veremos más adelante. Sin embargo, la parcialidad de César, destinada a reforzar su fama y su poder, no anula la verdad de fondo del método que él describe, a saber, la dosificada mezcla de diversos métodos manipuladores, sobre todo del miedo en todas sus formas, y también de la apariencia de conocer al detalla las acciones del enemigo, etc., para someterlo sin violencia o con poca violencia.
Pero uno de los mejores sistemas de control social y manipulación tan generalizada que terminó penetrando en la vida socioeconómica como su eje central, nos lo ofrece la larga práctica de producción, circulación y venta de reliquias religiosas por parte de la Iglesia católica. Una práctica que sólo se comprende desde los parámetros del saber-mercancía pesa a que la economía dineraria estuviera poco desarrollada en el comienzo de la Alta Edad Media europea tras el hundimiento de la parte occidental del imperio romano. En efecto: «las reliquias eran mucho más valiosas que todos los metales preciosos (…) Una parte enorme de los activos líquidos de la sociedad estaba invertido en las reliquias y sus precios engastes. Era un modo de guardar con seguridad el dinero»23. La efectividad simbólico-material de las reliquias como instrumento de sojuzgación y alienación masiva se basaba en su esencia fetichista, ya que cuanto más y mejores fetiches-reliquias se tuvieran más seguridad y felicidad se obtenía en esta vida terrenal. No es casualidad que el fetiche-reliquia sólo empezase a perder su efectividad alienadora conforme se multiplicaba el uso del dinero y con él la capacidad de compra de otro fetiche más poderoso: la mercancía y el consumismo compulsivo de valores de cambio. En otro texto -«Boicot a Coca Cola y al Estado de Israel«– hemos analizado más en detalle esta cuestión particular del efecto del consumismo compulsivo, de la fetichización mercantil generalizada, así que ahora no nos vamos a extender al respecto.
Para acabar esta primera parte, hay que decir que la Iglesia católica fue consciente de dos cosas: que pese a toda su eficacia alienante, el fetichismo de la reliquia no garantizaba el orden de manera absoluta, sino que debía recurrir también a la mentira, a la falsificación, al doble lenguaje, a la ambigüedad y al eufemismo, siguiendo las reglas ya descubiertas desde hacía tiempo y que siguen siendo válidas en la actualidad y que podemos resumir como «mentiras abiertas y sutiles eufemismos»24. Un ejemplo de la interacción eclesiástica de mentiras, falsedades y silencios lo tenemos en el manuscrito denominado la Donatio Constatini25, tan falsa y fraudulenta como la mayoría de los textos que componen la Biblia, y que fue empleada durante siglos para justificar el imperialismo vaticano. Pero un ejemplo más ilustrativo aún tanto de la contumacia católica como de las limitaciones de la manipulación, lo tenemos en la estrategia del terrorismo moral y psicológico inherente a la creencia en el infierno. Recientemente, de nuevo la Iglesia ha vuelto a reafirmar su existencia, ante la abrumadora certidumbre de que se va debilitando su efecto alienante, como ya empezó a ocurrir en la Edad Media. Nos estamos refiriendo a la incapacidad última, al fracaso práctico en suma, que tuvo la Iglesia católica en la Edad Media para alienar definitiva y totalmente a las masas explotadas con la amenaza del infierno, con sus inhumanas torturas eternas, de modo que, en la práctica cotidiana, las clases trabajadoras encontraron mecanismos psicológicos y culturales que les hicieron relativamente inmunes a tanta manipulación masiva y terrorista, como ha demostrado E. González Duro26. Pese a que el papa Gregorio VII dijera en 1078 que la costumbre de Roma consistía en tolerar ciertas cosas y silenciar otras, en la realidad esta sabiduría chocaba con la resistencia a la manipulación que desarrollaron las clases y naciones oprimidas. Más adelante volveremos sobre esta fundamental cuestión al centrarnos en la experiencia vasca.
Para concluir este apartado, terminaremos extendiendo nuestra mirada a las Américas, viendo que apenas hay cambios sustanciales en la manipulación del saber, de la escritura y de la cultura, en beneficio de las clases dominantes. Las descripciones dejadas por las clases dominantes mayas: «Raras veces hablan de los dioses, y nunca del pueblo llano. Revelan un mundo dinástico violento y belicoso, repleto de guerras, intrigas y ritos extraños (…) El desciframiento de las inscripciones descubrió una sociedad belicista con frecuentes conflictos armados y tomas de prisioneros»27. Las clases dominantes aztecas, que tenían una sólida «cultura patriótica y nacionalista»28, no tuvieron ningún reparo en cambiar totalmente la historia de su pueblo para construir una «nueva» más acorde con sus necesidades de legitimación de su imperialismo y de cohesión interna. Según A. Cruz García: «Ciertamente, resulta muy difícil establecer una historia rigurosa desde sus orígenes hasta el reinado de Itzcoatl en 1427, pues los mismos mexicas se encargaron de quemar sus propios archivos y de reelaborar su historia»29. Esta decisión se tomó tras la conquista definitiva de la independencia, cuando se asentaron las separaciones sociales internas entre ‘pipiltin‘ o señores y los ‘macehualtin‘ o gente del común, Fue en este contexto cuando fueron destruidas todas las referencias pasadas sobre episodios que podían resultar vergonzosos, o sobre el origen humilde de la nación azteca, etc., a la vez que también se buscaba «reinventar la tradición para justificar la división de la sociedad en señores y vasallos»30. División clasista reforzada por el sistema educativo ya que la juventud rica recibía una educación selecta al no ir a las escuelas comunes ‘telpochcalli‘ dedicadas al pueblo, sino a las escuelas de los templos en donde recibían una educación muy superior que llegaba a incluir la escritura y una lengua culta «diferente a la usada por el pueblo»31.
3.- PROPIEDAD PINTELECTUAL BURGUESA:
Una vez que la economía mercantil romana entró en crisis, el saber-mercancía, en su sentido precapitalista, sufrió un fuerte retroceso que, pese a todo, no implicó la desaparición de las técnicas de manipulación propagandística, sino sólo que éstas no pudieran evolucionar más allá del límite logrado por el fetichismo de la reliquia religiosa en cuanto expresión máxima de su potencial simbólico-material. Tendría que llegar el imperio definitivo del valor de cambio expresado en la mercancía capitalista, para que se reiniciara la mejora del arte de la manipulación de masas. El fracaso del miedo al infierno, como hemos visto, es un ejemplo del límite insalvable al que se enfrentaba el poder medieval desde el debilitamiento extremo de la economía mercantil. Después, aproximadamente desde los siglos XII y XIII, empezó a recuperarse lentamente dicha economía y con ella el saber-mercancía, reapareciendo de nuevo el problema crucial de la propiedad intelectual, inseparable del problema de la propiedad de las fuerzas productivas, y si bien el sentido de propiedad y de bien económico que hay que proteger decayó durante un tiempo en la Edad Media, empezó a expandirse de nuevo en el siglo XIII, y en el Renacimiento las disputas legales sobre los plagios se hicieron cada vez más frecuentes. Tiene razón P. Burke cuando dice que: «La idea de vender conocimiento, por ejemplo, es como mínimo tan antigua como la crítica de Platón a los sofistas por esta práctica. La idea del conocimiento como propiedad (possessio) fue formulada por Cicerón. En la antigua Roma, el término plagiarius, que originalmente se refería a quien había robado un esclavo, lo aplicó el poeta Marcial al robo literario. El término compilatio también se refirió al plagio, visto como un saqueo del autor original»32.
La invención de la imprenta europea en 1450, que en realidad era una copia mejorada de la imprenta china33 mucho más antigua, produjo un salto cualitativo en el problema de la propiedad intelectual, ya que como afirma Lillian Álvarez: «debido a que aquellos primeros equipos de impresión y los materiales eran caros y la recuperación de la inversión muy lenta, son precisamente los impresores quienes comienzan a reclamar algunas formas de protección, en este caso de sus inversiones, para defenderse de la competencia que les hacían los que reimprimían los mismos libros»34. Vemos así que el saber-mercancía exige a los poderes una protección oficial de la propiedad privada de las fuerzas productivas que le sustentan, sentando así la base material y legal de lo que poco después sería la industria político-mediática.
Podríamos extendernos horas y horas en el repaso de la interacción entre la propiedad, el poder y la prensa en estos siglos, pero por falta de tiempo vamos a saltar hasta una innovación decisiva realizada al comienzo de la llamada «modernidad» occidental: la fundación del periódico La Gazzette por el cardenal Richelieu cuyo primer número se imprimió el 30 de mayo de 1631, menos de dos siglos después de la reaparición del problema de la propiedad intelectual. Según M. Rodrigo, que desarrolla aquí las ideas de V. Montalbán, las cuatro características políticas de este primer periódico occidental fueron las siguientes: «Se practica todo el ocultismo posible sobre lo que ocurre en el propio país»; «Se transmiten las razones de Estado en todo lo que afecta a la política internacional»; «Se crean unos criterios históricos de valoración de los hechos, sobre todo en lo que se refieren a la vida de la comunidad nacional» y, «Se mitifica todo lo que da «la imagen del poder», desde el estado de buena esperanza de la reina hasta el anecdotario galante de los cortesanos»35. El análisis de cada una de estas características nos revela su impresionante actualidad en el presente de Euskal Herria.
La primera, la del ocultismo de los problemas, no merece mayor comentario porque la prensa dominante silencia problemas extremos como la tortura y los malos tratos en comisarías y la situación en las cárceles, las razones históricas de la izquierda independentista vasca y en general de quienes reivindicamos los derechos colectivos e individuales, la realidad de los familiares de las prisioneras y prisioneros, por citar unos pocos casos, y sin extendernos a las versiones amputadas y tergiversadas que se dan de otros problemas sociales acuciantes como el terrorismo empresarial y de sexo-género, el paro encubierto, la precariedad y el empobrecimiento crecientes, etc. La segunda, las versiones sobre las razones de Estado en la política internacional, el comportamiento de la prensa «vasca» también es alarmante porque ayuda a la criminalización de todo lo vasco y a la exaltación de la «democracia española». La tercera, la recreación del nacionalismo español, es permanente en la industria político-mediática que padecemos, una defensa pública y ostentosa del nacionalismo imperialista español y una minusvaloración de toda seña de identidad vasca, empezando por el euskara, que prácticamente no aparece escrito y hablado, excepto en algunos minúsculos apartados dedicados al folclore y al deporte rural, apenas más. Por último, la imagen del poder y lo que ahora se llama «prensa rosa y del corazón», que posee una gran capacidad alienante y enajenante, estos programas dominan abrumadoramente en la industria político-mediática actual.
Volveremos más adelante, al estudiar la estrategia de guerra psicológica inserta en las doctrinas contrainsurgentes al uso que se emplea contra los pueblos rebeldes, contra Euskal Herria en nuestro caso, cómo se actualiza y amplia esta cuádruple característica aplicada a comienzos del siglo XVII. Pero ahora queremos decir sólo que es durante el siglo XVIII cuando se acelera definitivamente el proceso de subsunción de la prensa «libre» en la lógica del beneficio capitalista, como indica D. Quessada: «La aceleración de los intercambios comerciales ve la aparición de una esfera literaria y de una prensa en la que se intercambian numerosas opiniones. Pero esta «publicidad» es progresivamente remplazada por otra de tipo comercial en el siglo XIX. La prensa es el motor de esta transformación (…) La representación en la escena pública de los intereses privados adquiere un carácter político. Las intenciones electorales del emisor de publicidad se pueden superponer a las intenciones comerciales: el arte consiste en darles la forma del bien común. Se trata de fabricar consenso y adhesión»36. A lo largo de este proceso actúa de manera implacable la dialéctica entre las leyes económicas endógenas del capitalismo, sobre todo la de concentración y centralización de capitales, y las leyes políticas exógenas a lo estrictamente económico, pero conectadas con estas en la totalidad concreta del sistema en su conjunto, como son las decisiones sociopolíticas que van tomando los Estados burgueses.
Al igual que las prácticas de control y vigilancia represiva de la prensa que se aplicaban en Inglaterra entre 1667 y 1697, en el reino de Francia,Colbert endureció de la libertad de prensa y centralizó los medios, de manera que se redujo drásticamente su número. Colbert, en este sentido, aceleró una tendencia que venía desde muy poco después de la invención de la imprenta en Europa: si en el Estado francés había ciento ochenta y un talleres de impresión en el año 1500, sólo quedaban setenta y cinco en 1644, reduciéndose a cincuenta y uno en 1701, concentrados la mayoría de ellos en París para estar más vigilados. Además la represión contra los autores continuó implacablemente durante el siglo XVIII, prohibiéndose y quemándose obras emblemáticas en la actualidad, pertenecientes a Voltaire, Rousseau, Diderot, etc.37. Otra característica del reino de Francia en esta época fue que «el gobierno trató de ganarse los periodistas franceses y los periodistas en lengua francesa en todo Europa», y dotarse de sus propios diarios gubernamentales38, con la clara intención de dirigir la opinión pública externa e interna en beneficio de la monarquía francesa.
Más adelante se desarrolló el impresionante sistema de ideologización, control social, vigilancia y represión puesto en marcha por Napoleón en una fecha tan temprana como el 17 de enero de 1800 al cerrar 60 de los 73 periódicos existentes, censura que crecería aún más ya en 1808 cuando solo permite continuar sólo a 4 de los 8 periódicos que sobrevivían. Además de la censura de prensa, Napoleón impuso mediante la astucia de su ministro Fouché un muy eficaz sistema de espionaje interno y, sobre todo, de fabricación y propagación de rumores de todas clases en beneficio siempre del poder39. Naturalmente, tampoco debemos olvidar los esfuerzos napoleónicos por crear una identidad nacional francesa acorde con su visión reaccionaria, y extenderla mediante una hipercentralizada burocracia educativa y administrativa puesta en funcionamiento en gran medida por los suboficiales veteranos o heridos de sus ejércitos. Napoleón dijo una vez que: «Con mis prefectos, mis gendarmes y mis sacerdotes, haré todo lo que quiera»40. No hace falta extendernos en los destructores efectos que padecieron las naciones no francesas insertas a la fuerza en este Estado por esta política centralizadora en todos los aspectos.
