Discurso pronunciado el 13 de abril en la Universidad de Denver, Colorado, patrocinada por Front Range Coalition. Argusfest Film, Aspen y Denver Activists. Traducido por Manuel Talens.
Señoras y señores,
Durante años consideré que USA era mi tierra prometida. Como joven jazzman estaba convencido de que tarde o temprano terminaría viviendo en Nueva York. Mi Jerusalén era el centro de Manhattan y, por supuesto, mis sagradas escrituras eran los viejos vinilos de Blue Note [1]. Mis rabinos se llamaban Coltrane, Bird, Miles, Duke, Dizzy, Bill Evans y, naturalmente, había muchos más. Durante un tiempo estuve convencido de dicha realidad y, a decir verdad, tardé en darme cuenta de que el jazz era mucho más que simple música, que era otra cosa, que en realidad era una forma de resistencia. Hoy sé que el jazz no es diferente de la yihad [2] y, por eso, mi yihad personal consiste en tocar jazz. Comprendo que algunas personas en esta sala puedan considerar nostálgicas mis ideas, que otros piensen que me equivoco o incluso que estoy chiflado. No me importa. Sé que «las cosas han cambiado», para ustedes tanto como para mí. Sé que el jazz ha dejado de ser una forma de resistencia. Y permítanme decirles que USA tampoco es ya mi tierra prometida. De hecho, mientras escribía estas palabras, ni siquiera estaba seguro de si me dejarian entrar en su país. Por mucho que el jazz -la música clásica de aquí- haya sido una llamada a la libertad, USA ya no es libre. Suelo repetir que antes de liberar a los demás, el pueblo usamericano debería liberarse a sí mismo. Estoy seguro de que tarde o temprano lo hará.
Iraq, Afganistán y Palestina
Últimamente he participado en algunos debates públicos que tenían entre sí el común denominador de Palestina, Iraq y Afganistán. Me alegra comprobar que cada vez son más las personas que ahora admiten lo que algunos de nosotros sabíamos hace muchos años. Los palestinos, los iraquíes y los afganos están pagando un precio muy alto por el giro sionista de quienes toman decisiones en el circuito anglo-usamericano. Al parecer, Iraq, Afganistán y Palestina son sólo el aperitivo de un banquete interminable. Los conservadores sionistas tienen un apetito pantagruélico. Los mismos grupos de presión que llevaron a USA hacia esta desastrosa invasión de Iraq y Afganistán están ahora haciendo todo lo que pueden para empujarlo hacia la intervención en Irán y Siria. Los pocos que todavía lo ignoran han de saber que USA ha estado funcionando oficialmente como una fuerza de choque israelí. En la actualidad, está luchando contra los últimos focos soberanos de resistencia musulmana.
Con suma frecuencia los grupos sionistas de presión (lobbies) ocultan su verdadero objetivo y, en vez de éste, promocionan falsas opciones humanitarias virtuosas. Por ejemplo, el Comité Judío Usamericano [3], está presionando agresivamente contra las violaciones de derechos humanos en Irán y Darfur. Dado que los derechos humanos son algo muy caro a mi corazón, me pregunto si la organización judía no debería concentrarse en los colosales crímenes de guerra que Israel comete a diario en Palestina. Ocasionalmente leemos que el AIPAC [4] compara a Irán y a Siria con la Alemania nazi. Lo repito, alguien debería recordar a los cabilderos sionistas que en realidad el único vestigio ideológico de nacionalismo racista es Israel, es decir, el «estado sólo para judíos».
Hace tres semanas, el Palestine Chronicle realizó un sondeo por internet (http://www.palestinechronicle.com/) con la siguiente pregunta: «¿Controla el grupo de presión de Israel la política de USA en Oriente Próximo?»
Ni que decir tiene que hace cinco años nadie se habría atrevido a plantear esa pregunta. Ahora se plantea una y otra vez y, al parecer, la gente no tiene empacho en decir lo que piensa. El 80% dijeron que sí, el 15% que no y el 4 % no estaban seguros. Estos resultados ponen de manifiesto una realidad que muchos quieren que neguemos. La mayoría de los palestinos que hablan inglés, los activistas a favor de la causa palestina y contra la guerra están ahora dispuestos a admitir que el grupo de presión de Israel controla la política de USA en Oriente Próximo. Estamos dispuestos a aceptar que USA sea una fuerza de choque israelí. USA se adapta a los intereses israelíes y sacrifica a sus hijos e hijas con tal de mantener la hegemonía regional israelí.
