Traducido por Caty R.
En un mundo embrutecido por las ideologías del odio -las de la hegemonía euro-estadounidense-, los miramientos practicados desde hace mucho tiempo por los intelectuales y las buenas conciencias se desmoronan. La creencia en la desigualdad de los seres humanos, especialmente en la inferioridad de facultades de los africanos, nunca había desaparecido realmente; sólo el contexto geopolítico, la evolución de las ideas caracterizada mucho tiempo por el tercermundismo y sus alianzas, hacían imposible la declaración de tales creencias profundamente afianzadas en Occidente y, por efecto de contagio asimétrico, de dominación y alienación, inculcadas a los negros que viven en Occidente y en África.
El 14 de octubre de 2007 el genetista estadounidense y premio nobel de medicina James Watson, uno de los descubridores del ADN, en una entrevista al Sunday Times se declaraba «en el fondo pesimista en cuanto al futuro de África», ya que sostenía que: «Nuestras políticas sociales se basan en el hecho de que su inteligencia es la misma que la nuestra (blancos), pero (…) todas las investigaciones indican que ciertamente no es así».
Una posición que no es realmente la primera vez que mantiene el genetista quien, haciendo frente a un chaparrón de críticas, inició repliegues tácticos considerándose «mortificado» y mal comprendido. Pero sin ceder nada sobre lo esencial, aunque pudiera parecerlo, el viejo investigador precisaba el viernes 19 de octubre en el diario The Independent que: «El deseo de casi toda la sociedad actual es creer que la capacidad de razonar es una herencia universal de la humanidad. Es posible. Pero simplemente querer que sea así no es suficiente. Eso no es científico. Preguntarse sobre este asunto no es demostrar racismo».
A pesar del revuelo causado por sus primeras declaraciones y de que lo han despedido del laboratorio neoyorquino Cold Spring Harbor, de su centro de investigación y de su facultad de biología, el «nobel del racismo», según la acertada expresión del diario africano senegalés Le Populaire, ha mantenido sutilmente sus tesis. Decir que la capacidad universal de razonar es un «deseo» deja la puerta abierta a la afirmación de lo contrario. Por otra parte reincidente, el mismo Watson ya había escupido que los impulsos sexuales podrían estar relacionados con el color de la piel, ¡lo que explicaría la libido más desarrollada de los negros!
Procedente de una cumbre intelectual, premio nobel de medicina, especialista en genética -la ciencia que supuestamente demostró la igualdad antropológica de todos los seres humanos y revolucionó el concepto de raza-, Watson se alinea con las actuales tendencias racistas y sugiere una distinción quizá incluso más utilizable hoy que ayer. Se puede ser un científico, una persona inteligente pero también amoral, racista, rencoroso y sometido a los prejuicios de la época. Ciencia sin conciencia que sólo es, diría Rabelais, miseria del alma…
Lo indignante, además de la pasividad de los africanos ante esta nueva agresión racista difundida a escala planetaria por una autoridad intelectual incuestionable en cuanto a su ciencia, es el aumento, en Europa y las Américas, de observaciones que rebajan violentamente a los negros de manera genérica. Este esplendor del consenso de la injuria, nueva seña de identidad mundial de los negros y negroides, forma parte del trato policial, administrativo y mediático a los africanos y negros en Occidente: sin papeles, expulsados, inmigrantes, clandestinos por naturaleza… Su debilidad de organización y la semejanza con los despropósitos del animador de televisión Pascal Sevran quien, también siempre muy afligido, consideraba a finales de 2006 que la «polla de los negros» que copulan sin descanso era la responsable del hambre en África, se imponen por sí mismas.
¿Cómo un premio nobel de medicina estadounidense puede, sin concertación, servir los mismos tópicos fangosos de la superioridad racial que un animador de televisión francés de cociente intelectual casi nulo? Tengamos en cuenta que varias generaciones separan a los dos personajes. Un imaginario compartido y reincidente sigue ejerciendo sus efectos devastadores en las sociedades de la tierra bajo falaces caretas de humanismo, solidaridad y fraternidad internacionales, de globalización feliz. Hasta los que se proclaman pertenecientes a la elite africana, negra, caribeña o de la diáspora, como para ratificar esas afirmaciones de inferioridad de los negros, no encuentran nada mejor que dedicarse al servilismo y a mendigar ridículas participaciones en los escenarios de las apariencias del poder cuando, a la larga, todos los que optaron por esa estrategia corrupta acabaron rechazados y humillados en la vida.
Del campesino africano poco integrado en la historia, según cierto discurso del 26 de julio de 2007 en Dakar pronunciado por el presidente francés (1), a la capacidad intelectual africana que suscita el pesimismo de un genetista de fama mundial, hay una misma visión del mundo y de los negros: ¿Racismo? Elemental, querido Watson.
(1) http://www.rebelion.org/noticia.php?id=54458
Texto original en francés: http://www.afrikara.com/index.php?page=contenu&art=1928
Akam Akamayong pertenece al equipo editorial de afrikara.com, publicación online de información alternativa que desarrolla una línea editorial basada en el análisis de hechos socioeconómicos, comentarios alternativos de la actualidad y crítica de productos culturales alternativos (música, libros, espectáculos, películas). Su intención es destacar las contradicciones y dar a conocer opiniones poco difundidas, poco conocidas o controvertidas sobre la actualidad o la Historia -africana y europea- y mostrar otras formas de ver el mundo.
Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.