¿Para qué sirven la filosofía y las humanidades? Pues para nada. Por eso el ministerio es coherente al intentar casi eliminar la filosofía de los estudios de secundaria y reducir a la mínima expresión las humanidades, así como las ciencias teóricas o fundamentales. Pero esto último lo dejamos a parte en este escrito aunque esté […]
¿Para qué sirven la filosofía y las humanidades?
Pues para nada. Por eso el ministerio es coherente al intentar casi eliminar la filosofía de los estudios de secundaria y reducir a la mínima expresión las humanidades, así como las ciencias teóricas o fundamentales. Pero esto último lo dejamos a parte en este escrito aunque esté íntimamente ligado. No nos engañemos, desde hace décadas vivimos en un mundo plano, un mundo unidimensional en el que los valores se han ido reduciendo a los valores del mercado, los valores de cambio, valores económicos. Por eso surge la pregunta de para qué sirve la filosofía, la ética, el arte, la música clásica, la literatura. Pues dentro de este esquema de valores que es el predominante, el pensamiento único del stablisment, que se extiende por doquier, en virtud de los medios de manipulación y control de masas, la respuesta es, lógicamente, que para nada. El mundo que vivimos, que han construido para nosotros, para esclavizarnos, para eliminar las conquistas sociales, antropológicas y laborales de doscientos años para acá, está siendo fagocitado por una forma de pensamiento (ausencia de tal) y un conjunto de valores (contravalores o valores económico exclusivamente) que excluye del mundo y del pensamiento el humanismo y dentro de él, su piedra angular, la filosofía. No, no dan palos de ciegos, ni son tontos, ni estos del PP, ni los del PSOE con su famosa LOGSE que de forma tan siniestra ha preparado el terreno para lo que se nos viene encima que no es más que la consecuencia lógica de lo anterior.
La visión de la educación es una visión tecnocrática que se apoya en dos pilares; primero, el mercantilismo. La educación debe ser un negocio y el fin ha de ser la empleabilidad, es decir, servir al mercado, o la adaptabilidad a la sociedad cambiante y del conocimiento en la que vivimos. Es decir, que es el mercado el que debe regular los planes de estudios, sus currículos y sus fines. Y aquí entra el segundo pilar, los tecnócratas de la educación, los pedagogos. Estos han creado una ideología que sustenta las supuestas formas de aprendizaje y, curiosamente, esas supuestas formas de aprendizaje se adaptan perfectamente al ideal del funcionamiento de una empresa, más aún, de una empresa privada. Se vacía el contenido y se prima la competencia, se elimina el aprender y se introduce la falacia de aprender a aprender, se elimina la autoridad moral e intelectual del profesor y se sustituye por la empatía y las TICs, bochornoso, pero cierto y, por supuesto, se elimina la ética y la educación para la ciudadanía, porque los ciudadanos no interesan, interesan los obreros, la mano de obra intercambiable y oprimida, ausente de derechos, cabizbaja y obediente.
¿Y las humanidades, y la filosofía? Pues no sirven para nada de esto. La filosofía nos enseña a ser personas, porque la filosofía, y las humanidades en su conjunto, inventan el concepto de ley, de persona, de libertad, de igualdad, de fraternidad, de derechos y deberes, de democracia y así sucesivamente. Pero todos estos valores no están dentro del mercado. Es más, nos interesa, o les interesa, que salgan de la circulación. Que no exista un pensamiento que los recoja; en definitiva, que caigan en el olvido y una gran losa se cierre sobre ellos. La filosofía es el ámbito de la libertad civil, de pensamiento y política. Cuestiona el poder, analiza al hombre, jerarquiza los valores, desenmascara el engaño del poder como el de la unidimensionalidad de los valores económicos. No sirve, porque no es útil, entendiendo lo útil por aquello que es eficiente económicamente. La filosofía, las humanidades tienen que ver con el ser, no con el tener. Y, precisamente por eso, han sido las humanidades, la filosofía, las que han construido al hombre. Pero al hombre como ser autónomo, libre, capaz de decidir sobre el futuro, capaz de transformar el mundo en el que vive si éste no le gusta. El hombre que crea y decide las leyes que le gobiernan, leyes que son un imperativo para todos. Las humanidades, simplemente, nos han hecho humanos, pero esto ni se compra ni se vende, no es un valor económico. De lo que se trata ahora, en la barbarie en la que nos hemos adentrado, es de despojar al hombre de todo lo humano, de convertirlo en un nuevo vasallo, un esclavo, un siervo de la gleba posmoderno. Y lo están consiguiendo. Por eso estamos en un momento de retroceso de siglos. Adentrándonos en una nueva y oscura edad media. Y la humanización del ser humano no puede competir con el poder económico y las nuevas tecnologías, sus seductoras y demagógicas aliadas. Es más, el humanismo no entra en competitividad, ese valor excede al humanismo pertenece, precisamente, a su poderoso enemigo, el capitalismo. Este capitalismo salvaje y bárbaro está fagocitando el humanismo duramente conquistado a través de la denostada, pero real, lucha de clases, y con él se está llevando por delante al propio hombre. Pero insisto, esto no es de hoy, políticamente tiene más de cuarenta años y, educativamente, en España empieza en el 1990 con la aprobación de la LOGSE. La nueva ley, la LOMCE no es más que dar un paso más y hablar con claridad.
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