Por su parte «la prensa inglesa era una prensa de poderosos. Éstos eliminaron a los pobres gracias al impuesto del Timbre, instituido en 1712 y cuyo importe fue creciendo progresivamente, y a consecuencia de él desaparecieron las numerosas hojitas de a perra chica gracias a las cuales el pueblo podía salir de la ignorancia y en las que enseñaba a leer a sus hijos (…) una prensa de combate que tanto los partidos como el gobierno trataban de utilizar en provecho propio». La prensa inglesa, controlada por los partidos de la clase dominante, y por el dinero del parlamento, también se sustentaba en el aporte económico creciente que le llegaba de la publicidad. La expansión económica hizo que la publicidad irrumpiera en los periódicos, de tal modo que en 1759 se hablaba ya de la «industria del anuncio»41 como uno de los soportes decisivos de la prensa escrita. En el fondo de esta dinámica de industrialización de la prensa actuaba la poderosa expansión económica inglesa, la misma que forzó a que ya en un año como 1710 el gobierno de la Isla fuera el primero en dar el salto del concepto medieval de «privilegio» del autor de una obra intelectual al concepto burgués de «derecho de autor»42. Este salto cualitativo de una concepción preindustrial y preburguesa, a otra típicamente capitalista, marca la fecha oficial de comienzo de la industria político-mediática. La calificamos como industria política, aparte de otras razones que iremos viendo, por la simple razón de que es impuesta por un gobierno que en aquella época estaba conscientemente lanzado hacia el fortalecimiento por parte del Estado de la dominación de la burguesía como clase propietaria.
Las formas de mando de Richelieu y luego de Colbert son suficientemente conocidas por su absolutismo carente de escrúpulos de cualquier signo. De hecho, son las mismas formas de mando que imperan en cualquier fábrica capitalista, incluidas las de la industria político-mediática. Algo menos de 250 años después de La Gazzette, concretamente en septiembre de 1880 el periodista neoyorquino John Swinton reconoció que: «No existe en América prensa libre ni independiente. Ustedes lo saben tanto como yo. Ninguno de ustedes se atreve a escribir su opinión honestamente y saben tan bien que si lo hacen no serán publicadas. Me pagan un salario para que no publique mis opiniones y todos sabemos que si nos aventuramos a hacerlo nos encontraremos en la calle inmediatamente. El trabajo del periodista es la destrucción de la verdad, la mentira patente, la perversión de los hechos y la manipulación de la opinión al servicio de las Potencias del Dinero. Somos los instrumentos obedientes de los Poderosos y de los Ricos que mueven las cuerdas tras bastidores. Nuestros talentos, nuestras facultades y nuestras vidas les pertenecen. Somos prostitutas del intelecto. Todo esto lo saben ustedes igual que yo»43.
No se puede negar la actualidad de esta confesión autocrítica realizada precisamente en una fase histórica en la que la extrema corrupción socioeconómica y política dominaba en los EEUU, al igual que ahora. Era tanta la podredumbre que «en la elección presidencial de 1876 los republicanos tuvieron que echar mano del fraude para asegurar la continuidad en la cumbre política», al igual que lo volvería a hacer la Administración Bush a comienzos del siglo XXI. R. San Martín, autor de la cita anterior, nos ha dejado una soberbia descripción del contexto norteamericano en el que J. Swinton realizó su autocrítica en 1880. R. San Martín afirma que: «Siendo la política una rama de los negocios, la ética de éstos se convirtió en la de aquellos (…) Como en un juego de marionetas, los muñecos y sus voces obedecían a unos pocos»44. Por su parte, H. Zinn también explica el contexto represivo reinante en aquellos años, especialmente en las masacres de las huelgas obreras, en el endurecimiento del trato a los negros «libres» oficialmente, etc., mostrando cómo la clase dominante se enriqueció al máximo entre otras cosas explotando a las crecientes masas de emigrantes que llegaban desde Europa y desde Asia, y cómo esta clase propietaria supo aplicar diversos baremos, recompensas y castigos diferenciados, a unas clases explotadas multidivididas en fracciones que se enfrentaban mutuamente45.
Está claro que la autocrítica de J. Swinton expresa la dictadura burguesa en todo lo referente a la «información social», en una época decisiva para el asentamiento del imperialismo yanqui. Veamos a modo de resumen lo que dice R. San Martín: «La prensa –con la honrosa extrañeza de casos aislados– era más que conservadora, reaccionaria. Hubo deformación, prejuicios y hostilidad hacia la incesante evolución social y, por encima de todo, incomprensión áspera por las demandas sociales. Gracias al monopolio de los medios de información, los grandes medios o cualquiera de sus emanaciones podían hacer lo que les viniera en ganas, fuese o no legal, aún dentro de un sistema donde no había código que no obedeciera el deseo expreso de los mandones consagrados. Las planas de los periódicos se podían abrir sin temor, con la seguridad de no hallar allí ningún espectro shakespeariano», y «Las actividades culturales –producidas, distribuidas, y aun consumidas bajo orden– se convirtieron en parte comercial del andamiaje cotidiano, y si no eran consideradas ventajosas para los custodios del sistema, entonces tenían poca o ninguna trascendencia pública. Como el pensamiento (la primordial bujía humana) era subversivo, los censores se consumían alzando diques. Como la labor obcecada de Sísifos los cercenadores trituraban, suprimían o mutilaban las expresiones creadoras, arrogándose el derecho de anunciar lo que se podía consumir como si fuera propiedad definitiva de su peculiar concepción ideológica»46.
La rápida evolución posterior a la autocrítica de J. Swinton de la industria mediática como instrumento del poder político quedaría confirmada con la sucesión de eventos internacionales en los que diversos Estados capitalistas reglamentaban y aseguraban la propiedad burguesa de la creatividad intelectual. Así en 1886 tuvo lugar el primero y decisivo Convenio de Berna, revisado y ampliado en el Convenio de Berlín en 1908 para incluir la propiedad burguesa sobre las obras fotográficas y cinematográficas. En el Acta de Roma de 1928 se instaura la propiedad de las obras elaboradas para la radiodifusión, y así hasta la actualidad47. Debemos insistir aquí en el papel decisivo jugado por los Estados burgueses en la regulación de la propiedad privada intelectual, propiedad imprescindible para la expansión de la industria político-mediática ya que sin ella no dispondría de las fuerzas represivas suficientes para expropiar a las clases, pueblos y mujeres explotadas de sus bienes intelectuales colectivamente creados. La producción industrial de cultura burguesa exige la expropiación de la capacidad colectiva de producción de cultura libre y crítica, anulando su valor de uso y reduciéndola a simple mercancía, a simple valor de cambio. Pero antes de ponernos extender con más detalle en los efectos anticulturales de la privatización burguesa, debemos analizar con un poco de detalle la industria mediática.
4.- INDUSTRIA POLÍTICO-MEDIATICA Y ESTADO
C. Taufic definió al periodista como «un político en acción», independientemente de que se amparase en un «confuso apoliticismo», en realidad formaba parte de la acción política estatal entendida en su concepción más general: «la participación en los asuntos del Estado; la orientación del Estado; la determinación de las formas, de las tareas y del conocimiento de la actividad estatal; la actividad de las distintas clases sociales y de los partidos políticos (…) Los periodistas son, por lo tanto, políticos; y aún más, políticos profesionales». Y: «La política no es otra cosa que una manifestación específica de la lucha de clases, su expresión más generalizada, y los periodistas, en cuanto activistas políticos, no están al margen de esta lucha, sino inmersos en ella y ocupando puestos de liderazgo»48. Este criterio definidor de la política –criterio marxista– permite comprender la naturaleza política de la industria mediática, aunque, en apariencia y a primera vista, esta industria no se siente directamente en los bancos parlamentarios. Ahora bien, en determinados casos, los definitorios, esta industria es la que termina por inclinar la relación de fuerzas en beneficio de, por ejemplo, el neofascista Berlusconi, propietario de poderosos medios de manipulación, que puede volver a la presencia del gobierno italiano a pesar de las abrumadoras pruebas sobre su corrupción. En otros casos, por ejemplo en el los EEUU, la fusión entre dinero, política y prensa es absoluta ya que sólo los «candidatos millonarios»49, pueden costear cantidades inmensas de dinero en sus campañas políticas, que algunos observadores han llegado a cifrar en más de un millón de dólares al día como el promedio del gasto de los candidatos demócratas H. Clinton y B.Obama en el comienzo de febrero de 2008, cuando quedan aún muchos meses para las elecciones presidenciales.
La interacción entre política estatal y política de la industria mediática es especialmente efectiva en todo lo relacionado con el control monopolístico del «mercado informativo» por parte de las pocas grandes industrial de la manipulación. Un ejemplo nos lo ofrece D. Olivera cuando analizando cómo los monopolios empresariales controlan los medios, recuerda que «El periodista español David Carracedo acaba de publicar un exhaustivo informe en el que muestra que en los últimos años 293 medios de todo el mundo sufrieron clausura, revocación o no renovación de sus licencias: 77 emisoras de televisión y 159 radios en 21 países. Sólo en Colombia, 76 radios comunitarias fueron clausuradas»50. El cierre de estos y otros medios alternativos de concienciación por parte de los Estados dominantes supone un gran favor para los monopolios de la manipulación porque amplían su parte de mercado, a la vez que facilitan la idiotización de sectores con dudas y con críticas al poder, sectores que aprendían mediante los medios críticos cerrados por orden gubernativa y que tras las clausuras de sus medios preferidos tendrán que comprar los de la burguesía. En realidad, en el fondo esto es lo que el Estado español y la industria político-mediática buscaban al cerrar los diarios vascos EGIN y EUSKALDUNON EGUNKARIA, además de buscar asestar un golpe irrecuperable a la lucha independentista de la izquierda vasca y, más en general, a la cultura euskaldun en cuanto tal.
Otras veces, las ayudas de la política estatal a la política interna de la industria de la manipulación se expresa en las leyes que buscan endurecer la explotación y el orden internos en las «fábricas de noticias», como es el caso del proyecto del gobierno portugués sobre el nuevo Estatuto que debe regular los derechos de los periodistas, que «permitiría a las firmas propietarias de los medios de comunicación alterar cualquier texto sin consentimiento del autor, situación que en los hechos, colocaría a los gerentes como eventuales censores de los reporteros»51. El endurecimiento, deterioro y precarización de las condiciones de trabajo en esta industria que va absorbiendo más y más mercados, modernizándolos y creando otros nuevos para poner en funcionamientos las nuevas tecnologías, este proceso corresponde a la lógica represiva inherente al imperialismo actual, en la que es imposible separar los intereses de estas grandes industrias con los intereses militares de los Estados, especialmente del yanqui52.
P. Rimbert ha escrito que: «Una investigación realizada en 2006 por la Federación Internacional de Periodistas sobre los sindicatos de treinta y ocho países concluyó que «el empleo en los medios de comunicación se precarizó, se volvió más inseguro, más pesado (…) En el mundo entero, existe una tendencia a la privatización de los medios de comunicación del Estado; los periodistas experimentados son reemplazados por jóvenes recién recibidos, a menudo empleados por tiempo determinado». Para la mayoría de los organismos consultados, «la inseguridad del empleo produce un periodismo timorato» y genera «la decadencia del periodismo crítico y de investigación», mientras que «la concentración de los medios de comunicación y las presiones gubernamentales conducen a un empobrecimiento de la información»53. Se trata de un proceso represor y autoritario a escala internacional en el que se van recordando derechos esenciales, como el de «decir cualquier cosa»54 con el pretexto, entre otros, de la lucha contra el «terrorismo».
P. Bourdieu recurrió a la personalidad de Miguel Ángel para mostrar la desaparición de la independencia crítica del creador intelectual ante el poder disciplinador de la industria político-mediática capitalista. Cada vez que se encontraba el genio italiano con el papa Julio II, el que le encargaba el grueso de sus obras, el que le pagaba y defendía frente a las envidias de los mediocres, es decir, en términos burgueses actuales, su patrón, Miguel Ángel se sentaba primero sin esperar a que lo hiciera el papa Julio II, saltándose a la torera el estricto protocolo que exigía que fuera el papa el primero en sentarse; como efecto de la tenaz reafirmación del genio en su derecho a sentarse primero, Julio II se veía en la necesidad de abalanzarse a su silla en una carrera nerviosa por adelantarse a Miguel Ángel55. Nos imaginamos, primero, las mudas sonrisas sardónicas de los asistentes ante el ridículo del papa, y, segundo, la servil sumisión de los «creadores» actuales ante el poder de la industria que les ha subsumido en su producción mercantil.
La propuesta del gobierno portugués arriba vista en defensa de la patronal mediática y la sumisión denunciada por P. Bourdieu, se comprende más fácilmente cuando analizamos con un poco de detalle el componente interno de los grandes monopolios de la manipulación masiva. Como vasco que soy me interesan muy especialmente los casos español y francés, y voy a detenerme en este segundo: «El grupo Socpresse, que edita 70 títulos en Francia (entre ellos Le Figaro, L’Express, L’Expansion y decenas de periódicos regionales) pertenece a un fabricante de armas: Serge Dassault. Junto con Hachette, Arnaud Legardere, igualmente industrial del armamento, posee 47 revistas (Elle, Parents, Première…) y varios diarios. Si a estos mastodontes se añaden Le Monde-La Vie, el alemán Prisma (Bertelsmann) y el británico Emap, tendremos a los cinco líderes que acaparan la mitad del volumen de negocios de la prensa escrita en Francia. Y para convencernos aún más de que vivimos en una época formidablemente moderna, el banquero Edouard de Rothschild ha aportado a Libération el 37% de su capital»56. Aquí aparece al descubierto la fusión entre los intereses militares y los periodísticos, o sea, la política operando en su esencia pura mediante la integración en una misma fracción burguesa de ramas productivas aparentemente tan opuestas como son las de la producción de «cultura» y la producción de muerte.
