Mañana, 7 de octubre, los electores brasileños irán a las urnas -excepto en Brasilia, Distrito Federal- para elegir nuevos alcaldes y concejales. El voto es una conquista del derecho del pueblo a decidir quién va a ocupar, en su nombre, las instancias del poder. Durante siglos la población estuvo sometida a gobiernos monárquicos, absolutistas, que […]
Mañana, 7 de octubre, los electores brasileños irán a las urnas -excepto en Brasilia, Distrito Federal- para elegir nuevos alcaldes y concejales.
El voto es una conquista del derecho del pueblo a decidir quién va a ocupar, en su nombre, las instancias del poder. Durante siglos la población estuvo sometida a gobiernos monárquicos, absolutistas, que no admitían ni la existencia de un parlamento. La sucesión en el trono dependía sólo del linaje familiar. Igual que sucede todavía hoy en Arabia Saudita, con el apoyo de los EE.UU., y en Corea del Norte con apoyo de China.
La Revolución Francesa, en 1789, les cortó la cabeza a los reyes e instauró un gobierno popular. Para entonces ya la monarquía inglesa había admitido el parlamento desde el siglo 13. De ese modo poco a poco el poder dejó de ser monopolio de una familia o de una casta para ser ocupado por los escogidos por el voto popular en las urnas.
Aunque nuestro actual sistema democrático esté aún lejos de la perfección, fue gracias a él como en las últimas décadas se eligieron presidentes de países de América Latina personalidades incómodas para los intereses de los EE.UU., que siempre ha tratado a la región como si fuera su colonia. Véase la protesta de Obama ante las medidas proteccionistas tomadas por la presidenta Dilma a favor de los productos brasileños.
Es el precio que la Casa Blanca paga hoy por hablar tanto de las virtudes de la democracia y haber implantado dictaduras militares en nuestro continente, incluido el Brasil (1964-1985). Quien conoce la historia de los EE.UU. sabe que el Tío Sam siempre ha sido maestro en predicar una cosa y hacer otra, exactamente la contraria.
El domingo próximo el elector brasileño decidirá quién habrá de gobernar su municipio -el nuevo alcalde- y quién habrá de gobernar al alcalde: los nuevos concejales.
Hay quien prefiere no votar, votar en blanco o anular su voto. Ellos estarán, de hecho, colaborando a favor de los candidatos que puntean las encuestas electorales y que, en general, con los más apoyados por el poder económico. En política no hay indiferencia. Se participa por acción o por omisión. Y quien no eche en la urna un voto válido, que pesa en la matemática del cociente electoral, acaba reforzando, con su voto inválido, a los candidatos al frente de las encuestas.
¿Serán elecciones libres y democráticas las del domingo? Todavía no. Porque van a estar condicionadas por el poder económico. El candidato al que se le facilitaron abundantes recursos financieros es más conocido que los demás. Su imagen, maquillada por la campaña publicitaria, que tiene poder hasta para transformar demonios en ángeles, se proyectó más ampliamente en la opinión pública. Y quien no contó con recursos, desde luego que obtendrá votos, que irán a favorecer a los candidatos más conocidos de su partido o facción.
Si no presionamos para que se haga la reforma política ya, tendremos que bailar al son de la música del sistema político actual. El cual no es tan bueno como quisiéramos. Pero es un bien mejor que una dictadura que cierra las Cámaras de concejales y las Asambleas legislativas, impone gobernadores y alcaldes e impide al elector votar. De todo ello conocimos en el Brasil a lo largo de 21 años.
Ahora es la ocasión para perfeccionar nuestro proceso democrático. No con la ilusión de que la elección es el remedio de todos los males. De verdad que no. Más importante que votar es movilizarse en movimientos sociales, que son los verdaderos protagonistas de la democracia, de la conquista de derechos civiles y de la reforma del Estado.
¿Quién participa hoy en los movimientos sociales? ¿Quién cree que «el pueblo unido jamás será vencido»? El neoliberalismo presiona para que nuestra indignación no termine en movilización. Protestamos en casa y en las redes sociales, para evitar los desórdenes en las calles. Lo cual es bueno para quienes desean que todo permanezca igual en el cuartel de Abrantes.
Frei Betto es escritor, autor de «Conversación sobre la fe y la ciencia», junto con Marcelo Gleiser, entre otros libros. www.freibetto.org/> twitter:@freibetto.
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