Cambiar unas cuantas cosas para que todo siga igual
Una corta digresión teórica: como es sabido, todo sistema social tiene mecanismos de reproducción que hacen que, quienes ejercen el poder, lo consoliden y se mantenga en el tiempo. Así ha sido históricamente desde el tiempo de la esclavitud. No eran muy necesarias las leyes, que desde luego existían, sino que, la dominación directa vía represión de los señores nobles y “patricios”, se imponía por la fuerza y ellos decidían que hacer con un esclavo: explotarlo, venderlo o eliminarlo (asesinarlo).
Durante la época feudal cambiaron los mecanismos de reproducción del sistema y del poder, desde luego se mantuvo la coerción de los señores de la tierra, pero a ella se unió la religión católica que legitimaba el sistema de explotación de los campesinos y la servidumbre era considerada como un orden divino, dispuesto por Dios, pues, el Papa, representante de Dios en la tierra, bendecía a los Reyes y príncipes de los grandes feudos y justificaba su dominación. El Derecho solo codificaba las castas sociales. Quien se atrevía a dudar de este orden de cosas terminaba juzgado por la Santa Inquisición y condenado a morir en la hoguera. Con la Revolución Francesa de 1789 emerge el régimen capitalista, la burguesía destruye al viejo régimen feudal, se manda a la guillotina a Luis XVI, a la reina, a varios miembros de la nobleza y se funda la primera República. Aparece el Estado liberal y con él la democracia como régimen político. Nuevamente cambian los mecanismos de reproducción del sistema y se hacen más sofisticados. El capitalismo desarrolla dos mecanismos de reproducción, unos materiales y otros inmateriales. Los primeros tienen que ver con las relaciones de producción que permiten el proceso de acumulación y su reproducción ampliada, a través del salario se logra la reproducción material de la fuerza de trabajo que es una mercancía más (del trabajador y su familia), y con ello se asegura la producción de mercancías para que salgan al mercado. Los mecanismos inmateriales que aseguran la reproducción del sistema son la Ideología, el Estado y el Poder.
Estos tres mecanismos son inseparables: la ideología liberal nos convierte a todos los seres humanos iguales ante la Ley, el capitalista es igual al trabajador, el primero es propietario de los medios de producción y el segundo propietario de su fuerza de trabajo y negocian su valor en el mercado. El Estado, como superestructura jurídica y política, legaliza esa relación (de propiedad y de contratación) a través de Derecho. La propiedad privada, principio sagrado del sistema capitalista, queda establecida en la ley como una situación legítima. Las relaciones de poder que se establecen entre los individuos (más correcto sería entre las clases sociales), son relaciones de fuerza. Quien tiene más poder impone sus condiciones. Y, ¿quién tiene más poder? ¿quién controla o es propietario de los medios de producción o quien solo tiene su fuerza de trabajo? La respuesta es obvia, el dueño del capital tiene el poder económico y está en condiciones de imponer su ideología, que se convierte en la ideología dominante. Esa es la “magia” de la democracia liberal: ideología dominante, poder económico y Estado, se juntan para organizar el poder político y ejercerlo para lograr la reproducción del sistema capitalista global: la producción, la dominación de clase, la acumulación capitalista y la democracia como régimen político. Como dice, Michel Foucault (Microfísica del Poder. 2004), “el poder no se posee, se ejerce, es una red, una relación entre dominantes y dominados”. Desde luego, cuando por algún motivo esta trilogía no funciona se aplica la coerción, es decir, el “uso legítimo de la violencia” por parte de los aparatos represivos del Estado (Colombia hoy).
¿A qué viene todo este rollo teórico? A que el cambio de gobierno que se ha producido en estos días contiene todos los elementos para entender que lo que se está dando es una situación de ejercicio del poder para cambiar unas cuantas cosas y todo siga igual, logrando así la reproducción del sistema y que la situación de desigualdad, explotación y dominación de clases continúe.
En efecto, habiendo sido entregado el nombramiento de presidente de la República por parte de la presidenta del Consejo Nacional Electoral, se legitima en el poder del Estado al ganador de las elecciones. No importa que no gano por mayoría, pues considerando el 35% de ausentismo más el 18% de nulos y blancos, menos del 50% de la población decidieron. El asunto es legalizar el “triunfo” mediante una argucia legal de no considerar en el total de votantes efectivos a los nulos y blancos, que igual son ciudadanos que decidieron por dicha opción. Pero bien, ahora el nominado tiene la facultad para nombrar su “gabinete”, que son los operadores del aparato técnico-administrativo del Estado para, por su intermedio, ejercer el poder, es decir imponer al conjunto de la sociedad su ideología y su proyecto político, es decir lograr la dominación, la aceptación “consensuada” de los dominados. La burocracia está a la expectativa de las tareas que le van a encomendar que, por lo general, son las mismas que venían cumpliendo en el gobierno saliente.
