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¿Habrá poesía después del bolsonarismo?

Fuentes: Virginia Bolten (Argentina)

 «Ni el pasado podrá librarse de la furia del enemigo.» «Tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer.» Walter Benjamin Si hacemos la pregunta «¿habrá poesía después del bolsonarismo?», podríamos pensar que sí, por obvio, pero hay que preguntarse en qué clave. Tras el […]

 «Ni el pasado podrá librarse de la furia del enemigo.»

«Tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer.»

Walter Benjamin

Si hacemos la pregunta «¿habrá poesía después del bolsonarismo?», podríamos pensar que sí, por obvio, pero hay que preguntarse en qué clave. Tras el triunfo del proyecto conservador y liberal con rasgos neofascistas que hoy se consolida en el campo político brasilero, las resistencias insurgentes frente al desmantelamiento en el campo de la educación pública, de los derechos laborales y sociales -de una forma más amplia-, dan muestras que la juventud, las luchas socioambientales  y las mujeres vienen no solo para ocupar el liderazgo de las luchas sociales, sino también para hacer una disputa de sentido que no permitirá que el enemigo siga triunfando. Hay evidencias de que la sociedad brasilera está pasando por cambios estructurales que promoverá una radicalización de las izquierdas con un mayor protagonismo de los movimientos sociales y el diálogo entre distintas formas de hacer política y ocupar los espacios políticos y político-institucionales.

Brasil ha cambiado profundamente los últimos tres años -cuando el golpe palaciego se concretó y los poderes fácticos lograron tomar el rumbo del país-. A pesar del movimiento de junio de 2013 haber sido el inicio de un proceso de insurgencia, la despolitización y la evidente desigualdad social, que influye directamente en la comprensión de la realidad, dejaron un espacio de diálogo que fue llenado por los que tenían más condiciones de llegar a las masas: los medios de comunicación hegemónicos.  Si bien es cierto que los canales de televisión y los periódicos tradicionales aún tienen gran influencia en la toma de decisión política del pueblo brasilero, las redes sociales -siguiendo la tendencia mundial después de la revolución digital- cumplen un rol importante, sobre todo porque abren canales de diálogo activos, distinto de los medios de información televisivos o impresos donde quien le o ve no tiene poder de interacción.

Esta comprensión de lugar de poder -muy visible en los adeptos al bolsonarismo-, de autoridad, ya que cargado de odio, no permite ver y/o procesar los hechos, cada día más insólitos, que sucedieron en estos 6 meses de gobierno. Más allá de una minoría que realmente sigue el gobierno por convicción política e intereses estratégicos, la gran mayoría de los bolsonaristas son síntomas personificados de una era en la cual las personas han perdido la capacidad de pensar. A pesar que los bolsonaristas presentan un alto grado de escolaridad para la media brasilera, en su mayoría con título universitario, los debates en las redes sociales desvelan un público con poca capacitad argumentativa y discursos basados en ataques personales, prejuicios y una marcada tendencia conservadora y religiosa.

Si por un lado Bolsonaro llega al poder e intenta imponer una revancha histórica, con una nítida inconformidad con el fin de la dictadura, por otro las fuerzas que se hacen ver como testigos de la historia -sobre todo en el campo cultural y artístico- rescatan y reviven en el presente las resistencias dadas en el pasado. Aquellas y aquellos que lucharon por el fin de la dictadura militar en Brasil hacen públicas sus experiencias de resistencia y, por primera vez en la historia del país, muchos y muchas rompen con el silencio para hacer frente a los discursos del presidente y parte de su equipo que tiene por objetivo hacer un revisionismo histórico a fin de obtener apoyo para un proyecto político-militar. Periodistas, artistas, jugadores de fútbol y personas cuyos familiares fueron perseguidos y torturados están haciendo un trabajo importante para generar conciencia de lo que ha pasado y la importancia de resguardar los procesos y dispositivos -aunque débiles-, democráticos que se logró construir tras la dictadura cívico-militar-eclesiástica.   

