Hay motivos para hablar de Rousseau, y del Contrato social que están rompiendo los empresarios. Ya existe un plan vindicativo con el pretexto del tercer centenario de su nacimiento, 1712 La gente afortunada que no vivió los años oscuros del nacional-catolicismo, seguramente ignoren el odio que desde sus estamentos más orgánicos -como la Iglesia- se […]
Hay motivos para hablar de Rousseau, y del Contrato social que están rompiendo los empresarios. Ya existe un plan vindicativo con el pretexto del tercer centenario de su nacimiento, 1712
La gente afortunada que no vivió los años oscuros del nacional-catolicismo, seguramente ignoren el odio que desde sus estamentos más orgánicos -como la Iglesia- se le tenía a Voltaire y a Rousseau, cuyas obras ardieron en las piras de libros quemados por los «chicos» de la Falange, como ya los habían hecho sus hermanos de las juventudes hitlerianas. Voltaire se mofaba de ellos, y eso era cierto, recuerdo que cuando leí Cándido no pudo parar de reír, en tanto que a Rousseau , se le tachaba de «gran corruptor», aunque yo el único pecado que retuve de todas aquellas explicaciones era lo del «buen salvaje», un concepto que, como tantos otros de la época, servidor vio ilustrado en el cine de aventuras en los mares del Sur, por ejemplo, en Retorno al paraíso (Return to Paradise, USA, 1953), y en la que el mejor Gary Cooper se enfrentaba a un clérigo intolerante para defender a los inocentes nativos de sus normativas inquisitoriales…Nada del otro jueves, pero por entones, una gozada que además que enseñaba cosas que por lo menos aquí, tenían un valor democrático obvio.
Luego, claro está, tuve que leer y saber de verdad quien era ese tal Jean Jacobo Rousseau (Ginebra, 1712-Ermenonville, 1778).
Este gigante de la Ilustración, fue de su obra de donde nacieron las divisas de libertad, igualdad y fraternidad que inmortalizó la Revolución francesa. De formación primordialmente autodidacta, llevó a cabo una vida azarosa y difícil. Fue relojero en su juventud, y después músico, poeta, viajero, filósofo, pedagogo y tratadista político. Colaboró con L’Enciclopedie, y el teórico comunista italiano Galvano Della Volpe lo sitúaba como uno de los principales antecesores del marxismo por su crítica a la propiedad privada.
Las claves de las ideas sociales de Rousseau se hallan sobre todo en su discurso sobre El origen de la desigualdad entre los hombres (1754), en la que dictamina que sí la sociedad es mala, el problema radica en la desigualdad. Rousseau no es, como se ha dicho, el defensor del hombre primitivo, natural y no contaminado por la sociedad. Lo que hace es tomar la referencia de éste para hacer una valoración crítica del progreso que entonces era plenamente exaltado. Para él el estado de naturaleza no es más que una hipótesis de trabajo para demostrar lo que es el hombre en una economía natural.
Mientras que los humanos se dedicaron a realizar obras sin buscar beneficios fueron felices, el drama empieza cuando el «primero que, cercando un terreno, se atrevió a decir esto es mío, y encontró gente lo suficientemente simple como para creerle», formando con ello la sociedad civil. Esto representó un primer paso de progreso, pero este progreso conllevaba la decadencia: «Desde el instante en que un hombre tuvo necesidad de otro, desde que se dieron cuenta que era útil para uno solo tener las provisiones que corresponde a dos, la igualdad desapareció, se introdujo la propiedad, el trabajo se hizo necesario y los amplios bosques se convirtieron en feroces campos que había que regar con sudor humano, y en los cuales pronto se vio germinar y crecer junto con las cosechas la esclavitud y la miseria…». Rousseau se refiere constantemente al problema de la desigualdad, a la división de la sociedad entre ricos y pobres, á la miseria moral derivada de la injusticia que esto supone. Pero la juzga como una tendencia inexorable y encomienda al Estado democrático el papel de neutralizar esta tendencia, a la manera socialdemócrata quiere aproximar «los grados extremos tanto como sea posible; no toleréis, dice, gentes opulentas ni pedigüeños».
