Está pronta para realizarse la reunión de Presidentes de países integrantes del G20, siendo la cita en Cannes el próximo 3 y 4 de noviembre. No resulta menor el dato de la sede, en Francia, Europa, uno de los epicentros de la crisis mundial en estos días, donde los locales son protagonistas hegemónicos en la […]
Está pronta para realizarse la reunión de Presidentes de países integrantes del G20, siendo la cita en Cannes el próximo 3 y 4 de noviembre.
No resulta menor el dato de la sede, en Francia, Europa, uno de los epicentros de la crisis mundial en estos días, donde los locales son protagonistas hegemónicos en la región junto a Alemania, y en rigor, ambos países líderes de la zona euro no terminan de ponerse de acuerdo sobre las mutuas contribuciones para el salvataje del proyecto capitalista en el viejo mundo.
Europa es parte destacada de la crisis mundial del capitalismo, con lo que los debates tienen agenda global y expectativa en torno a la situación de aquellas economía más comprometidas, tal el caso de Grecia y otros de la periferia, y no tanto, como es el caso de Italia, a quién se le está demandando un profundo ajuste de sus cuentas fiscales.
El desenlace de la situación afecta directamente las bases comunes del euro, su zona, y especialmente a la banca francesa y alemana, los grandes acreedores en dificultades ante posibles procesos de cesación de pagos en ciernes. Antes del default griego se espera la continuidad de los salvatajes estatales, e incluso se discuten quitas a la deuda griega que pueden alcanzar entre el 20 y el 50% del total, algo impensado hasta hace muy poco tiempo. Eso convalida el pensamiento de ir más allá y exigir auditoría de deuda, condonaciones y directamente reclamos por el no pago de la deuda.
El capitalismo contemporáneo cruje con la crisis mundial y necesita urgentes respuestas, que el poder mundial no quiere otorgarlas antes de un gran sacrificio de los sectores más empobrecidos, especialmente de los trabajadores, que en Europa tienen aún muchos derechos a resignar.
Agenda francesa para el debate
La presidencia francesa del cónclave sugiere abordar en los debates lo atinente a la «seguridad alimentaria y la producción agrícola»; la cuestión de las «infraestructuras»; la «protección social mínima»; y un «gravamen a las transacciones financieras».
Sobre la cuestión alimentaria, desde la FAO se analiza la perspectiva de crecimiento de la población y la necesaria expansión de la producción agrícola para satisfacer esa mayor demanda. Algunos en la Argentina o en el Mercosur se frotan las manos pensando en un ciclo expansivo de la producción agraria asentada en Organismos Genéticamente Modificados, un proceso en desarrollo creciente desde los 90´ y su institucionalidad neoliberal.
La cuestión es delicada por varias razones. No solo es un problema a resolver la alimentación de una población mundial acrecentada en los próximos años, sino el dramático balance del presente con producción excedente para alimentar a 7.000 millones de habitantes y sin embargo, la FAO registra 1.000 millones de personas que sufren hambre.
¿Cómo es posible? Es que por primera vez en la historia de la humanidad, la producción agrícola tiene destino en alimentar máquinas en lugar de personas. La crisis energética se lleva buena parte de los alimentos en la producción de combustibles.
El hambre en el mundo tiene solución y está por fuera del capitalismo y su modelo productivo y de desarrollo, tal como demandan expresiones diversas de pueblos originarios, campesinos y pequeños productores de agricultura familiar, quienes proponen y demandan por la soberanía alimentaria. El hambre es un tema central en los debates contemporáneos mundiales y debiera serlo en países como la Argentina, gran productor y exportador de alimentos, principalmente soja, tal como nuestros hermanos y vecinos de Brasil, Paraguay y Uruguay. El tema se considera más como una oportunidad de negocios que como contribución a resolver los problemas derivados de la hambruna sobre un séptimo de la población mundial
Sarkozy demanda «infraestructura» para ese modelo productivo, y el interrogante es si nuestros países deben subordinar su proyecto de desarrollo, y por ende de infraestructura, a las necesidades de las transnacionales de la alimentación y la biotecnología. Ellas hacen parte del poder que impulsa la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana, IIRSA, que construye y proyecta túneles en la cordillera de los Andes, rutas en el amazonas, o tierras habitadas por pueblos originarios que resisten la avanzada productivista, tal el caso de Bolivia y la reciente rectificación del mandatario boliviano ante la movilización indígena.
Resulta extraño escuchar hablar de una «seguridad social mínima», cuando la OTAN y las múltiples bases y operaciones militares estadounidenses viabilizan la ejecución de personas en cualquier parte del mundo, en una situación de terrorismo de estado mundial, donde la vida no vale, solo las ganancias, la acumulación de capitales, y la dominación capitalista.
Para quienes sugerimos hace más de una década la necesidad de un impuesto a las transacciones especulativas con destino a la «ayuda a los ciudadanos», el lema de la red mundial ATTAC, observamos con asombro la apropiación de esa iniciativa para utilizarla con fines de salvataje financiero y relanzamiento de la economía del lucro en crisis. El poder mundial se apropia de imágenes y propuestas sustentadas por el movimiento popular para apropiarlas con sentido utilitario en el restablecimiento de las ganancias.
¿Qué democracia para este tiempo?
Todos estos temas se considerarán en dos semanas en el G20, ámbito de legitimación del poder mundial, llamado a resolver la «gobernanza» para la gestión del sistema mundial. Es el intento de otorgarle institucionalidad a la liberalización de la economía global capitalista.
Es curiosa la pretensión de este «gobierno mundial auto elegido», sostenido por los poderes ejecutivos de los países que lo integran, sin consulta a los parlamentos y mucho menos a los pueblos. Es cuando menos una burla a la democratización reclamada por los pueblos. Es la respuesta del régimen del capital, que se sustenta en la «democracia de las armas» consensuada con una «ideología individualista y consumista» que asegura y consagra la recidiva de la «dominación de las empresas transnacionales».
Las respuestas a las cuestiones suscitadas no están solo en los jefes de Estado que protagonizan el cónclave antidemocrático de «gestión de la crisis mundial». Los pueblos también existen y se pronuncian. La democracia es una demanda popular y para que sea efectiva se requiere superar la crisis capitalista por fuera del sistema de explotación.
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