En el ochenta y siete aniversario del asesinato del poeta, nos adentramos en la intrahistoria del Romance de la Guardia Civil española, poema inspirado por una huelga agrícola y la represión de jornaleros y gitanos en la campiña de Jerez, año 1923.
El Romancero Gitano es una de las obras más populares de Federico García Lorca. Y de las más comprometidas. El libro —como diría el poeta—, “aunque se llama gitano, es el poema de Andalucía; y lo llamo gitano porque el gitano es lo más elevado, lo más profundo, lo más aristocrático de mi país, lo más representativo de su modo y el que guarda el ascua, la sangre y el alfabeto de la verdad andaluza y universal”.
No residía en Lorca la voluntad de retratar “la Andalucía que se ve”, sino desentrañar aquella donde “está temblando la que no se ve”. Elevar la esencia andaluza en su dimensión cósmica. En ese propósito, no podía haber una raíz más oculta para hablar de la Andalucía misteriosa y milenaria que la que posee el gitano, la gitana, frente a la alienante esencia de la racionalidad occidental.
En el Romancero Gitano — “obra misteriosa y clara”, “popular y andalucísima”, donde lo narrativo y lo lírico, lo terrenal y lo simbólico, se fusionan entre sí—, hay una universalización del pueblo gitano y una importancia concedida al sur, un sur nutrido de esas personas que, de nuevo en palabras de Lorca, “parece nunca han existido para los poetas”. Personas que “mueren de hambre por no vender su voz milenaria a los señores que no poseen más que dinero, que es tan poca cosa”. Esas que riegan con su sudor el campo andaluz, o forman parte de un pueblo perseguido, estigmatizado e invisibilizado por la historia.
Porque la Andalucía que late en los romances de García Lorca no es la tierra pintoresca de señoritos y cortijeros, terratenientes y latifundistas; es la que se esconde en los cauces de los ríos. Es la Andalucía de los pobres, de la pena y de los marginados. De los sin pan. La Andalucía del temblor. De la fragua y de la hoz. La Andalucía popular. La tierra de jornaleros y gitanos.
Tratamos hoy aquí uno de los dieciocho romances que componen el romancero, Romance de la Guardia Civil española. Un poema, como todo el libro, rico en connotaciones y sentidos que, a veces, lejos de quedarse en el universo de la metáfora, también tienen —como veremos a continuación— su correspondencia con la realidad.
Romance de la Guardia Civil española. Contexto y situación del campo andaluz y de la campiña de Jerez
En la década de 1920, la clase trabajadora en Andalucía constituía tres cuartas partes de la población. Estaba formada, en los núcleos rurales, por jornaleros y jornaleras agrícolas y pequeños propietarios; en los núcleos urbanos, por un proletariado de servicios o actividades esporádicas (Solana Ruiz, J. L. 2003. Las clases sociales en Andalucía. Un recorrido sociohistórico).
Con una progresiva madurez como clase obrera, las mayorías sociales del campo, atravesadas por la conflictividad política y social de principios de siglo, protagonizaron una creciente concienciación y organización política a causa de problemáticas tanto coyunturales —inflación de la economía, especulación de productos de primera necesidad, carestía de subsistencias—, como estructurales, derivadas fundamentalmente de la injusta y desigual propiedad de la tierra.
En ese contexto, la campiña de Jerez de la Frontera —una de las seis comarcas de la provincia de Cádiz—, con grandes superficies dedicadas al cultivo de la vid, y, por tanto, con una destacada acumulación de población activa agraria, fue escenario de multitud de movilizaciones y huelgas campesinas. Entre 1917 y 1921, hubo en Jerez más de sesenta huelgas (Caro Canela, D. 1996. Huelgas en Jerez en el trienio 1918-1920). En el conjunto de la región, durante esos años se convocaron unas doscientas huelgas, siendo Jerez de la Frontera uno de los territorios más activos de lucha (Morales Muñoz, M. 2015. “La voz de la tierra. Los movimientos campesinos en Andalucía (1868-1931)”.
