El gobierno y las autoridades debieran tener mucho cuidado con sus homenajes a la enseña nacional, a los símbolos patrios. Debieran sopesar hasta qué punto es conveniente andar motivando por escuelas y centros juveniles el respeto a la bandera o sentando la obligación de que se cante el himno patrio en los centros docentes. El […]
El gobierno y las autoridades debieran tener mucho cuidado con sus homenajes a la enseña nacional, a los símbolos patrios.
Debieran sopesar hasta qué punto es conveniente andar motivando por escuelas y centros juveniles el respeto a la bandera o sentando la obligación de que se cante el himno patrio en los centros docentes.
El Congreso también debiera reflexionar si no será una imprudencia estimular entre la infancia, esa que siempre auguran como el futuro de la República, el culto a Duarte, Sánchez y Mella, el respeto a los padres de la patria.
Las instituciones que se sumaron durante el pasado mes de febrero a la conmemoración de las efemérides patrias, desarrollando su labor por institutos y centros populares, debieran meditar seriamente si, en estos tiempos, la divulgación de los valores nacionales no será una insensata imprudencia.
Porque esa infancia animada a leer a Duarte y demasiado ingenua todavía como para saber interpretar los afanes de sus autoridades, podría llegar a creérselos, podría llegar a pensar que, como dijera Duarte, «la nación dominicana es libre e independiente y no es ni puede ser jamás integrante de ninguna otra potencia».
Porque esas niñas y niños todavía no curtidos por el «pragmatismo» del ejercicio político, sometidos a las lecturas del ideario de Juan Pablo Duarte o de otros próceres, podrían acabar pensando que «mientras no se escarmiente a los traidores como se debe, los buenos y verdaderos dominicanos serán siempre víctimas de sus maquinaciones».
Porque esos jóvenes en quienes se estimula los valores nacionales, a fuerza de cantar el himno podrían acabar sabiendo que «ningún pueblo ser libre merece si es esclavo, indolente y servil».
Porque esas generaciones a quienes se encomienda el futuro de la patria, si las autoridades siguen insistiendo en que conozcan el pensamiento y la obra de sus forjadores, pueden acabar entendiendo que «vivir sin patria es lo mismo que vivir sin honor» y quien sabe si hasta afirmando que «nuestra patria ha de ser libre e independiente de toda potencia extranjera o se hunde la isla».