Recomiendo:
0

Hace 24 años se nos fue Julio Cortázar en Saint- Lazare

Fuentes: Rebelión

Hace veinticuatro años se nos fue Cortázar, el 12 de febrero de 1984, en el hospital Saint- Lazare, en París, un domingo radiante después del medio día. «Estaban con él Aurora Bernárdez (su primera esposa) y Luis Tomasello -cuenta el argentino Mario Goloboff, uno de sus mejores biógrafos-. El 14 por la mañana, el coche […]

Hace veinticuatro años se nos fue Cortázar, el 12 de febrero de 1984, en el hospital Saint- Lazare, en París, un domingo radiante después del medio día. «Estaban con él Aurora Bernárdez (su primera esposa) y Luis Tomasello -cuenta el argentino Mario Goloboff, uno de sus mejores biógrafos-. El 14 por la mañana, el coche que se dirigía desde la rue Martel al cementerio de Montparnasse describió un extraño itinerario. El trayecto habría podido ser casi directo, pero una suerte de rayuela involuntaria lo condujo hacia los jardines de Luxemburgo y a pasar por la plaza donde se levanta la estatua de Balzac. La mañana era especialmente fría, húmeda, silenciosa. Depositaron el cajón en la tumba de Carol (su última esposa). No hubo discursos, ni un solo rito particular. Salvo el de la flor, que cada uno de los asistentes fuimos depositando encima. Llamaba la atención la presencia de mucha gente joven, y ese silencio que no se podía contener» [1]. Se ha especulado mucho sobre la muerte de Cortázar. Se ha llegado incluso a afirmar que Carol Dunlop lo contagió de sida. Se afirma que Carol la adquirió de unas transfusiones sanguíneas que le practicaron y luego la pasó al maestro. Lo cierto es que murió de dos dolencias: de leucemia y de amor. Cortázar no pudo superar la muerte de Carol. Se le fue el 2 de noviembre de 1982 víctima, a su vez, de la terrible leucemia (es difícil creer lo del sida. Esta enfermedad acababa de ser detectada el año anterior, en 1981, en Los Ángeles. Ni siquiera tenía características de epidemia en Estados Unidos)

¿Quién era Cortázar? Dejemos que el chileno Volodia Teitelboim (recientemente fallecido) nos haga un resumen: «Medía más de un metro noventa. Un aire de perpetuo adolescente. Cara de muchacho bueno, de escocés pecoso, dijo alguien. Tenía un niño en la mirada, agregó otro. La leucemia lo había sentenciado y él lo sabía. Un infarto cardíaco fue el tiro de gracia en el hospital Saint- Lazare, donde había sido internado diez días antes… A los 69 años se fue a dormir cerca de la tumba de Baudelaire en el cementerio de Montparnasse. Acababa de aparecer Los autonautas de la cosmopista, publicado en colaboración con su última esposa, Carol Dunlop (…) Cortázar hizo paradoja literaria, y su vida no estuvo exenta de paradojas: argentino nacido en Bruselas el 26 de agosto de 1914, y murió técnicamente como ciudadano francés»[2]

A propósito de su muerte decía García Márquez: «En las muchas veces que nos vimos años después, lo único que había cambiado era la barba densa y oscura, pues hasta hace apenas dos semanas parecía cierta la leyenda de que era inmortal, porque nunca había dejado de crecer y se mantuvo siempre en la misma edad con que había nacido». Manuel Pereira cuenta que una vez le dijo Lezama Lima: «Julio posee una envidiable enfermedad llamada efebicia que lo mantiene joven al precio de que sus huesos crecen desmesuradamente.» [3]

Cortázar nació en Bruselas cuando su padre, Julio José, fungía de agregado comercial en la embajada argentina en Bélgica. Es significativo el hecho de que Cortázar experimentase una inmensa admiración por Lautréamont. Que entre los dos se diese una especie de reflejo especular. Lautréamont nació en Montevideo de padres diplomáticos franceses. Uno de sus mejores cuentos, según García Márquez, «El otro cielo», está virtualmente dedicado a él. Lo divide en dos grandes secciones, cada una de las cuales se inicia con un epígrafe en francés (en donde no se cita al autor) de los Cantos de Maldoror, obra cumbre de Lautréamont. En este cuento lo describe como un sudamericano «con la expresión de siempre, hermosa y ausente y alunada». El personaje central del cuento sale de la Galería Güemes de Buenos Aires en 1.945 y desemboca, en el siglo antepasado, en la Galería Vivienne de París, en cuyos alrededores vivió y murió Lautréamont. La Maga, su personaje entrañable de Rayuela, era de Montevideo. Edith, que según Goboloff, fue la mujer en que se inspiró para la Maga, era judía de nacionalidad alemana , llegó a la Argentina de niña con sus padres, huyendo del nazismo, y vivió en Buenos Aires hasta los 23 años. Ese lado de acá y ese lado de allá, definen el espacio en que se moverá Cortázar y sus personajes fundamentales en gran parte de su obra.