De entre todas esas huelgas, la que aquí nos interesa fue una más, como otra cualquiera, sin hechos destacados para su mención. Otro conflicto de clase en la larga lista de choques entre los de abajo y los de arriba, entre quienes trabajaban el campo y poseían la tierra. Solo que llegó a los oídos de un poeta. De un poeta comprometido, que comprendía con simpatía a los perseguidos. Y le inspiró para hacer un romance.
Gracias al minucioso y documentado trabajo del investigador lorquiano Miguel Francisco Caballero Pérez en “Lorca, basado en hechos reales”, hoy sabemos que uno de los poemas más críticos de García Lorca, “Romance de la Guardia Civil española”, seguramente tenga su razón de ser en la huelga que en 1923 llevaron a cabo los jornaleros agrícolas de la campiña de Jerez de la Frontera, así como en la represión de la misma por parte de la Guardia Civil. De esta forma pasa una huelga común a los anales de la historia.
La huelga agrícola de 1923
Informaba El Defensor de Granada el día 10 de julio de 1923: “Huelga en Jerez. Se ha declarado la huelga de obreros agrícolas de la campiña jerezana. Se han adoptado precauciones para evitar coacciones”. Y continuaba, al día siguiente: “Sigue la huelga en la campiña. Alcanza ya veintidós cortijos. Se han nombrado cinco comités de huelga”.
La huelga se producía en un momento donde la reorganización sindicalista, el auge de las corrientes libertarias y del movimiento obrero propiciaban el despertar del trabajador/a del campo.
La crítica al sistema de explotación y a la política caciquil del proletariado agrícola iba en aumento (Rodríguez, R. 1979. El proletariado agrícola andaluz como clase social (1913-1920). Los medios de la época, particularmente El Defensor de Granada y El Guadalete, informaban de la evolución de la huelga. Resumidamente, la protesta agrícola, con altibajos, no fue fructífera. Desde los primeros mítines de mil personas y la solidaridad entre trabajadores, hasta el desinfle y el abatimiento final, el paro y la reivindicación de los trabajadores/as duró aproximadamente un mes.
El final
estuvo condicionado por la dureza de la fuerza represiva del Estado y
la coacción de la clase propietaria local. Violencia que Lorca plasmó
en su Romance tiempo después de los hechos.
La represión de la Guardia Civil y los terratenientes jerezanos
Destacamos cuatro informaciones relevantes sobre la huelga, marcadas en negrita para el investigador lorquiano Miguel Caballero, pues explicarían las alusiones de García Lorca a la represión violenta de la Guardia Civil en su famoso romance (y en la huelga jerezana).
La primera, del diario ABC del día 18 de julio, donde se señala que la Guardia Civil “disolvió varios grupos que ejercían coacciones y detuvo a varios huelguistas. Se han concentrado 70 guardias civiles”.
Los caballos negros son.
Las herraduras son negras.
Sobre las capas relucen
manchas de tinta y de cera.
Tienen, por eso no lloran,
de plomo las calaveras.
Con el alma de charol
vienen por la carretera.
Jorobados y nocturnos,
por donde animan ordenan
silencios de goma oscura
y miedos de fina arena.
Pasan, si quieren pasar,
y ocultan en la cabeza
una vaga astronomía
de pistolas inconcretas.
La segunda, aparecida en El Guadalete el día 22 de julio, donde se informa del regreso de “la fuerza de la Guardia Civil que había marchado a Madrid” para contener y reprimir a los trabajadores.
Avanzan de dos en fondo
a la ciudad de la fiesta.
Un rumor de siemprevivas
invade las cartucheras.
Avanzan de dos en fondo.
Doble nocturno de tela.
El cielo, se les antoja,
una vitrina de espuelas.
La ciudad, libre de miedo,
multiplicaba sus puertas.
Cuarenta guardias civiles
entran a saco por ellas.
Los relojes se pararon,
y el coñac de las botellas
se disfrazó de noviembre
para no infundir sospechas.
Un vuelo de gritos largos
se levantó en las veletas.
Los sables cortan las brisas
que los cascos atropellan.
Por las calles de penumbra
huyen las gitanas viejas
con los caballos dormidos
y las orzas de monedas.