Pero aquí voy a desviarme. No pienso hablarles a ustedes sobre la Usamérica sionificada. Quiero creer que la mayoría de amigos y activistas contra la guerra que se encuentran en esta sala saben de eso más que yo. Quisiera llevar la discusión un paso más allá. Me gustaría divagar sobre las nociones de solidaridad y empatía.
Quienes conocen mi obra saben que no soy lo que se dice un especialista en ciencias políticas. No me interesa la política y mucho menos los políticos, que en general suscitan en mí un profundo sentido de repulsión.
En vez de en la política per se, me interesan la humanidad y la noción de humanismo. A menudo me pregunto qué implica estar en el mundo. Y es mejor que lo admita: estoy desconcertado por el hecho de que como sociedad, como grupo de personas individuales, nos las hemos arreglado de continuo para no hacer nada por los pueblos de Iraq, Palestina y Afganistán. Pienso que este fracaso colectivo es, en sí mismo, un mensaje alarmante. Por eso, en vez de fijarme en los crímenes cometidos por Blair, Bush y los sionistas neoconservadores, cada vez me intereso más en la apatía general occidental. Para ser más preciso, me atrevo a afirmar que el denominador común entre Iraq, Afganistán y Palestina es nuestra indiferencia colectiva ante un crimen que se ha cometido de parte nuestra y en nuestro nombre.
Como algunos recordarán, en los días que precedieron a la fracasada invasión ilegal de Iraq el movimiento contra la guerra tuvo mucho éxito a la hora de movilizar a millones de personas en manifestaciones. Hubo una en cada capital. Exigían a Blair y Bush que renunciasen a sus planes militares. Millones de personas pusieron en entredicho el repugnante engaño anglo-usamericano. En aquel entonces no nos dejamos engañar por las mentiras, preveíamos el crimen, estábamos indignados y convencidos de que hacíamos lo correcto. Lo extraño es que sólo cuatro años después, con cientos de miles de muertos, con millones de heridos y desplazados, cuando ha quedado claro que todo terminó tan mal como era de suponer, cuando quedó abiertamente establecido que «el peligro de las armas de destrucción masiva de Iraq» no era más que una patraña, no hay muchos que sigan preocupándose por eso. Ahora que la horrible profecía se convierte en la realidad de un genocidio sin final, nos estamos arrellanando colectivamente en la apatía. ¿Cuáles son las razones que subyacen a esta indiferencia colectiva, por qué perdimos el interés? ¿Por qué no luchamos? ¿Por qué no somos un movimiento global?
No estoy tan seguro de si tengo las respuestas exactas, pero puede que sea capaz de arrojar alguna luz sobre este asunto.
Choque cultural
Me inclino a admitir que la noción de choque cultural tiene, en efecto, hondos significados, sobre todo en lo tocante al discurso de la solidaridad. Por supuesto, tendemos a esperar que el sujeto de nuestra solidaridad apruebe nuestras opiniones y se desprenda de las suyas. De la misma manera que Blair y Bush insisten en democratizar el mundo musulmán, nosotros, los denominados humanistas de izquierda, también tenemos nuestros propios planes para la región y sus gentes. En Europa, algunos marxistas arcaicos están convencidos de que la «política de clase» es la única perspectiva viable del conflicto y su solución. Otros socialistas ilusos e igualitarios hablan de liberar a los musulmanes de sus rasgos religiosos. Los cosmopolitas del movimiento de solidaridad les dicen a los palestinos que el nacionalismo y la identidad nacional son cosa del pasado. Está claro que muchos de nosotros queremos a los musulmanes y a los árabes, pero siempre que actúen como europeos blancos pos-ilustrados. En otras palabras, queremos a los musulmanes mientras dejen de ser musulmanes. No hay que olvidar algo muy importante: Oriente Próximo está habitado mayoritariamente por musulmanes.
