La migración no es solo el desplazamiento de personas de un país a otro por causas económicas o sociales, la migración incluye todas las condiciones que posibilitan que ello suceda, y en ése sentido su interpretación debe necesariamente adoptarse desde una perspectiva histórica que articule el fenómeno a su contexto. Así la migración está incerta […]
La migración no es solo el desplazamiento de personas de un país a otro por causas económicas o sociales, la migración incluye todas las condiciones que posibilitan que ello suceda, y en ése sentido su interpretación debe necesariamente adoptarse desde una perspectiva histórica que articule el fenómeno a su contexto. Así la migración está incerta dentro del movimiento globalizador que responde a la totalización de las relaciones económico mercantiles y sus sofisticaciones a lo largo y ancho del mundo.
Estas relaciones no son otras que las relaciones de producción capitalista, es decir las relaciones que determinan la configuración global del trabajo. Siguiendo a Avi Chomski, a lo largo del siglo XX ha habido cambios muy importantes en torno al trabajo. En los paises del centro, la clase trabajadora se convirtió en clase media con accesos a la participación política, mejoras de salarios, accesos a la educación y la salud, es decir bienes de consumo y bienes sociales. No obstante, la desaparición del empleo industrial por el cierre de industrias y su traslado a los países de la periferia, está desequilibrando ese estilo de vida, y las clases medias se ven obligadas a trabajar más horas dejando de lado actividades que antes podían realizar, contratando un trabajo muy barato que está suplido por los inmigrantes, la mayoría de los cuales afronta un estatuto de irregularidad. Desde el lado de los países «exportadores» de inmigrantes, la cuestión se explica por los procesos de pauperización y exclusión inherentes a la conformación de un capitalismo mundial que creó países perífericos en una estructuración colonialista que introyectó las fantasías del capital, no solo en el imaginario individual, sino en el imaginario colectivo que entendió el desarrollo bajo la mirada del imperio, que no logra resolver sus contradicciones internas y anula a cada paso sus postulados ideológicos.
En la gran mayoría de casos los inmigrantes trabajan sin estar amparados por los Derechos Humanos, ni las conquistas sociales de «los trabajadores», pero garantizan el life style de ciertos estratos de la población «legal» que endilga el esfuerzo de su manutención a las grandes masas de desplazados. La ilegalización del inmigrante deviene en una política económica perversa de doble resultado, pues por un lado precariza las condiciones laborales de un trabajo necesario, y por el otro impide el surgimiento de un pensamiento crítico que reivindique sus derechos, y todo ello orquestado bajo el argumento de que se cuida los intereses del orden instituido. Un problema de forma es que en el esquema de la globalización neoliberal, las fronteras nacionales se abren para acoger la libre circulación de mercancías provenientes de cualquier lado del mundo, pero se restringen para el libre ingreso de las personas, que eventualmente alterarían la configuración de las relaciones de producción.
Pero el problema de fondo está en el fundamento del sistema que permite la existencia de un tipo de modelo económico que enfatiza que el dinero y el poder son esenciales para el desarrollo del ser humano. La explotación del ser humano en el sistema capitalista existe, no es un mito y está articulada a la lógica de lucro que genera un conjunto de antivalores que paulatinamente van deformado la organización colectiva fundamentada en el valor y la dignidad de las personas.
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