La
tercera, redactada dos días después en el mismo medio, donde se dice,
literalmente, “La Guardia Civil recorre el campo incesantemente y
dentro de la ciudad se ha redoblado la vigilancia”.
Por las calles empinadas
suben las capas siniestras,
dejando detrás fugaces
remolinos de tijeras.
Y la cuarta y última, citada en el ABC el 10 de agosto según el investigador Caballero: “incendio en varios cortijos (…) que puso de manifiesto actos represivos (…) como la quema de chozas de los jornaleros (…) El incendio destruyó las cosechas y supuso la muerte para muchas cabezas de ganado. Además, varias chozas fueron pasto de las llamas, dejando a los colonos en la miseria” (Caballero, M. 2022. Lorca: basado en hechos reales. Los sucesos que inspiraron sus obras).
Pero la Guardia Civil
avanza sembrando hogueras,
donde joven y desnuda
la imaginación se quema.
Rosa la de los Camborios,
gime sentada en su puerta
con sus dos pechos cortados
puestos en una bandeja.
Y otras muchachas corrían
perseguidas por sus trenzas,
en un aire donde estallan
rosas de pólvora negra.
Cuando todos los tejados
eran surcos en la tierra,
el alba meció sus hombros
en largo perfil de piedra.
La huelga, habida cuenta de la represión, “finalizó sin que los obreros consiguieran la más mínima mejora en sus jornales, los cuales permanecieron congelados en la cantidad pagada el año anterior. La presión de los caciques (…); el hambre, el cansancio, la división y el desgaste de los obreros; todo ello contribuyó a acabar con las pretensiones de mejora social y de sueldo por las que lucharon los jornaleros durante los 26 días que duró la huelga” (ídem).
La lucha de los trabajadores del campo y su represión, llegó, de algún modo, a los oídos de Federico García Lorca. Y los hechos le inspiraron para hacer una dura crítica a la Benemérita. Existen muchas razones para creerlo, como la coincidencia temporal del Romancero (aunque publicado en 1928, cabe recordar que el libro fue escrito entre 1924 y 1927) y la huelga; la casi literal reproducción de la represión de la Guardia Civil contra los huelguistas y los asentamientos gitanos de la zona; o la introducción en el romance de un nombre propio como Pedro Domecq, terrateniente de una de las familias con más linaje de la zona, y de una ciudad concreta: Jerez de la Frontera.
Detrás va Pedro Domecq
con tres sultanes de Persia.
La media luna, soñaba
un éxtasis de cigüeña.
Estandartes y faroles
invaden las azoteas.
Por los espejos sollozan
bailarinas sin caderas.
Agua y sombra, sombra y agua
por Jerez de la Frontera.
En relación a este último hecho, el Pedro Domecq del romance podría ser Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio (1881-1937), empresario bodeguero y ganadero de toros bravos, o Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio (1869-1921), marqués de Casa Domecq, gentilhombre de Cámara de Su Majestad (Alfonso XIII), Caballero de la Orden Militar de Calatrava, Caballero de la Orden de Carlos III y vicecónsul de Bélgica en Jerez. Ambos hijos de Pedro Jacinto Domecq Loustau (empresario vitivinícola, principal impulsor del brandy de Jerez) y María del Carmen Núñez de Villavicencio Olaguer-Feliú, primera marquesa de Domecq.
Los caciques jerezanos tampoco se librarían de la crítica del poeta, siendo la saga Domecq símbolo de una clase social usurera, explotadora, propietaria de la tierra, paradigma de la élite abusadora de la vieja Andalucía. [Léase el poema completo, en orden]
Las otras críticas a la Benemérita
No es Romance de la Guardia Civil española el único poema donde Lorca hace una enérgica crítica al cuerpo de seguridad. En el Romancero Gitano hay múltiples referencias a la Guardia Civil.
