La agresión de Israel contra el pueblo palestino es uno de los conflictos más prolongados y dolorosos de la historia contemporánea. Durante más de siete décadas, Palestina ha sido víctima de una política sostenida de colonización, ocupación y violencia sistemática, respaldada por los principales países occidentales especialmente por Estados Unidos. Esta historia de crimen y represión no solo ha desplazado a cientos de miles de palestinos de sus hogares, sino que ha pisoteado sus derechos humanos, territoriales y políticos, negándoles su derecho a existir y autodeterminarse.
La Nakba: origen del desplazamiento palestino
El establecimiento del Estado de Israel en 1948 marcó un hito en la historia del pueblo palestino, pero no fue motivo de celebración, sino de tragedia, conocida como la Nakba o «catástrofe». Durante la Nakba, más de 700.000 palestinos fueron expulsados de sus tierras, hogares y medios de vida, convirtiéndose en refugiados en su propio territorio o en países vecinos. Este evento no fue un incidente aislado, sino parte de un meticuloso plan de despojo y colonización, respaldado por el Reino Unido, que entonces tenía el mandato en Palestina, y, posteriormente, por Estados Unidos.
El sionismo político, promovido como un movimiento de liberación nacional para los judíos, fue en realidad un proyecto de colonización que expulsó sistemáticamente a la población autóctona palestina, iniciando una limpieza étnica encubierta bajo la creación de un Estado. De este modo, la narrativa israelí sobre su «derecho de existir» es una burda falacia que encubre la realidad de un pueblo palestino despojado de su tierra y derechos.
El despojo de tierras palestinas iniciado en 1948 no terminó con la creación del Estado de Israel. Durante décadas, la política israelí ha sido la expansión territorial y el control sobre los palestinos mediante medios violentos e ilegales. Las leyes de expropiación de tierras y la creación de asentamientos |han sido herramientas clave en este proyecto colonial. La Nakba no es solo un evento histórico; es un proceso continuo de desplazamiento y colonización que sigue afectando a millones de palestinos.
La ocupación continuada
En 1967, la ocupación israelí de Cisjordania, Gaza y Jerusalén marcó una nueva fase en la expansión territorial de Israel. Estos territorios, reconocidos internacionalmente como palestinos, fueron ocupados militarmente y, desde entonces, han sido objeto de una colonización brutal. Israel ha establecido en estos territorios un régimen donde los palestinos viven bajo un sistema de segregación y represión que recuerda al apartheid de Sudáfrica y a los guetos de la Segunda Guerra Mundial. Paradoja siniestra, los israelitas que sufrieron tales condiciones en el pasado, imponen ahora este sistema de opresión al pueblo palestino, consolidando una política sionistas fascistas hitlerianos contra los palestinos.
Los asentamientos israelíes en Cisjordania son considerados ilegales según el derecho internacional, pero Israel ha seguido expandiéndolos sin restricción. Estos asentamientos, resguardados por el ejército israelí, han fragmentado el territorio palestino, creando una serie de pequeños enclaves aislados. Esta situación se agrava por los puntos de control militar, que complican la vida diaria impidiéndoles moverse libremente dentro de su propio territorio. Como resultado, muchas familias palestinas se ven separadas, sus tierras son confiscadas y sus hogares demolidos.
El sistema carcelario impuesto por Israel no solo se manifiesta en la segregación física, sino en un conjunto de leyes discriminatorias que regulan la vida cotidiana de los palestinos. Mientras que los ciudadanos israelíes disfrutan de derechos civiles y protecciones legales plenas, los palestinos viven bajo un régimen militar que controla desde el acceso al agua y la electricidad hasta la capacidad de construir o renovar sus viviendas. Este sistema de represión está diseñado para deshumanizar a los palestinos y garantizar la supremacía israelí en los territorios ocupados.
La Franja de Gaza es quizás el ejemplo más extremo de la brutalidad israelí. A menudo se la describe como la prisión al aire libre más grande del mundo y, tristemente, como el cementerio de niños asesinados más grande del mundo. Gaza ha sido sometida a bombardeos devastadores y un bloqueo que limita el acceso a bienes esenciales como alimentos, medicinas y combustibles. Más de dos millones de personas viven en condiciones de miseria extrema, sin un acceso adecuado a agua potable, alimentos o atención médica. Las ofensivas militares israelíes contra Gaza, presentadas como «operaciones de defensa» contra Hamás, son en realidad ataques indiscriminados que causan la muerte de civiles y destruyen infraestructuras fundamentales. Esta situación ha generado un ciclo interminable de sufrimiento y desesperanza.
Complicidad occidental en la ocupación palestina
La agresión israelí no podría continuar sin el apoyo activo de la comunidad internacional occidental, especialmente de Estados Unidos y la Unión Europea. Estados Unidos ha sido el principal aliado de Israel desde su creación, proporcionando miles de millones de dólares en ayuda militar y económica.
El respaldo de Estados Unidos a Israel no es solo económico; también es político. En numerosas ocasiones, Estados Unidos ha vetado resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que condenan la ocupación y la expansión de los asentamientos israelíes. Esta protección política ha permitido que Israel actúe con impunidad, en violación del derecho internacional. La Unión Europea, aunque crítica de la expansión de los asentamientos y de las violaciones de los derechos humanos, sigue manteniendo relaciones comerciales y políticas con Israel. Al no imponer sanciones reales ni suspender sus acuerdos comerciales, la Unión Europea, está, en efecto, apoyando la ocupación.
