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Historietas de actualidad

Fuentes: Rebelión

Promover el entretenimiento permanente en sus distintas versiones a nivel popular viene siendo considerado decisivo para la buena marcha de la sociedad de consumo. Se entiende así porque, de un lado, las masas están ocupadas con la función de turno y no plantean problemas serios. De otro, mirando por el interés de los individuos, la […]

Promover el entretenimiento permanente en sus distintas versiones a nivel popular viene siendo considerado decisivo para la buena marcha de la sociedad de consumo. Se entiende así porque, de un lado, las masas están ocupadas con la función de turno y no plantean problemas serios. De otro, mirando por el interés de los individuos, la diversión hace más llevadera la existencia, da ánimos y, lo que es fundamental, contribuye al desarrollo del espíritu consumista. Políticos y comerciantes, que viven de sus respectivos negocios -el orden y el mercado-, son conocedores de esta realidad. De ahí que ambos hagan cuanto esté en su mano para que el espectáculo no decaiga.  

Instrumento decisivo a tal fin es la historieta, un producto comercial que, partiendo de cualquier hecho, se infla como un globo tratando de llamar la atención de la gente. A veces, la historieta suele asemejarse, más que con el bulo, con lo que se entiende por cuento, un relato imaginario con fines recreativos. En el caso de las historietas de actualidad no puede entenderse que coincidan plenamente con el bulo o el cuento, porque lo que se relata tiene un fondo de verdad -pero a saber donde se encuentra-, que se debilita cuando es objeto de manipulación para imponer la interpretación que del mismo ofrece el vendedor. Tampoco cabe calificarlas como algo estrictamente recreativo porque suele tratarse de cosas serias, aunque, afectadas por el ánimo mercantil de los vendedores, acaban tomando otra dirección, quedando parcialmente vacías de su contenido original. Dado que gozan de cierto atractivo para la muchedumbre, tanto la propaganda oficial como la publicidad comercial hacen uso de ellas con frecuencia.

Vista la acogida general de las historietas, dirigidas en último término a vender algo, se han convertido en mercancía profusamente demandada por su potencial de mercado. Como la masa no puede vivir sin historietas, cuando se agotan unas, porque el globo se desinfla, se preparan otras para soltarlas en el ruedo de la comunicación y sus seguidores puedan estar ocupados por un tiempo. En el negocio no están solo implicados los productores de historietas, sino los propios seguidores -quizás añorando la infancia-, que esperan ansiosos la última historieta de actualidad. Tanta demanda parece irle bien, entre otros, a los que viven de la política y a los que se dedican a la economía.

Con referencia a la política, su instrumental preferido para el caso, la propaganda, no duda en nutrirse de historietas de actualidad, que van desde lo más fúnebre hasta intentar infundir ánimos a la ciudadanía.

En el primer caso, el asunto ahora ha venido girando en torno a remover la historia, hecha espectáculo para la ocasión con lo del desentierro, entierro y versión oficial de la verdad histórica. Un proceso que suele ser frecuente en eso de fijar las verdades, porque la historia es objeto de manipulación o, si se quiere ser suave, de interpretación cuando no agrada. En todo caso, a menudo se trata de acomodarla a la voluntad de los que disponen del poder. Desde una visión relativa, cualquiera, considerado héroe en su tiempo, puede pasar a ser visto oficialmente como villano de otra época de la noche a la mañana o al contrario, todo depende de quien mande en cada momento.

Si se tocan temas no tan de la historia, sino más cercanos, sale a la luz la violencia a cada paso. Algo que parecía superado y que se empeñan en recrear en imágenes en vivo y en directo, más allá de las películas que copan las pantallas para impresionar a los espectadores de pago. Se trata de crear cierta conciencia de culpa para tener que ir corriendo a arrepentirse y buscar la protección del que gobierna. El mensaje aquí es ilustrar sobre quienes son los buenos y los otros. Dejando claro que quien manda siempre es el aparece en la historieta como el bueno.