Sirvan de ejemplo Prendimiento y muerte de Antoñito El Camborio (Y a la mitad del camino / bajo las ramas de un olmo, / guardia civil caminera / lo llevó codo con codo (…) / Ni tú eres hijo de nadie, / ni legítimo Camborio / ¡Se acabaron los gitanos / que iban por el monte solos! / Están los viejos cuchillos / tiritando bajo el polvo. / A las nueve de la noche / lo llevan al calabozo, / mientras los guardias civiles / beben limonada todos. / Y a las nueve de la noche / le cierran el calabozo, / mientras el cielo reluce / como la grupa de un potro); Romance Sonámbulo (Sobre el rostro del aljibe / se mecía la gitana. / Verde carne, pelo verde, / con ojos de fría plata. / Un carámbano de luna / la sostiene sobre el agua. / La noche su puso íntima / como una pequeña plaza. / Guardias civiles borrachos, / en la puerta golpeaban. / Verde que te quiero verde. / Verde viento. Verdes ramas. / El barco sobre la mar. / Y el caballo en la montaña); o Reyerta (El juez, con guardia civil, / por los olivares viene. / Sangre resbalada gime / muda canción de serpiente. / Señores guardias civiles: / aquí pasó lo de siempre. / Han muerto cuatro romanos / y cinco cartagineses).
Incluso en poemas anteriores, como Canción del gitano apaleado, del Poema del cante jondo (1923), Lorca ya denunciaba la violencia de la “guardia civil caminera”:
Veinticuatro bofetadas.
Veinticinco bofetadas;
después, mi madre, a la noche,
me pondrá en papel de plata.
Guardia civil caminera,
dadme unos sorbitos de agua.
Agua con peces y barcos.
Agua, agua, agua, agua.
¡Ay, mandor de los civiles
que estás arriba en tu sala!
¡No habrá pañuelos de seda
para limpiarme la cara!
En sus numerosas cartas y relaciones epistolares, también encontramos crítica y preocupación por parte del poeta ante la violencia de la Benemérita. En una carta a su hermano Francisco, en 1926, le llegó a decir: “El país está gobernado por La Guardia Civil. Un cabo de Carataúnas a quien molestaban los gitanos, para hacer que se fueran los llamó al cuartel y con las tenazas de la lumbre les arrancó un diente a cada uno diciéndoles: ‘Si mañana están aquí caerá otro’. Naturalmente, los pobres gitanos mellados tuvieron que emigrar a otro sitio. Esta Pascua en Cañar un gitanillo de catorce años robó cinco gallinas al alcalde. La Guardia Civil le ató un madero a los brazos y lo pasearon por las calles del pueblo, dándole fuertes correazos y obligándole a cantar en alta voz. Me lo contó un niño que vio pasar la comitiva desde la escuela. Su relato tenía un agrio realismo conmovedor. Todo esto es de una crueldad insospechada… y de un fuerte sabor fernandino”.
A Jorge Guillén, también por carta, le dijo en marzo de ese mismo año: “La Guardia Civil va y viene por toda Andalucía”.
Como en sus posteriores publicaciones (marcadamente en Poeta en Nueva York,
poemario anticapitalista, antirracista, durísimo contra la
deshumanización de la sociedad moderna) Lorca se alinea con los
perseguidos, los discriminados. Y no duda en criticar (en plena
dictadura de Primo de Rivera) a nada más y nada menos que la Guardia
Civil. Un hecho insoslayable de su trágico final.
Romance de la Guardia Civil española y el asesinato de Federico García Lorca
Romance de la Guardia Civil española fue, como dijo Miguel García-Posada, “la primera gran creación poética en que, si no la revolución, sí es la represión implacable la que se manifiesta rotundamente. La imaginación, el juego, la libertad, son sacrificados por la ley de una civilización siniestra. Hay que esperar al ‘Guernica’ picassiano para encontrar otro testimonio artístico semejante de masacre”.
Las referencias del poeta a la Guardia Civil, y el antagonismo dibujado entre el pueblo gitano y el cuerpo policial, “surgen del mismo pozo oscuro del miedo popular (…) Cada encuentro entre gitanos, eternamente ingenuos, aventureros y valientes hasta en sus más pequeñas vanidades, se convierte en un choque entre la sombría violencia organizada y la libertad humana, generosa y alegre“ (Barea, A. 1957. Lorca, el poeta y el pueblo).
