«Al pueblo sólo lo salva el pueblo» A menos que entremos en un trance de esquizofrenia aguda, es hora de poner en práctica todo el amor que oficialmente nos han enseñado a tener -en loas- por las constituciones políticas y por los pueblos que deciden, soberanamente, cómo gobernarse. Ese ha sido, una y otra vez, […]
«Al pueblo sólo lo salva el pueblo» A menos que entremos en un trance de esquizofrenia aguda, es hora de poner en práctica todo el amor que oficialmente nos han enseñado a tener -en loas- por las constituciones políticas y por los pueblos que deciden, soberanamente, cómo gobernarse. Ese ha sido, una y otra vez, el discurso dominante, casi progre y casi dogmático -y siempre reverencial- con que se expiden los aparatos ideológicos dominantes cuando se trata de instituir formas del respeto social sobre las «máximas instituciones democráticas» que nos rigen. No hay mayor poder que el poder popular y soberano decidiendo su ser y su modo de ser social. La Constituyente es el pueblo salvando al pueblo. Con sus propias reglas y el mismo plan para un mundo sin amos ni esclavos. Un acto de amor. garantía de paz.
Y a no ser que todo hubiere sido palabrearía demagógica burguesa, que nos refregaron sin clemencia, generación tras generación, hoy en Venezuela se abre una oportunidad única para poner en práctica ese respeto supremo imbuido a las democracias que han crecido (incluso) desigualmente bajo las alas desiguales del capitalismo. No hay lugar para las jugarretas de la doble moral que, acaso, quisiera respeto catedralicio para la democracia burguesa y quisiere toda forma de escarnio, agresión y ataque contra la Constituyente en manos de los pueblos. No explicaremos aquí para qué sirve la ironía.
Venezuela discutirá, desde las bases, cómo perfeccionar su constitución vigente. Qué le sobra, qué le falta y qué ha de cumplirse con el consenso de la mayoría que legitima, incluso, la propia definición de la democracia realmente existente. Van a discutir, entre mil temas, la solución constitucional al problema de la economía rentista y de la guerra económica burguesa, que ha devastado a la clase trabajadora y amenazado todo el proceso del socialismo bolivariano. Discutirán los medios y los modos para superar la democracia burguesa que tanto daño viene haciendo con sus vacíos jurídicos y la permisividad delincuencial por donde se han infiltrado las canalladas más anti-democráticas y golpistas. Discutirán, en suma, una gran revolución cultural que transforme para siempre a Venezuela y consolide herramientas capaces de constituir la independencia económica en la independencia política para la soberanía semántica. Ser cultos para ser libres.
Y también discutirán una estrategia comunicacional constituyente que, de una vez por todas, garantice la voz de todos en oportunidades y en condiciones de justicia cultural y comunicacional. Urge organizar una fuerza comunicacional «constituyentista» que dé la vuelta al mundo, trabajando desde las bases, contra el silencio en los medios hegemónicos. Urge una fuerza comunicacional «constituyentista» más grande que el Gobierno, más grande que un solo país… tan grande como la batalla misma de las ideas y donde un millón de revolucionarios (al menos) genere permanentemente 100 mensajes «constituyentistas», organizados y sistemáticos, para todos los gustos y para los que tengan dudas o ignorancias. ¡Es una forma de decir!
A todos los pretextos que se han inventado para estorbar a la Constituyente e impedirle que sea el mandato de la clase trabajadora contra el mandato de la clase explotadora, se debe combatir con más Constituyente para la revolución. El escenario mundial lo exige. Es la hora de la justicia social de los pueblos dando todos los pasos necesarios en una situación histórica plagada con peligros y emboscadas macabras. Es hora de defender la justicia dictada por los pueblos y no la justicia burguesa dictada por los paladines leguleyos del capitalismo. No es la hora de abogar por los códigos ni las jurisprudencias oligarcas, es la hora de la justicia social y la Constituyente venezolana es escenario privilegiado que nos exige a todos compromiso fraterno, contribución, defensa y solidaridad. Internacionalistas.
Esta historia está comenzando una fase superior del «Plan de la Patria» que sin abandonarlo lo potencia. Y está claro que en su desarrollo concreto las deliberaciones y los acuerdos estarán atados a su realidad histórica y política; a su dialéctica objetiva y a las tantas estrategias que deberá sortear para ponerse a salvo de las agresiones que continuarán su necedad monstruosa de descarrilar a la Asamblea Constituyente que es, además, antiimperialista. No nos alcanzará la eternidad para arrepentirnos si no sabemos generar un gran movimiento planetario en defensa de la Revolución venezolana
Esta historia está pariendo una fase superior de la conciencia política y revolucionaria de los pueblos, no para conformarnos con leyes y constituciones de manera fetichista, como si con leyes se arreglara lo que no arregló la acción política o la lucha en todos los frentes. Se abre una fase superior en la confrontación de clase que no traerá soluciones milagrosas ni será ilusionismo reformista. Se abre una oportunidad de reordenación y refuncionalización de las herramientas de transformación social para asestar un golpe humanista y certero al modo de producción (depredación) capitalista y sus infames relaciones de producción humillantes, injustas y criminales.
Esta Constituyente venezolana es una responsabilidad de todos en todo el mundo. No podemos abandonarla bajo la paliza mediática que viene perpetrando la burguesía en todo el planeta y no podemos dejarla a expensas del Plan Cóndor mediático que opera en América Latina y el Caribe contra la Constituyente. No podemos ni debemos ser indiferentes, eso es un crimen. No podemos ni debemos quedarnos callados, eso es una injusticia. No podemos ni debemos jugar a la neutralidad falaz. No podemos ni debemos guardar silencio cuando lo urgente es explicar (y explicarnos) la Constituyente en todo su esplendor y en todo el mundo. Hacer saber a todos que es la obra de un pueblo que quiere que gobierne el pueblo. Que no es «perfecta», que no es «inmaculada», que refleja atrasos y contradicciones pero que es voluntad de las bases que no quieren seguir obedeciendo la voluntad de los explotadores. Bastaría saber los planes macabros de Trump -y sus secuaces- para que nadie regateara su solidaridad con la Constituyente, para que nadie jugara a ser juez sin antes haber abrazado fraternalmente al pueblo revolucionario de Venezuela hoy «constituyentista». Son horas cruciales, lo que pase ahí pesará en todas partes. Unidad.
Fernando Buen Abad Domínguez. Universidad de la Filosofía.
Blog del autor: http://fbuenabad.blogspot.com/
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.