La red de redes sigue cambiando nuestros hábitos cotidianos. Ya, anteriormente, con la aparición y popularización del teléfono, casi nadie escribía cartas, en el buzón sólo encontramos facturas, recibos, propaganda (el spam en papel) y en muy rara ocasión una postal enviada con el ánimo de provocarnos cierta envidia, con su foto de una playa […]
La red de redes sigue cambiando nuestros hábitos cotidianos. Ya, anteriormente, con la aparición y popularización del teléfono, casi nadie escribía cartas, en el buzón sólo encontramos facturas, recibos, propaganda (el spam en papel) y en muy rara ocasión una postal enviada con el ánimo de provocarnos cierta envidia, con su foto de una playa de arena blanca, cocoteros, aguas limpias y azules, y por detrás su texto, escueto: «nos lo estamos pasando muy bien». El género epistolar estaba reservado a dos grupos: por una parte a literatos, filósofos y otros sesudos pensadores; y por otra a enamorados con separación geográfica.
Nos instalamos internet en casa y, en cierta medida, recuperamos el placer de escribir cartas a nuestros, eso sí, mucho más breves, cada vez más breves hasta parecerse a mensajes sms. El no va mas de la brevedad llegó con la mensajería instantánea y la telefonía IP que han relegado al correo electrónico a casi el mismo status que tenía en el previo mundo real. Así cuando tienes que escribir algo con mucho fundamento lo haces mediante e-mail, cuando es algo urgente o comentar cualquier cosa sin mucha enjundia lo hacemos con mensajería instantánea o con voz bajo IP.
¿Alguien podrá leer dentro de veinte años nuestros correos-e?
Lo que más me preocupa de esta evolución es que siempre se han recopilado, archivado y publicado la correspondencia entre filósofos, literatos o de cualesquiera personalidad por el que existiera algún tipo de interés. Las epístolas siempre han sido objeto de estudio, en ellas se mostraba el autor más sincero que en sus escritos que tenían como destino la imprenta. Además, la correspondencia es un choque dialéctico entre los dos puntos de vistas diferente, frente al discurso monolítico de otros géneros.
Hoy no tenemos la perspectiva histórica de cual de nuestros contemporáneos será, en un futuro, objeto de estudio, pero ¿se podrán recuperar sus e-mails? Sí en el 90% de los ordenadores esta instalado el sistema operativo Windows, con lo cual el disco duro suele ser formateado periódicamente, cuando casi nadie hace copia de seguridad de sus correos ¿cuantas valiosísimas cartas hemos perdido para siempre cuando si hubieran sido escritas en papel no se hubieran destruido? Al final parece que el papel es el mejor medio de conservación de las ideas, pero tanto el coste económico como medio ambiental, así como los problemas de espacio en nuestros pequeños pisos, hace que sea muy poco usual imprimir los correos.
¿Que hacemos con nuestros miles de correos?
El problema también lo podemos situar hoy y en nuestros ordenadores. No se cuantos correos se suele recibir por usuario medio en internet, pero sin duda bastantes. El spam lo borramos inmediatamente (por que los filtros anti-spam son tan «efectivos» que nos pueden dejar totalmente incomunicados), así como las «tonterías» que recibimos y difundimos todos. Los adjuntos, sean fotos o cualquier otra cosa, los podemos guardar en cualquier carpeta. Pero siempre hay correos a los que les tenemos un especial «cariño».
Al final este tipo de correos que no queremos borrar van aumentando y de pronto los perdemos todos, por que al final el programa de correo acabe por no poder gestionar estos correos, por el temible formateo del disco duro o que a este le llegue el final de sus días.
Mas o menos, muchos usuarios saben hacerse la copia de seguridad de «Mis documentos» con la grabadora de cds o dvds, pero muy pocos conocen el método para guardar sus correos o direcciones. Una de las soluciones son los correos web, tipo gmail o yahoo. Estos también tienen sus inconvenientes: estamos bajo un oligopolio en el que tenemos que tragar con una cuota adicional de publicidad y, en el caso de gmail, el «rastreado» de nuestros correos para que los mensajes publicitarios estén hechos a medida.
El problema de los formatos olvidados
Lo reflexionado acerca de los correos electrónicos también puede valer para casi cualquier tipo de archivo informático. Lo primero que escribí con un ordenador lo hice con un procesador de textos que se llamaba Display Writer III y los guardaba en un disquete 5-1/4 pulgadas. Yo no podría recuperar esos archivos, por que ni tengo el programa ni tengo el lector para esos disquetes, y estoy hablando de hace doce años. Sin embargo los libros no tienen esa fecha de caducidad, la única dificultad que nos podemos encontrar para los libros escritos hace siglos es la comprensión del castellano antiguo.
Mientras están en marcha un proyecto de Google para digitalizar las bibliotecas de varias universidades norteamericanas e inglesas y otro similar puesto en marcha por el gobierno francés, no estaría de más que las Bibliotecas Nacionales, Universidades u otro tipo de instituciones similares se plantearan hacer justo lo contrario: imprimir documentos digitalizados.