Resistencia palestina: una lucha por la dignidad
A pesar de la brutalidad del régimen israelí, el pueblo palestino ha demostrado una resistencia inquebrantable. Desde la Primera Intifada en 1987, cuando los palestinos se levantaron contra la ocupación con piedras y manifestaciones, hasta la resistencia actual en Gaza y Cisjordania, el pueblo palestino ha luchado con dignidad y coraje. Aunque los medios occidentales y el discurso dominante han intentado pintar esta resistencia como «terrorismo», es fundamental reconocer que la resistencia palestina es un derecho legítimo bajo el derecho internacional.
El derecho de resistencia es un principio consagrado en la Carta de las Naciones Unidas, que reconoce que cualquier pueblo sometido a ocupación tiene el derecho a resistir. Para los palestinos, esta resistencia no es solo una cuestión de supervivencia, sino de preservación de su identidad cultural y política. Poetas, artistas, escritores y activistas han mantenido viva la identidad de su pueblo a pesar de los esfuerzos israelíes por borrarla.
Israel no puede invocar legítima defensa
Según el derecho internacional, un país que actúa como fuerza ocupante, como es el caso de Israel en los territorios palestinos, no puede invocar el derecho a la legítima defensa frente a las acciones de resistencia de la población ocupada. Este principio está establecido en la Carta de las Naciones Unidas y en el derecho consuetudinario internacional. La legítima defensa (Artículo 51 de la Carta de la ONU) se aplica únicamente cuando un Estado es objeto de un ataque armado por otro Estado o por un actor no estatal, pero no puede utilizarse para justificar actos cometidos por un ocupante en un territorio que ha sido tomado ilegalmente de manera contraria al derecho internacional.
Israel en los territorios palestinos es una potencia ocupante debido al control que ejerce sobre las fronteras, el espacio aéreo y marítimo de Gaza. En 2004, la Corte Internacional de Justicia (CIJ) emitió una opinión consultiva en la que confirmaba que la ocupación y los asentamientos israelíes en esos territorios palestinos violan el derecho internacional, subrayando además que Israel no puede invocar la legítima defensa en un territorio que ocupa ilegalmente.
Además, el derecho internacional humanitario reconoce el derecho de los pueblos ocupados a resistir, ya sea de forma pacífica o armada, en virtud de su derecho a la autodeterminación. Por tanto, cuando una población ocupada se resiste, su acción no puede interpretarse como un «ataque» que justifica represalias en nombre de la legítima defensa por parte de la fuerza ocupante. La ocupación, al ser en sí misma una violación de la soberanía del pueblo palestino, convierte su lucha contra la agresión en una expresión legítima del derecho a la autodeterminación y la resistencia contra la ocupación.
El futuro: justicia o barbarie
El futuro de Palestina está vinculado a la justicia. No habrá paz sin justicia ni justicia sin el fin de la ocupación israelí, el desmantelamiento del régimen segregacionista y el reconocimiento pleno de los derechos del pueblo palestino, incluidos el derecho al retorno y la autodeterminación.
La comunidad internacional tiene una responsabilidad moral de actuar para poner fin a la ocupación y garantizar la justicia para el pueblo palestino. Las potencias occidentales, especialmente Estados Unidos y la Unión Europea, deben cesar su apoyo incondicional a Israel y presionar por una solución justa y equitativa. El silencio y la inacción internacional son formas de complicidad que perpetúan esta injusticia histórica.
La lucha del pueblo palestino es un imperativo moral que atañe a toda la humanidad. La justicia para Palestina no es negociable; constituye una base indispensable para la paz y la estabilidad, tanto en la región como a nivel global. La comunidad internacional debe escuchar la voz del pueblo palestino y trabajar hacia un futuro donde los derechos humanos y la dignidad sean una realidad para todos.
La elección es clara: avanzar hacia la justicia o aceptar la barbarie. Elegir la justicia implica reconocer el sufrimiento del pueblo palestino y trabajar activamente para desmantelar las estructuras de opresión que lo perpetúan. La historia nos enseña que la indiferencia y la falta de acción solo agravan las injusticias existentes. En última instancia, la lucha por la justicia en Palestina es un reflejo de nuestra lucha compartida por un mundo más equitativo y compasivo. Es un llamado a la acción que resuena en todos nosotros, recordándonos que la dignidad humana es un derecho inalienable.
Al mirar hacia el futuro, debemos recordar que el camino hacia la justicia es un proceso continuo. Cada paso que damos, por pequeño que parezca, contribuye a un cambio más amplio. La esperanza de un futuro en el que Palestina y sus ciudadanos puedan vivir en libertad y dignidad no es solo un sueño; es un objetivo alcanzable si trabajamos juntos con determinación y firmeza. La historia nos observará, y es nuestra responsabilidad asegurarnos de que, cuando miren hacia atrás, se reconozca en nosotros el valor de la acción y la búsqueda inquebrantable de un mundo más justo en que los palestinos puedan vivir en paz y libertad.
(A la memoria de todas las niñas y niños palestinos asesinados por las bestias sionistas del estado de Israel)
⃰ Profesor Titular, UNAN Managua
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