En este sentido, a  pesar de los retrocesos en materia de derechos sociales, civiles y políticos, la respuesta del conjunto de la sociedad brasilera ha sido de rechazo a las medidas sugeridas por Bolsonaro. Es el caso de la ley que flexibiliza la posesión de armas -medida tomada por decreto y ya con solicitud de anulación por la Comisión de Constitución y Justicia del Senado-, que según una encuesta del Instituto Brasilero de Opinión Publica y Estadística (IBOPE), rechaza más del 70% de la población. Los anuncios de recortes presupuestarios en educación  llevaron a las calles a miles de personas en más de 250 ciudades en todo el país en el mes de mayo. Aunque con poca fuerza, el último 14 de junio, las centrales sindicales llamaron a un paro general contra la reforma de las pensiones y los despidos con adhesión de las personas trabajadoras de los sectores de la educación y transporte. Los profesionales del sector público, y en especial de la salud y la educación, y la juventud estudiantil han sido los que más se están movilizando y organizando. Los pueblos indígenas están organizados y no dejaron de movilizarse desde que Bolsonaro anunció -ya en su primer día de gobierno-, diferentes medidas para acabar con el proceso de demarcación de las tierras ancestrales de los pueblos originarios, una lucha histórica que ya costó la vida de varios líderes indígenas en su resistencia contra el agronegocio y la defensa de los bienes comunes.  La lucha de las mujeres avanza en todo el país, sobre todo después del asesinato de la concejala brasilera Marielle Franco que es hoy símbolo de la lucha por los derechos humanos en todo el mundo y fuente de inspiración para el movimiento feminista, sobre todo  para la las mujeres negras, faveladas y pobres de las periferias brasileras, y el movimiento LGBT.  El avance sobre los derechos LGBTs llevados a cabo por el  gobierno de Bolsonaro ha movilizado a la comunidad nacional e internacionalmente. El reciente caso del diputado electo Jean Wyllys, que renunció al cargo en la cámara baja y se encuentra exiliado por las amenazas que venía sufriendo por su defensa a los derechos LGBTs, fortaleció aun más la lucha de los colectivos dentro y fuera del ámbito institucional. La mayoría de las acciones de repudio al bolsonarismo dentro y fuera del país son lideradas por mujeres, lo que marca una diferencia importante en el proceso de construcción de las resistencias, menos focalizada en la disputa por el poder constituido y más cercana a las realidades y necesidades concretas de los distintos sectores de la sociedad. Sin embargo, el número de mujeres electas en el último proceso electoral ha aumentado en un 52,6% en comparación con las elecciones de 2014.

Más allá de esto, las batallas no se están dando solo en las calles. Una nueva forma de hacer política llena las redes sociales y también interpela a los sectores de la izquierda brasilera. El diálogo campo-ciudad-universidad-favela parece articularse y el nexo indígena-feminista-juventud da muestras de capacidad de respuesta a la altura de las circunstancias. Surge la necesidad de un frente democrático para enfrentar al bolsonarismo y los medios de comunicación alternativos cumplen un papel importante en la disputa narrativa, haciendo un trabajo incansable de denuncia a las ilegalidades del equipo del gobierno y buscando politizar las discusiones. Las últimas noticias sobre irregularidades en el proceso de investigación Lava Jato -que llevó a la prisión, sin pruebas, del ex presidente Lula-, popularmente bautizada como «Vaza Jato» -término que propone una fuga de información-, ha cuestionado la idoneidad de las personas involucradas en la investigación, sobre todo del ex juez y actual ministro de Justicia de Bolsonaro, Sergio Moro. En este proceso el sitio The Intercept Brasil publica mensajes privados entre Moro y Deltan Dallagnol, fiscal jefe del la operación Lava Jato, en las cuales queda evidente el uso de procedimientos judiciales con fines partidarios. Los festivales que se multiplican por todo el país, cantan resistencias y sensibilizan a las personas. El Brasil de hoy repite su resistencia, pero en este momento con una fuerza aún más potente y con la promesa de avanzar hacia una sociedad capaz de mirarse, comprenderse e iniciar un proceso de construcción de una sociedad distinta, sin espacio para el ascenso de otros Bolsonaros, por lo menos mientras podamos seguir escribiendo poesía.