Sophie Lewis, socióloga especialista en estudios de género, cuestiona en este libro las virtudes de la estructura familiar que domina hoy las sociedades humanas y explora alternativas más convenientes para la asistencia y los cuidados.
Un recorrido a través del abolicionismo familiar, centrado sobre todo en los últimos siglos, permite establecer una íntima conexión de la sacrosanta institución con el sistema económico vigente, que resulta clarificadora si queremos diseñar estrategias para construir un mundo más libre. La obra se publicó en inglés en 2022 y Traficantes de sueños acaba de ponerla en su catálogo en una versión castellana de Elena Fernández-Renau.
Previamente al repaso histórico, Lewis dedica un capítulo a examinar algunas connotaciones psicológicas del revolucionario eslogan: “Abolir la familia”. Se muestra así que éste no es incompatible con el “amor a la familia que a uno le ha tocado”, sino que se persigue con él más bien una “universalización del amor”, de la que todos podríamos beneficiarnos, pues “como un microcosmos del estado-nación, la familia incuba el chauvinismo y la competencia.” La familia se ha impuesto como estructura básica y sin duda soluciona problemas, pero también los crea y se ahoga muchas veces en impotencia y frustración que acusan la garra del sistema capitalista. Es por esto que tenemos derecho a imaginar alternativas más abiertas y que podrían hacernos más felices.
Otra cuestión candente es que el lema: “Abolir la familia” puede resultar excesivamente provocador en este mundo nuestro, habida cuenta de las situaciones en que la familia es plataforma de luchas absolutamente legítimas, como es el caso de padres e hijos migrantes separados por la fuerza. Es cierto además que existen formas familiares diversas, de las cuales se encuentran buenos ejemplos desde la época de la esclavitud en la población negra norteamericana. No obstante, Lewis concluye que el lema puede seguir siendo válido también en estos casos, en cuanto ella defiende una apuesta radical por “desprivatizar los cuidados”.
Platón, Fourier, Marx y muchos otros
Tras recordar que el de la abolición de la familia es un debate clásico de la historia de la filosofía, con un prestigioso antecedente nada menos que en la República de Platón, Lewis concentra su análisis en las propuestas surgidas durante los dos últimos siglos en Europa y Norteamérica, aunque dedica un revelador apartado a las formas de vida comunitarias que imperaban en América y África antes de la colonización y la “familiarización” aparejada a ella. Así queda claro que el abolicionismo en estos sujetos colonizados va de la mano de la recuperación de su identidad original.
En Europa, un proyecto sugestivo es el de Charles Fourier, reformador social y crítico implacable de la familia, en la que veía una pieza esencial del mercantilismo y la represión. Los falansterios que diseñó para lograr una existencia comunitaria y placentera no alcanzaron larga vida en ningún caso, pero la idea básica que los alienta mantiene su vigencia en comunas hippies y kibutz. Aún en el siglo XIX, es interesante constatar que los socialistas autonombrados “científicos” contribuyeron también al abolicionismo. Así, Karl Marx y Friedrich Engels en numerosos textos atacan una institución que consideran piedra angular del orden burgués y cuya desaparición puede auspiciar según ellos una auténtica “existencia social”. La bolchevique Alexandra Kollontái fue capaz de llevar estas ideas a la práctica en la URSS en programas ambiciosos destinados a universalizar afectos y cuidados, y alcanzó logros importantes hasta que chocó con los jerarcas del partido.
Se repasan después las críticas a la familia surgidas entre las feministas norteamericanas en los 60, ligadas habitualmente a análisis del capitalismo. No obstante, a partir de los 70 se aprecia un retroceso del abolicionismo, que acompaña al giro conservador de la sociedad. Paralelamente, gais y lesbianas luchaban en sus movimientos por la libertad sexual, y también contra la estructura familiar, aunque no consiguieron formar un frente unido con las feministas. El sida en los 80 moderó su radicalismo y revitalizó la familia homosexual, “que el Gay Power esperaba convertir en un oxímoron”. Otro proceso interesante son los movimientos de mujeres contra la esclavitud del trabajo doméstico, muy activos a partir de los 70 por Europa y Norteamérica y firmes en su exigencia de un salario para estas labores. Para Lewis, la meta tácita de su lucha no es otra que superar el esquema familiar.
Tras una tregua en el abolicionismo de treinta años, entre 1985 y 2015, una nueva ola pone el asunto otra vez en el candelero, como lo demuestra la proliferación de panfletos, cursos y artículos académicos mencionados en el libro. Utopistas, feministas, marxistas y anarcos espolean la búsqueda de alternativas a una institución que ven cerrada y problemática en exceso, en un proceso abierto y pujante a día de hoy.
Familia y capitalismo
La familia resuelve el arduo problema de la acumulación infinita entre mortales, con lo que ella y el capitalismo resultan ser al fin dos caras de una misma moneda, y difícilmente lucharemos contra el uno sin enfrentarnos a la otra. Habida cuenta de esto y los conflictos que esta institución plantea, el proyecto de suprimirla puede justificarse con buenas razones, pero hay que decir también que puede ser atacado debido a las funciones de apoyo y asistencia que esta célula social básica cumple hoy entre nosotros. No ayudan tampoco al empeño, lamentables abolicionismos que encarnan visiones ferozmente individualistas y egoístas. Parece, pues, que el reto sería preservar en el nuevo mundo las labores positivas de la familia extendiéndolas por el cuerpo social. Respecto a esto, la autora deja claro que su apuesta no es por una “ampliación de la familia”, sino por una auténtica eliminación de ésta, sustituida por nada que no sea una humanidad sin lindes siempre arbitrarias.
Sophie Lewis argumenta con rigor y erudición, pero también con desenfado y sano humor, en su recorrido histórico a través del abolicionismo familiar y en su cruzada por una alternativa viable para la maternidad y los cuidados en una sociedad nueva. Casi todo está por hacer, pero experiencias sencillas, como una acampada para personas sin hogar en Filadelfia en 2020, descrita al final de la obra, pueden ser asombrosamente reveladoras. Cocinas y comedores colectivos, servicios médicos y la cordialidad de unos desconocidos con un proyecto común pueden ser suficientes para poner insólita felicidad en nuestras vidas.
Estamos muy ligados a un mundo de afectos, en gran parte familiares, pero sin contradicción con esto, no nos cuesta mucho atisbar, si nos empeñamos en ello, que más allá de la jungla capitalista y más allá del parentesco y los lazos de sangre, brilla con fuerza nuestra auténtica e irreductible identidad humana.
Blog del autor: http://www.jesusaller.com/. En él puede descargarse ya su último poemario: Los libros muertos.
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