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Cronopiando

Insólita dimisión

Fuentes: Rebelión

Clama al cielo la suerte que ha corrido el ministro de Justicia de Japón, Minoru Yanagida, que a los dos meses de haber sido nombrado, ha tenido que renunciar a su cargo tras el escándalo causado por unas recientes declaraciones en las que se atrevió a definir su trabajo como «fácil» ya que «sólo tenía […]

Clama al cielo la suerte que ha corrido el ministro de Justicia de Japón, Minoru Yanagida, que a los dos meses de haber sido nombrado, ha tenido que renunciar a su cargo tras el escándalo causado por unas recientes declaraciones en las que se atrevió a definir su trabajo como «fácil» ya que «sólo tenía que recordar dos frases si le hacían preguntas».

Las dos frases con las que el ministro japonés lograba salir airoso de cualquier rueda de prensa eran: «no debo hacer comentarios en casos individuales» y «estoy actuando de forma apropiada de acuerdo a la ley y a las pruebas».

Lo que en otros países hubiera sido celebrado como una espontánea gracia del ministro, en Japón, que así son los nipones, ha estado a punto de llevar al pobre hombre a la cárcel. En la Italia de Berlusconi, por ejemplo, ni siquiera habría sido noticia semejante declaración, tampoco motivo de cese, así fuese en boca del primer ministro. Probablemente hubiera pasado, dados los antecedentes, como una rara muestra de cordura y sensatez en Berlusconi.

En el Estado español, es otro ejemplo, habría sido imprescindible una laboriosa investigación para dar con la figura pública capaz de disponer de, al menos, tres frases que complacieran otras tantas preguntas, y sin que la misma garantizase el éxito. Sabido es que el rey, hasta la fecha, sólo dispone de dos: «¿Por qué no te callas?» y «¿Dónde he dejado la copa?»; el presidente Zapatero también dispone de dos respuestas para salir del paso ante cualquier eventual requerimiento: «¡No me cansaré de repetirlo!» y «¿Qué estaba diciendo?»; el ministro Rubalcaba aunque bien es cierto sólo maneja una frase: «¡O bombas o votos!», también es verdad que ha conseguido improvisar algunas variantes alterando los factores sin modificar la ecuación, y que ya trabaja denodadamente en una segunda frase para incorporarla a su inventario o cedérsela a su presidente: «¡El interés de España por delante!». Fama es que Aznar, políglota que habla catalán en la intimidad e inglés en Texas, sólo ha trascendido por una única frase: «¡Van a ir presos todos, todos, todos!», pero ha sabido encarar los nuevos y milenarios retos, porque aunque no haya logrado nunca disponer al mismo tiempo de dos frases, sí ha sabido sustituirlas. No hace mucho sorprendió a la opinión pública con una nueva aportación: «¡Cuando yo no lo sabía, nadie lo sabía»! Y tras varios meses en uso, la cambió por una nueva frase: «¿Y quién te ha dicho a ti las copas de vino que yo tengo o no tengo que beber?». Igualmente se sabe que Mariano Rajoy, tal vez carezca de frases, pero dispone sí de una niña que lo nutre de respuestas. Y en el Estado español, aunque parte de la ciudadanía sólo maneja una respuesta para encarar cualquier duda o demanda, en su favor, y como mal menor, hay que reconocer que la comparten: «¡Yo soy español, español, español!»

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.