Una serie de documentos desclasificados de Estados Unidos agregaron detalles a la llamada “Operación 30 horas”, el plan que ideó la dictadura brasileña en 1971, hace medio siglo, para invadir Uruguay si la coalición de izquierda Frente Amplio ganaba las elecciones ese año, y sumó otro dato no menos importante: Brasil ayudó a manipular esos comicios.
Medio siglo después, aquellas denuncias (que adelantaran los brasileños exiliados en Montevideo -en especial los periodistas Paulo Schilling y Neiva Moreira-, Carlos María Gutiérrez en Marcha y las nuestras desde el semanario Sur), sobre una inminente invasión de tropas y tanques brasileños para impedir el triunfo del centroizquierdista Frente Amplio (FA), son confirmadas ahora por los documentos secretos del Pentágono y del Departamento de Estado, revelados por el portal brasileño UOL.
En pleno auge de la guerrilla del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, el FA estaba integrado por socialistas, comunistas, prorrevolucionarios, independientes, democristianos y grupos escindidos del Partido Nacional, bajo el liderazgo del general Líber Seregni. El FA debutaba en aquellas elecciones bajo el lema del Partido Demócrata Cristiano,
El portal analizó documentos secretos producidos por el Departamento de Estado de Estados Unidos, a través de embajadas y consulados en Brasil y países de América del Sur; accedió a telegramas, informes y memorandos, concluyendo –y tampoco es sorpresa- que la intervención de Brasil fue solicitada por el entonces presidente Jorge Pacheco Areco, del Partido Colorado; el plan fue presentado y contó con el apoyo el presidente de Estados Unidos, Richard Nixon.
De esos documentos se desprende que el dictador Emílio Garrastazu Médici (1969 a 1974) ayudó, además, a cometer fraude en las elecciones uruguayas de ese año, con el apoyo de estadounidenses. Claro, en nombre de la defensa de la democracia.
Dos semanas después de las elecciones de noviembre de 1971 en Uruguay, el general Garrastazu Médici se reunió con el entonces presidente Nixon en la Casa Blanca, junto con su asesor del Consejo de Seguridad Nacional Henry Kissinger, el secretario de Estado William Rogers y Vernon Walters, agregado militar en Brasil en el momento del golpe de 1964 y quien asumiría al año siguiente como el número dos de la CIA.
Kissinger registró sus impresiones: “Nuestra posición está respaldada por Brasil, que es, después de todo, la clave del futuro. Los brasileños ayudaron a manipular las elecciones uruguayas…Hay fuerzas en juego que no desalentamos”, escribió el 20 de diciembre de 1971, según los documentos desclasificados por el Proyecto de Documentación del Cono Sur del Archivo de Seguridad Nacional y analizados por su director, Carlos Osorio, en un informe retomado por la revista uruguaya Caras y Caretas.
Antes, Nixon y Garrastazú apostaron a manipular las elecciones para no tener que llegar a activar la intervención militar, una opción mucho más visible y difícil de justificar internacionalmente. Brasil había apoyado la construcción de dos rutas (5 y 26) que interconectaban a ambos países, que permitirían el tránsito de tanques de ser necesario. La operación se llamó “30 horas” porque era el tiempo que Brasil estimaba que demorarían en tomar Montevideo, entrando por la frontera de Rio Grande do Sul.
Según describen los documentos analizados, las tropas brasileñas saldrían de Porto Alegre, Uruguaiana, Santana do Livramento y Bagé, llegarían a Montevideo y en su paso tomarían la central hidroeléctrica de Rincón del Bonete, en Paso de los Toros.
Los documentos desclasificados relatan como militares brasileños hicieron inteligencia en Uruguay, incluso de “campamentos de militantes de izquierda” de Tupamaros para preparar el terreno para la eventual invasión, que como dice el nombre de la operación, debía completarse en apenas 30 horas, el tiempo que Brasilia estimó que tomaría ocupar desde la capital Montevideo hasta la frontera con el estado de Rio Grande do Sul.
