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Guillermo Zapata, el texto y el contexto

Fuentes: Rebelión

Los mensajes de twitter de Guillermo Zapata, concejal electo por el ayuntamiento de Madrid, han sido la causa de un importante revuelo mediático. Los tuits son muy desagradables, desafortunados y denigrantes. Hacen referencia al holocausto, a las víctimas del terrorismo y a las malogradas niñas de Alcasser, entre otras cuestiones. La primera reacción que tenemos […]

Los mensajes de twitter de Guillermo Zapata, concejal electo por el ayuntamiento de Madrid, han sido la causa de un importante revuelo mediático. Los tuits son muy desagradables, desafortunados y denigrantes. Hacen referencia al holocausto, a las víctimas del terrorismo y a las malogradas niñas de Alcasser, entre otras cuestiones. La primera reacción que tenemos ante estos relatos es la de repudio. Sin embargo, en un ejercicio autocrítico, no justificativo, podemos pensar que todos hemos dicho y escrito cosas impertinentes (en mayor o menor medida) en alguna ocasión.

Hasta aquí la reacción inicial. Pero, si situamos los tuits en el debate político, el tablero analítico es más complejo. En ese sentido, lo primero que se hizo fue vincular los mensajes a un debate sobre la libertad de expresión y en relación al «humor negro». Lo segundo fue desactivar la validez de los tuits y desplazarlos a una temporalidad lejana. Y lo tercero fue posicionarlo en las coordenadas de la lucha política entre derecha e izquierda. Haciendo un aclarado de ideas, pretendieron desprender los textos de su autor y arrumbarlos a un contexto de «humor» con el objetivo de resignificarlos. La operación tiene un hondo calado intelectual. Veamos. Si recurrimos a repensar las condiciones de producción del texto en un contexto de debate sobre «humor negro» el relato perdería su significado, porque ahí podemos jugar con más libertad con las palabras, con la historia y con las personas. En ese contexto no existe el respeto y las leyes están al margen. Es decir, es un «espacio rebelde» en donde podríamos ser y mostrarnos como cualquier cosa. Pero, ¿puede haber algún espacio en este mundo donde nos podamos reír y hacer gracias con la desgracia de Miriam, Toñi y Desiré (las niñas de Alcasser) y con el dolor de sus padres? Y, lo que es peor, ¿dónde colocamos aquí al autor de los textos? Pues, desgraciadamente, en ninguna parte. Sería una «víctima» de ese contexto, en el que participaría diciendo cualquier cosa. En definitiva, el autor estaría diluido por el contexto y encerrado en el texto.

La segunda operación intelectual fue considerar que los tuits fueron escritos hace unos años. ¿Cambia la intencionalidad del mensaje con eso? ¿Se trata de otra persona? La respuesta no es unívoca, aunque sí podemos afirmar que se trata de un ciudadano que estaba construyendo una autoría (perfil o identidad) digital en la que se identificaba con un discurso determinado. En este sentido, debemos de recordar que el autor, al menos, es lo que es, lo que él cree que es y cómo lo ven los demás. Y este juego de identidades no lo podemos «deconstruir» aunque consideremos que es de hace unos años, puesto que la «identidad digital» del autor se edifica en el tiempo con los propios tuits y con las lecturas e interpretaciones de los demás. Es imposible separar los textos de la persona y de la autoría. Ha cambiado, como poco, una cosa en el Guillermo Zapata autor, su condición de electo por la ciudadanía, es decir, su dimensión pública. Esta hace que las interpretaciones sobre lo que es Zapata varíen, aunque no cambie en esencia quien es él. Por tanto, estamos ante un debate sobre su autoría vinculado a las interpretaciones de los demás sobre él que afectan a lo que es él y lo que cree que es.

Por último, la tercera cuestión en donde se insertan los mensajes es en la lucha política y periodística entre medios y partidos de derecha e izquierda, que intentan ejercer la crítica o el apoyo y que están en la dialéctica del poder. Y aquí ha habido un debate muy frontal intentando buscar más tuits o comentarios desafortunados y donde se han alimentado discusiones sobre la dicotomía público/privado en el mundo de las redes sociales, etc.

Estas tres operaciones nos han puesto en la senda de que la cuestión de los tuits está referenciada no sólo a los debates sobre la libertad de expresión sino también a las reflexiones epistémicas entre texto, contexto y autor. Y ahí, el autor siempre es la misma persona, que está sometida al paso del tiempo y a la posibilidad de cambio, pero también es esclavo de sus textos y dependiente de sus contextos. Por tanto, es imposible colocarnos en un espacio ideal donde los emisores de mensajes se puedan situar en un «afuera» ético en el que nunca son responsables de nada. Su vínculo con los textos y con los contextos a los que pertenece lo esclavizan, lo definen y también son un punto de inflexión para una posibilidad de transformación. ¿Es este el caso?

Israel Sanmartín. Departamento de Historia Medieval y Moderna. Universidad de Santiago de Compostela.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.