Quiero comenzar con una pequeña inquietud: en la Red, a veces, ponemos demasiado énfasis en los que somos escritores, es decir, en los que utilizamos la palabra para comunicarnos con la gente. Pero he estado pensando que mientras la derecha tiene cientos de tanques de pensamiento funcionando, nosotros estamos atados y debemos buscar la manera […]
Quiero comenzar con una pequeña inquietud: en la Red, a veces, ponemos demasiado énfasis en los que somos escritores, es decir, en los que utilizamos la palabra para comunicarnos con la gente. Pero he estado pensando que mientras la derecha tiene cientos de tanques de pensamiento funcionando, nosotros estamos atados y debemos buscar la manera de aunar esfuerzos. Por ejemplo, los artistas plásticos podrían también insertarse. ¿Qué cosa más elocuente para denunciar los crímenes del fascismo que el «Guernica», de Picasso? Por más que uno escriba sobre aquellas barbaries, ver ese cuadro tiene un impacto extraordinario. Hoy, necesitaríamos quien haga algo parecido sobre Gaza. Ha habido cientos de fotografías espectaculares, estremecedoras; pero un cuadro tiene una capacidad comunicativa impresionante, que sería bueno potenciar en redes como esta. Así, se puede convocar gente que no se conmueve ante un argumento objetivamente planteado, pero que sí lo hace con este tipo de mensajes.
Dicho esto, me parece que la Red tiene hoy una importancia que se acrecienta producto de la crisis. El capitalismo sufre la crisis más profunda desde 1929, con complicaciones energéticas, de los recursos naturales, de cambio climático, de la alimentación… Esta crisis es muchísimo más compleja y su solución podría tomar una década, o más. Incluso, ya vemos por estos días declaraciones del presidente de EE.UU., Barack Obama, que habla ya de una nueva década perdida. No es algo que se vaya a resolver en un par de trimestres, como alegremente hicieron difundir algunos publicistas en las últimas semanas. Es mucho más. Los analistas más serios se preguntan si para el segundo trimestre de 2009 la crisis habrá tocado fondo. Por ahora, aún no ha tocado fondo: no es que ya hayamos llegado abajo, sino que todavía estamos cayendo y podemos caer bastante más. Eso se está viendo de manera bastante clara en países como EE.UU. y países europeos. Deciden rescates a favor de los bancos y de las grandes empresas, y la respuesta de las bolsas es una caída de sus valores. Es decir, es insuficiente el rescate y la sensación es que nada alcanza para detener esta crisis.
En ese contexto, la batalla ideológica es de enorme importancia, en primer lugar porque la prensa deforma a propósito todas las informaciones, las tergiversa. Se habla de una crisis bancaria, de una crisis financiera; pero no se dice que es una crisis integral, que abarca al sistema capitalista en su conjunto, en sus dimensiones económicas, políticas, sociales, ideológicas, ecológicas, internacionales… va mucho más allá de una mera crisis bancaria o simplemente una crisis económica. Es una crisis que pone en cuestión todo y que por tanto requiere que los intelectuales denuncien las verdaderas dimensiones.
En segundo lugar, es necesario dejar claro que no basta con que se produzca una crisis de esta naturaleza para que la crisis ocasione el derrumbe del sistema capitalista. Lenin lo dijo en 1917: el capitalismo jamás caerá solo, caerá si hay una fuerza social que lo haga caer. Podemos tener una gran crisis; pero si no tenemos el sujeto histórico que lleve adelante la revolución, la revolución no se hace. Y entonces, vendría la barbarie, aquella vieja contradicción que popularizó Rosa Luxemburgo entre socialismo y barbarie. O hay solución socialista a la crisis o una salida capitalista será también una salida reaccionaria, militarista, de criminalización de la protesta social. Esto, por ejemplo, ya lo está planteando un pensador tan poco amigo del marxismo como Bresisnsky: hace pocos días, en entrevista radial, dijo que no debemos descartar la perspectiva de una lucha de clases sangrienta dentro de EE.UU. Este hombre jamás habría dicho una cosa así, pero se da cuenta y dice: ¿cómo compatibilizar desempleo masivo, caída de los salarios y caída de los servicios, con el hecho de que ahora aparecen los responsables de todo esto bajo los ojos de la gran prensa mundial, ganando sueldos cercanos al millón de dólares anual?