Su familia se estableció en Argentina, de nuevo, cuando tenía cuatro años. Hablaba en francés. Borges, su maestro, cuando era niño hablaba en inglés, porque su abuela que era británica lo impuso como idioma en la casa. Cuenta Rodríguez Monegal en su biografía de Borges, que a principios del siglo XX, en Buenos Aires, las capas medias y altas de la población sólo hablaban en inglés y francés, el español se consideraba de mal gusto y sólo lo hablaban los estratos muy bajos. No deja de ser irónico que este par de monstruos de la literatura hayan desarrollado y perfeccionado hasta límites extremos el español.

Se instalaron en Banfield, población suburbana de Buenos Aires. Vivió con su muy querida madre doña María Herminia Descotte y su hermana Ofelia, porque, según Goboloff, el padre los abandonó por otra mujer e, incluso, cuando Cortázar tuvo cierto reconocimiento le envió una carta en donde le prohibió usar su nombre. Tales hechos originaron la muerte histórica de este personaje que siempre ignoró Cortázar.

En 1938 aparece su primera publicación: Presencia, un libro de poemas, bajo el seudónimo de Julio Denis. ¿Por qué poemas en un prosista excepcional? Así le responde a Ernesto González Bermejo: «Es conocido: uno repite individualmente el proceso de la especie humana, sus historias. Las primeras obras de la humanidad fueron poéticas. Los primeros textos filosóficos son poemas. Los presocráticos, por ejemplo, los grandes metafísicos; Parménides es un poeta; Platón puede ser considerado un poeta; los grandes textos cosmogónicos son poemas. A la prosa se llega después.» [4]

En Los reyes, su segundo libro, «poema dramático» como él mismo lo llamó (1949), está la semilla de sus grandes planteamientos, de sus obsesiones metafísicas, a despecho de lo que el mismo Cortázar expresó: que este libro «no tiene nada o muy poco que ver con lo que escribí después». Tiene mucho que ver con «El perseguidor», cuento que contiene la simiente de lo que después sería Rayuela. En ese libro, referido al tema mitológico de Teseo y el Minotauro, se invierte la leyenda: Teseo representa el mundo convencional. El Minotauro personifica al héroe, al poeta, al trasgresor de los valores establecidos, hecho que le valió el encierro. Ariadna, su hermana, le profesa un amor enfermizo. Convence a Teseo de que mate al monstruo, con el oscuro convencimiento de que será al revés y de que el Minotauro accederá a su pasión. Este ni siquiera se defiende, agacha su cerviz para facilitar la estocada letal de Teseo y muere para eludir el incesto y partir en busca de su «reino incontable». En «El perseguidor», Teseo será Bruno, el intelectual, el biógrafo, el fiel representante de la «normalidad» burguesa. Johnny Carter/Charlie Parker, será el monstruo, «esa masa negra informe, sin manos y sin pies», «ese chimpancé enloquecido», como le dice Bruno. En Rayuela Oliveira es intelectual y monstruo. La Maga tendría que ser ese dulce e inolvidable Minotauro que seguramente se ahogó en un «río metafísico».

El «reino incontable» es el mismo reino que desesperada como infructuosamente buscarán sus personajes en la obra ulterior. Es el reino de las notas vibrantes del jazz de Johnny Carter en «El Perseguidor»; es «el otro cielo» donde incursiona Lautréamont; es el Mandala, el Ygdrassil vertiginoso, el kibuttz del deseo de Oliveira; es el salirse de la «mancha negra» en Libro de Manuel, es ese movimiento incontenible «al otro lado», a esa «segunda realidad», a su entrañable otredad , a ese reino que niega la miseria, la soledad y la desdicha.

En su patria tuvo muchos enemigos. Se lo tachó de escritor afrancesado. Que sea Juan Gelman, uno de los más grandes poetas argentinos, el que diga la última palabra:

«nunca nos traicionaste.

«en corrientes y esmeralda, en otros tiempos, vi pasar a escritores que nunca dejaron el país y escribían como un francés cualquiera. yo entendí mejor a buenos aires leyendo lo que vos escribías en parís. así es tu grandeza, así tu amor.»[5]

Luego de su muerte aparecen sus últimas obras: Los autonautas de la cosmopista, Salvo el crepúsculo, Nicaragua tan violentamente dulce, Alto el Perú.

Cortázar fue el hombre de la trasgresión, la autenticidad y el amor y solidaridad por los pueblos del lado de acá. Fue un ciudadano latinoamericano, y con Proust, Joyce y Musil, uno de los escritores más grandes del siglo XX.

Bibliografía:

 

1.- Mario Goloboff, «Julio Cortázar, la biografía», Bogotá, Planeta Colombiana editorial S. A. 1998, p., 287. El resto de citas de Goloboff se hacen por esta edición.

 

2.- Revista «Casa de las Américas», Julio- Octubre de 1984, p., 47

 

3.- Ibid

 

4.- Ernesto González Bermejo, «Conversaciones con Cortázar», Barcelona, Edit. Edhasa, 1.978, p., 16

5.- Juan Gelman, «Carta a Julio» en Queremos tanto a Julio, Ed. Nueva Nicaragua. Managua, 1984