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Entrevista a Gustavo Hernández Sánchez sobre La tradición marxista y la encrucijada postmoderna: Notas para una historia social y cultural en el siglo XXI

«Hay pocos historiadores ‘contemporaneístas’ que hagan una verdadera historia desde abajo»

Fuentes: Rebelión

Doctor en Historia Moderna por la Universidad de Salamanca, donde el pasado mes de abril presentó su tesis sobre el fuero universitario en el periodo Barroco, Gustavo Hernández Sánchez ha sido miembro del Departamento de Historia Medieval, Moderna y Contemporánea de esta Universidad como contratado FPU y ha mantenido siempre una preocupación fundamental por la […]

Doctor en Historia Moderna por la Universidad de Salamanca, donde el pasado mes de abril presentó su tesis sobre el fuero universitario en el periodo Barroco, Gustavo Hernández Sánchez ha sido miembro del Departamento de Historia Medieval, Moderna y Contemporánea de esta Universidad como contratado FPU y ha mantenido siempre una preocupación fundamental por la teoría y la divulgación del conocimiento histórico, elementos que considera necesarios para acercar su trabajo a la sociedad. Es miembro co-fundador del Grupo de Estudios Culturales A. Gramsci.

Nuestra conversación se centra en el libro indicado que ha sido editado por Visión Libros, Madrid, 2017.

Nos centramos en el capítulo IV de su libro: «La tradición marxista en la encrucijada del siglo XXI». Advierto al lector/a de nuevo que voy a tener que dejar muchas preguntas en el tintero. ¿Nos comentas la cita de Gramsci sobre «crear una nueva cultura» con la que abres el capítulo? 

Mi interpretación de la cita sería la de la dimensión colectiva necesaria de la cultura. En un momento en el que se fomenta el individualismo (Marcuse habló acertadamente de hiperindividualismo) creo que cualquier respuesta intelectual desde la izquierda ha de ser colectiva. Tendemos a creer que una personalidad excepcional va a salvarnos del caos en el que se ha convertido el mundo. No creo que una sola persona disponga de la capacidad para ofrecer respuestas a los múltiples problemas que ofrece el presente.

Citas, con acuerdo si no he leído mal, las tesis críticas de Peter Burke. ¿Nos puedes hacer algún resumen? 

Podríamos decir que Burke no es un autor crítico. Es un gran historiador, pero un historiador que no destaca por sostener en su obra una perspectiva crítica como la que nosotros defendemos. Sin embargo, ha sido de los pocos que ha sabido integrar y normalizar cuestiones que planteaba la crítica postmoderna a sus trabajos, que son, por otro lado, de una calidad excepcional.

Recuperas el pensamiento existencialista, en concreto Camus. ¿Cómo enlazas esas reflexiones con nuestra situación? ¿De verdad que, como apunta Camus, sólo es posible enumerar, ya no describir, las apariencias? 

Creo que el existencialismo es clave para definir las sociedades del presente. En este sentido, Camus puede ayudarnos a comprender que nuestra existencia quizá no tenga una dimensión trascendental, esto es, nos invita a abandonar cualquier posicionamiento metafísico, por ejemplo, en torno a las ideas teleológicas sobre las que debatíamos en la anterior entrevista sobre el Progreso o el fin de la humanidad. Creo que este es el sentido nihilista que aplico a mi forma de pensar, distanciándome de la interpretación al uso según la cual los nihilistas no puedan creer en la revolución. Ese es también, en esencia, el sentido de la idea de la muerte de Dios en Nietzsche o, al menos, así lo interpreto yo. Pero esta dimensión es mucho más cruda ya que elimina muchas certezas sobre nuestro papel en el mundo, y nos indica que no se trata de un camino fácil porque estará repleto de dudas y de inseguridades. Puede ser un buen punto de partida para comenzar a construir tanto una nueva cultura como otras formas alternativas de racionalidad.

Afirmas, tomando pie en Raimuno Cuesta, que la historia casi siempre ha sido en buena medida una memoria del poder. ¿No hay muchas falsaciones ya y entre nosotros de esa tesis general? ¿Estás de acuerdo con su crítica a las posiciones relativistas, a las que Cuesta acusa de excesivamente relativistas? 