Pero hay más, M. Bénilde investigó las relaciones entre el magnate Murdoch y esta fracción burguesa del capitalismo francés, preguntado: «¿Un periódico económico y financiero puede quedar entre las manos del primer grupo económico y financiero del país? El llamado de veintiocho sociedades de periodistas, que reclaman garantía legislativa a través de una ley sobre las sociedades de redactores, no cambia en nada esa eventualidad. Al menos de prever en los estatutos un derecho a veto sobre la designación del director -como ocurre en Le Monde- en el sistema mercantil capitalista un periódico es un producto que se vende libremente a los intereses confesados (u ocultos) del mejor postor. La adquisición de Le Figaro por el fabricante de aviones y senador de la UMP Serge Dassault, es revelador al respecto: el alcance de la intervención política del propietario depende totalmente de su relación con Nicolás Beytout, el muy sarkozysta director de la redacción. El millonario no tuvo que convencerlo para obtener el alineamiento del diario tras el candidato Sarkozy. A cambio, recibió del nuevo gobierno medidas que reducen los impuestos a las sucesiones y limitan al 50% de las ganancias el monto de todos los impuestos a pagar»57, confirmando así los resultados de otra investigación anterior sobre este mismo personaje que demostraba la difusa línea que separa sus negocios de las noticias que éstos producen58. Recordemos que Murdoch ha contratado al ultraderechista expresidente español Aznar para trabajar en su ‘staf’ de consejeros.
Dos investigadores norteamericanos analizaron críticamente el proceso de centralización y concentración de industrias político-mediáticas a mediados de los ’90, integrando en su estudio las resistencias obreras y sociales, es decir, la lucha de clases, y llegaron a estas conclusiones: «La tendencia actual consiste en atraer la totalidad del sector «ideológico» de la sociedad hacia la órbita del mercado. En el caso de la educación y, en un menor grado, de las telecomunicaciones, los trabajadores y los grupos de ciudadanos son la única resistencia a la rápida comercialización, pero la tendencia actual es muy clara hacia el control por parte del mercado, lo cual casa mal con un sistema democrático de comunicaciones. La globalización y el poder creciente de las compañías multinacionales han hecho que el impedimento de la centralización y de la concentración de los medios sea más difícil. Las compañías centralizadoras responden que necesitan un mayor tamaño y una integración vertical para competir en el mercado global, y el poder político que poseen, con el apoyo de las fuerzas de mercado (Wall Street adora estas fusiones de centralización), han eliminado las barreras antitruts que impedían la concentración de los medios. Las fuerzas políticas estadounidenses que se oponían a las recientes fusiones de Westinghouse y CBS, Disney y Capital Cities/ABC, y Time Warner y Turnier fueron mínimas. En suma, la finalidad de la descentralización de los medios es hoy políticamente utópica en los países desarrollados; en esta encrucijada histórica, resulta sumamente difícil contener cualquier centralización adicional»59.
Por su parte, W. Blum cita sólo algunos ejemplos sobre la estrecha fusión político-represiva entre el Estado capitalista, las grandes industrias político-mediáticas y los intereses generales de otras empresas capitalistas: «La NBC canceló la aparición de un activista nuclear porque criticó a la General Electric, que es propietaria de la estación. Otros activistas nucleares o autores, u opositores a los gastos militares no son bienvenidos en la CBS porque esta pertenece a Westinghouse; otros encuentran las puertas cerradas en la ABC porque han tratado al conglomerado de Disney sin reverencia; lo mismo con la CNN, que pertenece al pulpo AOL-Time-Warner. Al mismo tiempo, los anunciantes influyen sobre el contenido de las historias que constituyen noticia. (Como la famosa frase de A. J. Liebling: «Si usted quiere libertad de prensa, usted tiene que ser dueño de una)»60. Pero no pensemos que las cosas cambian totalmente en el Estado español, en el sentido de que existe auténtica «libertad de prensa». Pascual Serrano lleva mucho tiempo demostrando cómo funciona realmente la industria político-mediática en este Estado, que se caracteriza por realizar un auténtico «juego sucio» contra todas las libertades y derechos61.
Muy recientemente62, un sector de los llamados «intelectuales» han planteado una reflexión y una llamada de alarma sobre la penetración del inglés en la vida socioeconómica, cultura, política, artística y cotidiana de la Unión Europea, calificándola como la auténtica «lengua franca» en el continente. Se trata de un proceso expansivo ya denunciado con mucha antelación por las fuerzas revolucionarias de muchos pueblos indefensos, y que sigue la lógica ya antigua de defensa de las culturas nacionales aplastadas por las de los Estados explotadores más poderosos. El inglés es ciertamente la «lengua franca» del imperialismo en su expresión más dominante, mientras que otras lenguas, como el castellano sobre todo, y el francés, son las lenguas impuestas por otros imperialismos menores. G. Yúdice, por citar un solo ejemplo de denuncia revolucionaria contra el imperialismo sociocultural, ha estudiado al detalle este problema en las Américas, y una de sus conclusiones que más nos acercan a la denuncia de los intelectuales europeos es su muy fundada advertencia de que incluso una potencia emergente del calibre de Brasil 63 está indefensa ante el avance de la cultura imperialista.
Una de las constantes esenciales de la industria político-mediática es el desprecio que tienen sus directivos hacia la capacidad crítica y de pensamiento libre e independiente de las clases explotadas. Creen que somos borregos dispuestos a tragarnos absolutamente toda la bazofia reaccionaria que produce masivamente su industria, convenientemente envuelta en una demagogia pseudo democrática que en el fondo oculta una concepción sabiamente manipuladora. Leamos estas palabras: «La sociedad democrática clásica se apoya en un modelo de interlocución asentado en el libre albedrío de los interlocutores. En ella, el procesamiento del mensaje está mediado por la racionalidad de lo social, asumida y ejercida por el individuo. Las democracias contemporáneas, en cambio, se apoyan en un nuevo tipo de sujeto –la masa– que plantea condiciones de interlocución completamente distintas. A la comunicación de masas no le es posible apoyarse en el ejercicio de aquella razón cívica por parte de los interlocutores; emisores y receptores están obligados por igual a apelar a resortes más directos, más inmediatos o, si se quiere, mediados por procesos más veloces que el raciocinio. La persuasión de masas se apoya en lo imaginario en tanto alternativa a lo intangible; su baremo no es la veracidad, sino la verosimilitud; no trabaja sobre convicciones, sino sobre creencias»64. El autor prosigue explicando cómo ha de simultanearse por parte de los medias «democráticos» las dosis de veracidad y convicción con las de verosimilitud y creencias.
Dicho desprecio nace básicamente de dos razones: una, la creencia de la superioridad absoluta de quienes realizan el «trabajo intelectual» sobre quienes realizan el «trabajo manual», creencia que en la cultura eurocéntrica se asentó definitivamente desde el triunfo de la contrarrevolución idealista en la Grecia post socrática y platónica; y otra, relacionada con la anterior pero que ha adquirido impronta propia, es la reducción de la «masa ignorante e inculta» a simples consumidores pasivos de las mercancías de la industria mediática, receptores crédulos y emocionalmente manipulables, como hemos visto arriba y volveremos a ver al estudiar las doctrinas de contrainsurgencia y la función decisiva que en ellas tiene la industria político-mediática. Por otra parte, este desprecio ayuda a explicar, además de otras razones, el que la prensa no dude en repetirse, en anular toda creatividad original y enriquecedora porque no tiene necesidad vital por crear algo cualitativamente nuevo para un mercado al que desprecia, excepto en muy contados nichos de consumidores selectos, cultos y burgueses. Centrándonos de nuevo en el Estado francés, P. Bourdieu ya denunció que: «Si las tres revistas francesas (L’Express, Le Point y Le Nouvel Observateur) tienden a ser intercambiables, es que están sometidas poco más o menos a las mismas coacciones, a los mismos sondeos, a los mismos anunciantes; que sus periodistas pasan de unas a otras, que se roban temas o portadas»65. Podemos y debemos decir exactamente lo mismo con respecto a la prensa española, como ya demostró R. Zallo en su momento66.
Como explicó en 1997 Robert McChesney: «Estamos bombardeados de informaciones, pero mirándolas de cerca, la mayor parte responden a la misma gramática, a los mismos puntos de vista, a las mismas fuentes, y todo evoluciona alrededor de instituciones y temas que la mayoría de los telespectadores admiten no comprender, según todas las encuestas»67. Algunos investigadores sostiene que «Verdadera máquina para crear la mediocridad, este sistema de comunicación montado como una burbuja, en el que jueces y partes se felicitan mutuamente entre bastidores y hablan casi todo el tiempo para no decir nada, conduce a resultados espectaculares», entre los que destacan la fabricación de «pensamientos simplistas» y del «pensamiento mediocre»68. La industria político-mediática cree que la «masa» puede ser manipulada a su gusto, para lo que desarrolla varias disciplinas de estudio y marketing en las que no podemos extendernos ahora. Uno de los descubrimientos que obtuvo con esas investigaciones y que facilitó la rapidez del proceso de producción de técnicas manipuladoras fue descubrir que «la comunicación se puede hacer y, de hecho, se hace con todos y cada uno de los órganos de la sensibilidad»69. La industria de la manipulación, especialmente la audiovisual, comprendió de inmediato los beneficios que podía obtener y se lanzó a crear programas que un investigador define así: «Sangre, dolor, llantos, histerias colectivas, desastres, accidentes, todo sirve a los efectos «dramáticos» para despertar la sensibilidad del teleespectador, ayudado por una estética televisiva que privilegia la crispación espasmódica, los planos que van y vienen en pulsaciones nerviosas, los encuadres desestructurados y un ritmo permanentemente trepidante»70.
Pero además de explotar y despertar el inacabable yacimiento de la sensibilidad, la industria de la manipulación fabrica otras nuevas «sensibilidades» disfrazadas de «libertad»: «Esta destrucción progresiva de la solidaridad social -uno de cuyos instrumentos y efectos es el triunfo de la ideología meritocrática– conduce a una visión del mundo psicologizada y despolitizada que permite hacer creer que la identidad personal no depende de las relaciones sociales, que cada uno puede elegir libremente el modo de vida que más le guste, ya que todo es cuestión de estilo, gusto, estética y cosmética. El mito consumista de la propia imagen consistiría pues en que ser uno mismo radica en no estar sujeto a imperativos, compromisos y condicionamientos sociales, sino en ser capaz de representar bien múltiples papeles, en elegir identidades ilimitadas»71. Durante el consumo de la propia imagen: «se pierde la consciencia de la autoposesión, se cosifica el yo individual depositándolo en el cuerpo físico, para a continuación externalizarlo, hacerlo público, someterlo a todo tipo de limitaciones y exigencias. El cuerpo es utilizado como posesión, del mismo modo que lo es el vestido, la simbiosis cuerpo-vestido-imagen es ofrecida ante la sociedad esperando que «caiga» bien, ser aceptados, deseados, comprendidos. Se trata de poner en el mercado de compra-venta la imagen de nosotros mismos. El cuerpo y, de su mano, el individuo, entra así en el mercado, se comercializa, y se hace parte del mismo. Es lógico entonces que el vendedor y el comprador se confundan en la misma persona»72.
Ponernos nosotros mismo en venta a nosotros mismos en el mercado de la imagen nos exige aceptar la dictadura absoluta de este mercado sobre nuestra identidad, de modo que, en un primer momento, construyamos nuestra imagen según los designios de este dicho mercado y, después, simplemente nos limitemos a llevar la imagen de nosotros que ha construido la industria de la imagen, es decir, la industria de los medios. Así se cierra el círculo. De la misma forma en que, por ejemplo, al principio el comprador de un coche puede buscar el modelo que a él le gusta, teniendo en cuenta sus disponibilidades económicas, en realidad lo que ocurre es que durante todo el proceso está siendo teledirigido subconsciente o inconscientemente hacia una gama muy limitada de modelos, gama elaborada por la industria según criterios previamente diseñados. Los especialistas burgueses conocen esta lógica de la dependencia alienada y fetichizada, y de ahí su profundo desprecio hacia la «masa». Sin embargo, en contra de lo afirmado, este poder de manipulación y de creación de sensibilidades artificiales, fugaces y volátiles, tiene unos límites que luego estudiaremos, limites ante los que la burguesía sólo puede enfrentar las doctrinas de contrainsurgencia y de contrarrevolución.
Ahora debemos bucear hasta descubrir la razón de fondo que cohesiona toda esta aparente selva de motivos aislados unos de otros. En última instancia, lo que rige el funcionamiento de esta industria no es otra cosa que la tasa de beneficio obtenida, la reproducción ampliada del capital invertido en ella, la valoración del capital, en suma. R. Zallo ha estudiado cómo también en este tema crucial interactúan diversas formas de valoración por la especificidad de esta industria, pero al final sintetiza todas ellas de esta forma: «En cualquier caso, estas combinaciones en la valoración, estos encuentros de unas industrias que compiten y se complementan en un mismo espacio, cultural, informativo y comunicativo, se están realizando sobre la base de la ampliación de las ofertas de productos –más dudoso es si hay una real nueva oferta de contenidos– y de la apertura de nuevos espacios de valoración (el ámbito local, nuevos mercados segmentados por gustos, edades, intereses, el ámbito internacional, la diversificación e individualización de los consumos culturales) que presionan sobre el consumo doméstico»73. Una vez puesta en claro la centralidad de la valoración del capital en esta industria, el autor al que ahora recurrimos, se adentra en el otro componente decisivo, en el político y especialmente en su forma estatal de expresión, mostrando sus conexiones con la valoración del capital dedicado a esta industria, estudiando la desestructuración cultural vasca74 en un análisis ciertamente flojo en el que no podemos extendernos ahora.
