La lucha armada contra la dictadura militar en Brasil, llevada a cabo por pequeños grupos de 1968 a 1975, ya fue tema de muchos libros de memorias y algunos filmes, pero al parecer seguirá fascinando a los cineastas. Dos filmes inspirados en la singular insurrección, en que la mayoría eran jóvenes estudiantes de clase media, […]
La lucha armada contra la dictadura militar en Brasil, llevada a cabo por pequeños grupos de 1968 a 1975, ya fue tema de muchos libros de memorias y algunos filmes, pero al parecer seguirá fascinando a los cineastas. Dos filmes inspirados en la singular insurrección, en que la mayoría eran jóvenes estudiantes de clase media, están en exhibición este mes. «Casi dos hermanos», de la ex guerrillera Lucia Murat, y el mas reciente, «Cabra-cega», de Toni Ventura, ya ganaron varios premios en festivales nacionales y extranjeros.
«Cabra-cega», en Brasil, denomina el juego infantil conocido como «gallina ciega» en países hispanoparlantes. El título puede indicar el desconocimiento de la realidad y de las fuerzas en juego con que actuaron los rebeldes.
La dedicatoria final, «a los muchos brasileños ‘cabra-cega’ que intentaron cruzar la obscuridad para tomar por asalto los cielos», manifiesta simpatía por los guerrilleros inmolados, pero el filme es inclemente con su opción, que al final se acerca a la locura y el suicidio.
El enredo se concentra en un departamento donde Tiago, armado de dos pistolas, una subametralladora y un rifle, se recupera tras recibir un tiro. Escenas retrospectivas muestran manifestaciones callejeras estudiantiles, cuya represión policial «justificaba» la opción armada, y el tiroteo en que resultó herido el combatiente.
La inquietud del militante encerrado, su creciente paranoia, su obsesión revolucionaria y el consecuente conflicto con el dirigente que defiende la desmovilización de su grupo, ya desmantelado, constituyen el eje central del filme. Reflejan la impotencia y el alejamiento de la realidad que afectaban a la guerrilla, ante la ofensiva que desplegaron los militares a partir de 1969.
Venturi es un buen director de actores: le gustan las situaciones límite, de pocos personajes en aislamiento forzado y cuyas relaciones generan afecto y se deterioran, en una tensión creciente.
Su primer filme, «Latitud cero», cuenta el drama de una pareja que administra un restaurante casi sin frecuentadores en una carretera, al lado de una mina de oro abandonada.
Luego hizo un documental, «El Viejo», sobre la vida del histórico líder comunista Luiz Carlos Prestes (1898-1990), que atrajo su atención hacia temas políticos y el período de la dictadura militar (1964-1985).
En «Cabra-cega» hay una pareja compuesta por el guerrillero herido y Rosa, quien lo cuida y es su enlace con la organización. Hay escasas visitas de integrantes del grupo y aparece el dueño del departamento convertido en refugio, un arquitecto que apoya la lucha, sin empuñar las armas, hasta el final inesperado.
Para hacer el guión, junto con el experiente guionista Di Moretti, Venturi entrevistó a once ex guerrilleros, de lo que resultó un documental ya presentado en la televisión, «En el ojo del huracán». La preparación le permitió reflejar con cierta fidelidad las condiciones de clandestinidad forzada y las reacciones de los militantes.
Su orgullo es haber presentado a guerrilleros «como seres humanos y no caricaturas», evitando los estereotipos y el maniqueísmo que disminuyen algunos filmes sobre la historia reciente de la resistencia al régimen militar.
Los actores se inspiraron en personas reales de aquel periodo (mediados de 1971) para componer sus personajes con mayor naturalidad. En este caso, y al contrario de otros filmes, no fueron reclutados entre famosos de telenovelas para asegurar la taquilla, a excepción de Jonas Bloch, que interpreta al jefe del grupo guerrillero.
La música cumple un papel importante para rescatar el clima de la época. La responsable de ese componente es la cantante y compositora Fernanda Porto, que creó nuevas versiones de canciones que marcaron el periodo 1965-1971, como «Roda Viva» y «Construcción», ambas de Chico Buarque.
Pero «Cabra-ciega» sufre la misma insuficiencia de otros filmes sobre esa historia reciente. Elige un aspecto, algunos hechos aislados y no logra explicar el contexto de los años 60, en que centenares de jóvenes y algunos viejos militantes de izquierda adoptaron un camino tan extremo, creyendo que una pequeña «vanguardia» podría promover una revolución social por las armas.
No fue un episodio aislado. Movimientos similares ocurrieron en aquella época en varios países latinoamericanos, con mayor amplitud y mas víctimas que en Brasil, como en Argentina, Venezuela e incluso Uruguay, considerando el pequeño tamaño de ese país.
Fue una época de muchas ideas, y de una agitación política, social y cultural difícil de transmitir a las nuevas generaciones, lo que hace prever que otros filmes sobre el perido seguirán intentando explicarlo.