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No puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son desgraciados

Hasta un pueblo de demonios

Fuentes: Attac Madrid

«El problema del establecimiento del Estado tiene solución, incluso para un pueblo de demonios, con tal de que tengan entendimiento.» (I. Kant, La paz perpetua). La Asamblea General de las Naciones Unidas, en su reunión de 2005, ha fracasado totalmente en la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, tímido paso para conseguir un […]

«El problema del establecimiento del Estado tiene solución, incluso para un pueblo de demonios, con tal de que tengan entendimiento.» (I. Kant, La paz perpetua). La Asamblea General de las Naciones Unidas, en su reunión de 2005, ha fracasado totalmente en la consecución de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, tímido paso para conseguir un Estado de Justicia Global. Conocimiento del estado de desigualdades no falta, prueba de ello es el Informe de Desarrollo Humano de 2005 de las propias N.U. Falta el entendimiento de lo que significan esas enormes desigualdades y la voluntad para hacerlas desaparecer.

Hasta un pueblo de demonios entendería y se rebelaría ante el hecho de que la población que vive con menos de un dólar al día en África subsahariana haya pasado del 41,6% en 1981 al 46,4% en 2001.

Hasta un pueblo de demonios entendería y se rebelaría ante el hecho del retroceso del Índice de Desarrollo Humano en el período 1990-2003 en los siguientes países: Botswana, Camerún, República Centroamericana del Congo, República Democrática del Congo, Costa del Marfil, Kenia, Sudáfrica, Swazilandia, República Unida de Tanzania, Zambia, y Zimbabwe.

Hasta un pueblo de demonios se rebelaría al conocer que esos países son ricos en materias primas: oro, diamantes, petróleo, coltan (tan necesarios para los teléfonos móviles), etc, y que las empresas transnacionales se han adueñado de ellas, llegando a promover, inclusive, guerras tribales para conseguirlas.

Hasta un pueblo de demonios se rebelaría ante el hecho de que las sociedades ricas y bienpensantes no reaccionen ante estas injusticias y las que, incluso, se producen en su entorno. En Estados Unidos el máximo ejecutivo de una empresa ganaba, en 1964, 39 veces más que el salario medio de los empleados; creciendo a 82 veces en 1992, a 254 veces en 1997 y a 400 veces en 2001.

Hasta un pueblo de demonios no olvidaría la afirmación de una persona, tan poco sospechosa para el neoliberalimo económico actual, como era Adam Smith (profesor de Filosofía Moral): «No puede haber una sociedad floreciente y feliz cuando la mayor parte de sus miembros son pobres y desdichados».

Hasta un pueblo de demonios apreciaría la igualdad para todos con verdadera pasión. No olvidemos que las democracias se asientan en la igualdad y que cuando existen desigualdades o privilegios (leyes privadas) a favor de algunos se desatan las malas pasiones, al igual que los niños, desde la más tierna edad, se rebelan contra el trato desigual o la injusticia.

Estamos en el año de El Quijote y quiero recordar, para finalizar, una palabras de ese personaje tan entrañable que era Sancho Panza: «Dos linajes solos hay en el mundo, como decía una abuela mía, que son el tener y el no tener.» ¿Con cuál de ellos estamos?