No cabe duda alguna de que resulta inmensamente difícil hallar un trabajo digno en el mundo capitalista actual. Nos comentaba Inma, una actriz recién egresada de una de las escuelas profesionales de Teatro más importantes de España, que hace unos días había celebrado una entrevista en una especie de agencia cazatalentos que ponía en relación […]
No cabe duda alguna de que resulta inmensamente difícil hallar un trabajo digno en el mundo capitalista actual. Nos comentaba Inma, una actriz recién egresada de una de las escuelas profesionales de Teatro más importantes de España, que hace unos días había celebrado una entrevista en una especie de agencia cazatalentos que ponía en relación a productores con autores e intérpretes, sobre todo noveles.
Su interlocutora, tras echar un vistazo al currículo de Inma, le espetó lo que parecía una pregunta retórica con enigma incluido. ¿Podrías dibujar imaginariamente y en paralelo tus líneas de conocimiento y de experiencia laboral? Inma dudó un instante lo que fue aprovechado por la empresaria para trazar en la propia palma de su mano una línea larga de los saberes técnicos adquiridos y otra corta que señalaba el recorrido laboral. ¿Entiendes Inma? La cara de ésta daba la sensación de no haber comprendido nada.
La audaz y posmoderna empresaria dio paso como punto final a la moraleja de su expresiva performance. Inma, si quieres que ambas líneas crezcan al unísono has de convertirte en un producto sugerente y vendible, agregando que muchas chicas y chicos de tu edad con currículos menores o inexistentes ya están trabajando en series de televisión o producciones artísticas comerciales en general.
De vuelta al presente, Inma reflexionaba, al darse de bruces con la cruda realidad, que estaba pensando en intentar probar suerte en agencias de modelos o de marketing para hacer anuncios de todo tipo y catadura ética o moral en sus contenidos. Inma se dice a sí misma, con pesadumbre, que la industria no quiere actrices ni actores, solo apetece modelos, cuerpos, perfiles, gestos reflejos, voces anodinas… Incluso está pensando en comenzar otros estudios más «tangibles», más prácticos y asumibles por el mercado laboral. No regresar a su Ibiza natal, pero irse de Madrid, aunque no sabe dónde.
Inma es una excelente actriz y una mujer cabal como tantos otros jóvenes que procuran por todos los medios a su alcance que sus sueños no terminen en el cubo de las frustraciones íntimas. Pero hay que comer. Inma tiene 25 años y ¡dice con su directa mirada entre triste y expectante que ya no es tan joven!
La vivencia de Inma trae a colación dos asuntos de enorme importancia: la diferencia sustancial entre persona y personaje y la necia confusión entre valor y precio. Valor intrínseco y persona dentro del régimen capitalista son esencias que han de transformarse en precio tasado de intercambio y personaje etiquetado respectivamente para dar forma al producto mercantil susceptible de ser vendido en el mercado laboral por la empresaria que entrevistó a Inma.
Lo que se vende bien es el producto elaborado exento de matices privados e historia colectiva, la marca o distintivo que convierte en prototipo o singularidad una mercancía concreta. Esa enseña comercial puede servir de soporte o vehículo a muchas y distintas historias. Son productos maleables y flexibles que nada son en sentido estricto, salvo señal modulable, pero que pueden llegar a ser múltiples cosas.
Evidentemente, existen distintas escalas que van desde las locomotora más veloces y presumidas o modelos a repetir por la masa hasta los empleos de menor rango o consideración. Sin embargo, todos los trabajos participan de alguna forma en que los sujetos que los llevan a cabo deben interpretar un rol adecuado que esconda o solape la auténtica personalidad (opiniones críticas y pensamientos propios) del trabajador o trabajadora en cuestión para acceder y tener éxito en el mercado capitalista.
Vamos a ilustrar lo que decimos a través de tres ejemplos de famosos muy conocidos por la inmensa mayoría al ser iconos mediáticos de gran popularidad y presencia social. Los personajes elegidos son: Boris Izaguirre, Mariló Montero y David Beckham.
Izaguirre cobró especial notoriedad pública a partir de sus colaboraciones asiduas en el programa Cónicas marcianas de Javier Sardá. Probablemente sus comentarios hubieran pasado inadvertidos o cuando menos no hubieran logrado el inusitado impacto que tuvieron con Boris Izaguirre siendo él mismo sin aditivos ni colorantes estéticos.
El personaje que le otorgó una segunda piel, el prototipo reconocible por la audiencia, no era otro que el de maricón alto standing, una figura que jugaba al despiste con el porte trasnochado del homosexual amanerado pero en el caso de Izaguirre culto, progresista y desinhibido. La ambigüedad mezclada a dosis adecuadas dieron lugar a un personaje redondo, asumible tanto por idearios conservadores como por ideologías izquierdistas, o sea, un icono reversible al servicio del bipartidismo que servía lo mismo para un roto que para un descosido, o sea, al PP o al PSOE.
