Decía Sun Tzu que «la guerra había que ganarla antes de declararla». Para ello, imprescindible un objetivo débil y venderla con un buen marketing que oculte su interés real económico: salvar a toda la humanidad (de las armas de Saddam o del peligro de los talibanes), o a una parte de ella, del delirio de […]
Decía Sun Tzu que «la guerra había que ganarla antes de declararla». Para ello, imprescindible un objetivo débil y venderla con un buen marketing que oculte su interés real económico: salvar a toda la humanidad (de las armas de Saddam o del peligro de los talibanes), o a una parte de ella, del delirio de un dirigente (en Yugoslavia y Libia).
Si cerca del 85% de los que mueren en las guerras son civiles, es perverso llamar «justa» a una masacre, buscado la implicación de un pueblo en el castigo colectivo al otro, al puro estilo de las guerras santas, que hasta se permitía matar a bebés por la causa suprema: el botín.
La verdad es la primera víctima de la guerra. Entonces, ¿cuáles son las mentiras contra Libia?
Para destruir a otra potencia regional, Irak, acusaron a Saddam de tenencia de armas genocidas, de atacar una maternidad en Kuwait, de enviar Ántrax a EEUU, de participar en los atentados del 11S, y de su conexión con Al Qaeda; en Afganistán, el pretexto de invasión de unos 30 países, llegó a ser hasta ridículo: detener a un sólo individuo, Bin Laden. Hoy, ambos países «liberados» son gobernados por criminales mafiosos e integristas, títeres de EEUU. Sun Tzu desconocía el concepto de «organizar el olvido» para lanzar nuevas guerras con patrañas viejas.
Que «los rebeldes» libios pidan más bombardeos, y que Occidente rechace los intentos para poner fin a la crisis, indica que están dosificando la información sobre el plan para Libia: guerra civil, mandarla a la Edad de Piedra (expresión que utilizó para Irak el estadounidense Richard Armitage de la Administración de Bush), y quizás su partición, como Sudan.
Barak Obama, desprecia la resolución de la ONU, y dirige la operación ilegal para derrocar a Gadafi, al que mantendrá en el poder mientras se complete la militarización de la zona por la OTAN. A Saddam le dejaron desde 1991 hasta 2003, al tiempo que se hacían con el control del Golfo Pérsico. Con suerte, el dirigente libio morirá antes de que le exhiban sacado de un zulo, y sin ningún glamour.
La guerra no es la derrota de la diplomacia, es un gran negocio, promovido por los mismos que roban, con guantes blancos, las pensiones a sus propios compatriotas.
Se oyen voces que piden intervenir en Siria. ¿Nos preparan un mundo en llamas a cámara lenta?
Fuente: http://blogs.publico.es/puntoyseguido/195/guerras-de-terciopelo/