El acto de vandalizar estatuas es más antiguo de lo que se piensa, y por ello, bastante poco original. Es, de hecho, una variación del tema iconoclasta que tiene sus comienzos distantes hacia el siglo XVIII. Claro, en el caso que nos ocupa no se trata ni de imágenes religiosas, ni tampoco el trasfondo es […]
El acto de vandalizar estatuas es más antiguo de lo que se piensa, y por ello, bastante poco original. Es, de hecho, una variación del tema iconoclasta que tiene sus comienzos distantes hacia el siglo XVIII. Claro, en el caso que nos ocupa no se trata ni de imágenes religiosas, ni tampoco el trasfondo es una disputa medieval. Las violaciones contra bustos de José Martí ocurridas recientemente en La Habana, no son más que eso, puro vandalismo, y como tal, deben ser tratadas.
Según el diccionario de la Real Academia Española, vandalismo refiere a vándalo, y esta es la persona «que comete acciones propias de gente salvaje y destructiva». No obstante, siguiendo cierto espíritu democrático, antes de catalogar el hecho se debe siempre comenzar por tratar de entenderlo. Y es aquí cuando nos damos cuenta de que la cuestión se reduce a nada, o casi nada.
El hecho fue dado a conocer en la propia cuenta del grupo que se responsabiliza del hecho: Clandestinos. Sobre el grupo no tenemos más información que unos cuantos tweets, y comentarios en Facebook (1) (2). Se sabe que ambos perfiles fueron creados en las últimas horas; y según el autodenominado «movimiento» han cometido los actos vandálicos en La Palma, La Policía del Cerro, El latino, Alta Habana y otros [lugares]. En sus publicaciones etiquetan a varios medios de prensa y la imagen de perfil es un collage con foto de Isabel Santos y Luis Alberto García sacada de la película cubana Clandestinos, recortada contra un fondo sacado de La casa de Papel en el que se puede ver la icónica máscara de Dalí que representa cierto espíritu de resistencia.
Sin mucho detalle, quisiera dar rápidamente siete puntos.
Primero, uno de los problemas del acelerado desarrollo de las redes sociales, el internet y las nuevas tecnologías, es el aumento exponencial de noticias de esta índole. Es decir, un tipo de información que emerge con pretensiones políticas pero que en realidad solo pretende generar un estado de opinión infundado, y convocar a los usuarios a una discusión sin sentido y sin presupuestos claros. Solo exige la reacción banal y pasional de internautas para ocupar espacios vacíos en el ciber espacio. En cualquier otro contexto esto no hubiera sido más que una muy mala campaña publicitaria.
Segundo, en este caso, algo más pasa y tiene que ver con el sentido del hecho. Si realmente se cree que José Martí tiene algo que ver con los problemas actuales de Cuba, invito a colegas y amigos a condenar este acto como muestra absoluta de ignorancia. No es José Martí causa, ni parte, ni responsable de nada de lo que sucede hoy en nuestras vidas públicas.
Tercero, si la idea era «llamar la atención» – como parece ser- surgen otras tantas interrogantes: ¿Llamar la atención para qué? ¿Por qué esconderse tras máscaras y símbolos tan abstractos? ¿Dónde está el proyecto? ¿Dónde está el camino a seguir? ¿Por qué es más importante llamar la atención que presentar una plataforma de discusión o un plan donde se contemple el movimiento real de un cambio? Ni a esta última ni a ninguna de las interrogantes anteriores se responde en las publicaciones, réplicas o comentarios del autodenominado movimiento.
Cuarto, todo «movimiento» genuino que intente convocar a la ciudadanía debe tomar el camino difícil y solo así adquiere legitimidad. El camino del sacrificio y el ejemplo, de la lucha y de la educación. Todo movimiento de transformación debe llevar implícito un carácter educativo, solo así son entendibles la libertad y la responsabilidad que viene con ella.
Quinto, recuerdo rápidamente ahora una de las tantas frases de Martí:
Así queremos que los niños de América sean: hombres que digan lo que piensan, y lo digan bien: hombres elocuentes y sinceros.
Cuba necesita de Martí no como justificación o medio de un hecho que se vale de la más burda materia para llamar la atención. Cuba necesita no del Martí que políticos y buena parte de la oposición repiten y desgastan, sino de ese que apela al sacrificio, a la elocuencia, a la educación, y a la ética de la sinceridad como vehículo de la verdad.
Sexto, como mismo hoy criticamos y denunciamos a quienes han secuestrado la imagen del apóstol como vehículo de un acto vandálico, también hay que criticar el desgaste al que esa imagen ha estado sometida por el orden institucional. Martí no puede ser tampoco una frase manida ni una consigna para alzar banderitas.
Séptimo, me preocupa que, en el afán por cambiar, transformar o denunciar estemos perdiendo «lo esencial», aquello que nos identifica a todos los cubanos. Venga el diálogo y una Cuba mejor pero que ello no signifique ceder y regalar nuestra historia o sentidos morales. Hay cosas que deben ser intocables, como también hay términos y palabras que deben ser inviolables. Quien no tenga al menos la fuerza de voluntad para edificar y construir que se aparte del camino, la Cuba del futuro no puede ser construida por falsos voceros de la verdad que llaman a actuar desde la cómoda oscuridad. Esto último es válido tanto para iconoclastas como para burócratas que se esconden a la sombra del Estado.