Incluso lo que verdaderamente interesa al ciudadano común, que es el bienestar, está plagado de historietas visuales que le ponen ante los ojos el bien-estar de los demás para animar a recuperar el suyo o al menos, si no es posible, despertar el acicate vital de la envidia. Aunque a veces se decide hurgar en la realidad menos amable y se toca la tragedia ajena para dar a entender lo bien que se vive en las sociedades avanzadas y lo mal que se pasa al otro lado del muro. El propósito no es otro, una vez más, que proyectar la idea del acierto de los gobernantes, las bondades del sistema democrático y la vida mejor que ha traído el capitalismo.

Pese a su aceptación popular, tras marear la perdiz por un tiempo, la historieta ocasional tiende a agotarse. Esta se va prolongando a trompicones, para satisfacer ocultos intereses o no tan ocultos, y en tanto se prepara la siguiente, de común acuerdo con el empresariado que vive del negocio de la noticia. En el fondo, una parte de la moralina que se desprende de las historietas es alejar de la mente ciudadana otras realidades más significativas y trascendentes para dejar en el aire lo aparente.

Cambiando de estilo para tocar el asunto económico, el otro frente de la actividad propensa a la historieta, aquí más bien como forma de publicidad, se centra en las cosas que afectan al bolsillo. Lo más llamativo son las estadísticas, que pueden servir, en base a la interpretación de los datos, para pasar en un momento del día a la noche, es decir, de la euforia al desencanto o bien a la inversa. Datos reales tocados por la tendencia a conveniencia de aquellos encargados de manipular esta otra historia a gusto de todos. La cosa lo mismo se dice que va muy bien, que se habla de recesión y se airea la crisis, como si fuera algo superado y no simplemente maquillado a base de cifras servidas a conveniencia del momento y los intereses. El propósito de las historietas de esta índole es animar el consumo, puesto que hay que gastar para salvar la situación de las empresas.

Por su singularidad, mas llamativas en el panorama de la historieta económica son esas otras que mueven la bolsa de valores, que vive del día a día para sacar los cuartos a los ingenuos -y a los no tanto-. Historietas, pero solo eso -lo verdaderamente real va por otro lado-, aparecen cada día, según quiera utilizarlas el que maneja el cotarro, incluso una misma historia puede servirle para inclinar la balanza de uno u otro lado. Luego la interpretan los que viven del rumor y operan desde la técnica, dedicados a tratar de mover lo que es realidad con historietas de futuro, haciendo vaticinios para ganar clientela, seguros de que si no aciertan nadie les pedirá cuentas. No es preciso estar dotado de facultades previsoras para decir que si aquello sube es que todo va bien, si baja, es que la cosa va mal, claro que podría ir peor o mejor. Toda un lección de sabiduría. Aquí lo que resulta evidente es que quien hace el negocio no es otro que el que dirige el espectáculo entre bambalinas a base de historietas, puesto que se conoce la obra al dedillo. Saca tajada y se marcha, luego vuelve para repetir la operación una y otra vez; lo hace porque en cualquier momento puede cambiar el guión y llevarse los beneficios a cualquier parte, por aquello de la globalización, mientras los de aquí se quedan a dos velas. No obstante, los expertos siguen haciendo previsiones y dando explicaciones a base de interpretar lo que solo son historietas.

Para la política y la economía el valor de las historietas de actualidad ha acabado siendo inapreciable, porque marca líneas a seguir para la opinión y el debate ciudadano, a la vez que resultan ser, en el caso de las masas, simple entretenimiento colectivo ocasional que alivia la carga de la realidad. No sucede así con los más avispados que, aprovechando cualquier tesitura y a la sombra de las historietas, trabajan para, con sus respectivas armas, consolidar mayores cotas de poder. El negocio de ambas reside en que las historietas de actualidad solo acaban siendo imágenes inofensivas que tratan de vaciar de contenido real la existencia de quienes las miran y contribuyen a su incondicional sumisión al sistema. Mientras, del otro lado, sirven para generar beneficios a quienes disponen de las claves que permiten convertir noticias en historietas para entretener al auditorio.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.