Todos los comentarios sobre la crisis económica, bajo diversas argumentaciones y sobre todo por las medidas de apoyo de los gobiernos a la banca, de hecho no pueden dejar de evidenciar que esta es una crisis sistémica que aunque no lo digan requiere un cambio de sistema radical. Tratan de distraernos y ganar tiempo con aparentes medidas de control especulativo, soluciones dilatorias inyectando fondos públicos a la gran oligarquía financiera para que esta sea benévola facilitando créditos a las pequeñas industrias y a las familias.
Por muchas palabrejas que realizan los gobiernos administradores del orden capitalista llamando al optimismo y la confianza sobre salida de la crisis en el año 2010, lo que no pueden, es, ocultar la contradicción tremenda que supone que en plena crisis l as cinco entidades bancarias españolas más grandes -Santander, BBVA, La Caixa , Caja Madrid y el Popular- hayan cerrado 2008 con unos beneficios netos de 17.590 millones, una caída del 19,3% frente a las ganancias récord de 21.794 millones de euros en el 2007, y a pesar de esos fabulosos beneficios, los gobiernos dependientes de la gran oligarquía les hacen llegar miles de millones de fondos públicos aportados mayoritariamente por los únicos generadores de riqueza los trabajadores manuales e intelectuales, los que supervivimos gracias a la venta de nuestra fuerza de trabajo en un «mercado de objetos humanos» cada vez más incompetente e insolidario con los vendedores.
El presidente de la patronal bancaria española, hecha flores sobre lo competitiva que es la banca española comparada con la de otros países, los buenos resultados usureros de la banca española e incluso se atreve de culpabilizar al gobierno por no haber adoptado anteriormente medidas que impidieran la crisis. Esos usureros aparecen como salvadores de la economía, cuando es evidente que la usura no crea riqueza sino usura acumulada, condenada incluso por «Jesucristo». En el mundo fantástico que han creado han conseguido camuflar la realidad objetiva, impedir que se vea que la riqueza solo es producida gracias a la mano de obra de esos pequeños dioses creadores que somos todos los trabajadores.
Pablo Sebastián en esa línea que denunciamos, hoy en su «Estrella Digital» dice: « Y falta por saber si Zapatero -por ahora no se ha hecho público- llegó a amenazar a los banqueros con nacionalizar sus entidades, o poner en sus consejos de administración representantes del Gobierno, para controlar el destino final de las ayudas que reciben del Estado. Esto es lo que desde hace varias semanas se venía barruntando, aunque ayer oficialmente no se ha informado a la opinión pública de nada parecido. Ni sabemos si alguno de los banqueros presentes interrogó a Zapatero sobre sus intenciones en ese sentido, a corto y medio plazo».
Tal vez sea esta una velada amenaza de ZP sobre lo que el director de esta revista de Internet comenta. Pero, es evidente que ningún partido administrador del orden capitalista, como lo son todos los partidos de la llamada derecha y los socialdemócratas, nunca se atreverán a ejecutar ese tipo de amenaza-presión sobre los que con su dinero, sus medios informativos y propagandísticos, que a su vez dan lugar a la colaboración inconsciente e imprescindible de las masas alienadas y confundidas, son encumbrados a los «turno-cambio» de gobiernos, más de derechas y menos cuando estos en su falso ejercicio y al no solucionar los problemas reales de la mayoría, se queman cediendo su puesto de gobierno al otro partido que se encuentra a la espera. Esos partidos son elegidos a los órganos de gobierno, en ese hábil, surrealista y muy realista juego de la alternancia de gobierno que se da en el «Estado de derecho» capitalista, con su sufragio universal y su falsa división de poderes.
Es de lamentar que intelectuales y economistas de izquierda, que se consideran antisistema, hagan críticas feroces sobre la crisis, culpabilizando incluso a la oligarquía financiera y monopolista, pero sin atreverse a pedir y comprometerse por un cambio radical que acabe con la causa que provoca la crisis. Es vergonzoso que las grandes centrales, alimentadas por las subvenciones del «Estado» ¿colgado del cielo?, ¿capitalista?, hagan pública su colaboración con el gobierno para garantizar que el sistema no se verá amenazado por una huelga general.
Hoy como nunca es tan evidente la crisis sistémica del capitalismo que predijeron los grandes autores críticos del sistema capitalista. En la actual época de gran desarrollo productivo que provoca los grandes beneficios, la concentración de tanta riqueza en tan pocas manos da lugar a que entre los fabricantes de todo el mundo se hayan producido 10.000.000 de automóviles fabricados pendientes de vender (por citar un dato muy significativo). Esa contradicción capitalista de beneficios y acumulación, posible desde el llamado «libre mercado» que no tiene en cuenta las necesidades reales del conjunto de la sociedad y el entorno ecológico es la manifestación más evidente de las crisis cíclicas del sistema pero que en la actualidad, insistimos es sistémica y muy peligrosa, no solo para los seres humanos, sino del propio planeta.