Una vez visto a grandes trazos cómo y por qué funciona la industria político-mediática, podemos comprender el alcance verdaderamente inhumano de la privatización burguesa de la creatividad colectiva, es decir, de la imposición de la propiedad intelectual. Tiene toda la razón Lillian Álvarez cuando afirma que: «El régimen de propiedad intelectual es actualmente instrumento de dominación y vía de enriquecimiento de los titulares que ostentan esos derechos. Con el amparo legal de los acuerdos de libre comercio y sus férreos mecanismos de observancia, dicho sistema reafirma los desequilibrios que se generan en el mercado y atenta abiertamente contra la difusión y conservación de la diversidad de las culturas»75. La industria político-mediática recurre sin miramientos a la intervención de los «férreos mecanismos» imperialistas para asegurarse la propiedad intelectual, para vender sus mercancías en todo el planeta, para impedir que fructifiquen los proyectos de muchos pueblos para recuperar su independencia sociocultural y política, su capacidad de crear colectivamente e intercambiar sus creaciones con otros pueblos. De la misma forma en que cualquier industria capitalista presiona a los poderes imperialistas para abrir los mercados exteriores, para impedir las políticas independientes de los pueblos, con el fin de asfixiarlos con sus productos subvencionados, del mismo modo, la industria mediática busca apropiarse en régimen de privacidad burguesa de las capacidades intelectuales de la humanidad para revertirlas en su producción mercantil tras anular su valor de uso.
Y más adelante: «Los supuestos defensores de los derechos de autor lo reducen todo a su expresión económica, como si lo único que interesada a los creadores fuera el dinero. Los intereses más legítimos del autor abarcan también la necesidad de que su obra se comparta y difunda, de dialogar con otros autores y con sus receptores, al reconocimiento de su comunidad y al formar parte de su patrimonio. Al ejercicio de todos estos derechos, la biblioteca, a la que las personas pueden acceder de forma gratuita, brinda una contribución irremplazable. Hoy en día puede afirmarse que asistimos a la muerte, o al menos a la agonía, del dominio público, cuando se le privatiza a través de los diferentes mecanismos ya vistos, o cuando se alargan cada vez más los plazos en que las obras permanecen bajo el monopolio exclusivo de sus titulares»76. Pero el diálogo libre con autores libres exige un contexto no dominado por el imperialismo. Un ejemplo lo tenemos en el ALCA en cuanto instrumento de destrucción imperialista, y el opuesto en el ALBA en cuanto instrumento de liberación antiimperialista. Ambos se enfrentan en el continente americano, pero sucede lo mismo en todo el planeta, también en Euskal Herria.
Una vez que los pueblos están sometidos a la expropiación imperialista de lo que les une a la especie humana, es decir, de su capacidad creativa y crítica, llegados ya a esta realidad de enfrentamiento, sólo resta la opción de la lucha popular, obrera y social, por recuperar lo que le identifica en cuanto colectivo humano. Pero, por el lado opuesto, el imperialismo reacciona activando al máximo todos los recursos explotadores inherentes a su industria político-mediática, es decir, insertándola en su estrategia contrainsurgente.
5.- PRENSA, CONTRAINSURGENCIA Y MIEDO:
Hasta ahora hemos visto aparecer y reaparecer a lo largo del texto las relaciones directas de los medios de prensa con el poder establecido y con las acciones de éste para asegurar su dominación, sobre todo para fortalecer y ampliar la propiedad privada de las fuerzas productivas. Hemos visto cómo todos los Estados disponían de instrumentos precisos para realizar esta tarea. Una de las tareas de estos aparatos es la de la revisión crítica de los errores cometidos y la del aprendizaje de otras experiencias. Bien es cierto que hubo épocas en la historia Europea, por limitar nuestro análisis, en las que las tácticas de dominación y de ejercicio de la violencia no fueron apenas sometidas a examen, actuándose en base a viejos métodos hasta que con el Renacimiento se volvió a releer a los clásicos grecorromanos, coincidiendo con la recuperación de la economía mercantil. En este sentido, Maquiavelo tiene mucho que aportarnos, pero sería largo extendernos ahora en sus ideas. Siguiendo uno de los hilos conductores de nuestra exposición vamos a centrarnos en dos especialistas que han tenido más repercusión directa en y contra Euskal Herria que Maquiavelo, nos referimos a Napoleón y a Goebbels.
No sabemos si Napoleón estudió a fondo las características de La Gazzette creada por Richelieu, pero todo su proceder estaba dirigido por criterios muy similares, según hemos constatado antes. De cualquier modo sí estudió minuciosamente a Julio César, entre otros muchos, y comentó lo siguiente sobre lo inapropiado de su ferocidad exterminadora: «No puede menos que abominarse la conducta observada por César con el senado de Vannes. Estos pueblos no se habían sublevado; habían entregado rehenes; habían hecho promesas de mantenerse al margen de toda contienda; pero estaban en posesión de su libertad y de todos sus derechos. Habían dado, ciertamente, motivos a César para hacerles la guerra, pero no para violar el derecho de gentes ni para abusar de la victoria de manera tan atroz. Esta conducta no era justa y menos aún política, porque tales medios nunca conducen a nada práctico y sólo se consigue con ellos exasperar y sublevar a los pueblos. El castigo de algunos jefes es todo lo que autorizan la política y la justicia; el buen trato a los prisioneros es una de las reglas importantes que se deben observar»77.
No deja de sorprender el concepto napoleónico de «libertad» ya que los pueblos galos estaban acogotados por la suerte que esperaba a los rehenes entregados a Roma, y se habían comprometido a no sumarse a las rebeliones de otros pueblos galos, pueblos de su misma cultura e identidad etno-nacional. Quiere esto decir que no tenían «todos sus derechos», lo cual nos da una idea muy aproximada de la idea de Napoleón. Pero lo decisivo es que el emperador corso estaba apuntando una idea de control político y de amenaza preventiva que ha resultado muy efectiva, pero que él mismo incumplió con los años debido al trato brutal que los ejércitos imperiales franceses daban a los pueblos que «liberaban». Fue Napoleón el que escribió que con las bayonetas se puede lograr todo, menos sentarse sobre ellas, y el intento de hacerlo fue lo que aceleró su derrota. Aún así, para la suerte actual de Euskal Herria, estas palabras del corso muestran la degeneración de las burguesías francesas y españolas hacia un retroceso en todas las cuestiones democrático-burguesas, sobre todo en el trato dado a las prisioneras y prisioneros vascos ya que están negando directamente el principio napoleónico según el cual «el buen trato a los prisioneros es una de las reglas importantes que se deben observar», mientras que han llevado a la máxima dureza, sobre la española, el endurecimiento en «el castigo a algunos jefes». De hecho, la advertencia napoleónica de que «tales medios nunca conducen a nada práctico y sólo se consigue con ellos exasperar y sublevar a los pueblos», se volvió contra él mismo incluso en Euskal Herria, donde una parte importante de la población le recibió sin mayores problemas hasta que los abusos de su ejército le predispusieron en su contra.
Exactamente lo mismo tenemos que decir con respecto a las enseñanzas que extrajeron de Goebbels ambas potencias. G. Regan ha estudiado cómo los nazis, especialmente Goebbels, analizaron al detalle los errores cometidos por el Estado alemán en todo lo relacionado con la propaganda durante la guerra mundial de 1914-18, así como los aciertos de las potencias enemigas. Y basándose en las opiniones de H. Trevor-Roper al respecto, afirma: «La campaña propagandística alemana resultó ser un error catastrófico, una lección de cómo alienar la opinión neutral. Resulta interesante comprobar que el propagandista maestro de la segunda guerra mundial, Joseph Goebbels, al resumir su filosofía general, muestra lo mucho que aprendió de los fallos de sus antecesores de 1914: «El principio fundamental de toda propaganda –declaró– era la repetición de argumentos eficaces»; pero estos argumentos no debían ser demasiado refinados, habida cuenta que no se pretendía convencer a los intelectuales. De hecho, los intelectuales nunca hubieran sido convertidos y de cualquier modo acaban aceptando al más fuerte; «hay que dirigirse por tanto al hombre de la calle». Por consiguiente, los argumentos han de ser toscos, claros y vigorosos, apelar a los instintos y emociones, no al intelecto. La verdad no importa en absoluto y está totalmente subordinada a la táctica y la psicología, pero las mentiras convenientes…siempre deben resultar creíbles. De acuerdo con estas directrices generales, se darán instrucciones precisas. El odio y el desprecio deben dirigirse a individuos concretos…»»78.
El nazismo ocupó militarmente durante cuatro años la parte norte o continental de Euskal Herria, de 1941 a 1944, logrando que en ella surgieran eficaces organizaciones clandestinas armadas. El franquismo ocupó militarmente la parte sur o peninsular de Euskal Herria oficialmente durante 48 años, de 1936 a 1978, logrando el surgimiento de ETA. Las ideas de Goebbels fueron aplicadas estrictamente en ambos casos, pero siguen siendo aplicadas de forma solapada e indivisible desde entonces hasta ahora como, por poner un solo ejemplo, la última frase sobre que el odio y el desprecio deben individualizarse: recordemos al consigna masificada por el PP de «No a ETA, sí a los vascos», aunque en la práctica era No a todo lo vasco, como sucedía durante en nazismo con respecto a toda persona y pueblo que no colaborara incondicionalmente con Alemania. La suerte corrida por los pocos intelectuales españoles y de otras naciones que se creyeron estas consignas a finales de los ’90, y que incautamente fueron a actuar en algún mitin político-musical organizado por el nacionalismo español, siendo abucheados e insultados por el público, así lo confirma. Podemos poner muchos ejemplos al respecto, y para movernos en el plano de la más amplia crítica citaremos el trato dado por el Parlamento español a las propuestas mayoritarias de los parlamentos catalán y vascongado de reforma de sus correspondientes estatutos siempre dentro de la constitución monárquica.
Otra de las lecciones de Goebbels fue la de justificar con una lógica perfecta en apariencia la práctica nazi de la represión aleatoria, es decir, la generalización de un clima de angustia y de miedo, de ansiedad social masiva, que surgía del hecho de que nadie sabía a ciencia cierta donde, cuando y con qué intensidad iba a golpear la represión policial en cualquiera de sus formas, lo que forzaba a mucha gente a mirar al Führer como garante y salvador en esa angustia permanente. Pues bien, como ha afirmado D. Rushkoff al estudiar los mecanismos de coerción y de obediencia en la sociedad y en las sectas, grupos y colectivos: «La CIA recomienda utilizar las recompensas y los castigos al azar, de forma ilógica, para que los sujetos regresen a un estado de dependencia infantil. De esta manera, el confundido adepto acaba experimentando un estado de regresión y transfiere la autoridad paterna al líder. Por esta razón, muchos líderes insisten en ser llamados padre o madre«79. Pero esta producción de miedo social no se limita a espacios concretos y relativamente reducidos, sino que busca plasmarse en toda la sociedad siguiendo un modelo ya activado en el marketing de ventas y en el diseño de los grandes hipermercados de venta: la aplicación de la «coerción pasiva» estudiada al detalle por especialistas que llegaron a la conclusión de que «el truco consiste en crear la sensación de que no existe –ni hace falta– ninguna alternativa. La atmósfera coercitiva definitiva es aquella que no se parece a una atmósfera porque recrea un mundo entero: el mundo real»80. No hay duda de que esta era la atmósfera dominante en la Alemania nazi, en casi todos los países por ella ocupados y la atmósfera que Goebbels legitimó con su propaganda.
Son muchas y muchos los investigadores que afirmar que: «Como apunta Young, el secreto de apelar al miedo del individuo es hacerle ver que ciertas necesidades básicas no están cubiertas o están amenazadas, de modo que acepte la solución a sus ansiedades, que obviamente es la que favorece al propagandista»81, y más adelante: «Esta es una de las estrategias clásicas de la propaganda de guerra: la exaltación o invención de crímenes del bando enemigo con el fin de desprestigiarlo y/o fomentar el odio hacia él»82. Sobre el miedo inducido, creado artificial y programadamente por el Estado, conviene volver al libro ya citado de E. González Duro: «Los efectos del debilitamiento de la seguridad, la certeza y la protección son notablemente similares, y nunca resulta claro si el miedo generalizado deriva de una insuficiente seguridad, de la ausencia de certeza o de la desprotección. La angustia es inespecífica y el miedo resultante puede atribuirse a causas erróneas y realizar acciones inútiles para resolver el problema de fondo. Se tiende a la agresividad, y se buscan chivos expiatorios, porque la desconfianza es corrosiva y la identidad del yo transitoria, cambiante. La vida insegura se vive entre gente insegura y solitaria, porque, como dijo Margaret Thatcher, la sociedad no existe. La única certeza es la espera de mayores incertidumbres, de las que nadie está protegido»83.
Y más adelante: «La producción del «miedo oficial» era –y es– la clave de la eficiencia del poder. El poder terrenal no venía –y viene– al rescate de seres humanos presas del miedo, pero hacía –y hace– todo lo posible por convencer a sus súbditos de que sí lo hace. Para que el poder se congraciase y ganase su lealtad al ser duro con lo que aquéllos temían, primero debía producir el «capital del miedo». Para que el poder dure, hay que hacer a los seres humanos vulnerables, inseguros y temerosos, y mantenerlos en dicha situación (…) Volver a la gente insegura y sumisa fue la tarea que más ocupados tuvo a las CIA y al FBI tras los atentados de 2001. Advertían a los estadounidenses de inminentes ataques contra su seguridad, al tiempo que les instaban a denunciar a cualquier sospechoso de ser un terrorista infiltrado, especialmente si era un refugiado islamista»84. Es incuestionable que la producción social de miedo masivo está facilitada por la construcción de un espacio urbano sometido a todos los controles posibles puestos a disposición por las nuevas tecnologías. P. Virilio ha analizado cómo la videovigilancia omnipresente que infecta nuestras vidas está potenciando la «delación generalizada»85.