Para nada. Creo que la historia sigue siendo una Memoria del poder, también en la actualidad. El discurso neoliberal está muy presente en la Universidad y, por tanto, también en el conocimiento que esta produce. Incluso, en un sentido más pragmático, en la propuesta de Universidad que presentan algunos proyectos políticos de izquierdas, especialmente en su forma de sociabilidad, me refiero a la creación de redes de investigación y clientelas políticas, etc. Afortunadamente existen buenos ejemplos de historiadores que escapan a esta tendencia, pero no son los más comunes dentro de la Academia.

Sobre las posiciones relativistas que comentas, es cierto que el postmodernismo ha pecado en más de una ocasión de ello, y lo señalo en el libro, pero no lo ha hecho menos que otros posicionamientos que se consideran a sí mismos más cientificistas o positivistas.

Hablas también, en repetidas ocasiones, de historia hecha desde abajo. Te pongo el ejemplo de dos historiadores de nuestro país muy conocidos: Angel Viñas y Josep Fontana. ¿Hacen o no hacen historia desde abajo? 

No conozco tanto la obra de Viñas, pero creo que es una historia eminentemente política. No es una historia desde abajo. También lo es la de Fontana. Los dos son buenísimos historiadores, sin duda. De este segundo autor diré que su obra sí que guarda una carga crítica muy interesante y que se haya bien representada en mi libro. No obstante, podríamos decir que se ocupa más de cuestiones estructurales que afectan al funcionamiento de un capitalismo globalizado. Por el bien del Imperio es, en este sentido, muy recomendable, o El futuro es un país extraño, quizá más accesible desde el punto de vista divulgativo. Hay pocos historiadores contemporaneístas que hagan una verdadera historia desde abajo. Quizá este papel esté recientemente mejor representado en la sociología histórica, al menos en lo que atiende a la historia del tiempo presente. Conozco el trabajo de algunos profesores en la Universidad Pública de Navarra como Rubén Lasheras o su discípulo Jorge Tapia, que es miembro del Grupo de Estudios Culturales A. Gramsci y gran amigo mío. Pues bien, estudian, a través de trabajo de campo, cómo las desigualdades se representan en el espacio urbano o la dimensión sociológica de las mismas (trabajo, capital cultural, sociabilidad, fenómenos de racismo o desigualdad de género, etc.), y para ello se van a los barrios más desfavorecidos a entrevistar a la gente para desvelar cómo viven, es decir, qué efectos reales tienen estos problemas más estructurales sobre la cotidianeidad de las personas. Buscan, en suma, elucidar como estas personas interpretan su realidad para posteriormente enmarcar los resultados obtenidos dentro de una panorámica más amplia que apunta directamente al neoliberalismo como un sistema que genera y reproduce desigualdades. En cierto modo eso es hacer historia desde abajo, contar los problemas de la mayoría de la gente.

Haces también referencia a trabajos de José Carlos Bermejo Barrera. ¿Qué es lo que te interesa más de sus críticas? 

Bermejo Barrera es una excepción dentro del panorama académico, además de un gran especialista en historiografía, algo que suele ser raro. Y me consta que se lo están haciendo pagar caro. Literalmente le hacen bullyng. Su postura es muy valiente. Le invitamos hace algún tiempo a Salamanca y nos habló de la existencia de un verdadero «fascismo académico», porque realmente pocas veces podemos decir lo que pensamos si queremos publicar en determinadas revistas. Creo que sus tesis no son exageradas. Su crítica al neoliberalismo académico imperante en nuestro país creo que es muy recomendable para pensar sobre el callejón sin salida al que estamos conduciendo a la enseñanza superior en nuestro país, especialmente en su libro La fábrica de la ignorancia. La Universidad del «como sí».

Te cito una vez más: «estamos asistiendo a lo que supone un verdadero ataque más o menos pensado contra el pensamiento crítico en las instituciones encargadas de la recepción, difusión y creación del saber tales como colegios, universidades y centros de investigación». ¿Nos puedes dar algunos ejemplos de este ataque? 

