Los Estados Unidos anuncian que seguirán hablando abiertamente sobre Venezuela, a pesar de las amenazas del Presidente de expulsar del país al embajador si continúa con su empeño de desacreditarnos internacionalmente. En realidad, no veo ningún problema en que los gringos se manifiesten dispuestos a llamar las cosas por su nombre. Más bien, considero bastante […]
Los Estados Unidos anuncian que seguirán hablando abiertamente sobre Venezuela, a pesar de las amenazas del Presidente de expulsar del país al embajador si continúa con su empeño de desacreditarnos internacionalmente. En realidad, no veo ningún problema en que los gringos se manifiesten dispuestos a llamar las cosas por su nombre. Más bien, considero bastante positivo que sigan expresándose en esos términos, porque en la medida en que lo hagan se harán más evidentes sus contradicciones.
Nos acusan de no ser más «colaboradores» en la lucha contra el narcotráfico. Pero por ninguna parte asoman qué es lo que ellos están haciendo para combatir el consumo. No sé qué porcentaje de la población norteamericana es adicta, pero si ese negocio es tan próspero como parece, tiene que ser porque hay quien compre la mercancía. ¿Sabe usted, apreciado lector o lectora, de algún norteamericano «notable» preso por narcotráfico? Si alguien de aquí, o de Colombia, o de cualquier lugar del mundo, embarca droga para los EEUU, debe haber muchos peces gordos allá que la reciban.
¿Dónde están los carteles gringos que sirven de soporte al comercio de la droga? ¿O es que el negocio es unilateral? El narcotráfico y la guerra, no se van a acabar nunca.
Son empresas muy prósperas.
Siempre habrá un lugar donde dejar caer unas cuantas bombas, por la causa que sea, para que más atrás lleguen las transnacionales norteamericanas, a hacer su agosto con el tema de la reconstrucción. Detrás de los bombarderos y los portaaviones, van parejitos los zamuros que se lucran de los conflictos. Lo mismo sucede con la droga: mueve la economía norteamericana, permite la circulación de dinero sucio, que después aparece convertido en enormes torres de edificios, de la noche a la mañana.
Así como en un tiempo se hablaba abiertamente de la existencia de un Cartel en Calí o en Medellín, perfectamente se puede discutir ahora sobre el Cartel de Washington, el de Nueva York o el de Miami, y pedirle al gobierno norteamericano que nos diga quiénes lo integran.
Esta semana se cumplen 35 años del asesinato de Salvador Allende, por mencionar sólo un incuestionable ejemplo de esas cosas que los norteamericanos hacen sin darle explicaciones a nadie, y de la larga noche que duró 15 años y que sumió a Chile en el horror de una de las dictaduras más sangrientas que ha padecido el continente. Hoy en día, circulan con profusión los documentos que incriminan a la Casa Blanca en tales hechos.
Nadie les ha pedido una explicación. Creo que va siendo hora de hacerlo.
Los huracanes están haciendo de las suyas con las poblaciones más vulnerables de países caribeños. Todo el mundo sabe que el calentamiento global es el responsable de esas catástrofes. Los Estados Unidos se han negado a suscribir el Protocolo de Kyoto para no ponerle freno a su despiadada industrialización. Sus propias poblaciones pagan las consecuencias de los fenómenos naturales, pero eso no importa. También allí hay un negocio: las compañías de seguros cobran pólizas cada vez más costosas y la industria de la construcción se beneficia.
Sería bueno que también hablemos de eso.