Resulta significativo el que el Plan ZEN recomendara lo siguiente: «Provocar más desprecio que miedo». No decía que no había que provocar miedo, sino que además de la creación de miedo había que provocar aún más desprecio. Se trata de un añadido muy significativo que nos remite directamente a lo ya visto sobre la destrucción de la solidaridad comunitaria del pueblo vasco. Una constante en la historia del PSOE es el desprecio a lo vasco, a nuestra cultura y lengua. El PSOE es heredero directo de la pretendida superioridad que se atribuía así mismo el socialismo lasalleano, y que penetró con fuerza en el socialismo español. Sobran las declaraciones chauvinistas y racistas contra lo vasco en la prensa del PSOE hasta los años ’70 del siglo XX, cuando por diversas razones tuvo que ocultar sus permanentes creencias al respecto. Pero en el Plan ZEN reaparecen en el fondo: hablar de «solidaridad comunitaria» como algo enfrentado a la «sociedad civil» es oponer lo atrasado con lo moderno, lo tribal con lo civilizado. Recordemos que la actual derecha intelectual imperialista española, surgió del PSOE de los años ’80, y que esta derecha imperialista española sigue despreciando ostensiblemente como arcaica y primitiva a la identidad vasca. «Provocar el desprecio» quiere decir, desde estos parámetros, reactivar el desprecio a lo comunitario, a la solidaridad vasca, a sus razones y reivindicaciones, etc. El PSOE da un paso más: no rechaza el miedo sino que lo refuerza con el desprecio.
Ya que hablamos de la delación generalizada debemos recordar otra de las aportaciones más actuales de Goebbels, que no es sino una mejora de experiencias anteriores, consistía en el papel clave de la burocracia estatal en el desarrollo y aplicación de las doctrinas represivas, evitando en lo posible ceder responsabilidades a personas que no fueran «de la casa», que no estuvieran conscientemente integrados en el aparato nazi hasta sus últimas consecuencias. Conocemos de sobra las conexiones entre las policías de Vichy y españolas con la Gestado y las SS. Más tarde, el historiador J. Keegan define como «académicos integrados en las instituciones directrices de la política de los gobiernos occidentales»86, a los grupos de expertos en contrainsurgencia, en planificación político-militar estratégica, etc., que se insertaron en los Estados imperialistas; Estados que no dudaron en integrar en sus servicios secretos a antiguos nazis. Los aparatos estatales de planificación represiva preferían y prefieren, siguiendo a Goebbels, atar en corto a sus miembros para controlar y aumentar su efectividad. Las recientes experiencias cosechadas por los EEUU en Iraq y otros países atacados al dejar mucha libertad a empresas «privadas»87 en las tareas represivas –«privadas» en el sentido de que mantienen fuertes conexiones internas con las fuerzas de ocupación oficiales–, está actualizando la valía del criterio nazi y de otros Estados burgueses, pero ocurre que los EEUU no tienen suficiente dinero público como para costear todos los gastos represivos, por lo que necesitan recurrir al método del mercenariado ya empleado anteriormente por el colonialismo europeo.
Ubicándonos en el Estado español, Pepe Rei ha confirmado que: «Una de las conclusiones más evidentes de un exhaustivo repaso a las hemerotecas es la de que no hay periodistas de Interior, sino elementos de Interior que hacen periodismo»88. Ahora bien, esto no niega el que algunos periodistas puedan mantener relaciones con Interior, como el mismo Pepe Rei afirma que sucede en periódicos tan influyente como El País89. Del mismo modo que otros puedan mantener relaciones con la Embajada norteamericana en Madrid90. Carece de sentido entrar ahora a elucubrar sobre las posibles relaciones operativas entre estos diversos niveles de colaboración entre diferentes estamentos profesionales, ministerios y embajadas. Lo cierto es que, según este investigador, «las directrices informativas surgidas desde Interior tuvieron siempre gran predicamento y puntual acatamiento en los medios de comunicación»91. De todos modos, recordemos que W. Colby, ex director de la CIA, declaró tranquilamente que: «La CIA controla a todos los que tienen cierta importancia en los principales medios de comunicación»92.
También nos interesa recordar algo decisivo para entender no sólo el desenvolvimiento de las relaciones entre la industria político-mediática y los aparatos expertos en contrainsurgencia, sino también el proceso de elaboración de la teoría en sí misma, es decir, del paradigma represivo, de sus conceptos y normas de valoración e interpretación, y de elaboración de sus estrategias y tácticas. En este sentido clave recurrimos a W. Blum cuando cita las palabras del historiador Christopher Sipmson en su estudio Ciencia de la Coerción: «Las agencias militares, de inteligencia y de propaganda como el Departamento de Defensa y la Agencia Central de Inteligencia, ayudaron a financiar sustancialmente todas las investigaciones de la generación posterior a la Segunda Guerra Mundial en técnicas de persuasión, medición de opiniones, interrogatorio, movilización militar y política, propagación ideológica, y otras cuestiones relacionadas». Y W. Blum continúa informando que en 1999 la administración Clinton anunció que estaba formando un nuevo grupo de Información Pública Internacional «para influir sobre las audiencias extranjeras»93.
Para comprender en su justo alcance las implicaciones de estas palabras tenemos el ejemplo de la tristemente «Escuela de las Américas» creada en 1946, trasladada de lugar en 1984, cuando fue sacada de Panamá y cambiada de nombre en 2001 tras conocerse muchos datos sobre su responsabilidad directa en golpes de estado, en decenas de miles de desapariciones y asesinatos, en incontables detenciones y torturas, en campañas de guerra psicológica y de violencia reaccionaria de toda índole, etc. Se calculan que ha formado en las sucesivas doctrinas de contrainsurgencia a más de 60.000 militares, policías y agentes de nada menos que 23 países. Lo que nos interesa de este ejemplo, que no es el único, es la triple lección consistente en, primero, que aplicaba el pensamiento elaborado por investigaciones como las referidas en la cita precedentes; segundo, tenía una directa relación con las industrias político-mediáticas de esos y otros países y, tercero, respondían a una visión mundial del imperialismo yanqui, que no sólo a una estrictamente latinoamericana. Pero al final del análisis minucioso de todas las variantes, diferencias y matices que aparecen en la superficie de las prácticas geoestratégicas del imperialismo, en nuestro caso del norteamericano ejemplarizado en la «Escuela de las Américas», lo que descubrimos no es otra cosa que: «Como resulta descaradamente patente, una vez más, éste es el verdadero sentido de los conceptos geoestratégicos: siempre tienen una finalidad principal socioeconómica y sólo secundariamente militar, política o ideológica»94.
En el fondo, es la misma lógica explotadora la que impulsa a la contrainsurgencia en cualquier punto del planeta donde actúe, sea en las Américas, en África, Oceanía, Medio Oriente o Euskal Herria. El ejemplo de las brutalidades cometidas por los alumnos de la Escuela de las Américas nos sirve exactamente igual para las barbaridades represivas cometidas por el imperialismo británico o los nazis, para las que ahora está cometiendo Israel contra el pueblo palestino, o para los GAL desarrollados y aplicados por el Estado español durante los gobiernos del PSOE con el apoyo del Estado francés, etc. Las limitaciones de las tesis que pretenden fijar las «reglas absolutas, naturales y objetivas» que sirven por igual a explotadores y explotados, chocan con el hecho cierto e incontrovertible reseñado por M. Walzer, de que «El punto decisivo estriba en el hecho de que existen reglas para la guerra, pero no existen reglas para el robo (ni para la violación ni para el asesinato)»95, y nosotros añadimos: ni para la tortura, ni para las cárceles de exterminio psicológico y físico, ni para las represalias contra las familias y amistades de las personas detenidas, es decir, para ninguna de las tácticas y medidas imprescindibles para asegurar el aumento de los beneficios obtenidos por el «robo», es decir, por la explotación de las clases, de los pueblos y de las mujeres.
Como sostienen varios autores a los que ya hemos recurrido el: «engaño permanente sobre la marcha del mundo no podría perdurar sin un sistema de información cerrado y servil, que gira en sentido único dentro de una burbuja. La primera tarea de este sistema será la de garantizar un mínimo de credibilidad so pena de ser identificado por la población como aquello en lo que se ha convertido, o siempre ha sido, a saber un simple instrumento de propaganda. Varias condiciones necesitan para ello. En primer lugar, garantizar cierta diversidad en los títulos de prensa, la cual será confundida con la expresión de pluralismo. En segundo, alimentar el mito de una prensa libre que sería independiente de los intereses económicos y políticos de sus propietarios. En tercero y finalmente, prevenirse de toda crítica instaurando ideas enunciadas como verdades divinas»96.
Semejante sistema de información servil tiene como uno de sus objetivos prioritarios normalizar y extender la sensación de miedo social paralizante que está queriendo implantar el Estado español con el apoyo de los colaboracionistas. Desde que la supuesta «transición democrática» falló estrepitosamente en Hego Euskal Herria, ha sido una obsesión española amedrentar e intimidar por todos los medios a la población vasca. Para comprender más cabalmente sus objetivos debemos pasar al siguiente apartado.
6. CONTRAINSURGENCIA, PUEBLO Y CARCEL:
Lo primero que debemos hacer antes de introducirnos en el tema de la guerra psicológica, de la contrainsurgencia político-militar y de la manipulación informativa, es dar una definición válida. F. Sierra Caballero ha hecho decisivas aportaciones al tema que tratamos, algunas de las cuales vamos a utilizar aquí. Empecemos por esta definición imprescindible para entender todo lo que sigue: «La guerra de baja intensidad se definirá aquí como el arte y la ciencia de utilización del poder político, económico, psicológico y militar de un gobierno, incluyendo a la policía y a las fuerzas internas de seguridad, para evitar o vencer a la insurgencia, más allá o por encima de la oposición política y de la opinión pública nacional e internacional»97. Y después: «Si la guerra de baja intensidad se caracteriza por ser en cierto modo una forma renovada de guerra sucia encubierta que se destaca por permanecer oculta a la opinión pública, es necesario igualmente destacar la naturaleza de esta doctrina contrainsurgente como una estrategia de guerra prolongada –esto es, la doctrina de la guerra de baja intensidad viene siendo, en realidad, una guerra total y permanente–, en la que se emplean todo tipo de medios psicológicos y de persuasión para la derrota político-militar de las tropas y ejércitos insurgentes. En otras palabras, la guerra de baja intensidad puede considerarse una variante militar de intervención política basada en la propaganda y la guerra psicológica. Es más aún, la guerra y la propaganda son aquí una y la misma cosa. Pues la guerra psicológica constituye actualmente el factor político-militar decisivo para la victoria en la estrategia de guerra de baja intensidad. En ella se integran numerosas actividades de tipo militar, político, ideológico, cultural e informativo»98.
A partir de esta definición podemos empezar estudiando el papel de la manipulación de masas como requisito imprescindible para garantizar la efectividad de la propaganda política y de la guerra psicológica. Nos conviene leer en este sentido a María Victoria Reyzábal:
«Los recursos de la propaganda son tan diversos que resultaría imposible hacer una sistematización exhaustiva. F. MUNNE (1980, 159) sugirió los siguientes principios básicos:
Regla de la simplificación. Exige reducir la información al mínimo. Los lemas políticos y, en general, los eslóganes constituyen un buen ejemplo.
Regla de la exageración. Implica ofrecer únicamente los contenidos favorables al emisor, enfatizándolos al máximo.
Regla de la orquestación. Se debe repetir una y otra vez la idea central, variándola de acuerdo con las características del medio y de la audiencia.
Regla de contagio. Para crear unanimidad se recurre a ideas comunes (la amistad, la solidaridad…), al testimonio de personas con prestigio o populares o a expresiones masivas que favorezcan la impresión de unidad.
Después, la investigadora continúa analizando la especificidad de la propaganda:
a) Uso de estereotipos. Consiste en «tipificar» a la gente o cualquier aspecto de la realidad mediante palabras o expresiones generalizadoras, creando una impresión que, a la larga, resulta casi impermeable a los datos que aporta la experiencia directa. Así, la percepción de «los negros», «los capitalistas», «los vascos», etc., y la reacción ante ellos no se explican por sus características como individuos, sino en función de ciertos juicios preconcebidos y generalizadores.
b) Sustitución de unos nombres por otros con fuerte connotación emocional. En muchas ocasiones, el propagandista recurre a términos con fuerte connotación emocional. Así, en lugar de «comunista» se habla de «rojo», o de «facha» para referirse a alguien con ideas conservadoras…
c) Selección de información. Como se señaló anteriormente, la censura es el ejemplo más extremo, aunque existen formas de selección mucho más sutiles,
d) Mentira. La propaganda, en la medida que ofrece sólo determinados aspectos de la realidad favorables a los objetivos de su emisor, implica casi invariablemente la distorsión de la información, deformación que en ocasiones se convierte en engaño descarado. La materia y los mecanismos de las mentiras propagandísticas resultan variados y sutiles.
e) Repetición. La reiteración constante de ciertas cuestiones constituye un factor decisivo para que un determinado mensaje sea asimilado por el público, incluso cuando se trata de frases sin ningún contenido importante. Para evitar el aburrimiento y la pérdida de interés del público que esta técnica puede conllevar, se ha de diversificar el medio o el «envoltorio» de las ideas repetidas. Lo que se denomina «orquestación de un tema» (DOMENACH, J. M.: 1963, 65-71) consiste en la reproducción del mismo a través de todos los medios propagandísticos posibles, mediante las variaciones formales que resulten más adecuadas para los diversos públicos.
f) Simplificación de la información. El propagandista prescinde de cualquier argumentación racional, sustituyéndola por afirmaciones rotundas a favor de su tesis, eliminando la posibilidad de que existan dudas, cuestionamientos o alternativas frente a lo que él defiende. Para lograr esta rotundidad, simplifica al máximo la información que aporta, presentándola mediante concreciones extremadamente condensadas y concluyentes: manifiestos, profesiones de fe, declaraciones, catecismos…, aunque sin duda los ejemplos más paradigmáticos son las consignas, los eslóganes y en general los símbolos de diversa naturaleza (icónicos: como banderas o insignias; gestuales: como los saludos; musicales: como los himnos, etc.).
g) Señalar al enemigo. Las acusaciones y la designación de adversarios (incluso aunque no existan en realidad) constituyen el otro componente esencial de cualquier mensaje propagandístico. Esta maniobra tiene notables consecuencias psicológicas: favorece la cohesión grupal, estimula el instinto de autodefensa junto con las emociones asociadas a él, actuando como potente estímulo catártico, movilizador y «purificador» de numerosas frustraciones que se canalizan a través de la agresividad hacia ese enemigo externo.
h) Alusión a la autoridad. Ya nos hemos referido anteriormente a la poderosa influencia que ejerce la visión de ciertas figuras a las que el público otorga su confianza incondicional por razones heterogéneas. La referencia a tales personajes puede sustituir y tener tanto o mayor efecto que cualquier prueba, demostración o argumentación» 99.