Recientemente corría por Internet un mensaje comentando lo que supondría para la humanidad, si en vez de los más de 700.000 millones de dólares que EE.UU. va a dedicar al ejercito se repartiesen entre los 6700 millones de seres humanos que habitan el planeta, tocaríamos a más de 104 millones cada uno. Hasta el ser más pobre sería millonario, los stock se acabarían, la producción y el consumo se aceleraría, no habría paros laborales en ningún lugar. Los países más atrasados podrían dar un salto gigantesco y podrían cubrir sus necesidades más elementales, tendrían sus propias fábricas y no se verían abocados a embarcarse en esos cayucos donde muchos mueren antes de llegar al «paraíso del primer mundo».
Hoy la solución objetiva para salir de la crisis requiere de la elaboración de un programa antioligárquico y antimonopolista que una a los trabajadores y a los pequeños empresarios que son los que generan la mayor cantidad de empleo y riqueza social productiva, contra la gran oligarquía. Unas medidas socializadoras contra la banca y los grandes monopolios industriales de comunicación y servicios, contra estos grandes especuladores que son los que provocan las grandes y graves contradicciones, con tantos beneficios para esa minoría social que es la oligárquica, mientras que cada día se producen mayores congelaciones salariales e inseguridad laboral y social.
Hoy, sería posible ese cambio revolucionario, sin apenas violencia salvo la que, siguiendo su orden, ejerciesen los testaferros y ciegos servidores de los oligarcas, dado el mayoritario número de beneficiarios compuesto por la gran mayoría social que son los asalariados, autónomos y los pequeños empresarios, que recuperarían el protagonismo que les ha sido robado por las grandes multinacionales. Se recuperaría el pequeño tendero en cada barrio, en vez de tener que desplazarse a los grandes aparcamientos de los Carrefour, los Alcampo y los IKEAS.
Pero que sucede para que ese sueño solidario no tenga lugar. Ya en parte se ha apuntado más arriba. Los grandes intelectuales críticos, critican, pero no son modelo de organización antisistema, en nada contribuyen a que objetivamente se forje el intelectual colectivo que dijera Gramsci. Un intelectual colectivo compuesto por los intelectuales de academia y los intelectuales de a píe que somos todos los trabajadores. Bien es cierto que ese intelectual colectivo necesario para que se consiga contribuir a acabar con el caos, tendrá que recorrer un proceso de desarrollo, primero entre un grupo suficiente de «académicos» con algún intelectual de a «píe», al que se vayan incorporando más, hasta conseguir un grado de organización capaz de llegar al conjunto de la mayoría social tan confundida y alienada desde la falsa ideología consumista y estúpida capitalista.
Pero hay otro pero, las grandes crisis sistémicas en su momento se solucionaban a través de la violencia generada por los propios sistemas, con guerras destructivas que una vez acabadas provocaban nuevas necesidades productivas, generadas por los vencidos trabajadores. Hoy ya se oyen voces insolidarias entre los imperialistas nacionales, llamando a cerrar fronteras a trabajadores ajenos al país «nacional», procedentes de otros países, incluso de países amigos, como sucede en Italia y Gran Bretaña, donde en este último son los propios trabajadores los que se manifiestan contra su gobierno por permitir que entren trabajadores italianos a trabajar en las empresas inglesas y cuestionen su seguridad laboral, o en Italia misma, donde las manifestaciones de racismo contra los emigrantes se han agudizado ante la preocupación por la perdida de los puestos de trabajo a los italianos.
Si a todo esto, oímos a Obama, pidiendo se compren productos norteamericanos, recomendación recogida por el gobierno de ZP para que se compren productos españoles, podemos imaginar lo que puede venir detrás, ello es una primera manifestación de la confrontación interimperialista mundial, cuando además los Estados Unidos rechazan la propuesta de la UE para un reparto equitativo de las zonas petrolíferas. Un bien tan insustituible, que se está acabando, al que no renuncian apoderarse de lo que queda los imperialistas mejor armados.
Felipe González, cuando se produjo la intervención en Irak, fue un previsor anticipado, dijo que era el inicio de la III Guerra Mundial. Se atreverán en esa dinámica de confrontación a emplear bombas nucleares, no lo podemos saber, son tan salvajes. Hablan mucho del cambio climático, son conscientes de ello, pero son tan salvajes que no hacen nada objetivo para evitarlo ya. A lo mejor confían en que la contaminación nuclear tras el lanzamiento de sus potentes bombas no les llegue a ellos. Tal vez en Usalandia vuelvan a habilitar el refugio antiatómico que tienen en el subterráneo cercano al Capitolio.
Los de izquierda, dada nuestra inoperancia, tendremos que hacernos católicos para que Dios nos pille confesados.