La verdadera amenaza al derecho a la libertad de expresión es que no se traten con debida atención y deliberación pública los temas fundamentales relacionados a este derecho. No todas las leyes son justas, y no todas las leyes son bien aplicadas. Lo importante, creo, es que la ley y su aplicación sirvan para evitar […]
La verdadera amenaza al derecho a la libertad de expresión es que no se traten con debida atención y deliberación pública los temas fundamentales relacionados a este derecho. No todas las leyes son justas, y no todas las leyes son bien aplicadas. Lo importante, creo, es que la ley y su aplicación sirvan para evitar la dominación de unos a otros y emancipar a quienes están siendo dominados. La dominación, en el ámbito social y político, es la injerencia o potencial injerencia ilegítima de un poder, sea estatal, social, o privado, sobre una persona o un grupo de personas.
Al tomar a la no-dominación como ideal del sistema judicial, vemos que el derecho a la libertad de expresión se extiende hasta el punto en el cual empieza a ser un recurso utilizado para la dominación. Las normas contra el fraude y contra la propaganda falsa delinean una frontera legítima a este derecho. Una persona puede decir muchas cosas de acuerdo a este derecho, pero no puede decir que vende manzanas orgánicas, cuando realmente están llenas de DDT. Este tipo de expresiones mentirosas son información tóxica para dominar unos a otros. El derecho a no ser agredido en base a una mentira por un medio de información masivo, delinea otra frontera, justificada por la misma razón. Por supuesto, lo mismo pasa con las leyes que protegen el bienestar sicológico y reputación de un individuo: llegan hasta donde empiezan a ser abusivas o empiezan a contribuir, nuevamente, a la dominación.
Emilio Palacio le mintió al país que Rafael Correa es un dictador y criminal de lesa humanidad que ordenó disparar contra un hospital lleno de civiles. Él escribió su artículo con la intención de infligir daño a la honra o reputación de Correa y con negligencia en torno a la verdad, lo cual viola el Artículo 13, inciso 2a, de la Convención Interamericana de Derechos Humanos , el cual trata el derecho a la libertad de expresión. Similarmente, la Declaración Universal de Derechos Humanos proclama el derecho a la libertad de expresión (Art. 19), al igual que el derecho no ser sujeto de ataques contra la honra y reputación, y el derecho a leyes que garanticen esto (Art. 12).
El caso de El Universo es una magnífica oportunidad para discutir, como sociedad, una gama de temas importantes para la construcción de un nuevo paradigma de Estado. Lastimosamente, en el tema de libertad de expresión estamos entramados en una pelea de transgresiones en vez de pensar seriamente como nación en cómo realizamos el ideal democrático de la no-dominación en lo pertinente a la libertad de expresión. Unos gritan infantilmente, y de manera totalmente desubicada, que la Revolución Ciudadana se parece al Nazismo. Lastimosamente, este dato está correspondido por la desproporcionada penalidad en contra de Palacio y El Universo, que a su vez le brinda combustible a la polarización social.
El perdón para Palacio y El Universo es también desafortunado. Debe haber consecuencias y costos para quienes cometen una injusta ilegalidad. ¡Pero cuarenta millones y años de cárcel! Se estaría haciendo de Palacio y El Universo unos mártires, íconos de la libertad de expresión. Esto, aún si son perdonados. Esa penalidad es otro acto de dominación, cuando este debe ser un ejercicio de justicia. Se puede disuadir futuras ilegalidades y remediar daños sin salir del principio de la proporcionalidad. Pero ahora con el perdón, no sólo se deja de remediar el daño y de disuadir futuras transgresiones, sino que el debate tiende a callarse.
La desmesurada condena y el subsiguiente perdón de penas nos distraen de los temas de fondo. El riesgo verdadero a la libertad de expresión es que no podamos tratar los profundos y prácticos temas relacionados a este derecho, para generar consensos, y normas razonables y democráticas, sólo porque estamos distraídos por posiciones exageradas. A mi parecer, debe haber una pena proporcionada. Es decir, debe haber justicia en la libertad de expresión.
Ricardo Restrepo es docente en la Escuela Constitucionalismo y Derecho, Instituto de Altos Estudios Nacionales
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