Los investigadores C. Quintero y Jessica Retis100 han resumido de esta forma los diversos recursos que emplea simultáneamente la propaganda oficial:
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Nominación. Consiste en calificar una idea, una situación, un líder, un oponente, con un calificativo poderoso emocionalmente, positivo o negativo, según las intenciones. Así, los políticos conservadores son reaccionarios según sus adversarios, que a su vez pueden ser tachados –en el contexto de los noventa– de rojos. Las modas sociopolíticas de cada momento van dictando cuáles son las etiquetas buenas y las malas.
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La generalidad brillante. Es el uso del estereotipo como instrumento para la descalificación. Si en la nominación la relación entre el calificativo y el objeto era arbitraria, con el uso del estereotipo el propagandista simplemente aprovecha las generalizaciones simplistas que toda comunidad tiene sobre otros grupos, nacionalidades o razas. Así tenemos al tecnócrata frío, calculador y cuadriculado, al indio (como veremos más adelante) débil, incapaz de saber lo que quiere y de organizarse y, por tanto, manipulable.
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El llamado a la sencillez del pueblo. Este recurso se basa en la percepción –también estereotipada– del individuo sencillo, poco preparado como garante de la sabiduría popular. Al ser este segmento el que mayor cantidad de población agrupa, el propagandista se esforzará por hacer ver que la gente sencilla está con su programa y contra el del oponente, según los casos. Consecuentemente el nivel de los razonamientos se reduce al mínimo, y se trata de exponer siempre los problemas en términos simples, maniqueos y polarizados: buenos contra malos, blancos contra negros. La frase corta pero cargada de significado, el eslogan, son la muestra palpable de este reduccionismo intelectual.
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Muy unido al anterior se encuentra el recurso de la ilusión de universalidad, también conocido como el «vagón de cola» (el más lento). Hay que esforzarse por demostrar que todo el mundo comulga con el proyecto, el líder para, apelando al sentimiento gregario del individuo, lograr la adhesión de las masas. Este es el sentido de los mítines masivos y también del empeño de los políticos de mostrarse como ganadores en las encuestas electorales: invitarse a la gente a unirse al bando al que todos van.
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La mentira. Empleada en proporciones adecuadas y con inteligencia puede resultar el arma más persuasiva. Como afirmaba Goebbels, maestro indiscutible en su manejo, la única condición para usar la mentira –asumida la falta de escrúpulos– es que persiga el mismo objetivo que el resto de la campaña y que, sobre todo, resulte creíble. Así, la calumnia sobre la supuesta malversación de fondos del enemigo político es mucho más efectiva si ya se le ha caracterizado como deshonesto ante la opinión pública. Pero la acusación falsa es sólo una de las múltiples variantes de la mentira (…) en un conflicto bélico, cuando las afirmaciones vertidas son a veces imposibles de comprobar, la mentira se hace tanto o más frecuente que la verdad.
Es conveniente precisar aquí que no debemos caer en una visión errónea de la industria mediática en el sentido de que su censura y silencio, sus mentiras y manipulaciones, se basan en reducir las informaciones, en dar pocas informaciones. Al contrario, como bien advierte R. Reig: «El control de los medios de comunicación de masas sobre la sociedad no se produce por medio del déficit informativo sino, al revés, por medio de la hiperinflación de datos, espacios y publicaciones. Esto es posible porque el receptor carece de capacidad sincrónica o interpretativa, carece de poso cultural, documental e, incluso, ideológico (referentes). Una vez que la sociedad en su generalidad es privada de este requisito indispensable (que conlleva no la información sino el conocimiento) se puede autolegitimar cualquier segmento social dominante y cualquier medio de comunicación afirmando que el ciudadano es libre y vive en democracia. Pero la base esencial para tener ambas cualidades y ventajas en realidad no existe o apenas se da. Lo que se da es un discurso dominante porcentualmente abrumador con respecto a otros. Pero con la presencia de estos otros trata de legitimarse»101.
Utilizando las técnicas aquí vistas y el ruido ensordecedor y caótico que lanza la prensa con la hiperinflación de mensajes de todo tipo, la industria político-mediática española simplifica al extremo las razones históricas, la realidad social y clasista vasca, la fuerza de la izquierda independentista y las tendencias sociales de fondo, para impedir toda reflexión colectiva sobre el presente y el futuro de Euskal Herria. La prensa oficial es de un simplismo extremo que llega a la ocultación, como veíamos en el caso del periódico La Gazzette del cardenal Richelieu. Pero este simplismo ocultador da paso en determinados momentos a una exageración absoluta, como es la tesis de que «todo es ETA», de modo que, en base a ella, las fuerzas represivas pueden aplicar la represión aleatoria analizada al estudiar las aportaciones del nazismo y de Goebbels, y la aplicación de la CIA con la táctica del dolor al azar, aparentemente ilógico, de otros expertos yanquis sobre la «coerción pasiva» y la «atmósfera coercitiva» y, por no extendernos, la confluencia de todo ello en la producción de miedo como paso para el logro de la «delación generalizada». Ambas tácticas, el simplismo y la exageración, son aplicadas sistemáticamente en todas sus formas, repitiendo con reiteración todos los tópicos e ideas que pueden generar una sensación colectiva de verosimilitud de esas creencias, que pasan así a ser verdades. La prensa oficial, una vez aquí, pretende cerrar la trampa masificando las intervenciones públicas de toda serie de personajes famosos, conocidos y populares, en la medida en que quieran, para reforzar con su presencia la efectividad de la manipulación afectiva, emocional y psicológica.
Simultáneamente, la izquierda independentista militante es tachada de «terrorista», «ignorante», «cegata», «talibán», «fundamentalista» etc., y los amplios sectores populares que la apoyan de «alienados», «manipulados», «cobardes» y otras lindezas, aplicando lis principio del estereotipo y de la descalificación emocional. Para evitar que el pueblo pueda comparar estas acusaciones con la realidad, se censura, limita y controla la información, o se miente con frialdad, como cuando se acusó a ETA de las bombas del 11-M/2004 en Madrid. Estas y otras mentiras reiteradas siguiendo el principio de la repetición teorizado por Goebbels, terminan siendo «verdad» para los sectores sociales más atrasados. La prensa oficial ha abandonado ya toda argumentación racional y contrastable, basada en hechos que pueden verificarse y debatirse, para mediante esa simplificación poder culpabilizar, señalar con la mano e insultar a partes o a toda la izquierda revolucionaria vasca. A la vez, durante todo este proceso, la prensa oficial crea «líderes» en la izquierda abertzale cuando en realidad es conocido desde siempre que ésta funciona colectivamente, siendo este uno de sus logros y a la vez una garantía de continuidad. Pero la prensa, cumplimiento las directrices del poder, se obstina en crear «líderes» buscando conseguir situaciones de crisis, debilidad y desconcierto en el independentismo cuando estos «líderes» son detenidos sucesivamente.
Además, a estos «líderes» creados artificialmente la industria político-mediática opone los «líderes de la democracia», profesionales de la política, asalariados del poder, carentes de toda independencia crítica y marionetas dirigidas desde otras instancias. La prensa busca así extender en Euskal Herria el sistema politiquero burgués, basado en el choque de individuos, de personalidades sin relación alguna con las clases sociales, con el pueblo trabajador en suma por parte de la izquierda vasca y con la burguesía por parte de los profesionales de la sumisión. La prensa busca con ello ocultar la realidad clasista interna a la sociedad vasca y la realidad de opresión nacional que padece estructuralmente, para presentar sólo un duelo electoralista entre sujetos aislados. Las ilegalizaciones sucesivas de las candidaturas democráticas e independentistas buscan, además de otros objetivos, también el de aumentar la sensación de que sólo las personas tomadas aisladamente tienen alguna posibilidad política, debiendo demostrar en todo momento y previamente su «inocencia», su «no culpabilidad», que están «limpias de toda contaminación abertzale» cogida durante sus contactos con este amplio colectivo, que actúan y piensa colectivamente.
Una vez asentada la individualización absoluta de quienes se enfrentan a la opresión, por el lado contrario, el del poder, se activa la posibilidad de un «integración en el orden», en el «vagón de cola», como veíamos, en la mayoría obediente y disciplinada, que sigue fielmente al nuevo líder generoso y comprensivo. Si los luchadores se niegan a la «reinserción» su destino no es otro que seguir los castigos represivos dentro de su estricta individualidad. Frecuentemente los «reinsertados en la democracia» terminan asumiendo todos sus principios autoritarios y restrictivos, volviéndose contra sus antiguos compañeros, denunciándolos, combatiéndolos ideológica, política y culturalmente, es decir en la materialidad práctica cotidiana. La capacidad de absorción del sistema opresor queda así demostrada. La prensa airea cada caso de «reinserción», de arrepentimiento, como una victoria de la racionalidad y de sentido común, y una derrota del fanatismo y de la irracionalidad. Las y los prisioneros son un objetivo especial en esta maniobra de arrepentimiento pues, al ser un colectivo referencial innegable en el presente y en la historia vasca, el sistema explotador necesita acabar con él como sea, debilitarlo en todo lo posible.
Si nos damos cuenta, el trato científicamente planificado y ejecutado contra el colectivo de prisioneras y prisioneros es la síntesis y la quintaesencia del trato dado a la sociedad vasca en su conjunto. Síntesis porque expresa en una acción permanente y sistemática todas las características de la doctrina de contrainsurgencia y de guerra psicológica, y la quintaesencia porque lo aplica en espacios muy reducidos, totalmente controlados, como son las cárceles. Todo sistema carcelario es un concentrado de los mecanismos punitivos y de los valores autoritarios de la clase dominante que desarrolla dicho sistema. Cuando a la explotación social se le añade la opresión nacional, entonces el sistema carcelario que sufre el pueblo nacionalmente oprimido es especialmente duro, y esa dureza se aplica con especial saña contra las prisioneras independentistas. Es decir, la cárcel es el concentrado de la opresión nacional, de sexo-género y de clase que opera en la calle, y las doctrinas contrainsurgentes operan dentro de esta visión total. Las advertencias, amenazas, disciplinas y castigos añadidos en las cárceles a los «presos especiales», son la aplicación condensada en el tiempo y en el espacio de los mismos métodos que se usan en la «libertad», con el agravante cualitativo de que en la cárcel la indefensión es absoluta. La industria de la manipulación psicológica de masas, lanza periódicas campañas contra los supuestos «privilegios» de las presas y presos vascos, y lo hace siempre que el Estado desea endurecer aún más las ya duras disciplinas carcelarias. Además de orquestas esos nuevos ataques, de darles propaganda legitimadora, la industria político-mediática silencia la situación real en el sistema carcelario.
Pero además de esto, existen otras dos cuestiones esencialmente unidas al sistema carcelario que son sistemáticamente ocultadas por la industria de la mentira. Una es la situación de venganza primitiva y sádica que padecen las familias y amistades de las prisioneras y prisioneros, que deben realizan muy largos y agotadores viajes para realizar las visitas. La presión del poder español contra las familias es una muestra de su inhumanidad metódica y fría, capaz de reeditar en pleno siglo XXI las más espeluznantes prácticas de la venganza oficial sobre personas inocentes, sobre niñas y niños, ancianas y ancianos. Se trata de la perversa visión judeocristiana según la cual los «pecados» de las personas los han de pagar durante decenios y hasta generaciones, sus familiares, sus descendientes, allegados y amistades. Es una visión sádica que apura la venganza hasta más allá de la última gota de dolor humano porque llega a plasmarse en medidas cruelmente sofisticadas que buscan además del sufrimiento de la persona prisionera, también en el sus allegados. El trato que padecen las familias y amistades de las personas presas indica que la civilización ha desaparecido, o peor y verdaderamente, que la civilización burguesa opera en todo su letalidad. La manipulación mediática sumerge esta realidad bajo un plomizo diluvio de silencio total.
Por último, la otra cuestión no es otra que la deliberada negativa de la prensa –y de las instituciones de todo tipo, especialmente las autonómicas y regionalistas– a posibilitar la mínima reflexión creativa sobre los efectos en la identidad y en la cultura vasca de los muchos decenios de cárcel que llevan soportando nuestro pueblo. Es cierto que, alguna vez y para recuperar algo de prestigio, la prensa del PNV y del gobiernillo vascongado, ha montado alguna pequeña exposición sobre las cárceles franquistas, pero muy restringida a sus intereses sectarios y colaboracionistas, parcial, descontextualizada y sobre todo, injusta para con la gran mayoría de represaliados, detenidos, exiliados, encarcelados y muertos por las fuerzas represivas desde hace dos siglos, como mínimo. De lo que se trate, en suma, es abrir una reflexión colectiva sobre lo que, por un lado, ha dejado de progresar en libertad, derechos y potencialidades humanas nuestro pueblo, porque ha tenido y tiene que dedicar muchas fuerzas a combatir y vencer al sistema carcelario; y, por otro lado, cómo ha ido influenciado lenta e imperceptiblemente esa larga experiencia carcelaria en la construcción de la identidad vasca, teniendo en cuanta que las virtudes humanas inherentes a la lucha contra la opresión y las virtudes humanas necesarias para seguir la militancia emancipadora en el interior de las cárceles, ambas virtudes y cualidades van unidas, por lo general, a una personalidad crítica, emancipada y creadora.
