Era yo chaval y en el banco de la iglesia oí un sollozo seco. Al volver la cabeza vi una lágrima amarga detenida en el rostro áspero y acartonado del abuelo Juan. Días después aquel abuelo de pueblo me contó su pena: era viejo y temía a Dios. El gran exegeta protestante, Gerd Lüdemann, nos […]
Era yo chaval y en el banco de la iglesia oí un sollozo seco. Al volver la cabeza vi una lágrima amarga detenida en el rostro áspero y acartonado del abuelo Juan. Días después aquel abuelo de pueblo me contó su pena: era viejo y temía a Dios. El gran exegeta protestante, Gerd Lüdemann, nos ha dejado en herencia un bello y grueso libro «Jesús tras 2000 años. Lo que realmente dijo e hizo«. Y tras muchos años de trabajo e investigación reconocida sobre Jesús, al concluir su obra, en la página 886, se despide de su eterno compañero con la frase «Ich lege ihn deshalb mit diesem Buch zu den Akten«. «Y con esto le archivo y le digo adiós». Fin de una creencia.
Y aunque separan medio siglo ambas experiencias, entonces como en estos primeros días del año 2010 se sigue predicando en las iglesias católicas la misma doctrina: Cristo es Dios, nació de una virgen, trajo al mundo una doctrina nueva, los evangelios son palabra de Dios, Cristo resucitó y quien cree en él vivirá eternamente en el cielo, existe cielo e infierno, el Jesús-Dios instituyó la Iglesia, los sacramentos y, al final de los tiempos, premiará al bueno y castigará al malo. La investigación teológica crítica, la no atada a dogmas, censores o imprimatur nos dice, casi unánimemente, que doctrina igual predicaron siglos antes las religiones mistéricas, Isis, Osiris, Asclepio, Perseo, Dioniso, Hermes, Pitágoras y algunos más. Ni los relatos sobre la vida de Jesús ni, tampoco, su doctrina encierra novedad alguna. Siguen patrones anteriores y repiten mensaje: también ellos nacieron de virgen, fueron hijos de dioses, hicieron los mismos milagros: curaron a paralíticos, resucitaron a muertos, caminaron sobre las aguas, multiplicaron panes, expulsaron demonios, convirtieron el agua en vino…, padecieron, murieron en cruz, resucitaron al tercer o cuarto día, subieron al cielo, bajaron a los infiernos… Lo que nos cuentan del Jesús, hijo de Dios, es una copia más de lo que se venía predicando de otros, un cliché.
Es posible que el Jesús histórico existiera, es hasta más probable que existiera, pero no está descartado el que no existiera. Si existió, fue el mayor de varios hermanos, engendrado en circunstancias extrañas, de padre desconocido, es el «hijo de María». Y como la mayoría de sus coetáneos no aprendió ni a leer ni a escribir. Creyó firmemente en la inminencia del reino de Dios y fracasó de pleno en su pronóstico. Su tesis principal ha terminado en la papelera de la historia. Y poco más. Como dice el teólogo Alfred Loisy: Lo que Jesús anunció fue el Reino de Dios, y lo que llegó fue la Iglesia.
Hoy se ha avanzado mucho en el conocimiento de los relatos bíblicos, en su exégesis, en su origen y formación, en su verdad histórica, en el origen de los Evangelios, en la institución de la Iglesia católica, de los sacramentos, del obispado y papado… Y la conclusión es que las cosas no son como se venía, y todavía se viene, contando en la Iglesia católica: el Jesús del que hablan, si existió, en nada se parece al real. Se han inventado uno totalmente nuevo. Del hombre Jesús han hecho un Dios, a Jesús le han convertido en Cristo. Del Jesús roto han hecho un Cristo triunfante, un dios eterno, una ilusión sin base. Jesús, si existió, no sabía escribir. No escribió nada. No existe ningún original de ningún escrito bíblico, sólo existen copias de copias. Hoy se sabe cómo y cuándo surgieron los Evangelios, cómo y por qué se fueron modificando, cambiando y falseando los primeros relatos, confeccionados tras la muerte de Jesús. Hoy se sabe que los Evangelios no los escribieron ningún apóstol, que no son palabra de Jesús, ni siquiera pensamiento suyo. Los Evangelios son relatos surgidos e inventados en los primeros siglos, tras la muerte de Jesús, siguiendo modelos de filosofía, nostalgia y creencias paganas anteriores. Se recogen historias de dioses, vidas y milagros de siglos paganos anteriores y con ellos se trenza un relato cristiano. Y se presenta como nuevo y cristiano lo que es viejo y pagano. Los Evangelios son ya, admitida su existencia, falsificaciones del pensamiento del Jesús histórico, invenciones de la primigenia comunidad cristiana, endiosamiento del hombre y relato repetitivo de historia pagana.Hoy se ha avanzado mucho, también en el estudio de este campo, pero no todo es nuevo. Años atrás, teólogos comprometidos con la verdad fueron poniendo graves reparos al relato evangélico, a su imagen de Jesús, a su resurrección, a su existencia, a su endiosamiento, a sus milagros, a sus autores… Schleiermacher, Eichhorn, Campenhausen, Bultmann, Overbeck… La Iglesia, en especial la católica con su tribunal del Santo Oficio, les reprimió, les castigó severamente, les humilló, les separó de sus cátedras. Algunos fueron condenados a muerte, otros, doctores y gente sabia, murieron pobremente, acosados por la Iglesia, vendiendo verduras en un puesto en la plaza.
Y hoy la Iglesia les sigue acosando: a quien no acata sus dogmas irracionales, a quien no sigue su juramento antimodernista o se salta su imprimatur, entregando a la publicación obras que han evadido su censura, es llamado a capítulo, expulsado y perseguido. Por Bilbao pasó el teólogo Marciano Vidal, a quien entre el Vaticano, la iglesia española y el obispo de Bilbao le han cortado las alas porque sus libros, a su juicio, «rezuman herejía». Y han convertido a este toro sabio de 70 años en un buey sin brillo. Días pasados murió el famoso teólogo holandés Edward Schillebeecks, que pasó en su vida de ser el teólogo de confianza del episcopado holandés y su asesor en el Concilio Vaticano II a ser procesado por tres veces por la Congregación para la Doctrina de la Fe (otrora tribunal de la Inquisición).
Y ahora que en nuestras calles comienzan las alboradas del año nuevo y que desde atriles y púlpitos se repetirán engaños y mentiras viejas, leyendas antaño paganas y hoy católicas, quiero decirles a los Juan Saldías que no lloren, porque ni el hombre ni la mujer deben verter lágrima alguna ante Dios. Que le den carpetazo, como Gerd Lüdemann, porque, citando a B. Russell: «Un mundo bueno necesita esperanza en el futuro, no necesita estar de continuo mirando a un pasado muerto, que será superado por un futuro elaborado con nuestra inteligencia».
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.