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«Ius Soli: El derecho a ser italianos», de Fred Kuwomru

Fuentes: Rebelión

En noviembre de 2011, los equipos nacionales de Italia y Rumanía jugaban un partido de exhibición. Durante el partido, los tifosi italianos repetían a voz en grito: «Non ci sono neri italiani» (no hay italianos negros). La elección de Cécile Kyenge (Congo, 1964) como Ministra de Integración parece decir lo contrario. Por primera vez en […]

En noviembre de 2011, los equipos nacionales de Italia y Rumanía jugaban un partido de exhibición. Durante el partido, los tifosi italianos repetían a voz en grito: «Non ci sono neri italiani» (no hay italianos negros). La elección de Cécile Kyenge (Congo, 1964) como Ministra de Integración parece decir lo contrario. Por primera vez en la historia del país vecino, uno de los miembros del gabinete de gobierno es negro, nombramiento que no es producto de la casualidad, el protocolo o el interés mediático por diversificar la atención tras meses de largas negociaciones para elegir presidente. Se debe, en cambio, a razones de fondo, en un país que lleva recibiendo inmigrantes durante décadas sin ser capaz de integrarlos convenientemente. Para entender la realidad italiana y la elección de Kyenge, resulta de recibo acercarse a un reciente documental – Ius Soli. Il diritto di esseri italiani – que nos pondrá sobre la pista del trabajo que al que se enfrenta la nueva miembro del gobierno en su flamante cargo de ministra de integración.

«Non ci sono neri italiani», gritaban los fanáticos futboleros en 2011, pero las estadísticas nos dicen lo contrario: en Italia hay casi un millón de hombres y mujeres de padres emigrantes que bien han nacido o crecido en el país, y el 12’6% de los bebés nacidos en el país lo son de padres no italianos. Estos hombres y mujeres, al contrario que en la mayoría de los países vecinos y en los EE.UU., ven denegado su derecho a adquirir la nacionalidad italiana por el derecho del «ius soli», con el resultado de que, al alcanzar la mayoría de edad a los 18 años, el 42% sigue siendo considerado extranjero. Este hecho tiene consecuencias directas en su vida diaria, desde estar constantemente renovando su permiso de residencia a ver cómo se les deniegan las becas y ayudas al estudio de las que gozan sus compañeros italianos, hasta poder ser deportados si no llevan sus visas encima en todo momento. Esta discriminación legal les condena a una vida de ciudadanía de tercera clase y les ha llevado a alzar sus voces en la escena pública para provocar un cambio en la normativa de inmigración y ciudadanía, labor a la ha venido dedicándose la actual ministra durante años. En igual situación se encuentra Fred Kuwornu, director del documental Ius Soli. Il diritto di esseri italiani , estrenado en varios países de la UE y en los EE.UU. pero que todavía espera distribución en nuestro país. De origen ghanés, Fred Kuwornu es productor, director, activista y empresario, implicado en la visibilización de minorías en toda su producción cinematográfica, continúa en esta gesta en su última película: una obra de denuncia de la incomprensible situación que viven hombres y mujeres en la Italia contemporánea y que les ha forzado a solicitar una respuesta urgente de las autoridades políticas y judiciales.

Evitando los estereotipos de la víctima y el marginado, el documental se organiza en torno a entrevistas a 18 hombres y mujeres de ascendencia africana, asiática, de Oriente Medio o sudamericana; jóvenes de éxito como demuestran sus trayectorias profesionales. Con la intención principal de romper con los lugares comunes e ideas preconcebidas de sus conciudadanos, a través de sus palabras presenciamos cómo estos jóvenes, superando todo tipo de obstáculos, han conseguido triunfar, siendo dueños de sus propios negocios o exitosos profesionales liberales, mientras dedican parte de su tiempo libre al voluntariado en organizaciones de cooperación como la Cruz Roja. En la película, su entrega se muestra en paralelo a dos historias ejemplares de excelencia e inspiración: la del famoso boxeador Leone Iacovacci (1902-1983) y la del luchador partisano Giorgio Marincola (1923-1945). Haciendo uso de archivo histórico y de la voice over para narrar las vidas de estos italianos ilustres de orígenes africanos, el director rescata dos historias relegadas al olvido. A su manera, ambos experimentaron racismo y lucharon contra la desigualdad, convirtiéndose en modelos para generaciones venideras. Leone Iacovacci, nacido de padre romano y madre congoleña, se convirtió en boxeador profesional y recorrió el planeta cambiando de nacionalidad como de chaqueta según dictaban las circunstancias. Llegado el momento, regresó a Europa para hacerse con el título de mejor boxeador europeo luciendo su verdadera nacionalidad: la italiana. Este hecho provocó la ira encendida de los fascistas, incapaces de soportar que un negro llevase la maglia azzura; la camiseta azul que lleva representando a Italia en competiciones deportivas internacionales desde el tiempo de la dinastía de los Saboya. Giorgio Marincola, nacido en la Somalia colonial, se trasladó a Roma con 10 años. En su corta vida se entregó a la defensa de los principios de justicia y libertad, siguiendo las lecciones de Pilo Albertelli, profesor de historia y filosofía de secundaria famoso por sus alegatos antifascistas y su valía intelectual. El encuentro temprano de Marincola con el humanista precipitó su decisión de unirse a la fuerzas partisanas. Cuando se le preguntó por qué estaba luchando por un país que poco antes había colonizado a su pueblo, Marincola respondió: «Patria no significa un color en el mapa sino la libertad y la justicia para todos los pueblos del mundo». Todos sus poros supuraban el espíritu internacionalista del momento y, a pesar de que encontraría la muerte con tan sólo 20 años en mano de los nazis, su convicción en la posibilidad del ser humano de provocar un cambio, es un testimonio de una fuerza tal que se mantiene indeleble casi un siglo después.

Las vidas de las mujeres y hombres homólogos contemporáneos que pueblan la pantalla puede que no sean tan legendarias, pero sí son familiares a todo aquel que haya sufrido la dislocación de la emigración y el esfuerzo que conlleva vivir en un país diverso al de sus antecesores. Son sujetos de identidades complejas, tal y como llegamos a comprender a través de la narración de sus opiniones y circunstancias personales, recogidas en secciones organizadas por temas más o menos controvertidos. La experiencia individual de cada uno de ellos está plagada de contradicciones, fruto de la constante negación de la administración por reconocer su ciudadanía italiana, mientras viven, hablan, comen y se sienten «italianos» las 24 horas del día. En palabras de esta segunda generación de italianos al iniciarse el documental: «No somos inmigrantes, no llegamos de otro país y no hemos cruzado fronteras. Hemos estado aquí desde el principio de nuestras vidas».

Esperemos que el arribo de Cécile Kyenge a la cúpula gubernamental ayude a cambiar esta lacerante situación de desigualdad, un cambio legislativo por el que ésta ha venido luchando durante décadas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.