Define en algunas de sus obras una utopía social pequeñoburguesa, aplicable a un mundo en el que, estando ya cohesionado por algún vínculo de origen, de interés o de compromiso, no ha conocido aún el yugo de las leyes; aquél que no tiene ni costumbres, ni supersticiones bien arraigadas…; aquél en que cada uno de sus miembros puede ser conocido por todos y donde no es necesario imponer a un hombre una carga excesiva para cualquiera; aquél que puede prescindir de otros pueblos y del que otros pueblos pueden prescindir; aquél que no es ni rico ni pobre y se basta a sí mismo; en fin, aquél que une la consistencia de un pueblo antiguo a la docilidad de un pueblo nuevo».
Su rechazo del presente es radical y le lleva a soñar una utopía individualista que describe en La nueva Eloísa (1761), obra bastante misógina que influyó mucho en el Tolstoy pedagogo, y en donde «nadie manda ni obedece» y se realiza la «condición natural del hombre que es cultivar la tierra y vivir de sus frutos». El camino es la corrección de la naturaleza porque «así es como un hombre desarrolla todas sus potencialidades, y cómo la obra de la naturaleza se complementa en él mediante la educación».
En su Profesión de fe del vicario saboyano, avanza alguna de las páginas más duras que se hayan escrito contra el dogma católico, contra el cristianismo, pero lo hacía para colocar en su lugar el Ser Supremo, su deísmo era contradictorio como adivinó Diderot que dijo de él: «Es un hombre exagerado, atraído a la vez por el ateísmo y por la bendición de las campanas. ¿Quién sabe dónde se detendrá?» Esta misma contradicción se reproduce en su esquema sobre la democracia.
En un principio no dudó en denunciar el sistema representativo: «El pueblo inglés, escribió, cree ser libre, pero se equivoca gravemente, solamente lo es durante la elección de sus miembros del Parlamento; una vez elegidos éstos, es un esclavo, no es nada (…). La idea de los representantes es moderna; la debemos al gobierno feudal (…) En las repúblicas antiguas (…) el pueblo nunca tuvo representante alguno; no se conocía esa palabra (…) Desde el momento en que el pueblo se da representantes, deja de ser libre, deja de existir». Pero tampoco asumió la idea de la democracia directa como se ha dicho, por el contrario la considera tan «perfecta» como inadecuada y tuvo que volver sobre sus pasos reconociendo la democracia parlamentaria. Radical pero prudente en la acción, revolucionario pero moderado, Rousseau ejemplifica mejor que nadie las contradicciones de los filósofos del siglo de las Luces. No obstante, su obra será negada por la burguesía sobre todo desde que fue interpretada desde el poder por los jacobinos.
Algunas dictaduras recientes todavía prohibieron sus obras -la Argentina de los «milicos» trató de prohibir hasta a Platón-, en tanto que los neoliberales braman contra lo que llaman el «buenismo», un concepto que podía ligarse con su pensamiento, como braman contra lo que llaman normas «burocráticas», cuando en realidad están hablando de las leyes sociales que todavía protegen a la sociedad de sus desmanes de drogados por la peor de las drogas: el dinero.
Entre sus obras conviene considerar su Discurso sobre las ciencias y las artes, ed. Aguilar, col. B.I.F.; Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, estudio preliminar de J. Castellote (Castellote editor, Madrid, 1972); Ensayo sobre el origen de las lenguas (Calden, Buenos Aires); El contrato social, con contaba con un prólogo de M. Tuñón de Lara (Espasa-Calpe, Austral, Madrid, 1975; Emilio o la educación, edición a cargo de Ángeles Cardona y Agustín González (Bruguera, BCN, 1971); Meditaciones del paseante solitario (Labor, col. Maldoror. BCN, 1975) Biografías y ensayos. Staboronski (Jean), Rousseau. La transparence et le obstacle (Plon, París, 1957); Guehenno (Jean), Jean-Jacques, histoire d’unne consciencie, 2 vols (París, 1962); Presencia de Rousseau, con artículos de Lévi. Strauss, Derrida, Blanchot, Althusser… (Nueva Visión, Buenos Aires); Rousseau y Marx, de Galvano Della Volpe (Martínez Roca, BCN, 1974) y Vicens (Toni), Conocer Rousseau y su obra (Dopesa, Barcelona, 1978)…
Recuerdo además haber visto una serie televisiva suiza bastante estimulante, la pasaron por TV3 en los años ochenta, y estaba basada en sus memorias.
Fuente:http://librepenicmoncjose.blogspot.com/2010/06/la-actualidad-de-jean-jacobo-rousseau.html