Es de lo que hablaba hace sólo un momento. Creo que estamos tan imbuidos de todo ello que a veces resulta difícil hasta identificarlo. Y es que el discurso neoliberal, como dije, está ya en el ADN académico. Y no se libra casi nadie. Durante muchos años he sido representante en el claustro universitario y consejo de gobierno de la Universidad de Salamanca, casi nueve años, primero como representante de estudiantes y después del Personal Investigador en Formación. Más o menos desde que empezaron las campañas contra el Plan Bolonia. En todo este tiempo hemos asistido a una estrangulación progresiva de los fondos que el gobierno destinaba a la cultura en un sentido amplio, pero especialmente a la enseñanza superior y a la inversión en I+D+i, que es verdaderamente dramática. Se ha paralizado la contratación de profesores universitarios y se ha reducido a la mitad la inversión en I+D+i, lo que ha provocado la denominada fuga de cerebros, que es un auténtico exilio de un sector de la población del que no se puede prescindir en una sociedad desarrollada. Amén de otros fenómenos como que progresivamente el personal investigador asociado en las universidades públicas sea superior al contratado. A mí, por ejemplo, me obligaron a pedir un crédito para poder acabar mis estudios y cursar el máster que finalmente me permitió acceder a un contrato FPU para hacer la tesis doctoral. Y esto sucedió, iniciada la crisis, durante el gobierno de José Luis Rodríguez-Zapatero. Pero he visto como en estos años se han quedado por el camino compañeros y compañeras que no son menos brillantes que yo. Recientemente despedí a un miembro del Grupo de Estudios Culturales A. Gramsci que se ha ido a trabajar a Inglaterra como contable porque no consiguió un contrato FPU, ¡con un nueve y pico de media y otros muchos méritos! Es de locos.

Sin embargo, lo que más me duele es ver cómo muchos de los colegas que sí consiguen acceder a estos contratos se creen el discurso neoliberal de la excelencia y las prácticas que poco a poco se han ido imponiendo como un criterio de selección útil. De alguna manera llegan a creer que son mejores que los que se quedan por el camino y que el hecho de recibir o no recibir una ayuda forma parte de tus méritos personales. Es terrible. No ven cómo la reforma universitaria está suponiendo una verdadera sangría de la que sólo sobreviven las personas con un capital cultural y económico mayor, y que ya no se trata tanto de un sistema de méritos sino que influyen muchísimos otros factores, pero fundamentalmente socioeconómicos. Es decir, que el acceso a los estudios superiores y a la carrera investigadora en nuestro país se está consolidando como una cuestión de clase.

Y como no lo ven mal, no se plantean una crítica al conjunto y solamente se preocupan de sus condiciones laborales, que, por otro lado, también son nefastas. Así, solo se pide cierta continuidad en la carrera investigadora, lo que no estaría nada mal, pero creo que no debemos quedarnos solamente en eso. En fin, podría tirarme hablando del tema mucho rato, pero no quiero aburrir. Todas estas cuestiones me llevaron a renunciar de mi responsabilidad como presidente de la Asociación de Investigadores e Investigadoras no valoradas de la Universidad de Salamanca (INNOVA-Salamanca), asociada a la Federación de Jóvenes Investigadores (FJI).

Citas al insurgente Galeano en varias ocasiones. Me voy un poco del tema pero tú entenderás. ¿Qué ha significado para una persona joven como tú el movimiento zapatista? ¿Por qué crees, por cierto, que Galeano ha leído a Benjamin? 

