Tengo 80 años que han sido nómadas, líquidos, difusos: lo único sólido en mi vida es mi mujer desde hace 60 años. Nací en Poznam, hui de Hitler, estudié en Moscú y enseñé Sociología en la Universidad de Tel Aviv y en la de Leeds. Necesitamos referencias sólidas, pero a nuestro alrededor todo ha devenido […]
Tengo 80 años que han sido nómadas, líquidos, difusos: lo único sólido en mi vida es mi mujer desde hace 60 años. Nací en Poznam, hui de Hitler, estudié en Moscú y enseñé Sociología en la Universidad de Tel Aviv y en la de Leeds. Necesitamos referencias sólidas, pero a nuestro alrededor todo ha devenido líquido. Colaboro con el CCCB
En la sociedad agraria, antes de que fuéramos modernos, no sobraba nada: la basura era abono. Tampoco sobraba nadie: todos tenían algo que ofrecer y bastaba con empuñar la azada o saber recoger fruta para que todos tuvieran un plato en la mesa.
– Todos tenían algo que hacer.
– Pero llegó la modernidad y la minería y la industria, que ya no reciclan ni integran, sino que generan basura material y basura humana. Si no les sirves para producir, eres un parado y, junto con los enfermos y ancianos, devienes estorbo. Hoy todos estamos o produciendo basura o en trance de convertirnos, tarde o temprano, en basura humana.
– Y fabricamos coches que seis meses después de salidos de fábrica son viejos.
– Porque la lógica de la modernidad es generar desperdicios, una lógica que culmina en la histeria de la moda y que te obliga a tirar ropa o muebles en perfecto estado.
– Porque ya no son modernos.
– Porque la modernización siempre es compulsiva, no es racional, aunque la disfracen de razonable cuando nos la venden o nos la imponen. Los que mandan siempre están creando un nuevo orden moderno que sustituirá al anterior siempre anticuado.
– ¿Quién gana al imponer ese afán?
– La modernización compulsiva afianza el dominio de una minoría que decide la modernidad. Al imponer el cambio del sistema, esta minoría deja fuera a los que no encajan por demasiado viejos o demasiado jóvenes, o demasiado tontos o demasiado listos…
– ¿Puedes sobrar por ser demasiado listo?
– La cultura hoy no consiste en la capacidad de aprender sino en la habilidad para olvidar. Si no olvidas rápidamente lo que sabes para aprender lo nuevo, te conviertes en redundante y estarás en la lista de despedidos del próximo expediente de crisis. Así que es mejor olvidar lo que sabes.
– ¿Lo aprendido puede llegar a estorbar?
– ¿Acaso no es un estorbo para una empresa el trabajador que se empeña en hacer algo con perfección artesana? ¿No sería un engorro para una fábrica de coches que un equipo fabricara uno que durara toda la vida? ¡Si lo que quieren es vender! La calidad molesta.
– Se impone la fungibilidad planificada.
– Esa mentalidad de la sociedad líquida en la que vivimos también se ha contagiado a la pareja: antes tu pareja era lo más sólido en tu existencia. Hoy el afán modernizador convierte a tu pareja en algo que también queda desfasado cada temporada. El matrimonio de por vida está anticuado y se impone un matrimonio con contrato basura.
– Media nación se divorcia de la otra media.
– Y así convierte todavía en más precario el equilibrio vital: a nuestro alrededor esa modernización espasmódica transforma todo en pasajero, en líquido. El medio ambiente forma parte de lo antiguo y destinado a desaparecer, a ser basura, y en la basura los humanos vivimos sujetos a relaciones sin garantías… Empezando por las laborales.
– Sin compromiso.
– Si me haces ganar dinero o placer, te mantengo, si no, te echo y punto. La noción de compromiso, que era el eje de la confianza mutua, se ha convertido en paleolítica, porque dificulta esa modernización compulsiva. Y esa falta de compromiso genera también en la pareja y en la familia personas redundantes: gente que sobra por doquier. Todos sobramos o algún día sobraremos.
– ¿Qué hacer con tanta gente sobrante?
– Cuando comenzó la modernidad, los problemas locales en la metrópolis causados por esos seres redundantes – el parado, el inválido, el alcohólico, el delincuente, la puta vieja, la mujer abandonada y sola, el loco, el desviado político…- eran resueltos de modo global: la basura humana se enviaba a colonias.
– Así nacieron América y Australia.
– El hispano muerto de hambre hacía las Américas o el presidiario galés era desterrado a Australia. ¿Pero dónde facturar hoy a todos esos sobrantes humanos?
– ¿?
– Hoy la metrópoli se ve obligada a asumir sus sobrantes humanos y a crear el Estado de bienestar para aminorar el problema y los peores barrios para acumular allí a los sobrantes de la modernidad, lejos de su vista.
– Siempre ha habido barriadas populares.
– Pero antes, cuando había empleos fijos, sólo eran una estación de paso hacia un mejor destino; hoy los hiperguetos urbanos franceses son ya guetos definitivos con parados crónicos que sólo se sienten normales dentro del barrio y que no dejan que entre nadie a su hipergueto porque no quieren que les hagan sentirse parados o marginados.
– Mala evolución.
– El Estado se concentra al final en la seguridad y transforma el hipergueto en una variante de presidio con toques de queda, segregación y registros aleatorios: métodos de toda la vida en cualquier cárcel y hoy también habituales en los hiperguetos franceses.
– Y las colonias nos devuelven la visita.
– Eso es la inmigración ilegal, como el terrorismo, como el narcotráfico… ¿Qué pueden hacer nuestras policías nacionales al respecto? Son problemas globales que no podemos resolver localmente con estados nación.
– ¿Y los organismos internacionales?
– Son una broma. La única ley es la del mercado, y el único poder, el del más fuerte. ¿Usted cree que las multinacionales están interesadas en un poder global que controle los paraísos fiscales de los que ellas viven?
– No las veo hacer campaña, desde luego.
– Y pedimos a los africanos que tengan menos hijos porque instintivamente queremos ocupar ese espacio de ellos, los que sobran, con nuestros propios desechos humanos.