“Siempre tendré un enemigo/ con el semblante arrugado/ y más cansado que yo. / Los que a lo largo de su sombra/ quieren cortar la medida/ de toda revolución”. (Silvio Rodríguez en No creo que alguien me odia).
Las presiones al gobierno de México, el permanente intento de desestabilizar a Venezuela y el mantenimiento del nombre de Cuba entre los países patrocinadores del terrorismo, forman parte del mismo paquete de agresión imperialista.
La derecha intenta fortalecer su posicionamiento en América Latina, y este objetivo es común a todas sus facciones, porque se trata de preservar los privilegios de clase.
En el intento de cortar la medida de la transformación en México, se han pronunciado: el embajador de Estados Unidos, Ken Salazar; el embajador de Canadá, Graeme C. Clark, así como los senadores estadounidenses Jim Risch y Marco Rubio (republicanos) y Tim Kaine y Ben Cardin (demócratas).
Pero el concierto de injerencia contra el intento de que los jueces y magistrados sean escogidos por elección popular, no se ciñe a comunicados y declaraciones. El capital se pronuncia y también actúa.
La consultora británica Capital Economics advirtió a sus clientes que la reforma dificultaría la resolución imparcial de conflictos entre las empresas y el Gobierno. El banco Morgan Stanley (estadounidense) recomendó a sus asociados disminuir su exposición a las empresas mexicanas que cotizan en bolsa.
Devaluación monetaria, aumento en los intereses de la deuda y desaceleración del crecimiento económico, son las primeras consecuencias de la acción injerencista, aunque, según los analistas y seudoanalistas de los medios controlados por el capital, ocurren debido a la propuesta presentada por Andrés Manuel López Obrador y acogida por Claudia Sheinbaum, su sucesora.
Embajadores, legisladores y calificadoras de riesgo como la Fitch dicen que habrá un deterioro en el orden democrático, que podría derivar en la exclusión de México cuando sea revisado el T-MEC (Tratado con Canadá y Estados Unidos que sustituye al TLCAN), auguran un aumento en el índice de riesgo país.
El concierto contra el avance político se torna evidente.
El enemigo en las suyas
La conspiración, las sanciones y la guerra económica contra Cuba y contra Venezuela (sin excluir las que afectan a Nicaragua y a Bolivia, por ejemplo) en casos específicos adquieren el carácter de agresión y pueden calificarse, en términos generales, como parte de un ejercicio terrorista, porque incluye un abierto financiamiento a la violencia contra las mayorías.
En Cuba y en Venezuela, los grupos financiados por el gran capital atentan contra la infraestructura para boicotear la actividad económica y tratan de sembrar violencia en las calles para dar apariencia de ilegitimidad a los respectivos gobiernos.
Es una vieja práctica. Y mientras los voceros del proyecto imperialista gritan en todos los foros que está herido el adefesio al cual ellos llaman democracia, en los países donde están directamente comprometidos sus nombres la represión policial y el abuso contra grupos poblacionales vulnerables se ejercen sin disfraces.
En la Argentina de Javier Milei, los jubilados sintieron en sus espaldas las cachiporras de los agentes federales, como en el Chile gobernado por Gabriel Boric han sentido las de los carabineros los grupos que protestan contra la privatización y que demandan mayores niveles de inclusión de los pueblos originarios.
Pero en los foros donde el imperio intenta hacer crecer la presencia de la derecha y en los medios de comunicación controlados por el capital, los calificativos soeces son para los gobiernos de Cuba y de Venezuela y para los demás gobiernos que se identifiquen con un proyecto de unidad de América Latina o que entiendan necesario destinar al desarrollo regional los recursos que genere la explotación del subsuelo.
Los últimos episodios caben en la caracterización general de este accionar.
¿Qué decir de la incautación de un avión en República Dominicana que, según agencias yanquis, Venezuela lo utilizaba para evadir sanciones? En el año 2019 fue multada en Estados Unidos la General Electric por aparente violación al bloqueo contra Cuba. Estos son solo dos casos, dos episodios entre muchos.
¿Hablamos de una democracia global en la que grandes potencias se arrogan el derecho de disponer y hacer aplicar sanciones unilaterales?
En América Latina, la acción de Estados Unidos se evidencia en forma directa y unilateral. Va más allá de lo episódico la prohibición al entreguista gobierno dominicano de contratar con China obras de infraestructura con valor estratégico.
La Unión Europea y Canadá se unen, como socios menores al coro que tiene a Estados Unidos como voz primera. ¿Puede ser más ridículo el papel del embajador de Canadá en México al pronunciarse sobre la propuesta de reforma?
Rebeldía es dignidad
La retención (¿por qué seguir la orientación del poder mediático y no llamarle robo?) de aeronaves, objetos valiosos y grandes sumas de dinero por parte del poder, así como la detención y retención de personas por rebeldía (¿Por qué no llamarle secuestro, y por qué no decir que no se excluye ni siquiera el asesinato?) son acciones delictivas que los estrategas imperialistas presentan como tareas para mantener el orden.
Y del mismo modo se oponen a la democratización de la Justicia y de otras instancias en México, porque quieren seguir dando apariencia de democracia al autoritarismo.
La derecha quiere garantizar al capital el derecho a impedir la formación de sindicatos con real vocación clasista mientras proclama que respeta la libertad de asociación.
El bajo nivel de organización de la fuerza de trabajo en América Latina tiene entre sus causantes el temor al despido y a la exclusión mediante subterfugios legales.
Y el reclamo oficial en defensa de intereses nacionales es otro riesgo para los saqueadores ante la posible emergencia de gobiernos contestatarios.
Por eso el capital (las multinacionales que tienen por voceros a los embajadores y a los senadores anticomunistas como Marco Rubio) prefiere tribunales comprometidos con las élites y presiona y trata de impedir que esa situación sea superada en México y, por supuesto, de evitar que el ejemplo se propague.
“Sé que el pasado me odia/ y que no va a perdonarme /mi amor con el porvenir”, dice el poeta.
Pero es momento de definición.
Los gobiernos que se autodefinen como progresistas tienen que serlo auténticamente. ¿Qué posición tomarán con respecto al caso de México los que le han hecho el coro al imperialismo en el caso de Venezuela? ¿Y no tienen cuentas por rendir los que se han pronunciado contra Cuba?
Es preciso cumplir con los grupos migrantes, deuda pendiente de todos en alguna medida.
Porque, aunque haya muchas dificultades en el camino, no se puede prescindir de los pueblos para la creación, defensa y mantenimiento de un bloque viable en defensa y desarrollo.
En el siglo pasado, el alemán Bertolt Brecht, hizo una advertencia que estremece:
“Entonces, ¿de qué sirve decir la verdad sobre el fascismo -que se condena- si no se dice nada contra el capitalismo que lo origina? Una verdad de este género no reporta ninguna utilidad práctica. Estar contra el fascismo sin estar contra el capitalismo, rebelarse contra la barbarie que nace de la barbarie, equivale a reclamar una parte del ternero y oponerse a sacrificarlo. Los demócratas burgueses condenan con énfasis los métodos bárbaros de sus vecinos, y sus acusaciones impresionan tanto a sus auditorios que éstos olvidan que tales métodos se practican también en sus propios países”.
Gobiernos progresistas y movimientos de izquierda en la región, reciben la lección en su diario quehacer. Ser revolucionarios y contribuir al nacimiento de lo nuevo es la opción digna. Renegados y títeres son manejados por los sustentadores del atraso y, al final, se convierten en basura del mismo zafacón…
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