Muchos han sido los teóricos progresistas que han advertido de las infinitas posibilidades de Internet como tren ideológico de alta velocidad, idóneo para difundir los tradicionales valores de la Izquierda por todo el planeta y con un coste mínimo, además. Compartiendo esa idea, se han ido creando diversas webs mediáticas dedicadas a la información y […]
Muchos han sido los teóricos progresistas que han advertido de las infinitas posibilidades de Internet como tren ideológico de alta velocidad, idóneo para difundir los tradicionales valores de la Izquierda por todo el planeta y con un coste mínimo, además.
Compartiendo esa idea, se han ido creando diversas webs mediáticas dedicadas a la información y opinión alternativas, entre ellas Cádiz Rebelde, una de las más veteranas en castellano, que lleva casi cinco años ininterrumpidos publicándose quincenalmente y que próximamente se convertirá en el diario digital inSurGente.
Sin embargo, somos conscientes de que lo virtual, por definición, está tan reñido con lo real como lo republicano y, aunque el crecimiento del número de personas usuarias de Internet es más que geométrico, los cibernautas con inquietudes transformadoras seguimos perteneciendo a un club exclusivo y elitista, alejado de la trágica realidad derivada del orden imperante que queremos abolir.
Por añadidura, el invento facilita la retroalimentación de la nunca desaparecida gauche divine -rojazos de salón que desconocen la palabra riesgo- y favorece el cultivo de castas pseudointelectuales más preocupadas por añadir méritos a sus curricula que por la consecución de los objetivos que dicen defender.
La conexión, entendida como la acción y el efecto de conectar, de tocar tierra, de vivir y sentir en piel propia los efectos de las injusticias y de la exclusión social, es el mejor antídoto contra la ingravidez inherente a la petulancia de los vanidosos de banda ancha. No es de subir de lo que se trata, sino de avanzar, de seguir adelante por el sendero libertario, casi siempre oculto por la espesa maleza.
Pero no se equivoquen. No hablamos de matar al mensajero o, en este caso, al messenger. Las herramientas son simples objetos y, como tales, no entienden de ética ni se deben a código deontológico alguno. Un bisturí puede salvar o quitar una vida; depende sólo de quién lo empuña, si es el psicópata o el cirujano.
Somos, pues, nosotras, las personas que nos servimos de los instrumentos, las que decidimos qué uso vamos a darles. Quienes hacemos Cádiz Rebelde defendemos con pasión la utilización táctico-estratégica de la telemática con fines revolucionarios y proponemos emplearla a fondo en su dimensión internetcionalista -valga el neologismo-, conjugando acción y pensamiento, como necesario complemento de la lucha en la calle.