Conviene releer a W. Reich en «Psicología de masas del fascismo», donde denuncia el contenido reaccionario de la psicología burguesa por sostener que es irracional que los explotados vayan a la huelga, que los hambrientos «roben» comida, etc. Para la ideología dominante la resistencia es irracional y la Psicología tiene que estudiar esos actos irracionales, […]
Conviene releer a W. Reich en «Psicología de masas del fascismo», donde denuncia el contenido reaccionario de la psicología burguesa por sostener que es irracional que los explotados vayan a la huelga, que los hambrientos «roben» comida, etc. Para la ideología dominante la resistencia es irracional y la Psicología tiene que estudiar esos actos irracionales, combatirlos e imponer la racionalidad del poder. Pero W. Reich dice que el problema es el justo el opuesto: «Lo que es necesario explicar no es que el hambriento robe o que el explotado se declare en huelga, sino por qué la mayoría de los hambrientos no roban y por qué la mayoría de los explotados no van a la huelga». Por «robar» debemos entender, siguiendo la lógica marxista de W. Reich, la recuperación por el hambriento del producto de su trabajo, los bienes que pertenecen al pueblo trabajador y que han sido expropiados por la burguesía, y también la recuperación de la independencia nacional por parte de un pueblo invadido, expropiado por el ocupante. Por ejemplo, para la racionalidad burguesa, es un «robo» que los obreros en huelga recuperen la fábrica cerrada por su dueño oficial, mientras que para éstos es todo lo contrario, es recuperar lo que es suyo, producto de su trabajo, para no morir de hambre. Este autor sostiene que la pasiva obediencia de explotados y hambrientos se explica, además de por otras razones, también por las cadenas mentales que forman la estructura psíquica de masas que el capitalismo ha generado en las clases explotadas.
Por tanto, cuando la mayoría del pueblo trabajador se lanza a organizar una huelga general es que aumenta el cuestionamiento de la racionalidad del poder, de su principio de autoridad y obediencia o, dicho en otros términos, que la crisis de dominación se agudiza. Los «expertos» en sociología, el disfraz «científico» de la ideología burguesa, no se dignan a entrar en estas cuestiones, decisivas por otra parte. Sí lo hacen quienes conocen la dialéctica entre las condiciones objetivas y las subjetivas. Por ejemplo, a comienzos de los 70, en el Chile de la Unidad Popular se investigaba críticamente por qué existían explotados que se oponían desde la derecha al Gobierno de Allende pese a las conquistas sociales que se estaban logrando. Entre otras conclusiones, llegaron a la siguiente: «La sociedad capitalista gratifica la renuncia a la reflexión otorgando al individuo una pseudo-felicidad; la obediencia forzada a las fuerzas incomprensibles es sentida como placer», en «Sexualidad y autoritarismo». (El Cid, Editor. Buenos Aires, 1976). La obediencia sentida como placer y pseudofelicidad, impuesta por la prohibición de la reflexión crítica y libre, impide que la persona explotada tome conciencia de su realidad insostenible, por lo que nunca se imagina que puede recurrir a la huelga, al «robo» y a la lucha. La acción de estos y otros grupos revolucionarios rompió las cadenas mentales de amplios sectores populares. Sabemos cuál fue la respuesta: un largo rosario de dictaduras militares, de terrorismo en suma que exterminó a más de 150.000 personas en las Américas, obligando a decenas de miles a enmudecer, esconderse o exiliarse.
Como el viejo topo que imperceptiblemente destruye las raíces del poder, en Euskal Herria la crisis de dominación avanza con problemas, retrocesos y vaivenes. Los estados español y francés son conscientes de ello y todas sus medidas, absolutamente todas, van destinadas a reforzar las cadenas mentales y materiales que nos estrujan. Analizando los cinco procesos fundamentales que vivimos este mes de mayo vemos que nos remiten a la crisis de dominación: uno, el pucherazo electoral y el retroceso democrático cualitativo; dos, la preparación de la huelga general; tres, los debates sobre el acercamiento de las fuerzas soberanistas e independentistas; cuatro, los efectos más prolongados de la crisis capitalista, y cinco, el relanzamiento de las movilizaciones de todo tipo, especialmente contra la represión y a favor de las prisioneras y prisioneros.
Todos se agudizarán con el tiempo, como veremos, pero ahora debemos centrarnos en la decisiva importancia que tiene la huelga general, porque va directa al nudo gordiano, el de la dialéctica entre la opresión nacional, la explotación de clase y de sexo-género, dialéctica que nace de una totalidad concreta objetiva dotada de autoconciencia y subjetividad propias: Euskal Herria.
La huelga general no es el nudo gordiano sólo de la coyuntura actual, sino también lo es de la evolución futura del contexto. Su impacto en la coyuntura es obvio al mostrar que «el rey está desnudo», es decir, que toda la propaganda sobre la virtuosa democracia que padecemos es un trapo pestilente que no oculta las injusticias y corrupciones del poder que nos machaca a diario, y que, como un vampiro, engorda con nuestra sangre. Además, la triste «triple p»: paro, precariedad y pobreza, es denunciada por la huelga general no como efecto del destino ciego, de la suerte azarosa o de la voluntad maligna e inhumana de los dioses, sino como efecto del capitalismo en general, y del vasco en concreto por cuanto éste está para enriquecer a una burguesía colaboracionista con la opresión nacional. La huelga general descubre la razón de fondo de las «fuerzas incomprensibles» arriba vistas, enseñando la dinámica de la explotación clasista y mostrando a los sectores dubitativos o alienados del pueblo trabajador que no es irracional luchar por lo que nos pertenece, sino que en realidad es la máxima expresión de la conciencia emancipada e independiente.
La huelga general de mañana influye sobre la evolución del contexto porque, en síntesis, confirma la existencia de una fuerza popular y obrera tal cual es la estructura de clases del capitalismo vasco en este momento. La acción colectiva, un paso práctico, supera así la verborrea de cien programas y teoricismos abstractos o caducos sobre las clases sociales, y pone en la calle al actual pueblo trabajador vasco según es él mismo, con sus contradicciones y cambios permanentes, pero como la fuerza social decisiva para un futuro e inevitable proceso negociador. A la vez, y por el lado contrario, descubre la naturaleza de la burguesía vasca como clase propietaria de las fuerzas productivas e inevitablemente desenmascara el ruin y mezquino interés de los partidos y sindicatos, de la prensa, etc., que se han lanzado contra la huelga general con todas sus fuerzas, incluidas las represivas. De este modo, hace aún más comprensibles las «fuerzas incomprensibles» que rigen la opresión nacional que padecemos y los métodos para superarla. Así, paso a paso, profundizamos y extendemos la crisis de la dominación hispano-gala y capitalista.