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Ediciones Akal publica la novela El desaparecido, de Franz Kafka

Inocencia y exilio: la aventura americana del joven Karl Rossmann

Fuentes: Rebelión

Un muchacho de 16 años y de familia humilde, Karl Rossmann, es enviado a Estados Unidos por sus padres después que tuviera un hijo con la sirvienta. La novela El desaparecido, del escritor checo en lengua alemana Franz Kafka (1883-1924), comienza con la entrada del barco en el puerto de Nueva York.

A punto de desembarcar, Karl pide a un joven -al que conoció durante el viaje- que le guarde la maleta, mientras el protagonista se dirige a recoger un paraguas que ha olvidado abajo.

Pero el joven se pierde entre los corredores, habitaciones y escaleras de la embarcación; así, “desorientado, después de no encontrar a nadie, oyendo solamente el ruido constante de miles de pies que se arrastraban por encima suyo y, a lo lejos, como un murmullo, las últimas operaciones de las máquinas ya paradas, se puso a golpear, sin pensarlo dos veces” una pequeña puerta, relata Kafka.

Es la secuencia inicial de El desaparecido, texto publicado en enero por Akal, que editó asimismo otros títulos de Kafka: La metamorfosis; El proceso; Carta al padre; La condena y otros relatos; El castillo e Informe para una academia y otros escritos.

El primer capítulo de El desaparecido está dedicado al fogonero del barco; es un hombre corpulento, de nacionalidad alemana, a cuya habitación llegó -extraviado- Karl Rossman. El fogonero está empleado en la sala de máquinas. Ha trabajado -a la orden de los capitanes- en una veintena de buques, con acierto y reconocimiento de los jefes.

El fogonero da cuenta de sus preocupaciones (en el barco que llega a Nueva York) al joven Karl: “Aquí no sirvo para nada, aquí siempre molesto a Schubal (el jefe de máquinas, de origen rumano), soy un haragán, me estoy ganando el despido, y recibo mi sueldo por compasión. ¿Lo entiende usted? Pues yo no”, se lamenta.

La primera edición de la novela se publicó en 1927, tras la muerte del autor; en el prólogo -recogido en la edición de Akal-, el escritor, periodista y editor de Kafka, Max Brod, recuerda que el narrador checo definía El desaparecido como su Novela americana. Además destacó -en varias conversaciones- que fue una de las obras en que más valoró la esperanza.

Brod añade que Kafka era un lector interesado por las novelas de viajes y las memorias; pero no realizó viajes de gran recorrido -excepto Francia y el norte de Italia-, de ahí que es “la aurora de la fantasía la que tiñe con su particular colorido la aventura en este libro” (El desaparecido).

En el prólogo de 1927, el editor sitúa El desaparecido en el contexto de la obra general de Kafka: “Está claro que la novela guarda una íntima relación con El proceso y El castillo, cuya sucesión inaugura cronológicamente (…); el tema fundamental es la extrañeza, el aislamiento entre los hombres; la situación del acusado en El proceso; la del intruso y extraño en El Castillo; el desamparo de un joven inexperimentado en medio de una América desbordante de vida”.

El capítulo inicial de El desaparecido -titulado El fogonero– vio la luz de modo independiente en 1913; ese año el escritor nacido en Praga publicó Meditación y La condena; además de viajar por Viena, Venecia y Riva (Trento, Italia), mantiene contacto con tres mujeres: Felice Bauer (a quien escribió las Cartas a Felice), la joven suiza Gerti Wasner y Grete Bloch, fallecida en 1944 en el campo de concentración de Auschwitz.

Un año después de editarse El fogonero, en 1914, el novelista judío comenzó a escribir El proceso; en octubre el cuento titulado En la colonia penitenciaria y el relato Ante la ley, que formaría parte de El proceso.

Max Brod afirma que en El Proceso y El Castillo prevalecen las barreras que afronta el individuo íntegro; sin embargo, en El desaparecido, “el mal se mantiene en justo equilibrio gracias a la inocencia infantil y la pureza, conmovedora por naif, del protagonista. Sentimos cómo ese buen chico -Karl Rossmann- (…) por obstinación alcanzará su objetivo: mostrarse como una persona decente y reconciliar a los padres”.

Uno de los capítulos de la novela –Un asilo– se inicia en una vía empinada de los suburbios, silenciosa y con los niños jugando en la acera; el ambiente es de sol y calor; un hombre carga ropas viejas, y pregona cerca de las viviendas; Max Brod señala que algunas escenas de Un asilo evocan los filmes de Charles Chaplin, quien comenzó a actuar y dirigir en 1914.

Entre otras secuencias, un policía con la porra levantada pide a Karl Rossmann que se identifique; el agente repitió el apellido del protagonista; “pero Karl, que en realidad se las veía por primera vez con las autoridades americanas, percibió ya en esta reiteración la existencia de una cierta sospecha”.

En unas líneas escritas en el periódico mexicano La Jornada, en 1997, el escritor Eduardo Galeano resume el significado de la obra kafkiana; el periodista uruguayo recorría en silencio las calles de Praga, y llegó a la gran plaza de la Ciudad Vieja; en medio de la noche, una mujer inválida y con voz desgarrada “cantó el alarido de todos los solos del mundo”.

Se dio la circunstancia que unos jóvenes imitaron, burlándose, a la mujer tullida; ella respondió al escarnio con el silencio; y tras preguntarse si se hallaba soñando o dormido, Galeano concluye: “Entonces no tuve dudas: yo estaba despierto y bien despierto, en el exacto centro de este mundo”.

En un prólogo a la novela El Proceso, el autor comunista portugués José Saramago señala un punto central en la narrativa de Kafka; así, “el antagonismo nunca superado que opuso padre a hijo e hijo a padre, es lo que constituye la viga maestra de toda la obra kafkiana, derivando de ella como las ramas de un árbol derivan del tronco principal, el profundo desasosiego íntimo que lo condujo a la deriva metafísica, la visión de un mundo agonizando por el absurdo, la mistificación de la conciencia”.

Al igual que Max Brod, Saramago halla puntos de conexión entre las principales novelas de Kafka; en El desaparecido (particularmente en el capítulo El fogonero) los padres deportan a Karl Rossmann por dañar la honra familiar; “en La Condena ‘el hijo’ es sentenciado por el padre a morir ahogado; en La metamorfosis ‘el hijo’ dejó simplemente de existir, su lugar fue ocupado por un insecto”, concluye el Premio Nobel de Literatura.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.