Antecedentes
Documentos estadounidenses que se hicieron públicos en años anteriores ya revelaron que Nixon y Médici acordaron derribar países gobernados por la izquierda, como Chile bajo Salvador Allende y Cuba bajo Fidel Castro. Y de estas “coincidencias” se fue gestando lo que años después fue la Operación Cóndor coordinada por las dictaduras militares de la región para asesinar, torturar y a pesar a miles de militantes democráticos.
El 20 de julio de 1971, el embajador argentino en Río de Janeiro, Osiris Villegas, confirmaba el plan para invadir Uruguay. El 20 de agosto, tres meses antes de las elecciones, un documento de la embajada estadounidense en Montevideo ya hablaba de “posibles planes de acción brasileños en Uruguay para evitar que el Frente Amplio tome el control”.
Y un informe secreto de la embajada de EEUU en Buenos Aires, dirigido al Departamento de Estado en Washington, del 27 de agosto de 1971, informaba: “Argentina no tiene planes de intervenir en las elecciones, pero apoyaría un golpe de Estado para reinstaurar al actual presidente Pacheco si el izquierdista Frente Amplio gana”.
Según el embajador estadounidense Willian Rountree, los militares brasileños ayudarían a los uruguayos en varias áreas como entrenamiento y asistencia financiera. Los militares brasileños debían enfrentar la movilización sindical y estudiantil y luchar contra la guerrilla tupamara, que en 1970 había secuestrado al jefe del programa de Seguridad Pública de Estados Unidos en Uruguay (experto en torturas), Dan Mitrione, y al cónsul brasileño Aluysio Dias Gomide.
Finalmente la invasión no se dio porque el Frente Amplio obtuvo 18% de los votos en las elecciones que ganó con 41% Juan María Bordaberry, quien dos años después impulsó el golpe de Estado con apoyo de los militares, uruguayos y brasileños.
Según el portal UOL, a lo largo de los años, varios militares que participaron en la Operación 30 Horas brindaron distintos testimonios que permiten recuperar la historia: entre otras cosas se sabe que a la interna de los cuarteles se denominaba como Operación Charrúa y que se hicieron tareas de espionaje, sobre todo a tupamaros, bajo las órdenes de este operativo.
De hecho, el general Dickson Grael reconoce en su libro Aventura, corrupción y terrorismo: a la sombra de la impunidad (publicado en 2005) que fue “asignado a realizar los primeros estudios de los lineamientos a seguir por la división, buscando participar en un plan integral de intervención militar en Uruguay, en caso de que el Frente Amplio ganara las elecciones”.
Grael, padre de los regatistas y medallistas olímpicos Torben y Lars Grael, se desempeñó en Uruguaiana como comandante del 22o Grupo de Artillería de Campaña e incluso acompañó a Arthur Moura, agregado militar de Estados Unidos en Brasil, en un viaje a tierras uruguayas para observar la situación local a principios de 1971. Grael murió en 2011.
El general Moura, según informes de Grael, tomó fotografías de supuestos grupos de Tupamaros acampados a orillas del río Uruguay, desde donde los militares estadounidenses pudieron tener una visión clara (y fotografiar) un campamento de militantes de izquierda”. Escribió que poco antes de las elecciones uruguayas de 1971 acompañó a tres oficiales de la Fuerza Aérea brasileña, procedentes de Río de Janeiro, con la misión de «obtener información para una probable intervención militar en Uruguay».
El general Ruy de Paula Couto, quien se desempeñó como agregado militar en la Embajada de Brasil en Montevideo entre 1967 y 1969, dijo en una entrevista en la televisión en Rio Grande do Sul en 2007 que fue el propio Pacheco Areco quien tramó la injerencia brasileña en Uruguay.
Tardaron 50 años en reconocer un plan que alguna cabeza caliente del ejército brasileño, de la inteligencia estadounidense o de la ultraderecha uruguaya (parte de la coalición derechista que gobierna Uruguay) se sienta tentado a reeditar.
*Periodista y comunicólogo uruguayo. Magíster en Integración. Creador y fundador de Telesur. Preside la Fundación para la Integración Latinoamericana (FILA) y dirige el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
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