Creo que podemos considerar a Galeano como uno de los grandes filósofos de nuestro tiempo, al menos desde mi punto de vista. No sólo por su forma de contar las cosas, sino por la dimensión profunda de su pensamiento. Se le lee poco, especialmente en España, y muchas veces no se le acaba de entender. De alguna manera seguimos con el cliché sobre el zapatismo, como una especie de guerrilla romántica que renuncia a tomar el poder y todas estas cosas que se dicen: que si es un proyecto irrealizable (como si nosotros pudiésemos darles lecciones, decirles qué es lo correcto y lo que tienen que hacer, con la que tenemos), etc. Y, por el contrario, pocas veces nos hemos acercado a comprender qué se nos dice desde este rincón remoto del planeta. Galeano interpela constantemente a la cultura occidental y al egocentrismo eurocéntrico de la izquierda, una crítica que aquí sienta muy mal. Y por eso es un autor incómodo. Creo que plantea una nueva síntesis en la que no es necesario hablar de la izquierda o del postmarxismo como interpretan algunas personas aquí. Él siempre lo deja claro, su propuesta se encuentra abajo y a la izquierda, más allá de viejas divisiones entre comunistas, anarquistas y otros movimientos sociales, esas querellas que no nos permiten avanzar. Suele utilizar la metáfora del gatoperro, cuando le preguntan si es más un gato o un perro. Llegar a comprenderle es llegar a comprender la dimensión de lo que plantea, y está visto que poca gente está dispuesta a aceptar una crítica tan trascendental, así como a abandonar algunas divisiones profundamente enquistadas y otros miedos que nos paralizan.

Citas también a Negri y su propuesta de construir una nueva racionalidad. ¿En qué consistiría esa nueva racionalidad? ¿Es un proceso en construcción aún no definido? Si fuera así, ¿nos señalas algunas de sus características? 

Por el momento solo podría decir que el neoliberalismo nos está ganando la partida en la construcción de esta nueva racionalidad, y no apunta a que sea nada bueno (si hubiese que seguir una hipotética línea de Progreso). Muchos de los planteamientos de la postmodernidad, reflejados en los escritos de Bauman y otros autores, así nos lo hacen ver. La serie televisiva de Black Mirror es excepcional a la hora de alcanzar a vislumbrar hacia dónde nos puede llevar el desarrollo de esta racionalidad neoliberal. Muy recomendable para reflexionar.

No tengo ni idea de cómo podría funcionar una nueva racionalidad de izquierdas o alternativa a esta otra en las sociedades occidentales, pero sobre todo, no tengo ni idea de cómo se podría poner en marcha. Y me atrevería a decir que el que te diga que tiene alguna clave probablemente esté mintiendo. Pero los ejemplos sobre las revoluciones zapatista o del kurdistán sí podrían darnos alguna pista: una racionalidad definitivamente feminista, integradora. Una racionalidad que apueste por la solidaridad entre las personas pobres, como decíamos antes, abajo y a la izquierda, etc. Dicho así suena todo muy bien, pero, como digo, lo difícil es ponerse manos a la obra.

Lanzas una pregunta al final de la página 160 del libro: ¿cuál ha de ser el papel de la historia y de los historiadores en el presente? Te pregunto sobre ello a continuación. 

Cuando quieras.

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Nota de edición

Las anteriores entrevistas pueden verse en:

Entrevista a Gustavo Hernández Sánchez sobre La tradición marxista y la encrucijada postmoderna: Notas para una historia social y cultural en el siglo XXI. «Entiendo la postmodernidad como la lógica cultural del capitalismo avanzado (como lo entienden autores como Fredric Jameson)» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=23207

Entrevista a Gustavo Hernández Sánchez sobre La tradición marxista y la encrucijada postmoderna: Notas para una historia social y cultural en el siglo XXI (y II). «Reivindicar el pensamiento utópico me parece muy necesario en un mundo el que muchas personas se empeñan en decirnos que no existen alternativas» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232355

«Creo que Zizek forma parte -sigo a Judith Butler- del resurgir de la ortodoxia dentro de la izquierda»http://www.rebelion.org/noticia.php?id=232664

«Edward Palmer Thompson es un autor que sí supo dar un giro copernicano a los estudios marxistas» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233019

«César Rendueles, entre otros autores jóvenes, supone un soplo de aire fresco en todo el panorama académico» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233250

«El marxismo no puede ser una certeza en el sentido metafísico». http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233462

«Bourdieu debería de ser un autor obligatorio en las escuelas de formación de todas las organizaciones políticas de izquierda» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=233832

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.