Esta última cuestión, que sólo adquiere pleno sentido dentro de la totalidad de lo que significa y supone la cárcel –y el exilio– como momento en la vida libre, tiene una importancia mayor de lo que creemos a simple vista porque, a lo largo de los años, decenas de miles de vascas y vascos comprometidos activamente con el futuro de su pueblo han dado los mejores años de su vida, dedicándolos a formarse, a mejorar como personas libres. La memoria colectiva, y dentro de ésta, la memoria militar de un pueblo, se sustenta en buena medida sobre estas y otras experiencias, y el tránsito de la memoria colectiva a la conciencia colectiva, de la memoria militar a la conciencia militar, este tránsito es inseparable de las experiencias vitales racionalizadas, depuradas y enriquecidas durante las largas horas del exilio y/o de la cárcel. No es fortuito el que la prensa del sistema dominante se niegue en redondo a tolerar el más mínimo resquicio de reflexión al respecto, mientras que presiona con todas sus fuerzas para imponer una única versión del llamado «problema de las víctimas».
7.- GUERRA DE BAJA INTENSIDAD Y PRENSA:
Visto lo anterior, podemos ahora pasar a una comparación más detenida de las similitudes entre la práctica represiva en Euskal Herria y las lecciones extraídas por el profesor Pizarroso102 tras su estudio de la Primera Guerra del Golfo, en 1991:
«1. La configuración de una cobertura total a escala planetaria por la imagen monopólica estadounidense de la CNN («Global journalism«).
2. La dependencia casi total de las imágenes proporcionadas por agencias militares bajo control del Pentágono.
3. La tendencia a editorializar la información paralelamente al plegamiento editorial de los medios periodísticos según los intereses nacionales de seguridad.
4. La utilización de la guerra como espectáculo o un negocio informativo.
5. La primacía de la imagen sobre la palabra en la cobertura de la guerra, ya sea a través de la participación en televisión o por medio del recurso periodístico a la infografía del ordenador, para ilustrar las maniobras militares.
6. Y el imperio mediático de la realidad virtual en la representación informativa del conflicto. Todo ello asegurado y facilitado mediante «el uso intensivo de la desinformación y la propaganda, pero también de la ciencia social aplicada» lo que permitió manipular la opinión general que dudaba sobre la necesidad de la invasión de Kuwait y que «acabó convirtiéndose en un sí afirmativo unánime, por efecto intencional de la espiral de sondeos que pulsaron la opinión pública».
Sobre el punto 1., hay que decir que si bien las televisiones y las radios españolas, la prensa en general, ofrecen imágenes e informaciones «diferentes» en la forma, en el fondo propaganda un único mensaje sustantivo. La razón de dicha diversidad accesoria hay que buscarla tanto en las pugnas no antagónicas entre el PP y el PSOE y en el afán del primero por desgastar al segundo, como en la propia naturaleza política de las industrias españolas de la manipulación informativa. Los dos grandes bloques sociopolíticos tienen sus correspondientes instrumentos mediáticos que asumen sus ideologías políticas y las defienden a capa y espada, quedando muy poco espacio para otros grupos intermedios, autonomistas y regionalistas. Otro tanto hay que decir con respecto a los punto 2 y 3., ya que existe una fuerte competencia económica y política entre las industrias mediáticas, y en sus respectivos grupos de redacción de las editoriales de prensa escrita, de los informativos en la radiotelevisión y de lo que tienen que repetir como papagayos los tertulianos, los «finos analistas» especializados en la exageración, la mentira y la acusación infundada, conscientes de su absoluta impunidad.
Sobre el punto 4., la identidad entre la contrainsurgencia yanqui en Iraq, y en todo el mundo, y la realidad vasca, es total. Uno de los caladeros de «hechos», «noticias» e «informaciones» más rentables económicamente es la llamada «cuestión vasca». La tasa media de beneficio de la industria española de la manipulación se resentirá inmediatamente una vez que se reconozcan los derechos históricos de Euskal Herria. Desde ese momento, la industria de la mentira a gran escala y de las pequeñas verdades y eufemismos, deberá buscar urgentemente otras fuentes gratis de beneficios. Todos los «especialistas» en el «problema vasco» estarán al borde del despido y del paro, a no ser que encuentren otro chollo que les permita ocultar su ignorancia y carencia de escrúpulos.
Sobre el punto 5., la identidad también es absoluta ya que desde hace mucho tiempo las televisiones se han lanzado a primar lo macabro, la sangre, el dolor, pero sólo de una parte, en vez de reflejar todas las realidades de sufrimiento que existen en un conflicto de esta categoría. A la vez, la prensa se niega sistemáticamente a todo análisis desapasionado, mínimamente objetivo y sereno, abierto a la reflexión colectiva, y se dedica a reforzar con acusaciones e insultos las sensaciones desencadenadas por las imágenes violentas repetidas hasta la saciedad. Las pugnas entre industrias de la mentira a las que nos hemos referido antes, hacen que sus equipos de televisión realicen verdaderas competiciones para estar los primeros en las detenciones, en las puertas de las casas, en las manifestaciones, preguntando a los vecinos, etc. Las conexiones internas que cada industria pueda tener con Interior, les sirven para llegar los primeros y obtener la primacía de la retransmisión en directo, como si fuera un circo romano, buscando multiplicar el doble beneficio económico y político.
Sobre el punto 6 y último, que en parte se basa en el anterior, en el 5., es idéntico, sobre todo en la utilización de «ciencia social aplicada», es decir, de la sociología burguesa en sus áreas de contrainsurgencia, de la que ya hemos hablado algo al leer la cita de Christopher Sipmson que ofreceW. Blum. Los expertos en manipulación de los sentimientos, en crear mensajes emocionales y afectivos que lleguen directamente al subconsciente y al inconsciente, e incluso que exciten el irracionalismo y la irascibilidad autoritaria de las personas, estos expertos saben cómo mover la cámara, qué escenas gravas y transmitir, qué público buscar o crear mediante trampas y hasta sobornos, qué preguntas hacerles y cómo inducirles a que den determinadas respuestas, cómo «cocinar» esas respuestas y las imágenes antes de emitirlas por la televisión, etc., para construir la «realidad objetiva» que necesita la potencia ocupante, sea norteamericana o española.
Pasemos ahora a las tesis de Klare103 sobre la guerra de baja intensidad, y comparémoslas con la situación vasca:
«1.- La guerra de baja intensidad se caracteriza generalmente por una estrategia contrarrevolucionaria dirigida a defender los regímenes existentes y los intereses económicos del orden social dominante en los países aliados frente a los levantamientos y movilizaciones revolucionarias.
2.- La campaña contrainsurgente de intervención incluye en la lucha contrarrevolucionaria formas militares y políticas de combate. En virtud del carácter social de los movimientos revolucionarios, las acciones militares de los Estados Unidos incluyen todas las formas posibles que puedan neutralizar el descontento público mediante iniciativas sociales, políticas y económicas dirigidas a ganar las mentes y corazones a favor del gobierno aliado.
3.- La participación militar comprende el despliegue de unidades y operativos especiales de élite, altamente adiestrados, con el fin de intervenir eficazmente en acciones quirúrgicas que requieren el concurso y liderazgo de Estados Unidos.
4.- La naturaleza ambivalente de la guerra de baja intensidad favorece el recurso a una amplia gama de operativos militares alternando diferentes tipos de maniobras según el contexto de intervención.
5.- El desarrollo y aplicación de la doctrina de la guerra de baja intensidad en el extranjero exige un tipo de acción militar rápida y eficaz, mediante el uso aplastante de la fuerza y la potencia de fuego.
6.- El exitoso y buen desempeño militar en la guerra exige una continua intervención política en el plano militar, ganando la batalla en el frente civil mediante la lucha política y psicológica que legitima la solución de la fuerza militar como el mejor instrumento político para combatir las amenazas desestabilizadoras de los movimientos subversivos y sediciosos, a través de una sofisticada e impactante campaña informativa, con objeto de modificar las actitudes públicas educando a la ciudadanía en los valores del orden y la seguridad nacional».
No hay nada fundamental que objetar o añadir al primer punto de Klare, excepto que Euskal Herria no es un «país aliado» de los Estados español y francés, sino una país ocupado y repartido por estos. Tampoco hay nada fundamental que objetar o añadir al segundo punto, excepto en el hecho de que en Euskal Herria ya se acabaron hace tiempo «las iniciativas sociales» de los Estados para ganar las mentes y corazones. Al contrario. Las pobres medidas de descentralización administrativa concedidas a finales de los ’70 del siglo XX para obtener el apoyo de la burguesía vasca no sólo están sin cumplir en lo esencial sino que, además, están siendo desmanteladas para reforzar de nuevo la centralidad estatal española, mientras que el Estado francés no hace ninguna reforma. El tercer punto de Klare está confirmado en todos los sentidos por la alta especialización de las fuerzas represivas operantes en territorio vasco, de la misma forma que también el cuarto punto. Además, ambos, vienen facilitados por la cantidad de diferentes cuerpos policiales y militares, de inteligencia y espionaje que operan en diversos niveles pero siguiendo planes centralizados. El quinto punto se confirma no sólo en los operativos represivos selectos, sino también en las represiones de manifestaciones masivas, intervenciones que se realizan en amplias zonas urbanas lo que exige una adecuada militarización de los cuerpos policiales y militares, de su equipo y entrenamiento para la acción en el medio urbano-industrial denso y extenso.
El sexto punto de Klare parece que está redactado pensando en la realidad vasca. La intervención política en el plano militar fue una realidad manifiesta desde los últimos tiempos del franquismo y desde los primeros de la llamada «transición», cuando el gobierno de UCD elaboró los primeros planes contrainsurgentes, que luego serían ampliados y mejorados por los gobiernos sucesivos del PSOE y del PP. Desde entonces siempre ha estado operando «una sofisticada e impactante campaña informativa, con objeto de modificar las actitudes públicas«, como venimos analizando a lo largo de este texto. Uno de los objetivos en la búsqueda de los «corazones y mentes» llega a niveles tales como las campañas para aumentar el prestigio de las fuerzas militares y policiales, tan desprestigiadas y deslegitimadas en el pueblo vasco; otro objetivo es el de crear una imagen del nacionalismo español como compatible con los principios democráticos, algo negado por la historia y el presente del Estado español, y, por no extendernos, un tercero es el de asentar la creencia de la naturaleza «fascista» de la izquierda revolucionaria vasca, y por extensión de quienes de algún modo asumen los principios democráticos elementales por los que lucha esta izquierda.
Luego, F. Sierra Caballero104 continúa afirmando que ocho puntos caracterizarían en principio la nueva perspectiva de lucha contra la insurgencia en términos de estrategia militar:
«1. El enfoque de corazones y mentes, cuyo objetivo será conquistar la voluntad de la población más que la ocupación militar de territorios.
-
El moderado uso administrativo de la fuerza militar asumiendo la idea de que las matanzas pueden ganar las batallas, pero al final perder la guerra.
-
El trabajo de inteligencia acerca de las condiciones políticas, sociales, económicas y culturales para tomar en cuenta las características del contexto de intervención.
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La estrategia de construcción nacional, basada en el establecimiento de un sistema social alternativo que haga frente a las desigualdades e injusticias sociales en el origen de la guerrilla mediante reformas parciales.
-
La modernización y capacitación de las fuerzas locales aliadas para ganar el apoyo y prestigio nacional entre la población en aras a la participación en los proyectos de construcción nacional según la dirección política de la guerra.
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El enfoque regional de los conflictos, frente a la perspectiva militar localista.
-
La coordinación dinámica de las diversas fuerzas armadas, así como de las agencias de inteligencia civil, de ayuda y desarrollo, y los sistemas de información.
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La política informativa de control, censura, desinformación y propaganda para lograr el apoyo de la población norteamericana y de la población extranjera durante las estrategias de contrainsurgencia en busca de la confusión de la opinión pública, opuesta a la guerra sucia en otros países».
Sobre la primera cuestión, la de los corazones y mentes, tenemos que decir que a comienzos del siglo XXI y tras un tercio de siglo de retrocesos en las libertades y derechos, que el Estado español ha desistido, por ahora, de intentar ganar las mentes y los corazones de la población vasca, limitándose a una doble tarea: mantener una serie de promesas que nunca se cumplirán pero que permiten a la burguesía autonomista seguir con el cuento de la colaboración con el Estado para «avanzar poco a poco»; y, como hemos dicho, intentar recuperar el nacionalismo español –y francés– dentro de Euskal Herria mediante el permanente llamamiento a las partes de la población de origen estatal, que aún no han aceptado plenamente la realidad vasca, que siguen sintiéndose parcial o totalmente española. La cuarta cuestión, la de la construcción nacional, está directamente relacionada con esta ya que chocan abiertamente dos modelos opuestos de nación: la independiente, euskaldun y socialista, y la autonomista, troceada y supeditada en todo al Estado español, o sea, una «región histórica» o «nacionalidad» a lo sumo dentro la «nación española». La solución de las reivindicaciones sociales, imposible dentro de toda sociedad y nación burguesas, sólo será posible en el modelo independentista, socialista y euskaldun de nación vasca, de la República Socialista Vasca, nunca dentro de la «nación española». La quinta cuestión, sobre el papel de las fuerzas locales, responde al segundo modelo, al dependiente del exterior, al que convierte a la nación vasca en un apéndice secundario de la nación española.