Para quienes todavía no se hayan dado cuenta, puedo también añadir que la «política de clase» no tiene nada que ver con Palestina, Iraq o Afganistán. Para quienes todavía no conozcan la obvia verdad, puedo también añadir que la revolución industrial nunca llegó a Gaza. Además, la aplastante victoria de Hamás demuestra sin lugar a dudas que los palestinos no están a punto de abandonar el Islam. El millón de chiís que se manifestaron en Nayaf [5] el lunes pasado tampoco eran exactamente árabes laicos. Es imperativo mencionar que la lucha palestina es una lucha nacional. El millón de chiís iraquíes que seguían a su clérigo Muqtada al-Sáder el lunes pasado quemaron abiertamente banderas usamericanas mientras agitaban sus propias banderas iraquíes tan altas como podían. En otras palabras, disponemos de buenas razones para creer que puedan tener un concepto nacionalista consecuente y genuino de su lucha y de su solución. Lo repito, esperar que los palestinos o los iraquíes se vuelvan laicos, cosmopolitas e ideólogos de clase es esperar que los árabes y los musulmanes actúen como marxistas europeos. Eso no tiene nada que ver con la solidaridad; en realidad no es más que una proyección. Proyectamos sobre los demás nuestra cosmovisión solipsista.
El autoactivismo
Según la terminología lacaniana, amar significa amarse a sí mismo a través del Otro. En general, nuestra noción de la solidaridad no es muy diferente: corremos un riesgo constante de ser solidarios con nosotros mismos a través del sufrimiento de palestinos e iraquíes. Corremos el peligro de usar a palestinos e iraquíes como elogio de nuestra grandeza. Muy al contrario, yo sugeriría que respaldar al Otro es aceptar la alteridad, aceptar eso que uno nunca puede comprender. Aceptar la alteridad es abrirle la puerta a lo desconocido y a lo poco familiar. Apoyar a Palestina es apoyar a Hamás y apoyar a Iraq es apoyar a la resistencia iraquí y su lucha de liberación. En pocas palabras, mostrar solidaridad es apoyar y aceptar a los demás y sus aspiraciones.
Pero en lugar de hacer eso, la mayoría de las veces transformamos a nuestro sujeto de solidaridad en un fetiche. Nos autosatisfacemos con ideologías de paz a expensas del dolor de otros. Instrumentalizamos el grito de los demás como prueba de nuestra propia bondad. Esto puede explicar por qué tantos de nosotros hemos perdido el interés por Iraq y Palestina. Si todos estamos únicamente interesados en amarnos a nosotros mismos, Iraq, Palestina, Afganistán, Irán y Siria son más que reemplazables. Como suele ocurrir, de vez en cuando vamos a manifestaciones de masas y luego nos sumimos en la apatía durante una década.
Impunidad
¿Por qué nos vamos sumiendo en la apatía? Por deseo de impunidad. Desde el punto de vista legal, USA y Gran Bretaña son responsables de la colosal carnicería en Iraq. Si se tiene en cuenta que USA y Gran Bretaña son democracias y se añade el hecho vergonzoso de que los ciudadanos de estas dos «grandes democracias» han reelegido a criminales de guerra, no queda otra alternativa que admitir una culpabilidad colectiva. Hasta cierto punto, cada ciudadano usamericano y británico es responsable de los crímenes en Iraq, Palestina, Líbano y Afganistán. Pero ese estado de criminalidad significa muy poco para la mayoría de nosotros. Al menos por el momento, los estadounidenses y los británicos disfrutan de impunidad.
USA ha perdido a 3.000 de sus hijos e hijas en la guerra de Iraq. Por mucha pena que den aquellos que perdieron a sus seres queridos, para una superpotencia del tamaño de USA eso no es más que un porcentaje insignificante de bajas. El Día D, en comparación, USA perdió más o menos el mismo número de combatientes en pocas horas. En la guerra moderna las superpotencias matan inocentes desde lejos. USA no arriesga a sus soldados. Ni siquiera se ocupa de que haya una seguridad elemental en el Iraq ocupado o en Afganistán. Al parecer, los generales usamericanos se dan cuenta de que eso costaría vidas entre sus tropas. ¿Por qué los usamericanos no se ocupan de seguridad? Porque son impunes. ¿Por qué nos vamos sumiendo en la apatía? Más o menos por la misma razón, porque disfrutamos de impunidad.
