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La actual crisis humanitaria del Sahel: o esperar la muerte en un desierto de desiertos atravesado por el tártaro de la desinformación

Fuentes: Rebelión

Historia de mi vida Ismail Haidara Dadié*** Mis ojos sólo tenían tres años y vieron el grito de este país sobre la tierra prometida de su libertad. Mis ojos sólo tenían seis años y vieron el año de la guerra. La libertad de este país tenía tres años y a Kidal el desastre contaba sus […]

Historia de mi vida

Ismail Haidara Dadié***

Mis ojos sólo tenían tres años y

vieron el grito de este país sobre

la tierra prometida de su libertad.

Mis ojos sólo tenían seis años y

vieron el año de la guerra. La libertad

de este país tenía tres años y a Kidal

el desastre contaba sus muertos, sus

héroes, sus leyendas.

Mis ojos sólo tenían diez años y

vieron el año del cólera. Tantos rostros

de mi infancia desaparecieron en aquel año,

sus muertos, sus lágrimas y sus tumbas.

Mis ojos sólo tenían quince años y

vieron el año de la gran sequía. Así

se llama el año del hambre porque ni nuestros

padres ni los padres de nuestros padres vieron

una calamidad tan grande. Las madres abandonaron

a sus pequeños en las calles. Los padres murieron

sin sepultura. Muchachas en flor se vendieron

de noche para comer de día. Mis ojos sólo

tenían quince años y vieron muertos, lágrimas

y tumbas.

Mañana cientocincuentamil niños morirán

en mi país. Mis ojos tienen cuarentiocho años y

mañana, mañana, cuando acompañaré al espejo

al frente de la tarde, veré de nuevo trescientos mil

ojos muertos.

)(

Dos vientos pesan, en modo particular, sobre la historia del Sahel marcando su destino. El primero, el viento del cambio, aquel que introdujeron los regímenes coloniales a principios del siglo XX y que fue la causa de efectos nefastos en las actividades agrícolas que dañaron la frágil ecología sahariana. Y el segundo, otro viento, el harmattan, un verdadero viento seco que sopla desde el norte, arrancándole a la tierra sus micro elementos. Pero existe otro fenómeno, otro viento nuevo que a la región más olvidada del mundo la está matando en silencio: es el tártaro de la desinformación, de la indiferencia, del olvido del Occidente. Sí, el tártaro de la desinformación o de la impotencia para generar noticias se parece al harmattan, pues aniquila, adormece, anestesia conciencias y entonces, en absoluto silencio, arranca muerte a la región del Sahel convirtiéndola en «no noticia, no imagen». La región del Sahel es la alpargata obsoleta del mundo; es el desierto de los desiertos. Los gritos y vahídos secos de sus gentes no producen ecos porque allí la esperanza ya no posee albas, no tiene auroras; lo concreto es sólo la desertificación que, como un Moloch hambriento, cada año avanza conquistando 15 mil kilómetros cuadrados anuales de tierra, por lo cual la vida en este rincón olvidado del mundo se hace cada día más oscura, más gris, más amarilla. Este año la invasión de langostas y la alteración del ciclo de las lluvias ha causado otra hambruna, más de cinco millones de personas se encuentran afectadas; es otra escasez, otra hambruna que no hace noticia y que, sin piedad, seca lenguas, ojos y narices de niños. Niños de Malí, Chad, Níger, Burkina Faso o Mauritania se quedan sin mocos, sin lágrimas y mueren sin alguna esperanza porque, allí, el viento, la piedra y la arena hieren y con la indiferencia del Occidente se convierten en sus colonos infinitos. Los padecimientos de estas gentes no se parecen ni siquiera a los tormentos que nos describe Virgilio cuando Eneas, por segunda vez, cruza la Laguna Estigia, o mucho menos recuerdan las tentaciones de San Antonio en las fantasías literarias de Gustav Flaubert. ¿Alguna vez han padecido ustedes de sed en un desierto? ¿Han percibido, por meses, sus lenguas como un pedazo de carne seco, como la piel de un cocodrilo que está allí adentro, dentro de su cuerpo, colgando? A los niños del Sahel para distraerlos de sus lenguas que se han hecho suelas de alpargata o pieles de cocodrilo; de sus estómagos que enormemente se dilatan; de sus narices áridas que no producen mocos y de sus ojos, sin lágrimas, que poco a poco se secan, habría que narrarles un cuento: «La áridez y sequedad de un Occidente muy rico». El relato podría comenzar de este modo: «Erase una vez un mundo muy rico, tan rico que los enlatados para gatos eran de muchas variedades y el propietario de la mascota, inclusive, podía escoger entre el enlatado de atún del Atlántico o el enlatado de atún del océano Indico, aunque muchos de éstos no entendieran la diferencia entre un atún o el otro. Un día… «, pero es mejor que por ahora interrumpamos este relato.

***Ismail Haidara Dadié en un historiador y escritor de Mali, y preside la Fundación hispano – maleana Mahmud Kati con sede en Timbuktú. Este año la sequía ha atacado de nuevo el Sahel, una región que, periodicamente, sufre de carestía debido a la ausencia de las lluvias. Por esta razón la Fundación Mahmud Kati está recogiendo fondos para destinarlos a la alimentación de dos mil niños. Quien quiera contribuir, puede hacerlo a través de:

FUNDACIóN MAHMUD KATI

CUENTA: ES2420310006 8301 1534 4405

BIC – SWIFT CODE: CECAESMM031

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