Sobre la segunda cuestión, es cierto que las matanzas no son «bien vistas» desde el cinismo de la propaganda estatal, que necesita mantener la apariencia democraticista pero esto no anula que, primero, vuelva a recurrir a determinados grados de «matanza» cuando sea necesario y, segundo, que ha compensado la necesidad del recurso a la «matanza» mediante golpes represivos más dosificados, el apoyo de la prensa, etc. La tercera cuestión, el papel de los servicios de inteligencia, es una de las razones que explican este cambio de método. Todo Estado dispone de las oficinas de «expertos» en «ciencias sociales», con sus universidades, institutos, centros y entidades de todo tipo. Tales «expertos» funcionan en base a programas de medio y largo plazo, analizando multitud de encuestas, sondeos, datos, informes, es decir, toda la información cuantitativa que puede reunir con los aparatos y burocracias de que dispone. Pero otra cosa es la efectividad última de todo ello. La séptima cuestión, sobre la coordinación de las diferencias fuerzas de orden, también se integra en este conjunto de aparatos con relativa autonomía pero centralizados estratégicamente por el Estado.
Por último, la sexta y octava cuestiones son diariamente aplicadas por el Estado español a escala internacional y en su propia interior. Las doctrinas de contrainsurgencia también se aplican en algunos de sus capítulos dentro del Estado, en especial contra las naciones oprimidas, contra los Països Catalans, Galiza, etc., aunque por menos virulencia que contra Euskal Herria, por ahora.
Para concluir con las aportaciones de este investigador105, y recurriendo a otro libro suyo, leamos estas palabras: «Las operaciones psicológicas (PSYOP) de las fuerzas especiales comprenden, a este respecto, el recurso a estrategias de información, propaganda y desinformación a todos los niveles. La instrumentalización mediática admite grados y escalas diferentes de manipulación, control, censura y desinformación, conforme a la intensidad del conflicto y la escalada militar en el continuun de gradación de la guerra a la situación de paz, mediante la propagación de los intereses militares en la prensa, los medios audiovisuales, los líderes de opinión e incluso la comunicación interpersonal cara a cara, a fin de influir en el conjunto de las audiencias y lograr:
1º) El desarrollo a largo plazo de los objetivos estadounidenses, influyendo en las actitudes de la población de forma determinante.
2º) El control militar de las instituciones y de los poderes políticos nacionales y las agencias civiles bajo la supervisión del ejército y la Agencia de Información de los Estados Unidos a través del establecimiento de la Junta de Estado (JCS)
3º) La efectividad de las campañas de planeación informativa desarrolladas por los técnicos de la división PSYOP en diferentes segmentos específicos de audiencia.
4º) La penetración de las técnicas audiovisuales entre diferentes grupos de población (target) y la difusión de los mensajes planeados para promover el respaldo o la neutralidad amistosa de las audiencias durante la misión militar, al fin de evitar las resistencias y oposiciones al cumplimiento de sus objetivos tácticos y estratégicos de guerra psicológica».
Hemos desarrollado suficientemente, teniendo en cuenta las limitaciones de esta ponencia, las aplicaciones a la situación vasca de otros puntos y principios idénticos a los que acabamos de leer, así que no nos repetiremos.
8.- FRACASO DESDE EL PLAN ZEN HASTA AHORA:
Antes de seguir conviene recordar algunos principios del Plan Zona Especial Norte, que está a disposición en Internet en sus líneas maestras básicas. De cualquier modo, entre los muchos textos de incuestionable valía crítica al respecto, léase el Jesús Prieto106.
En cuanto al Plan ZEN hay que decir que fue presentado oficialmente en febrero de 1983:
«Este Plan, integrado dentro de otro más general en el que se atienda a nivel nacional la problemática que en todo Estado plantea la seguridad ciudadana, trata de enfrentarse con la realidad y peculiaridades del País Vasco y Navarra. Sus líneas generales ofrecen una estructura con la que se pretende alcanzar ahora unos objetivos, definidos en este momento, pero lo suficientemente amplios y flexibles como para que puedan adaptarse a medida que las circunstancias lo vayan exigiendo o la situación lo requiera. Los objetivos últimos del Plan, objeto de análisis, son los siguientes: -Potenciación de la lucha contraterrorista en todos los campos: político, social, legal y policial. -Alcanzar la máxima coordinación entre las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y con otras Instituciones empeñadas en la erradicación de la violencia. -Compatibilizar las misiones generales de los Cuerpos de la Seguridad del Estado en la Zona Especial con las específicas que precisa para hacer frente a la problemática planteada. -Conseguir la permanencia en la Zona Especial del personal de los Cuerpos de Seguridad del Estado y darle la adecuada formación para que cumplan su misión con eficacia, proporcionándole los medios materiales y técnicos para tal fin. -Realizar acciones encaminadas a concienciar a la población vasca de que la desarticulación del aparato terrorista conlleva una mayor seguridad pública y una mejor defensa de las tradiciones vascas.»
Otras características suyas son:
«-Aislar a los terroristas y, para ello, fundamentalmente a través de los medios de comunicación, deben denunciarse los daños ocasionados por la acción terrorista, al mismo tiempo que debe realizarse una campaña que favorezca al cambio de imagen de la policía. -Tratar de romper la solidaridad comunitaria en el seno de la sociedad civil por todos los medios disponibles: comunicación, presión social…
-Atribuir, en los éxitos policiales que se obtengan, parte del mérito a la colaboración ciudadana.
-Conseguir que se publiquen periódicamente en órganos de difusión vasca comentarios, entrevistas, etc. de líderes políticos, culturales, religiosos, deportivos, etc. que reflejen: el respeto por las opiniones ajenas; que a nadie se le puede arrebatar la vida por sus ideas; el respeto por los Derechos Humanos, por la Constitución, el interés por la convivencia pacífica, etc.
-Influir para que ETA aparezca lo menos posible en los medios de comunicación, centrando todas nuestras intervenciones en la paz y el bienestar del pueblo y no en el terrorismo. -Realizar campañas de contra-información sobre el «impuesto» terrorista.
-Presionar a los que pagan y a las autoridades de otras naciones que lo facilitan. -Dar informaciones que personalicen a los terroristas y a sus confidentes.
-Dar a conocer datos reales que faciliten la máxima difusión de la información sobre acciones terroristas que hayan provocado algún daño a personas o a sus bienes, evitando crear temores.
-Provocar más desprecio que miedo.
-Dar informaciones periódicas a través de terceros (diarios o semanarios bajo influencia) o potenciar las que surjan para que difundan información sobre conflictos entre los terroristas, sus ideologías extrañas, sus negocios, sus costumbres criticables, etc.
-Basta que la información sea creíble para que pueda ser explotada.
-Difundir en los medios de comunicación todas las acciones realizadas por las Fuerzas de Seguridad del Estado que hayan traído beneficios directos para los ciudadanos, incluso como publicidad pagada en los medios dispuestos a difundirla
-Repetir constantemente la idea de fondo: la policía realiza acciones de violencia por ser un impedimento para quienes pretenden imponer por la fuerza un sistema contrario a la tradición cultural vasca y al respeto por la libertad y por los derechos de los demás. -Potenciar o premiar la publicación de reportajes en los diarios vasco-navarros que pongan en evidencia los beneficios que reciben los otros pueblos de España y los hechos históricos o culturales comunes.
-Facilitar la información a través de un folleto en la prensa sobre la realidad terrorista y los daños que provocan a la población del sudoeste francés para estimular su rechazo frente a los terroristas y su apoyo a las acciones de cooperación de sus autoridades con las españolas. -Subvencionar un buen folleto, «La Verdad sobre la Nueva ETA», con opiniones de vascos, líderes en la política, el arte, la cultura, la economía, etc. en que se ponga en evidencia: el daño que están provocando al pueblo vasco; la incompatibilidad con los valores tradicionales vascos; su desvinculación de la antigua ETA; la historia delictiva de los últimos años. Todo muy ilustrado y atractivo, con ediciones en castellano, euskera y francés, y procurando una distribución masiva.
-Acciones en los medios de comunicación social mediante la difusión de noticias falsas, empleo de una semántica que no favorezca al grupo terrorista, etc.»
Recordemos que el Plan ZEN fue oficialmente elaborado a finales de 1982 y comienzos de 1983, aunque lo más probable es que fuera realizado por un colectivo de especialistas en contrainsurgencia asesorado por oficinas internacionales. Recordemos que el PSOE estuvo en el gobierno nada menos que 14 años consecutivos en su primera fase, y que ahora lleva otros cuatro años, es decir, 18 años para aplicar este Plan tanto en su redacción inicial como con las mejoras y añadidos que se le han ido haciendo. A estos años hay que sumarles los 8 años de gobierno del PP ya que, en realidad, este partido de extrema derecha, neofascista con componentes fascistas, continuó con las líneas centrales ideadas por el PSOE.
En este cuarto de siglo transcurrido desde entonces hasta ahora, el Plan ZEN sólo ha cosechado una victoria: aumentar el dolor del pueblo vasco, pero muchas derrotas, entre la que destaca el haber convencido a cada vez más amplios sectores de la población vasca que la maniobra descentralizadora ha fracasado y que es urgente comenzar una nueva fase histórica. Hace un cuarto de siglo, esta tesis era solamente defendida por la izquierda independentista, hoy es asumida por la mayoría del pueblo vasco.
El fracaso histórico de los medios de guerra psicológica, de la producción de desprecio y de miedo, de la manipulación sistemática, de la «difusión de noticias falsas», del ataque contra la solidaridad comunitaria sustancial a nuestro pueblo, semejante derrota histórica nos exige un espacio de análisis que desborda los estrechos límites de esta charla y del debate posterior. Así que propongo al colectivo aquí presente que la siguiente charla-debate sea sobre las razones de esa derrota para extraer las lecciones que nos permitan acelerar nuestra liberación socialista y euskaldun, además de antipatriarcal, mediante un Estado obrero independiente en el marco de una República socialista vasca.
1 Pepe Rei: «Colegas», edit. Txalaparta. Tafalla 1998. Pág.: 100
2 J. A. C. Brown: «Técnicas de persuasión». Alianza Editorial. Madrid 1984. Pág.: 279.
3 Eulalio Ferrer Rodríguez: «De la lucha de clases a la lucha de frases». Taurus, México 1995, pág 50.
4 Carlo M. Cipolla: «Las máquinas del tiempo y de la guerra». Crítica. Barcelona 1999.
5 Rocío Silva Santisteban: «El saber-mercancía». www.lainsignia.org Perú. Mayo del 2007.
6 Federico Lara Peinado: «La Civilización Sumeria». Historia 16. Madrid 1999. Pág.: 151.
7 Prudente M. Rice: «Mujeres y producción cerámica en la prehistoria». En En «Arqueología y teoría feminista». Edit. Icaria. Barcelona 1999. Págs.: 215-231.
8 Rita P. Wright: «Tecnología, género y clase: Mundos de diferencia en Mesopotamia en el período de Ur III». En «Arqueología y teoría feminista». Edit. Icaria. Barcelona. Pág.: 173.
9 Gerda Lerner: «La creación del patriarcado». Crítica. Barcelona 1990. Págs 122-156.
10 Pepe Rodríguez: «Dios nació mujer». Edic. Sinequanon. Barcelona 1999. Pág.: 293.
11 Norma Ferro: «El instinto maternal o la necesidad de un mito». Sigklo XXI. 1991. Pág.: 69.
12 D. P. Barash y Judith Eve Lipton: «El mito de la monogamia». Siglo XXI. 2003. Págs.: 258 y ss.
13 Jesús Mosterín: «El pensamiento arcaico». Alianza Editorial. Madrid 2006. Págs.: 230-231.
14 Jacques Attali: «Historia de la propiedad». Planeta. Barcelona 1989. Pág.: 46.
15 César Vidal: «Enciclopedia de las religiones». Planeta. Barcelona 1997. Pág.: 119-120.
16 AA.VV: «Brahmanismo». En La Enciclopedia. Salvat. Madrid 2003. Tomo 3. Pág.: 2053.
17 Acharya S: «La conspiración de Cristo. La mayor ficción de la historia». Aldemar. Madrid 2005. Pág.: 597.
18 Alfred Sohn Rethel: «Trabajo intelectual y trabajo manual». El Viejo Topo. Barcelona 1979. Pág.: 196.
19 Aristóteles: «Política».Nueva Biblioteca Filosófica. Madrid 1933. Pág.: 28.
20 Yvon Garlan: «La Guerra en la Antigüedad». Aldebarán. Madrid 2003. Pág.: 30
21 Sun Tzu: «El arte de la guerra». Edit. Fundamentos. Madrid 1974. Pág.: 161.
22 Julio César: «La guerra de las Galias». Orbis. Barcelona 1986. Pág.: 110.
23 Paul Johnson: «La historia del cristianismo». Vergara Editor. Buenos Aires 1989. Pág.: 191.
24 AA.VV.: «Periodismo y crimen. El caso Venezuela 11-04-02». Hiru Argitaletxe. Hondarribia. 2002. Pág.: 62.
25 Antonio Castro Zafra: «Los círculos del poder. Apparat Vaticano». Edit. Popular.Nadrid 1987. Pág.: 113.
26 Enrique González Duro: «Biografía del miedo». Edit. Debate. Barcelona 2007. Págs.: 42-73.
27 Jesús Mosterin: «El pensamiento arcaico». Alianza Editorial. Madrid 2006. Págs.: 257-258.
28 José Alcina Franch: «Los Aztecas». En «Historia 16», 1999, Pág.: 91.
29 Álvaro Cruz García: «Los Aztecas». Edimat. Madrid 2006. Págs.: 23-24.
30 Álvaro Cruz García: «Los Aztecas». Ops. Cit. Págs.: 39-40.
31 Manuel Lucena: «Así vivían los aztecas». Anaya. Madrid 1992. Pág.: 42 y ss.
32 Peter Burke: «Historia social del conocimiento». Paidós. Barcelona. 2002. Pág.: 194.
33 John M. Hobson: «Los Orígenes Orientales de la Civilización de Occidente». Crítica. Barcelona. Pág.: 248-251.
34 Lillian Álvarez Navarrete: «Derecho de ¿autor?». Edit. Ciencias Sociales. La Habana. 2006. Pág.: 73.
35 Miquel Rodrigo Alsina: «La construcción de la noticia». Paidós Comunicación. Barcelona 1989. Pág.: 86
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