Ahora, ¿qué tenemos del otro lado? ¿Hay un actor ya constituido? El drama de esta crisis es que tenemos las condiciones objetivas; pero las condiciones subjetivas, que son fundamentales, no están todavía. De alguna manera ya se avizoran en algunas regiones, como en América Latina, pero no lo suficiente. Es importante que ese elemento subjetivo se desarrolle también en EE.UU. y Europa. Esta situación plantea a los intelectuales la necesidad fundamental de decir la verdad, de difundir las ideas, denunciar las mentiras que permanentemente divulga la prensa para minimizar la situación. Tenemos que hacer que la gente tome conciencia de que estamos en presencia de un momento extraordinariamente crítico, que el cambio climático puede llevar a una catástrofe de dimensiones incalculables. Pero, ¿cómo se presenta «cambio climático»?: como «desastres naturales». ¡Nada es natural! Todo ha sido creado por el hombre, por un sistema que transforma a la naturaleza en recursos económicos, en mercancías que pueden utilizarse hasta la saciedad. Derretimiento de los casquetes polares, los grandes huracanes que azotaron esta isla el año pasado…todo es cambio climático. Este descalabro va a tener enormes consecuencias y todo es producto del capitalismo. Salir a denunciar esto es nuestra misión.
Pero el problema es que nos enfrentamos a una estructura muy poderosa: las grandes empresas invierten en los medios de comunicación no para ganar dinero, sino para ganar influencias. Por ejemplo, el grupo español PRISA se está quedando metódicamente con los principales medios de comunicación de América Latina. Dentro de poco, para saber qué pasa en nuestra región, habrá que leer El País. Ellos son muy conscientes de la importancia de la batalla ideológica; nosotros, creo que aún no hemos llegado a calibrarla en su totalidad. Hay que demostrar que el problema no es solo el neoliberalismo, sino el capitalismo, pues ese neoliberalismo no es más que el nuevo ropaje de ese capitalismo. La batalla no debe ser contra la ropa, sino contra el cuerpo, contra ese modelo que ha demostrado ser insostenible.
Houtart lo decía: ¿regulación para qué, para devolverles a los banqueros sus sueldos millonarios? ¿O vamos a regular para ir a la construcción de una sociedad poscapitalista? Pero, ¿cómo se construye esto?: pues creando la conciencia de que hay otro mundo posible, yendo en contra del pensamiento único que nos dice que esto es lo que hay y punto. Pues sí hay alternativas, aunque sean costosas. Por eso me produce a veces una gran irritación el escuchar algunos gobiernos latinoamericanos que dicen: bueno, es muy difícil cobrarles impuestos a los ricos, es muy difícil introducir los cambios que hacen falta. Ante todo eso yo pienso: ¡pero señores, si ustedes pensaron que era imposible, se hubieran quedado en sus casas! ¡Es obvio que no es fácil! Obvio que van a tener enemigos que quieran frustrar sus proyectos, pero salvo que los enfrenten, el mundo seguirá tal como está.
Lenin decía que la única arma que tiene el proletariado en su lucha es la organización. La derecha está maravillosamente bien organizada a escala mundial: tienen sus tanques de pensamiento, un cuartel general que se reúne periódicamente, sus universidades, sus periodistas, sus divulgadores… todos trabajando en la misma línea, muy coherentes. Mientras, nosotros tenemos esta gran especie de diversidad que aún no se asume como debe ser: como una organización internacional de lucha anticapitalista. Eso no lo hemos logrado, e incluso se suprime la palabra capitalismo de las declaraciones finales de los foros sociales mundiales. Esto da una idea de lo que falta por resolver y hace que nuestras reuniones parezcan actos catárticos, mientras los demás van al fondo. Hay que desarrollar algún formato que internacionalice la lucha, más allá de lo local, porque las viejas formas tradicionales parecen no estar adecuadas para nuestras necesidades. La manifestación espontánea no es suficiente. Hay que definir estrategias más fuertes y coherentes. Exigir que la crisis la arreglen los capitalistas sin despedir un solo trabajador, o la conservación del orden sin aplicar la fuerza militar.
Es un momento de cambios y también de reflexión. Se requiere audacia y también clarividencia. Pero lo que no nos puede pasar es ser tímidos, debemos pasar al frente y las formas serán novedosas. No con el cañonazo de la aurora, sino con formas nuevas, nuestras; pero demostrar de una vez por todas que este sistema insustentable está poniendo en riesgo la vida del planeta. Una solución verdadera a la crisis actual será una solución no capitalista, y son los intelectuales quienes debemos estar a la ofensiva por esta alternativa.