La extracción del petróleo es la causa principal del desequilibrio en nuestro territorio. Es por esta razón que prohibimos toda clase de extracción en nuestro territorio.
Nosotros, el pueblo Sapara, a lo largo de las generaciones, hemos vivido un verdadero “ecocidio.” Es decir, hemos perdido una gran parte de nuestros bosques que alimentan nuestro ser. Además, nuestro idioma está en vías de extinción y nuestros queridos abuelas y abuelos, hermanas y hermanos, los sabios que nos ayudan a conectar con naku, el mundo de la selva, se nos están muriendo. En medio de esta oscuridad, nosotros, los saparas, sobrevivimos aferrándonos a nuestra misión ancestral: la de defender a toda costa este mundo llamado naku, ya que reconocemos que el bosque es la fuente vital de nuestro pueblo y de nuestro planeta.
El mundo viviente que nos alimenta y sostiene a todos es un bosque. Nosotros somos bosque. Nuestra tarea, fin y destino como saparas es ser fieles a las enseñanzas que vienen de la selva, vivir nuestras vidas plenamente con ellas y propagarlas para que lleguen al planeta entero con el fin de descubrir una conexión nueva con el bosque que nos hace y que nos envuelve.
La Declaración Kamungishi, entonces, es el mensaje que transmitimos con todo nuestro ser para el planeta actual. Es una guía para este tiempo de plena crisis ecológica que estamos viviendo en la Tierra.
El mensaje es simple:
El mundo es uno solo –nukaki–.
El mundo es bosque –naku–.
La fragmentación de este mundo ocurre cuando se separa su parte material de su fundamento espiritual. El error grave de esta época moderna consiste en olvidarse de la parte espiritual y solo enfocarse en lo material, tratando el llamado “mundo natural” como si fuera un mero recurso. Esta separación ha tenido graves consecuencias para el bienestar de nuestro planeta. Al sostener, en cambio, que el mundo es naku, que el mundo es bosque, queremos decir que el mundo que nos rodea, que nos acoge y que nos sostiene a todos está compuesto enteramente por seres –personas– quienes se comunican entre ellos, y con nosotros también. Estos seres son espíritus (tsawanu), y nosotros, siendo parte de ese mundo, también somos seres espirituales. El mundo llamado bosque es uno solo a la vez que está compuesto por un sin número de seres que producen una profusión de saberes. Es decir, el bosque es un todo al mismo tiempo que es también una multitud.
La tarea de los saparas es mantener abiertas las vías de comunicación con el lado tsawanu que sostiene al mundo, y así, volver a hacer de los fragmentos de la vida cotidiana un todo. En nuestra vida diaria tenemos que aprender nuevamente a regresar al fundamento espiritual que anima toda la vida, para que nos sirva de guía para un futuro buen vivir (witsa ikichanu). Esto requiere prácticas diarias. Especialmente, hay que saber cómo trabajar bien con los sueños y con las visiones que nos proporcionan nuestras plantas medicinales, ya que estos son los caminos que nos llevan directamente al mundo espiritual.
Naku, el mundo silvestre, se rejuvenece en un lugar que nuestros mayores, los ishyawnashimanujinya, nombraron Kamungishi. Kamungishi es un lugar amplio en el centro del territorio sapara. Está compuesto por bosques y lagunas sagrados de una diversidad inigualable. Aunque lo defendemos con todo nuestro ser, Kamungishi no es una “reserva,” ya que esa palabra implica un espacio separado de la actividad humana que se conserva como simple fuente de recursos. Kamungishi, más bien, es un hogar. Es el hogar de la selva para nuestro continuo renacer.
Kamungishi está atravesado por el camino encendido de la Anaconda Ardiente, la Anamishuka Saweraw, el ser que se encarga continuamente de hacer revivir la Tierra cuando ella empieza a perder su equilibrio. La extracción del petróleo es la causa principal de este desequilibrio. Hace que la Tierra se vaya muriendo, pues mantener el petróleo en su propio lugar bajo tierra es necesario para el bienestar, el witsa ikichanu, planetario. Es por esta razón que prohibimos toda clase de extracción en nuestro territorio.
Nosotros, los hijos de la selva, viajeros del sueño, somos llevados a Kamungishi a escuchar a sus seres y sus mensajes. Es allí donde renacemos a su vida. Es allí donde estaremos para vivir, aprender y asegurar que su historia también sea la nuestra. Y contando esta historia podemos encauzar las ideas de quienes la escuchan, y así orientar sus caminos. Kamungishi es el corazón (winjya) de la vida selvática. Es la fuente para un rejuvenecer planetario.
Kamungishi, en fin, es nuestra universidad espiritual; nuestro templo en la selva. Nos enseña cómo vivir bajo la sombra de sus árboles inmensos: Samiki, Suyawna, Tsawanatuka. Cuidados por sus perros pumas guardianes, encontramos el buen camino, un corredor mantenido por los seres de la selva –los kananakujinya– quienes nos guían por los meandros de la vida. Por medio de los sueños de antaño, sus seres fijan nuestros caminos y nuestras intenciones. Y nos van recordando: “Así tiene que ser, y así tenemos que cuidarla.” Y nos van recordando: “El mundo es uno solo – nukaki–. El mundo es bosque – naku–. Así mismo es.”