Como era de esperar, la crítica del poeta al cuerpo en Romancero Gitano, y más concretamente, en Romance de la Guardia Civil española, no fue acogida con entusiasmo. Ni en el cuerpo ni en parte de la sociedad. De hecho, dato curioso, Lorca llegó a ser denunciado por su libro el 31 de enero de 1936, ya que contenía, según el denunciante, “conceptos y frases injuriosas para el Instituto de la Guardia Civil”. La denuncia no prosperó y la anécdota terminó siendo rocambolesca.
Sin embargo, el contenido del poema y el odio que despertó en las fuerzas represoras del Estado están estrechamente ligados al fusilamiento del granadino. Y lo están por una serie de circunstancias insólitas, sorprendentes, como tantas y tantas eventualidades en la vida del poeta.
Veamos: entre los guardias civiles que reprimieron la citada huelga de 1923, se encontraban Vicente González García y Miguel Romero Macías.
González García era jefe del primer Escuadrón de Caballería de la Comandancia de Cádiz con sede en Jerez de la Frontera. Allí conoció y estuvo bajo el mando del teniente coronel Velasco Simarro. La caballería tuvo participación directa en la huelga agrícola de la campiña jerezana.
Por su parte, Romero Macías fue uno de los dos tenientes de la Guardia Civil que participaron en la represión de la huelga del 23. Años más tarde, en 1930, fue destinado a Granada. Allí, como González García, también estuvo bajo el mando del teniente coronel Velasco Simarro.
¿Y quién fue Velasco Simarro? El responsable en 1936 de la detención y asesinato de Federico García Lorca (Caballero Pérez, M. (2011). Las trece últimas horas en la vida de García Lorca).
Es decir, dos de los guardias que protagonizaron la violenta represión de la huelga jerezana de 1923 —hechos recogidos, difundidos y duramente criticados por Lorca en Romance de la Guardia Civil española —, terminaron estando bajo el mando del responsable del fusilamiento del autor del poema. Es difícil pensar que los tres no conversaran sobre el famoso romance, dada la trascendencia del mismo y la universalidad del autor, que ya era, por aquel entonces, uno de los poetas más famosos y renombrados del panorama literario español e internacional.
Como dice Caballero, al que le debemos gran parte del conocimiento de este conjunto de casualidades, “que este teniente coronel Velasco Simarro estuvo destinado en la comandancia de Cádiz en 1932 cuatro años después de la publicación del Romance de la Guardia Civil española, que fue considerado un ataque brutal a dicha institución; que Velasco conoció todos los hechos acaecidos y que dan lugar a dicho Romance y que la mala suerte para el poeta es que este individuo fuese el dueño de su destino, son hechos claros”.
Fin. Las dos caras de la historia
Velasco Simarro falleció el 26 de mayo de 1945. Su cuerpo está enterrado en el cementerio municipal de Granada. Miguel Romero Macías murió a los 45 años debido a una enfermedad. La vida de Vicente González García terminó plácidamente en Andalucía, tras ser ascendido en la jerarquía castrense y retirándose de los servicios militares a mediados de los años cuarenta.
Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio murió el 9 de febrero de 1921. Yace enterrado en la Finca el Majuelo, Jerez de la Frontera. Tras su fallecimiento, la burguesía jerezana y el Ayuntamiento de la ciudad erigieron un monumento en su honor. Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio falleció el 20 de marzo de 1937. Su cuerpo descansa en la Cripta de la Capilla del Sagrario de la Colegial, en Jerez de la Frontera. La familia Domecq es a día de hoy, según la revista Forbes, una de las familias más ricas de España.
Federico García Lorca fue detenido el 16 de agosto de 1936 por la Guardia Civil. Dos días después, entre Víznar y Alfácar, fue asesinado. Su cuerpo, ochenta y siete años después, sigue desaparecido. Entre las personas que componían el grupo que terminaría con la vida del autor del Romancero Gitano, había un guardia civil. Tenía el alma de charol y de plomo la calavera.
¡Oh, ciudad de los gitanos!
La Guardia Civil se aleja
por un túnel de silencio
mientras las llamas te cercan.
¡Oh, ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Que te busquen en mi frente.
Juego de luna y arena.