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Ideología y pedagogía política

Fuentes: Tramas

Estamos a pocos días de terminar un año en el que la pedagogía política de la cultura impuesta por el capitalismo vuelve a echar su manto sobre los ricos para protegerlos y hacerlos más ricos y sobre los pobres, para multiplicarlos y hacerlos más pobres.

En un mundo sin pobres, sin apropiación de territorios, sin explotación de lxs trabajadorxs, sin el control económico/financiero de los organismos supranacionales, sin el disciplinamiento del género y la sexualidad y sin la vigilancia epistemológica hegemónica que (des) forma subjetividades, el capitalismo no tendría lugar.

Modernidad/capitalismo es una maquinaria que se alimenta y reconfigura, secularmente, bajo la premisa de la acumulación de las riquezas (en sentido amplio). Desde 1407 cuando se funda el Banco de San Jorge en Génova, y que como principales clientes va a tener a los reyes de España, Fernando e Isabel, quienes pidieron un préstamo, nada menos que para financiar parte de la campaña a Cristóbal Colón, hasta nuestros tiempos de reformulación en posmodernidad/neoliberalismo y los nuevos agentes de cambio económicos-financieros como Black Rock, la estructura de la colonialidad capitalista se mantiene intacta.

No es sólo una anécdota del pasado, es un documento del nuevo sistema de relaciones que prefigura la dependencia del poder financiero cuando Cristóbal Colón, antes de su cuarto viaje les escribe una carta de agradecimiento a los directivos del banco San Jorge: “Los resultados de mi empresa ya se están viendo y brillarían considerablemente si la oscuridad del gobierno no los ocultara. Iré de nuevo a las Indias en nombre de la Santísima Trinidad y volveré pronto. Pero como soy mortal, he ordenado a mi hijo don Diego que os entregue cada año, para siempre, la décima parte de todas las rentas obtenidas, en pago del impuesto sobre el trigo, el vino y otras provisiones”, según escribe el historiador y economista libertario estadounidense, Lawrence Reed, “El Banco de San Jorge supervisó las finanzas de la familia Colón durante décadas en el siglo XVI”.

Como vemos, la importancia de la banca privada desde sus albores es condición necesaria como formante del andamiaje estructural del capitalismo en la etapa de acumulación originaria.

No sólo los prestamos alcanzaban al matrimonio monárquico, Fernando e Isabel, también fueron otorgados al propio Colón y a la iglesia católica. La banca (poder económico), los reyes y la iglesia compartían el poder político, aunque el poder económico condicionaba las acciones del poder político (si hay alguna semejanza con la actualidad no es mera coincidencia).

Esos dineros financiaron el punto de partida del mayor saqueo de todos los tiempos y el genocidio más grande que pudo haber existido en la historia: América; fue fundante de la nefasta relación, colonizador / colonizado, lo que incluye la racialización del mundo conocido. El eurocentrismo, luego etnocentrismo inscriben el imaginario de la pedagogía de la obediencia que reposa en la colonialidad del saber y en una epistemología del conocimiento al que se accede a través de la lente del capitalismo y la invención geopolítica que llamaron “Occidente”.

El cerro Potosí desde mediados del siglo XVI se había convertido en el más grande de los centros mineros del momento colonial por excelencia, cientos de miles de esclavos indios y africanos murieron en el Potosí producto de la vorágine que engendró, el entonces incipiente, sistema capitalista. 

Carlos Marx llamó la acumulación originaria al punto de partida que dará origen al capitalismo, a la separación del trabajador de los medios de producción y de la materia prima. El capitalista (“dueño” del capital), al que el trabajador le “vende” su fuerza de trabajo, es quien se enriquece.

La génesis de la acumulación de la riqueza está, en los siglos XIV y XV con los señores feudales apropiadores de tierras, los campesinos que las trabajaban obtenían un pequeño porcentaje para su subsistencia mientras que la mayor parte eran “tributos” para sus señores. Luego, desde el siglo XV al XVIII se produce el desarrollo del capitalismo con dominio colonial.

La llamada acumulación originaria no es, pues, más que el proceso histórico de disociación entre el productor y los medios de producción. Se la llama «originaria» porque forma la prehistoria del capital y del modo capitalista de producción”, nos dice Marx.

El proceso desde la acumulación originaria hasta la acumulación por desposesión (David Harvey 2003) está bien representado desde el Banco de San Jorge, que financió la primera; hasta el Banco Mundial y el FMI, que financian la segunda; pasando por los poderosos Fondos de Inversión (antes “fondos buitres”) como Black Rock con “fuerte participación accionaria en los principales bancos privados por volumen de depósitos recibidos del país (Galicia, Santander-Río, BBVA, Macro y HSBC). Es más, pretende quedarse con gran parte de los depósitos del Banco de la Nación Argentina para financiar (con ahorro nacional) sus actividades en la Argentina (…) Lo hace en Vaca Muerta a través de Pampa Energía, Chevron, y posee 9.770.000 acciones correspondientes al 5,67% de YPF SA. En la minería, en el caso del litio y de minerales raros, lo hace a través de NewCo, que es la fusión de Allkem y Livent, cuyos principales accionistas son BlackRock, Vanguard, JP Morgan y HSBC. Y en oro, cobre y plata lo hace a través de Glencore PLC”, según el muy buen artículo de Horacio Rovelli.