Un puente imposible
Conforme llego al final de mi charla, puedo llegar a la conclusión de que apoyar a los musulmanes y a la yihad es probablemente un puente imposible para la mayoría de los occidentales. El occidental típico no sabe cómo tender un puente entre el «materialismo» y la «yihad» o entre «amarse a sí mismo» y el «martirio». Nuestras vidas son para nosotros un don preciado de inmenso valor. Hemos sucumbido a la noción pos-ilustrada de individualidad e individualismo. Bajo las premisas del racionalismo ortodoxo, creemos en el poder primordial de la razón. Adoramos la ciencia y admiramos la tecnología. Los artilugios electrónicos excitan nuestra libido.
El espíritu y la belleza significan poco para nosotros, a menos que estén vinculados a un producto de consumo. En nuestra realidad usamericanizada, la existencia es un valor de mercado. Sin embargo, el espíritu de resistencia y la belleza son inestimables. Puedo sugerir que nunca llegaremos a comprender lo que significa la lucha de palestinos e iraquíes a menos que nos liberemos de nuestra estrecha visión material de la realidad. Nunca llegaremos a entender a quienes sacrifican lo primordial a menos que aprendamos que en la vida hay cosas más importantes que la vida. Nunca podremos comprender la resistencia iraquí y la lucha de liberación palestina a menos que tratemos de entender lo que la tierra puede significar para los pueblos que se niegan a emborracharse con Coca-Cola.
La búsqueda del significado de la solidaridad es un asunto personal. Creo que el significado de la solidaridad es probablemente una noción muy dinámica. Estoy empezando a darme cuenta de que si no cambia su formato, la izquierda que durante años fue tan eficaz para movilizar campañas antiimperialistas no podrá ayudar a Palestina, Afganistán e Iraq. La izquierda -movimiento racional pos-ilustrado-, tiene un problema sin resolver con el Islam y la fe religiosa. Espero equivocarme. Observo algunos grupos aislados de pensadores de la izquierda dialéctica que están dispuestos a reconocer que la resistencia musulmana puede también expresar una visión alternativa de la realidad y la resistencia.
Ahora hablo en nombre de mí mismo. Para mí, yihad y jazz son formas muy similares de compromiso. Para mí, las generaciones de usamericanos negros que sacrificaron todo por la belleza y la resistencia estaban en realidad comprometidas en una guerra santa. Para mí fueron Bird, Max Roach, Dizzy, Coltrane y otros quienes sobrepasaron el sueño usamericano de materialismo y mercado. El jazz fue su grito de libertad. El jazz fue su exigencia de un cambio. El jazz era una ideología, un espíritu y un estilo de vida tanto como de muerte. Ser músico de jazz es luchar por la belleza, por crear y recrear, por construir y deconstruir, por hacer preguntas incluso a sabiendas de que las respuestas tardarán en estar disponibles. Tocar jazz es perderse deliberadamente. Tocar jazz es desprenderse de sí mismo.
Notas del traductor
[1] Véase http://www.bluenote.com/
[2] Yihad, del árabe ŷihād, guerra santa (véase http://es.wikipedia.org/wiki/Yihad).
[3] En inglés, American Jewish Committe (AJC).
[4] Comité israelo-usamericano de asuntos públicos (en inglés, American Israel Public Affairs Committee, AIPAC). Se trata de un lobby o grupo sionista de presión que ejerce sus funciones ante el Congreso y el ejecutivo de USA para mantener las estrechas relaciones entre ambos países. Véase http://en.wikipedia.org/wiki/American_Israel_Public_Affairs_Committee.
[5] Nayaf, ciudad de Iraq, situada a unos 160 km al sur de Bagdad. Véase http://es.wikipedia.org/wiki/Nayaf.
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Fuente en inglés: http://peacepalestine.blogspot.com/2007/04/gilad-atzmon-jazz-and-jihad-discourse.html
Véase esta traducción en Tlaxcala: http://www.tlaxcala.es/pp.asp?reference=2434&lg=es
El jazzman, escritor y activista ex judío Gilad Atzmon nació en Israel, pero eligió el exilio en Gran Bretaña para defender la causa del pueblo palestino desde una posición humanista universal.
El escritor y traductor español Manuel Talens es miembro de Cubadebate, Rebelión y Tlaxcala.