¿Están confusos por lo que ocurre en el mundo? Yo también. Así está toda la gente. Esta es la continuada realidad subyacente a un sistema-mundo caótico. Por caos queremos decir una situación donde hay constantes vaivenes extremos en las prioridades de todos los actores. Un día, desde el punto de vista de un cierto actor, […]
¿Están confusos por lo que ocurre en el mundo? Yo también. Así está toda la gente. Esta es la continuada realidad subyacente a un sistema-mundo caótico.
Por caos queremos decir una situación donde hay constantes vaivenes extremos en las prioridades de todos los actores. Un día, desde el punto de vista de un cierto actor, las cosas parecen ir de un modo favorable para éste. El siguiente día la perspectiva se mira muy desfavorable.
Es más, parece no haber un modo de predecir qué posición van a asumir los actores al día siguiente. Nos sorprendemos en repetidas ocasiones cuando los actores se comportan de modos que pensamos imposible, o al menos improbable. Pero los actores simplemente tratan de maximizar sus ventajas cambiando su postura acerca de algún asunto importante y, por tanto, cambiando las alianzas con el fin de lograr esas ventajas.
El sistema-mundo no siempre ha estado en caos. ¡Muy por el contrario! El sistema-mundo moderno, como todo sistema, tiene sus reglas de operación. Estas reglas permiten tanto a los de fuera como a los participantes que evalúen la conducta factible de diferentes actores. Pensamos que esta adhesión a las reglas de conducta es la operación normal
del sistema.
Es solamente cuando el sistema alcanza un punto en que no puede retornar a un equilibrio (en movimiento) que renueve sus operaciones normales, que entra en una crisis estructural. Un rasgo central de tal crisis estructural es una incertidumbre caótica.
A principios de septiembre de 2017 han ocurrido tres de tales vaivenes dramáticos en las prioridades y las alianzas. El que más atrajo la atención fue el anuncio hecho por el presidente Donald Trump de que alcanzó un acuerdo con los líderes demócratas en el Congreso -el senador Chuck Schumer y la representante Nancy Pelosi- para que promulguen una medida para: 1) enviar asistencia de emergencia para el desastre en Texas y los estados vecinos sin poner condiciones, combinado con: 2) elevar el techo de la deuda por tres meses.
Este acuerdo fue significativo por dos razones. Primero, Trump se había comprometido a nunca negociar con los demócratas. Peor, este arreglo supuestamente se concretó en términos que los demócratas habían fijado. Lo más importante, Trump hizo este arreglo sin informarle, hasta el último minuto, a la dirigencia republicana en el Congreso -el representante Paul Ryan y el senador Mitch McConnell- la cual entendiblemente se sintió opacada por esta jugada. Segundo, y lo que es peor, suspendió por seis meses la instrumentación del final del programa DACA que el presidente previo, Barack Obama, había proclamado. DACA fue diseñado por Barack Obama para permitir que los llamados dreamers permanecieran en Estados Unidos; Trump había prometido cancelar el programa el día uno en que asumió el cargo.
Está por verse qué tanto dura este acuerdo. Pero el mero anuncio ha alterado, y es probable que por largo tiempo, toda la confianza entre Trump y los republicanos en el Congreso. Ciertamente un vaivén extremo.
Menos sabida, pero muy importante, fue la proclamación, por parte del gobierno de Indonesia, de cambiar el nombre de las aguas justo al norte del país a Mar Natuna Norte. Este acto aparentemente inocuo puede entenderse en términos de la historia de los reclamos marítimos en las aguas de Asia oriental y sudoriental. China ha estado reclamando por algún tiempo la mayoría de estos mares, y construyendo bases en islas e inclusive en rocas localizadas en ellas.
Los reclamos de China son impugnados por Filipinas, Taiwán y Vietnam, y también por Estados Unidos. Hasta ahora, Indonesia ha intentado permanecer neutral en estas disputas y aun se ofreció como mediador. El acto de rebautizar las aguas al norte de Indonesia es, sin embargo, una proclamación de los derechos indonesios sobre aguas reclamadas por China. No es solamente una reivindicación contra China, sino también que Indonesia asume una postura ruda
al argüir esta disputa en público. Puede presagiar el fin de la neutralidad para otras disputas en la región. China de inmediato expresó su malestar con el cambio de nombre. Indonesia no se retractará.
El tercer viraje en las alianzas es menos dramático porque fue ocurriendo por algún tiempo. No obstante, ahora asumió un giro dramático. Turquía parece haber renunciado a sus obligaciones como miembro de la OTAN al arreglar la compra de un sistema militar ruso tierra-aire, uno que no es interoperable con sus aliados de la OTAN.
Este acto es considerado un importante alejamiento de las prolongadas relaciones turcas con Europa occidental y Estados Unidos. Desde el punto de vista de Turquía, es simplemente una respuesta a los actos de hostilidad de miembros de la OTAN. No obstante tiene implicaciones no sólo para las alianzas geopolíticas, sino también para importantes arreglos económicos. Es un modo de relegar al pasado olvidable los agravios sufridos por Turquía con Rusia, Siria e Irán. Aquí también, hay que esperar a ver qué tanto podrá durar esto.
Los vaivenes extremos son el pan y la mantequilla de una crisis estructural. Esto significa que viviremos en incertidumbre caótica hasta que la crisis estructural se resuelva en favor de uno de los dos dientes de la bifurcación. Si nos concentramos en el supuesto significado
de los vaivenes extremos y con frecuencia momentáneos, estaremos condenados a actuar de un modo irrelevante. Necesitamos concentrar nuestro análisis y nuestras acciones en lo que haga más probable que el lado progresista de la bifurcación pese más que el lado reaccionario en la resolución de la lucha a mediano plazo.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2017/10/04/opinion/025a2pol
Traducción: Ramón Vera Herrera