No vendían las opiniones moderadas e inocuas de Izaguirre sino su prototipo hecho producto o mercancía final. Tras dejar el programa de Sardá, sigue viviendo en la misma estela: libros de trama edulcorada, artículos fashion acerca de la gente guapa, apariciones puntuales en espacios de comunicación basura o de cotilleo intrascendente… Lo que se espera de un símbolo como Boris Izaguirre es muchoglamour, progresía con estilo sin pasarse de la raya y nulo compromiso con la realidad social. Para eso le paga el grupo Prisa. Y, por supuesto, vivir de las rentas sin meterse en zarandajas o palabras mayores.
Mariló Montero representa a la guapa tonta tradicional, la mujer perfecta que el buen machista quisiera llevarse a la boca una vez en tonalidades morenas y otra, para variar, en versión cabellos rubios de rompe y rasga.
Montero, o mejor dicho el personaje que se publicita en pantalla, es el símbolo o epítome ideal para los tiempos que actualmente padecemos. Su candidez de mujer acaramelada que no piensa en exceso lo que dice y su bello rostro son el vehículo perfecto de la situación política que vivimos hoy: pura banalidad y populismo reaccionario para alimentar la zona matinal de nadie donde legiones de amas de casa que ponen la televisión para evadirse de los problemas cotidianos y de las rutinas domésticas habituales beben el elixir mágico del apoliticismo resignado a su suerte.
A pesar de sus meteduras de pata y opiniones rayanas en la ignorancia supina, esa misma espontaneidad es perfectamente entendida y correspondida con parabienes y gestos de aprobación por las mujeres alienadas que la siguen en Las mañanas de La 1. De Mariló se ríen únicamente los listos y enterados izquierdistas que pululan por las redes sociales: una vanguardia que no hace mella en «su audiencia» cautiva de los seriales lacrimógenos y de la telerrealidad rosa y chabacana.
No obstante, Mariló, muy cuca ella, se dirá a sí misma: ande yo caliente, de contratos millonarios, y ríase la gente. El poder, el PP y las elites financiera y empresarial saben que Mariló Montero es un soporte ideológico imprescindible para mantener dormidas las expectativas políticas de un gran segmento del electorado, principalmente mujeres.
El tercer ejemplo es el del macho bisexual convertido por la posmodernidad globalizada en divo-marca de referencia universal. Hablamos de David Beckham, un jugador de fútbol mediocre o del montón que se transformó en marca de alcance mundial desde sus comienzos balompédicos en el Manchester United.
Toda su trayectoria deportiva ha ido un renglón por debajo de su proyección mediática. Es pura marca: un estandarte que es capaz por sí solo de vender objetos y servicios de una amplia gama o naturaleza diversa.
Bechkam responde a la perfecta tautología teórica, el hombre sin atributos ideal, él mismo en su mismisidad inefable, un impulso para la compra compulsiva en estado de máxima tensión. En todos los equipos en que ha participado lo que se requería de Beckham es que jamás perdiera la compostura de modelo en permanente posado. Que jugara al fútbol o metiera goles eran sucesos o acontecimientos añadidos de escasa relevancia.
El trío de paradigmas mencionados son prototipos que funcionan muy bien en el entramado del sistema capitalista. Son personajes que han dejado a la persona original desnuda y olvidada en algún rincón secreto de sus biografías. Son, en el fondo, lo que el régimen solicita de cada uno de nosotros: que nos entreguemos por completo al juego del mercado y que aparquemos sine die nuestras ideas, nuestras propias iniciativas y nuestra capacidad crítica. Nuestra libertad, en suma.
A Inma no le agrada este mundo actual tan despersonalizado y evanescente. Sin embargo, el capitalismo es así de cruel. O te vendes motu proprio o te compran a golpe de seducción, porrazos emocionales o necesidades imperiosas. Muy a su pesar, Inma ya sabe en qué mundo salvaje vive tapado para dar el pego con la suave piel del cordero neoliberal.
El prototipo transformado en utilidad de mercado (mercancía para vender o modelo a seguir) destruye la complejidad inviolable de las relaciones humanas y la identidad propia de cada sujeto individualmente considerado. Al romper la complejidad, las vinculaciones son más inmediatas y vacías: el prototipo cumple así su función al reducir las posibilidades vitales a dos opciones o alternativas-trampa, comer o no comer, aceptar la venta de sí mismo o el suicidio social vía ostracismo o marginalidad. Esa es en esencia la oferta cerrada de la mano invisible del régimen capitalista.
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