En octubre de 2024 Black Rock, gestionaba 11,5 billones de dólares, la mitad del PIB de Estados Unidos y comparado con el 2023, 18 veces el PBI de Argentina. Están en su cartera empresas como Microsoft, Amazon, Apple, Coca Cola, Twitter, PepsiCo, Ferrari, Bank of America, JP Morgan, Pfizer, McDonald´s y Uber.

¡Black Rock no mueve el mundo, es el mundo «capitalista»! (bien podría ser su eslogan)

La invención

La maquinaria modernidad/capitalismo y su reconfiguración en posmodernidad/neoliberalismo interfiere sobre la construcción de subjetividades y altera las percepciones; como en el relato de Adolfo Bioy Casares, La invención de Morel, donde la realidad en la que está el presidiario que se fuga de la cárcel y arriba a una misteriosa isla, le es ajena. Una máquina que se activa y desactiva según el movimiento de la marea, proyecta imágenes filmadas en otro tiempo en el que un grupo de personas acaudaladas fueron a pasar unos días, a disfrutar de la música, la pileta de natación y el paisaje marítimo. Esa es la “realidad” que percibe el convicto; frente a la otra, en que la máquina no proyecta por efecto del cambio en la marea, y sólo se encuentra el protagonista con las ruinas que quedaron en la isla y el agua podrida de la pileta, sin embargo la activación de la máquina genera en el presidiario, cuando la encuentra, la esperanza de filmarse junto a las personas que están disfrutando del alegre día, aunque es posible y lo hace, las temporalidades no se encuentran más que en la imaginación del convicto. El marginado de la sociedad, no podía ser visto por el resto de los personajes, porque no estaba ahí, en ese micromundo reservado para unos pocos.  

Tal vez no sea suficiente el intento de establecer una analogía con la literatura y con ese preciso relato, pero en el territorio de las interpretaciones, todo relato de “verdad” puede ser puesto bajo la lupa de sospecha epistemológica, dado que no se trata de una epistemología del conocimiento, sino de poner bajo sospecha la epistemología hegemónica de cómo conocemos, la que proyecta la maquinaria moderna/capitalista, que al igual que en La invención de Morel, muestra y oculta; descubre y encubre. El capitalismo como modelo de enriquecimiento y su contracara, la pobreza como modelo de subsistencia. ¡No hay derrame!

Otra cuestión, que parece fundamental poner fuera del oxímoron que puede parecer decir foco de encubrimiento, es que habría que repensar y seguramente reformular el espacio de lucha simbólica en lo que llamamos “batalla cultural”. Si pensamos que la mentada “batalla cultural” es dentro del capitalismo y sus valores de la posmodernidad acuñados en el neoliberalismo, continuamos en un debate dentro de la “invención”, que en el mejor de los casos posibles solo remite a la lucha por cambios en la autoridad institucional y algunos efectos de distinción de matices. ¡He ahí la pedagogía política hegemónica!

Una pedagogía de la crueldad entendida como “modernización”, que nos convence de que un proceso de canibalización social en necesario, como en nuestro país, hoy, es como los jubilados, los trabajadores del Estado, las universidades y la salud (para no abundar) pueden ser “devorados” para mantener, aumentar y concentrar las riquezas de los acumuladores por desposesión.

Nos formaron en la epistemología de conceptos impuestos por los poderosos de todos los tiempos. Del saqueo colonial hicieron un relato heroico que reprodujeron en clave de civilización (Occidente) portadora de la historia que produjo los “valores” que impuso el desarrollo de la modernidad, pocas veces cuestionados y que oculta la otra cara, la colonialidad.

Hoy podemos decir, sin equivocarnos, que el proceso (neo) colonial no ha terminado y no terminará, hasta que no se produzca otra ruptura epistemológica que haga emerger una semántica decolonial junto a una sintaxis con el núcleo en lo social en lo público, en lo común, contra el racismo, la discriminación y la xenofobia que habitan en los intersticios de las instituciones que la propia modernidad ha creado y que el capitalismo refuncionaliza a su antojo, corrupción mediante o exterminio sistemático para continuar con el proceso de acumulación por desposesión.

En La invención de Morel, lo que sobrevive es la máquina, una máquina que pretende asegurar la inmortalidad, pero sólo logra la perpetuidad de las imágenes, porque lo que provoca es la muerte.   

Salvando las distancias, cada vez más cercanas, entre la ficción y la realidad, hay que desactivar la máquina, cambiar la clave epistemológica desde una pedagogía decolonial que será política y colectiva para dar la batalla cultural, que será ideológica y que, seguramente, no será la única. La paradoja es que esa clave está en la mayoría de la población, los de abajo, solo hay que activarla… porque, como dicen: otro mundo no solo es posible, sino necesario (urgente).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.