Para que el “sainete democrático” sea completo, se necesita del acto simbólico. El Estado organiza entonces un acto para que un grupo de invitados nacionales y extranjeros representantes de otros Estados o instituciones, con sus mejores galas, participen de la “fiesta democrática”: guardias de honor, seguridad, alfombra roja, bandas, banderas, escudos, himnos, jerarquías en la ubicación de las personas, discursos, abrazos, lagrimas, aplausos, etc., es decir todo el poder simbólico para darle un tono de sagrado patriotismo al “acto de posesión”.
Entonces, ahora sí, se presenta la oportunidad para desplegar el poder ideológico, es decir transmitir sutilmente los valores, principios, creencias y representaciones sociales de la clase dominante al conjunto de la sociedad. ¿Cómo se logra? A través del Discurso Político. Tanto la presidenta de la Asamblea que rinde homenaje a la democracia, a la libertad, la solidaridad, el patriotismo de todos los presentes y anuncia que a partir de ahora se vive la democracia, no como antes que se vivió una “dictadura autoritaria”, entonces toma juramento al candidato ganador y luego de que jura ante un libro que parecía una biblia y no la Constitución, le coloca la “banda presidencial” que dice “Mi poder en la constitución”. La misma que se colocó al presidente anterior mientras se abrazaba son Rafael Correa y que luego se dio cuenta que fue autoritario y al anterior que fue encargado del poder y al anterior que se lo sacó del poder y al anterior…igual todos juraron, cumpliendo el acto que simboliza poseer el poder político y la oferta de cumplir con la constitución pero que luego buscan pretextos para pisotearla.
El acto central es el discurso del presidente de la República con la banda que le cruza el pecho (símbolo del poder “legítimo”). Aquí tiene la oportunidad para ratificar las ofertas de campaña y generar expectativas en la población de que ahora si nos van a cumplir, no como el anterior presidente que salió con el 6% de aprobación o como el anterior que está prófugo, o el anterior que no hizo nada porque solo era encargado… o el anterior que salió fugando en helicóptero…o el anterior…en fin, esta es la oportunidad. Comienza diciendo lo mismo que todos los anteriores dijeron…que a partir de este día las cosas van a cambiar, incluso que estaban dispuestos “a morir en el intento” … Ahora, que “este es el Ecuador del encuentro, que se va a solucionar la pandemia, la salud, la desnutrición, la pobreza, el desempleo, la delincuencia, la exclusión social, las inequidades de género, que se reconocerá la diversidad, a los grupos vulnerables, a los GLBTI y, desde luego que se combatirá la corrupción¡¡”. Anuncia el “fin del caudillismo” …sería el único país del mundo donde se termina con el caudillismo por decreto, pues es un fenómeno socio-político con profundas raíces en la exclusión social, la pobreza, el desprestigio de los partidos políticos, etc. Para terminar, se debe nombrar algún personaje de la historia y que mejor a Jaime Roldós fallecido precisamente un 24 de mayo hace 40 años, toma una frase de él y concluye: “Mi poder en la Constitución y mi corazón en el pueblo”¡¡ aplausos, abrazos, lagrimas. Alguien grita: ¡Viva la Patria¡, todos responden ¡viva! Himno Nacional, genuflexión ante la bandera y salida con beso al estilo de telenovela…también se despiden los invitados: Bolsonaro, Piñeira, Aznar, los más altos representantes de la derecha neoliberal. El presidente Duque, que era el otro invitado, no pudo asistir porque está reprimiendo al pueblo colombiano que ya lleva tres semanas de protesta social por su propuesta de reformas “democráticas”.
Todo este escenario de patrioterismo simbólico es la conjunción de la ideología dominante, el Estado y el poder que, sutilmente, es transmitido por los medios de comunicación a todos los hogares del país, iniciándose otro proceso inmaterial básico para la reproducción del sistema: la construcción de hegemonía. Es decir, la clase ya en el poder, hace sentir al conjunto de la sociedad que la representa, que la dirige, que le da sentido político y moral a la nación. Que ahora si vienen tiempos mejores…Claro que atrás de esa apariencia, esta la esencia: reproducir y mantener el sistema de dominación.
Como bien afirma Natalia Sierra: “La idea de que el Estado es el aparato a ser disputado por los diferentes grupos políticos, que según su tendencia ideológica lo administrarán para bien o para mal de la sociedad, es absolutamente falsa. Una equivocación que es en sí misma una trampa que nos tiene cada cuatro años cambiando de gobierno para que no cambie nada” (http://lalíneadefuego.info – mayo 19, 2021).
Mayo, 2021. Segundo año de pandemia.